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martes, 9 de abril de 2019

La leyenda del Coquena

Coquena, dueño de toda la puna…Coquena es el dios bueno que protege a las vicuñas, a los guanacos y a todos los animalitos de la montaña. Le queda grande el sombrero y como es tan pequeñito la camiseta de lana le arrastra.
Por las noches arrea su rebaño de llamas cargadas de oro y de plata y se roba los guanacos cuando sus dueños los cargan demasiado. Tiene una mano de lana, liviana y suave para acariciar, y otra mano de plomo, dura, muy dura, para castigar. Por eso Coquena puede ser muy generoso o terrible. Por eso todos temen y respetan a Coquena. ¿Será cierto que anda por los cerros, silbando, apoyado en un largo bastón? ¿Será cierto que guía a las cabras, a las llamas, a todos los animales que pierden el rumbo?

La leyenda del Coquena

Cuentan que el Chango, un pastorcito indio, muy joven, que vivió en los valles de la hoy provincia de Salta, hace muchos, muchísimos años, vio una vez a Coquena. El Chango era pastor de cabras; como eran tan pocas, ¡apenas cinco! él le llamaba “mi majadita”. Pero las cuidaba como si fueran muchísimas y siempre andaba buscándoles los mejores pastos y los arroyos de agua más clara.
Los otros pastores de la zona, viendo cuánto cuidado tenía por ellas, sabían burlarse de él, por gusto de divertirse nomás:
-¡Cuidado con la majada, Chango. -¡No vas a equivocarte al contarlas!
¿Estás seguro de que están todas, Chango?
Pero él siempre les contestaba riendo: -¡Cinco son más que una y una es más que ninguna!
Un día, los pastores que tenían majadas grandes le dijeron: -¿Por qué no vas del otro lado del Cerro Grande? Hay un río y pastos
tiernitos, tiernitos. ¡Y a montones! ¡Como para que coman “todas tus cabras”!
-Y ustedes… ¿Por qué no van? -preguntó el Chango.
Y… es que es muy lejos – dijo uno. -Y el camino muy trabajoso -dijo otro.
-¡Yo voy a ir! -dijo el Chango muy contento.
-¿Por cinco cabras? -¡Estás loco!
-¡Sí, sí, voy a ir! Aquí el pasto es muy duro y las pobres se están poniendo muy flacas.
Y se fue el Chango, cantando bajito, con sus cabras, en busca de pasto tierno. Las cuestas eran cada vez más empinadas, las rocas cada vez más duras. Y después de mucho andar por senderos desolados y peligrosos desfiladeros, llegó, al fin, al valle. El Chango se quedó maravillado. Aquello era más hermoso de lo que nunca pudo imaginar.
Pero ¿Cómo es que nadie lo había visto antes? -¡Vaya que había sido grande! exclamó ¡Y qué verde! Aquí pueden pastar muchísimas cabras. ¡Tengo que decirles a los otros que vengan!
Las cabras brincaban locas de contentas y comieron hasta hartarse. En tanto, el Chango, sentado en el suelo, las miraba y pensaba: -¡Qué lindas que son! Cuando la negrita tenga un cabrito van a ser seis, y seis cabras son más que cinco. Y después, a lo mejor la Manchada tiene también uno, y entonces van a ser siete, y siete cabras son más que seis. Y después…
Así pensaba cuando se dio cuenta de que ya estaba por anochecer.
-¡Bueno, golosas, ya es hora de volver a las casas! ¡Vamos! ¡Vamos!
Apenas habían empezado a andar cuando negros nubarrones cubrieron el cielo y todo se oscureció. Primero fueron unas gotas y después se desató una terrible tormenta. El viento era tan fuerte que tenía que aferrarse a las rocas para no caer. La lluvia caía a torrentes y, para colmo, un trueno espantó a las cabras que echaron a correr por todos lados. El Chango empezó a llamarlas a gritos pero estaban muy asustadas y cada vez se alejaban más. Trabajosamente, una a una, las fue reuniendo y las llevó a un refugio entre las rocas, para esperar que pasara la tormenta.
Cuando las contó se dio cuenta que faltaba una: -¡La negrita!-gritó.
Y salió a buscarla, desesperado, pensando que acaso se había caído por la pendiente. Tal vez se habría lastimado. -¡Negrita! ¡Negrita!
Desde lo alto del desfiladero, vio allá en el valle verde, un gran rebaño de llamas. ¡Nunca había visto tantas juntas!
Las llamas seguían su camino, y subían, subían, ordenaditas y seguras, como si alguien las guiara.
Pero ¡no vio ningún pastor con ellas!
-¡Es Coquena- pensó -es el dios enanito que las lleva. Sólo él puede hacerse invisible.
-¡Coquena! ¡Coquena! ¡Ayúdame por favor! Y empezó a correr y gritar tras el rebaño. -¡Coquena! ¡Coquena!
Pero las llamas habían desaparecido tras el desfiladero y sólo se veía el valle, ya casi oscurecido, iluminándose de tanto en tanto a la luz de los relámpagos. De pronto vio un pequeño bulto, tirado sobre las piedras.
-¡Mi Negrita! -dijo con alegría- Pero cuando se agachó vio que no era su cabra sino una llama pequeña, y al parecer, herida.
-Debe ser del rebaño-pensó, y dijo mientras la acariciaba: -¡Pobrecita! No tengas miedo, yo voy a curarte. Pero si estás temblando… ¡y mi poncho tan mojado! Voy a llevarte con mis cabras, para que te abriguen. Y cuando estés bien volverás con tu rebaño.
Le hablaba con la misma ternura que a su Majadita, pero cuando fue a alzarla, en vez de la llamita se apareció el mismísimo Coquena. El Chango se quedó mudo de la emoción y asombro. Tieso…con los brazos extendidos.
Entonces habló Coquena: -Eres bueno, Changuito, muy bueno. Pide lo que deseas. ¿Quieres oro? ¿Quieres plata? ¿Quieres una majada grande, que cubra todo el valle?
-Gracias, Coquena. No quiero nada de eso…¡Por favor! Ayúdame a encontrar a mi cabrita perdida.
Al dios enanito le brillaron los ojos de contento y, señalando con su mano liviana hacia el norte, dijo: -Sigue hasta donde el desfiladero termina, dobla a la izquierda y hallarás una cueva. Todo lo que esté junto a tu cabra, es tuyo. ¡Es la voluntad de Coquena! Y así desapareció.
En la cueva encontró el Chango a la Negrita y, junto a ella, una bolsa con monedas de oro y plata.
Ya casi amanecía cuando emprendió el regreso a las casas, con sus cinco cabras. La lluvia había cesado.
Cada tanto se daba vuelta, y allá a lo lejos, a la luz de los primeros rayos del sol, le parecía ver los lomos dorados de las llamas de Coquena.
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Leyenda del Palacio de los Bichos

El palacio de los bichos o El castillo de Villa del Parque es como se conoce popularmente a una mansión ubicada en la calle Campana 3220, barrio de Villa del Parque, en la ciudad de Buenos Aires.
Esta mansión de cinco pisos que terminan en un torreón y cúpula, llama la atención por las figuras de animales grotescos que decoran sus paredes, con algo de las gárgolas de catedral gótica.
Por eso la gente del barrio, en Villa del Parque, la bautizó El Palacio de los Bichos. Fue construido a comienzos del siglo XX por el ingeniero Muñoz González a pedido de un aristócrata italiano que le quiso regalar la casa a su hija y yerno como regalos de bodas.
El palacio fue terminado antes del casamiento, por eso hizo una gran fiesta para boda de su hija en el palacio con mucho baile y bambalinas de aquella época. Cuando los novios partían para su luna de miel, su padre y los invitados lo saludaban en los balcones de la casa, a escasos treinta metros se encuentran las vías del tren.
Los invitados horrorizados observaron como el tren chocaba con el carruaje que transportaba a los novios matándolos en el acto. El padre nunca pudo superar la pérdida y mandó a cerrar el palacio para siempre. Esta mansión dio nacimiento a la leyenda en la cual se dice que hay noches en que se escucha música y se ve gente bailando, se habla de los fantasmas de los novios.

Leyenda del Palacio de los Bichos

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La leyenda de la Umita

La Umita, es una historia que suele contarse en el noroeste argentino. La palabra Uma se utiliza en el quichua para referirse a la cabeza, quizás de ahí, que Umita no sea ni mas ni menos que el diminutivo, ya que, precisamente la leyenda se basa en una cabeza de hombre, que flota por los aires, dando sustos con su aspecto, una enorme cabellera, ojos saltones y una gran dentadura, llorando y gimiendo en las noches.

Cuenta la leyenda, que hace mucho tiempo, una de las tantas tribus que habitaban nuestras tierras, fueron atacadas por malones que degollaron a todos, sin discriminar hombres de niños. Fue así, que uno de los niños, elegido por la madre tierra, al rodar su cabeza por el suelo, esta hecho raíces para que pueda vengarse y perseguir a los protagonistas de dicha barbarie.

Anduvo por los caminos, quejándose llorosamente, hasta que los encontró y con su enorme cabellera los asfixió, a uno por uno.

Desde entonces se cuenta que la Umita suele aparecerse para guiar o proteger a las buenas personas del peligro que pueda acecharles.

Suele encontrarse en viejas taperas, ranchos abandonados, en lugares solitarias, por las noches, en busca de contar su queja, en especial a los viajeros, que lo único que hacen es espantarse, obviamente, ante dicho espectáculo.

Hay muchos casos de personas que la han escuchado, quejarse en pleno monte, o escucharla llorar, acompañada de un aire sigiloso y extraño, dando al cuerpo una enorme sensación de escalofríos que le recorre todo el cuerpo, pero por supuesto, no hay tiempo de análisis sino de correr.

Por otro lado, está el caso de quienes cuentan que se hacen acompañar por la Umita, en esas noches muy oscuras, para sentirse protegidas del peligro, pero es solo algo para valientes .

La leyenda de la Umita

Fuente: Internet
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La Leyenda de la Flor del Ceibo

Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.

Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo silvestre que bañaba las aguas oscuras del río Barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba.

Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, ¡tanta era la belleza de su canto!.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo.

Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.

Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil.

La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela. Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos.

La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada.

Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamada.

Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.

Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.

Fue declarada Flor Nacional Argentina, por el 23 de diciembre de 1942. Su color rojo escarlata es el símbolo de la fecundidad en este país.

La Leyenda de la Flor del Ceibo
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Pozo de las ánimas, Mendoza

El nombre deriva de una antigua leyenda aborigen que relata que un grupo de indígenas que era perseguido por otro grupo rival se percató de que sus perseguidores habían desaparecido durante la noche, y alertados sobre ciertos quejidos y lamentos cautelosamente volvieron sobre sus pasos. Allí encontraron al grupo perseguidor atrapado en dos pozos que se hundieron bajo sus pies, y sus cuerpos ahogados. Veneraron el sitio que les salvó de sus enemigos como el "lugar en donde lloran las ánimas".

Es una formación geológica del Departamento Malargüe, en la Provincia de Mendoza, ubicado junto a la Ruta Provincial Nº 222, cerca del arroyo Las Amarillas. Este fenómeno natural ha sido catalogado como un ojo de mar originada por la transformación de los depósitos subterráneos de terrenos blandos tales como el yeso que, por efecto de las filtraciones de las napas freáticas subterráneas, producen una disolución del suelo, formando derrumbes y depresiones del terreno, conformando grandes pozos de forma cónica y circular debajo de la superficie.

El Pozo de las ánimas está conformado por dos depresiones, divididas entre sí por una estrecha separación, que se supone que con el paso de los años terminarán por unir los dos pozos en uno solo, debido al proceso de erosión. Se estima que el tamaño de los pozos se aproxima a los 200 metros de diámetro, los 80 metros de profundidad hasta el lago y unos 20 metros de profundidad bajo el agua. Las mediciones fueron realizadas en 1981 por un equipo de científicos dirigido por Rodolfo Rogelio Rocha.

Pozo de las ánimas, Mendoza
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La luz mala

La leyenda de La Luz Mala es uno de los mitos más famosos de los folclores de Argentina. Algunos le decían la leyenda de la luz buena, también conocida como el fantasma dentro del farol. Consiste en la aparición nocturna de una luz brillante que flota a poca altura del suelo. Esta puede permanecer inmóvil, desplazarse, o en algunos relatos, perseguir a gran velocidad al aterrorizado observador. Muchas veces aparece a una distancia cercana al horizonte.

Estas manifestaciones son muy temidas, "la leyenda de la luz mala" o también llamada "la leyenda de la luz buena (preferible)" ya que se identifica comúnmente a la luz mala como un «alma en pena», el espíritu de un difunto que no recibió sepultura cristiana. Ante un encuentro, se recomendaba popularmente decir una oración y luego morder la vaina del cuchillo; como último recurso, se las debía enfrentar con un arma blanca, ya que las armas de fuego resultaban inefectivas.

En el noroeste argentino también se le da el nombre de luz mala al «farol de mandinga», fosforescencia que suele verse en cerros y quebradas durante los meses más secos, después de ponerse el Sol. Se asegura que el farol de Mandinga aparece en lugares en los que hay enterrados tesoros de oro y plata, y que la luz es el espíritu del antiguo dueño tratando de alejar del lugar a los extraños. La tradición dice que el 24 de agosto (día de San Bartolomé) estas luces son más brillantes por influencia del Satanás, ya que es el único día del año en que este se libra de la vigilancia de los ángeles, y aprovecha para atraer las almas.

Generalmente nadie cava donde sale la luz por el miedo que la superstición les ha producido. Los pocos que observan bajo la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena. Ésta al ser destapada se dice que despide un gas a veces mortal para el hombre, por lo que los lugareños aconsejan tomar mucho aire antes de abrir el objeto encontrado, o hacerlo cubriendo nariz y boca con un pullo (manta gruesa de lana) o con un poncho.

Cuenta Hipólito Marcial Rojas que: «La luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar (...) va a encontrar oro y plata. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo».

La luz mala
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La leyenda del Palo Borracho

La leyenda del Palo Borracho al contrario de lo que se puede suponer por la forma del árbol, el hombre criado en la selva cree que éste representa el cuerpo de una mujer cuyo cuerpo se fue formando en tres períodos de vida: la juventud, en la que el árbol muestra su tronco con la esbeltez; el de la plenitud, en el que el mismo muestra las formas de la mujer en su vigor espiritual y físico, y la vejez, en la que el árbol muestra las formas maduras de la matrona, reposada. Por esto a este extraño árbol, con forma de botella, ciertas tribus de la zona del río Pilcomayo, lo llaman “Mujer” o “Madre pegada a la tierra” .

La leyenda cuenta que en una antigua tribu de la selva, vivía una jovencita muy bonita, a la cual codiciaban todos los hombres. Pero ella sólo amaba a un gran guerrero. Y se enamoraron profundamente. Hasta que cierto día la tribu entró en guerra. Él partió a la contienda y ella quedó sola prometiéndole amor eterno. Pasó mucho tiempo y los guerreros no volvían. Sólo mucho tiempo después, se supo que ya no lo harían.

Perdido su amor, la joven cerró todo sentimiento pues la herida abierta en su corazón ya no podría sanar. Se negó a todo pretendiente. Una tarde se internó en la selva, entristecida, para dejarse morir, y así la encontraron unos cazadores que andaban por allí, muerta en medio de unos yuyales. Al querer alzarla para llevar el cuerpo al pueblo, notaron, asombrados que de sus brazos comenzaron a crecer ramas y que su cabeza se doblaba hacia el tronco. De sus dedos florecieron flores blancas. Los indios salieron aterrados hacia la aldea.

Unos días después, se internaron los cazadores y un grupo más al interior de la selva y encontraron a la joven, que nada tenía de muchacha, sino que era un robusto árbol cuyas flores blancas se habían tornado rosas. Comentan que esas flores blancas lo eran por las lágrimas de la india derramadas por la partida de su amado y que se tornaban rosas por la sangre derramada por el valiente guerrero.

La leyenda del Palo Borracho

Fuente: “El mito, la leyenda y el hombre – Usos y costumbres del folklore”, Félix Molina-Tellez. Editorial Claridad, Primera edición, Buenos Aires 1947.
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La leyenda de la Mutisia

Hace ya mucho tiempo los fértiles valles de la cordillera estaban ocupados por tribus mapuches. Painemilla (oro azul), era un cacique altanero y violento que pretendía imponer su dominio sobre todas las tribus vecinas. Los que no se le sometían eran sus enemigos irreconciliables y con ellos mantenía frecuentes guerras.

Tal era el caso de Huenumán (cóndor del cielo), quien no se doblegaba a las pretensiones de su vecino y seguía luchando por su independencia y autonomía. Un antiguo rencor separaba a ambos jefes de sus súbditos. Pero la flor del amor brota también en lugares inhóspitos como los pehuenes entre las rocas. Así sucedió que Millaray (flor de oro), la joven hija de Painemilla, se enamoró locamente de Ñancumil (aguilucho de oro), hijo precisamente de su enemigo, el cacique Huenumán. Se vieron muchas veces a escondidas por temor al odio entre sus padres. En cierta ocasión, toda la tribu de Painemilla estaba reunida celebrando un Nguillatún en una gran explanada. Durante la noche todos dormían menos la machi que velaba junto al rehue (altar), cuidando la sangre del animal sacrificado. De pronto, un graznido potente rompió el silencio nocturno: era el Pun Triuque (chimango de la noche) quien con su grito de alerta presagia desgracias. La machi se estremeció y escuchó atentamente cualquier ruido que pudiera delatar el suceso anunciado por el pájaro agorero. Miró atentamente a su alrededor escudriñando a través de las tinieblas. Un ruido sospechoso hizo que enfocara hacia allá su mirada observando cómo sigilosamente escapaban entre las sombras dos jóvenes que alcanzó a reconocer: eran Millaray y el hijo del enemigo tomados de la mano. La machi quedó perpleja y decidió consultar con el pillán, o deidad de su devoción, cómo proceder en estas circunstancia. –“¿Debo o no avisar al padre de la niña?” –“Sí” – le contestó el pillán. Inmediatamente corrió al toldo del cacique y delató la fuga de su hija. Al salir se sobresaltó de nuevo. ¡Oh desgracia! Por segunda vez escuchó el alarmante grito del Pun Triuque. Painemilla muy enojado ordenó la persecución y captura de los muchachos. Al poco rato fueron apresados y traídos ante la presencia del cacique. Inmediatamente fueron juzgados y condenados a muerte. De nada les sirvió explicarles que querían casarse respetando todos los rituales y costumbres de la tribu y que nada malo les hacían a los demás. El no participar del odio al enemigo era para ellos un gran delito. Inmediatamente se dispusieron a ejecutar la sentencia y por tercera vez se escuchó el afligido y doliente grito del Pun Triuque. Ya nadie lo escuchó. Ambos jóvenes fueron atados a un poste y con lanzas y machetes, entre gritos e insultos les dieron la más cruel de las muertes. Abandonaron los cuerpos ya sin vida colgando del palo y se retiraron a sus toldos.

A la mañana siguiente una sorprendente maravilla esperaba a los verdugos de esta inocente pareja de enamorados. En el mismo lugar donde estaban los cuerpos de los jóvenes habían nacido unas hermosas flores nunca vistas hasta entonces. Parecidas a las margaritas, tenían largos pétalos anaranjados y se abrazaban al poste del sacrificio igual que una enredadera, como se abrazaban los enamorados. -¡Quiñilhue, Quiñilhue! –gritaron admirados los primeros que las vieron. Todos fueron a ver al prodigio y no salían de su asombro. Avergonzados y arrepentidos, los mapuches empezaron a venerar esa flor llamada mutisia por los blancos que desconocen su origen, y desde entonces le dicen Quiñilhue como los primeros que la vieron. Las almas de los jóvenes amparadas por el Futa Chao (padre grande) en el país del cielo, se amarán por siempre, mientras esa delicada flor de pétalos dorados nos recuerda su martirio dado por hombres injustos.

La leyenda de la Mutisia

Fuente: Internet
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La leyenda de la Salamanca

Según la leyenda la Salamanca es un lugar diabólico, donde el "supay" enseña sus artes, donde las brujas efectúan sus reuniones tres veces por semana y donde acuden los que se inician en la práctica del maleficio o los que van a aprender toda suerte de maña, destreza o habilidad.
A la Salamanca concurre, según la imaginación popular el famoso cantor o guitarrero o bailarín del pago; la moza que enamora; la vieja bruja que prepara los "gualichos", la curandera, el bravo domador o cazador, el que "piala" con destreza; el corredor de las carreras cuadreras; y todo aquel que de un modo u otro se ha destacado en la pelea, en el amor o en el trabajo.
Por lo general, la Salamanca es un lugar oculto entre los breñales, de difícil acceso, cuya entrada conduce a una cueva amplia y lóbrega. Allí se baila, se hace música, se celebran aquelarres y orgías. Las viejas y viejos se transforman en jóvenes, los enfermos curan, la fealdad se cubre de hermosura.
Pero para entrar es preciso armarse de gran valor. Completamente desnudo, el neófito, hombre o mujer, debe introducirse a la Salamanca con un iniciado. A la entrada de la caverna existe un Cristo "cabeza abajo" al que hay que pegar y escupir. Ya, en el recinto subterráneo, se ven los animales más repugnantes y asquerosos: arañas peludas, sapos y escuerzos de gran tamaño, ampalaguas, víboras y umucutis, ante los cuales debe el iniciado permanecer impasible "aunque las víboras se envuelvan en el cuerpo". Si ha podido vencer la repugnancia o el miedo que tales animales producen, es sometido a nuevas pruebas, y al final, si resulta vencedor, el neófito "puede pedir lo que quiera". En caso contrario, se vuelve loco al salir.
Como entretenimiento, durante la reunión, se hace música con bombo, violín, guitarra y arpa; se queman cohetes de estruendo; y se celebran bacanales que duran toda la noche.
Es creencia general que la música de la Salamanca sólo deja de sonar cuando alguien se arrima a la cueva y que los animales que pasan por cerca de ella se "espantan" y huyen despavoridos.

leyenda de la salamanca
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La leyenda del Pombero

El Pombero o Pomberito es un duende de la mitología guaraní, que habita en los bosques del noreste de nuestro país (Misiones, Corrientes, Entre Ríos), y se ha ganado el respeto de los habitantes de la región. Su nombre en guaraní es “Cuarahú-Yara”, que significa “Dueño del Sol”, y es el duende protector de la naturaleza, encargado de castigar a aquellos que dañan los árboles o los animales. Tiene el aspecto de un viejo feo, alto, flaco y muy peludo, aunque algunos aseguran que es petiso y gordo.

El Pombero puede ser travieso, malvado y hasta amigo del hombre, según cómo se lo trate. Se dice que para ganarse su amistad, hay que dejarle ofrendas por la noche como tabaco, miel o caña. Entonces, se le puede pedir que cuide los cultivos y los animales y que traiga abundancia, y el Pombero será su amigo, los protegerá y acompañará en sus dificultades. Pero si olvidan la ofrenda que deben mantener por 30 noches seguidas, el Pombero enojado realiza maldades en el hogar y será su enemigo. Estará siempre vigilando y si un cazador o pescador mata más animales de los que consumirá o un leñador corta más madera de la que va a utilizar, se desata la furia del duende y su castigo puede ser muy cruel.

También protege a las aves, puede transformarse en árbol para tenerlas entre sus ramas y se comunica con ellas silbando.
A este duende le gusta cazar niños y se dice que suele raptarlos y chuparles la sangre si los encuentra haciendo travesuras, sobre todo si le están haciendo daño a algún animalito. Por eso, durante la hora de la siesta, los niños que no quieren dormir son advertidos por sus madres de que tienen que quedarse cerca de la casa, porque el Pombero suele rondar a estas horas buscando niños. También le gustan las mujeres y se dice que ha llegado a raptarlas, violarlas y hasta dejarlas embarazadas. Castiga de esta manera a las esposas infieles y a las jóvenes que han crecido sin ser bautizadas. Sin embargo, puede ser un duende sensible y enamorarse de una mujer embarazada de una niña, acompañarla y protegerla.

Es además muy travieso, gusta de abrir puertas y ventanas con violencia, tirar piedras o mover cosas, hacerse invisible sólo para molestar a las personas. Se dice que nunca debe pronunciarse su nombre en voz alta, burlarse de él o silbar durante la noche, porque esto también lo enfurece y con un solo roce de sus manos peludas puede producir mudez, temblores o confusión.

El primer día de octubre, suele bajar al pueblo con su sombrero de paja y un rebenque para azotar a quiénes no coman en su honor.

La leyenda del Pombero

Fuente : Internet
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La verdadera historia de Alicia en el país de las maravillas

La verdadera historia de Alicia en el país de las maravillas

La verdadera historia de Alicia en el país de las maravillas es realmente triste.
Recuerdan que los grandes cuentos de hadas son de otra época, la realidad era diferente y los valores extremadamente conservadores.
Así que tener una hija esquizofrénica era considerado un fenómeno, un crimen.

Los padres de Alice decidieron mantenerla en un sanatorio, y ella permanecía en la mayor parte del tiempo drogada. Cuando no estaba medicada, era violada por los empleados. La niña tenía sólo 11 años.
Cada uno de los personajes y objetos de la historia tiene que ver con un deseo o experiencia de Alice.

El agujero por el que entra en el país de las maravillas es, en realidad, una ventana de su habitación, donde quedó atrapada toda su vida, por la cual ella deseaba salir y conocer el mundo a su alrededor.

El conejo blanco, para ella, representaba el tiempo.
Ese tiempo que ella deseaba que pasara pronto, para que un día ella pudiera salir de ese lugar.
El tiempo que ella veía pasar tan rápido, pero tan lento...

El sombrerero loco era otro interno, su mejor amigo.
Alguien que dejaba su vida en el hospital menos amargada, con quien creaba varias teorías sobre cómo sería la vida ahí fuera.
El chico, en realidad, sufría de síndrome bipolar, así que la personalidad del sombrerero en la historia lo mostraba alegre, depresivo, tranquilo, enojado.

La Liebre, compañera del sombrerero, era la niña que compartía la habitación con él. Sufría de depresión profunda, y cada vez que Alice tuvo contacto con ella, la encontró en un estado de terror y paranoia.
El gato de Cheshire: uno de los enfermeros, en quien Alice confió, pero terminó por violentarla.
La sonrisa del gato, el que está tan marcado, era en realidad la sonrisa oscura que su atacante abría, cada vez que abusaba de ella, y la dejaba tirada en una esquina de su alojamiento, derrotada, triste y eclipsada.

La Reina de corazones: la directora del sanatorio.
Una mujer mala y despreciable que ni siquiera sentía una pizca de compasión hacia los enfermos que estaban bajo su cuidado.
Estaba a favor de la terapia de choque y la lobotomía, y en varias ocasiones ordenaba que los funcionarios mataran, sedaran y arrestaran en jaulas a los enfermos que tenían comportamiento que no le gustaban.

La Reina Blanca: su madre, una mujer noble y tierna, que sufrió en la piel el prejuicio de tener una hija enferma, teniendo que abandonar a la niña en un sanatorio, y nunca volver a verla. Los vagos recuerdos que Alice tenía, era de momentos con su madre, y la razón por la que pensaba que el mundo fuera de los muros del hospital era un lugar mejor, era saber que su madre estaba allí, en algún lugar, para cuidar hijos las enfermeras del hospital, sólo siguiendo órdenes todo el día.

La oruga azul: su terapeuta, la que le daba las respuestas, que le explicaba lo que pasaba y con quien ella hablaba.

Tweedledum y Tweedledee: gemelos siameses huérfanos que también estaban en el hospital.
Aunque no tenían ningún problema mental que justificara su internación, la apariencia que tenían era aterradora, así que fueron presos.

El Rey de corazones: el médico psiquiatra del hospital.
Alguien con complejo de inferioridad, incapaz de oponerse a las órdenes de la directora.

Los frascos " coma " y " beba ": las drogas que le daban. Por ser extremadamente fuertes, en varias ocasiones Alice tenía sensaciones diferentes y alucinaciones, así como si se hubiera reducido o aumentado de tamaño.
Todo esto fue creado por la niña como si fuera un mundo paralelo.
Una realidad menos dolorosa de la que vivía.

Ella ya no podía soportar ese lugar y todo lo que le pasaba ahí dentro, así que decidió usar su imaginación infantil para aliviar el dolor y el sufrimiento.
La hermana mayor de Alice es en realidad una enfermera del hospital, a quien la pequeña era muy apegada.
La enfermera tenía un diario y él anotaba todas las historias que Alice creaba en su mente.
Todos los días la enfermera iba a la habitación de la niña y escuchaba sus desabafos y las aventuras que creaba en su mente.

Sin dejar de escribir una palabra.
Desafortunadamente, Alice ejecuta un intento de fuga.
No tiene éxito, y termina detenida por los empleados.
La Directora furiosa ordena que golpeen a la chica y apliquen la terapia de electroshock para que nunca vuelva a repetirse.

Después del castigo, Alice se vuelve agresiva y violenta, al punto de la directora de decidir que la única salida para ella sería la lobotomía.
Alice vivió mucho tiempo en un estado de coma, ella nunca vivió, sonrió, tampoco habló. Debido a eso, tuvo su cuerpo devastadoramente abusado tanto, que resultó tener hemorragia interna debido a la violencia empleada en un acto de violación, y murió.

La enfermera que escribía sus historias en un diario terminó por alejarse del sanatorio, y alice fue inmortalizada como la niña soñadora que vivió aventuras increíbles en el país de las maravillas...
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lunes, 8 de abril de 2019

La verdad del cuento de La Cenicienta

La historia de La Cenicienta adquiere popularidad global luego de que Charles
Perrault trascribiese su leyenda oral en 1697.
La publicó bajo el título Cenicienta, o el pequeño zapato de cristal (Cendrillon ou La petite pantoue de verre).
Pero éste es apenas un relanzamiento, si se quiere, de una historia ampliamente conocida desde la antigüedad.
En las islas británica se la conoce como Cinderella, Aschenputtel en Alemania,
Assepoester en Holanda, Cenerentola en Italia,Stachtopouta en Grecia, Hamupipőke en Hungría, Askungen en Suecia, Soluschka en Rusia;…
Tras el redescubrimiento de Perrault llegaron los Hermanos Grimm.
En 1812 relanzaron la historia de Cenicienta, logrando un impacto aún mayor que el de
su predecesor.
La versión de Cenicienta que todos conocemos desde la infancia es, en realidad, una adaptación moderna que poco tiene que ver con la tradición original, que carece por completo de hadas madrinas y carros que se convierten en calabaza a la medianoche; y ofrece, en cambio, asombrosos ejemplos de automutilación y cultos ancestrales.
Veamos un resumen de La Cenicienta, basado sobre todos los detalles de la historia que se repiten en diversos países y culturas, acaso el único modo “seguro” de rozar la esencia del relato.
Cenicienta es la única hija de un hombre rico, que enviuda trágicamente.
Eventualmente, su padre vuelve a contraer matrimonio.
Su nueva esposa tiene dos hijas, ambas muy hermosas, pero ásperas y envidiosas.
Cenicienta es despojada de sus vestidos por su madrastra y hermanastras, y recluida a la tarea de limpiar el hogar.
En resumen, se la esclaviza.
Su aspecto cambia radicalmente; y el contacto permanente con la suciedad le gana el
epíteto burlesco de Aschenbrödel, “Burbuja de ceniza”, para nosotros, Cenicienta.
Cierto día, el Padre se dirige a la feria del pueblo.
Todos en la casa le piden regalos.
Las tres malvadas mujeres le piden joyas y vestidos, pero Cenicienta solicita una rama de roble, que luego plantaría en la tumba de su madre, regándola diariamente con sus lágrimas.
En tres años esa rama se convirtió en un árbol inmenso, en una de cuyas ramas aparece una extraña paloma, quien le asegura ser capaz de cumplir cualquier deseo que pidiese.
En otra parte, el rey organiza tres bailes para que su hijo, el príncipe, para que conociese
a alguna joven digna de ser su esposa.
Las hermanastras obligan a Cenicienta a ayudarles con sus vestidos, aunque la madrastra le impide asistir.
Sola, Cenicienta se dirige a la tumba de su madre, y le solicita a la paloma un vestido y zapatos.
El ave concede su deseo y Cenicienta se encamina al baile.
Su aspecto estaba tan cambiado que nadie la reconoció, ni siquiera las tres arpías.
El príncipe, atónito, sólo tiene ojos para ella, y baila con Cenicienta durante toda la
noche.
Para no ser descubierta, Cenicienta se retira antes del baile, temiendo que su madrastra y hermanastras lleguen a casa y no la encuentren.
La segunda noche se repite la escena.
El príncipe azul y Cenicienta bailan y se enamoran, y ella huye del salón antes de las celosas hermanastras se retiren.
La tercera noche, obsesionado, el príncipe unta las escaleras del palacio con barro.
En su huida, Cenicienta pierde uno de sus zapatos.
El príncipe decide encontrar a la poseedora del zapato.
Para ello, visita todas las casas de la comarca buscando el pie que calce en el diminuto zapato. Al llegar a la casa de Cenicienta, el padre manda a llamar a las hermanastras, pero no a su
“verdadera hija”.
La mayor, bajo los consejos de su madre, se corta dos dedos del pie para que le entre el zapato.
Dos palomas advierten al príncipe de la estratagema, y la joven celosa es rechazada.
Luego llega la menor de las hermanastras, quien se había rebanado el talón para calzarse el zapato perdido, pero de nuevo el príncipe se entera de la trampa.
Cansado, le pide al padre que mande a llamar a todas las mujeres de la casa, criadas incluidas.
Cenicienta aparece en la habitación, el zapato calza perfectamente en su pie delicado, y el príncipe la arranca de su destino infame.
Las hermanastras, por su parte, son atacadas por una bandada de palomas, quienes les arrancan los ojos dejándolas perfectamente ciegas.
La estructura de Cenicienta proviene de la noche de los tiempos, y encuentra
eco en varias decenas de historias de la antigüedad.
Los egipcios, por ejemplo, narraban el Rhodopis, que luego pasaría al Imperio Romano, un cuento prácticamente idéntico a la Cenicienta de Perrault.
En Persia se conocía la increíble historia de Nezami y sus Siete Bellezas, asombrosamente similar a Cenicienta.
Algunos eruditos aseguran que, de hecho, el cuento de Cenicienta está basado en la historia de Yeh Shen, cuento chino muy popular en la Edad Media, cuya influencia queda reflejada en los pies diminutos de la protagonista, un detalle pédico que obsesiona a los orientales incluso en nuestros días.
Para que un cuento sobreviva debe tocar algo íntimo, algo mítico, en sus oyentes.
Cenicienta es un caso paradigmático de la banalización del mito, de la reducción de la esencia mítica hacia cierta variante del romanticismo, casi siempre, pueril.
El espíritu del cuento, su alma, si se quiere, no se encuentra en la relación de Cenicienta con el príncipe, ni en la pérdida y hallazgo de su zapato de cristal; mucho menos en el hada madrina o en carros que se convierten en calabaza a la medianoche.
La verdadera historia de Cenicienta oculta algo que el cine ha considerado oportuno omitir, acaso por verse incapaz de reflejar al mito en toda su grandeza.
La Cenicienta es, en definitiva, un eco de Afrodita, la diosa del amor, el medio es el zapato de cristal.
Su tamaño poco tiene que ver con el pequeño pie de Cenicienta.
No es sobre ella donde debe calzar, sino en el alma de quien se atreva a amarla.
Buscar el amor es muy simple.
Lo verdaderamente difícil es no aceptar lo aparente, así como el príncipe deshecha a las hermanastras, cuyos pies, mutilados, es cierto, calzan en el zapato de cristal, es decir, se adaptan a él.
Por el contrario, el verdadero amor está oculto, es, en definitiva, un secreto.
Los zapatos son una excusa, calcen o no.
Lo único que importa es la búsqueda, y la seguridad de que la verdadera belleza suele adoptar formas modestas, humildes, cenicientas, si se quiere, que velan su esencia celestial hasta la llegada de quien se atreva a contemplarla.


La verdad del cuento de La Cenicienta

Creditos: A. MIRALLES
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Cuento de terror: Papi quiero dormir contigo

Encontramos este cuento e imagen aterradores en Internet y lo compartimos en el blog.

Cuento de terror: Papi quiero dormir contigo

Cuento de terror: Papi quiero dormir contigo

¡Papi, tengo miedo!... ¿Puedo dormir contigo?

¿Qué pasó mi niña?, ¡ya es de noche, ve a dormir!... ¡Ya es muy tarde!

Pero papi, ¡se oyen ruidos muy feos en mi cuarto!...

Me levanté y abandoné la cama para ir con mi pequeña a su cuarto, encendí la luz: Ves... ¡no hay nada aquí para temer!.

¡Pero papi, cuando apagas la luz se escuchan ruidos muy feos!...

¡Ves, no se escucha nada!, ahora ya duérmete por favor, que mañana hay que madrugar...

¡Papi, no te vayas!... ¡quédate conmigo!...

Está bien mi amor, pero sólo por esta noche, ahora ya duérmete por favor...

Te amo mi pequeña siempre lo voy hacer, anda descansa.

Me acosté en la cama con mi pequeña y la abracé...

¡Jorge, Jorge!... ¡Despierta, levántate ya!... ¡Es tarde!... ¡Otra vez te quedaste dormido en el cuarto de la niña!... ¿Hasta cuándo vas a impedir que se vaya?... ¡Déjala ir de una vez!, hace un año que murió y todas las noches vienes a dormir aquí, a su habitación; ¡acéptalo de una buena vez!...

Sollozando me vio y rodaron su lágrimas por las mejillas... Simplemente agache la cabeza y no supe que decir!!!

¡Ya voy amor!...
Si tan sólo supiera mi esposa que mi niña viene todas las noches con miedo a buscarme, que ella aún tiene miedo de irse y piensa que aún está viva...

Tal vez ella recordaría, que al año de su partida de nuestra pequeña, ella se suicidó, que no aguanto la partida de nuestra pequeña y que me dejaron solo con un vacío inmenso en mi alma...

Hace años que vivo entre sus fantasmas, entre sus recuerdos, de algo estoy seguro y es que estoy muerto por dentro...

Mientras siga aquí nunca dejare de visitarlas mis amores...

Fuente: Internet
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Historias de terror : El ventrículo de Edgar

Los cuentos e historias de terror con juguetes o ventrículos me recuerdan a mi infancia. Aquí comparto uno genial llamado El ventrículo de Edgar.

Historias de terror : El ventrículo de Edgar

Historias de terror : El ventrículo de Edgar

Esta es la historia de Mc Carthy, mas conocido como el mejor ventrílocuo del mundo en su época, nadie podía mirar a los ojos firmemente a su muñeco, ya que tenía una mirada escalofriante que no aguantabas mirarlo fijamente, aquí el por qué de su habilidad para convencer:

En año era 1920 y un nuevo tipo de espectáculo empezaba a nacer en el sur de estados unidos. Un espectáculo en el que actuaba un ventrílocuo que en poco tiempo se hizo famosísimo. Era McCarthy, un ventrílocuo cuyo acto era simple, pero cautivaba a todo el que lo atestiguaba, el acto era simple porque hacía uso de solo un personaje durante toda la función: Edgar, un muñeco que representaba a un niño regordete entre los 9 y 10 años de edad, pero con rasgos muy extraños que lo hacían imposible de no mirarle, sus manos demasiado reales, su boca muy expresiva, su estatura muy distinta a la de un muñeco de ventrílocuo habitual, Edgar era más alto y sus ojos, que aunque eran los de un muñeco de madera, reflejaban un vacío que hacía difícil mantener una sola mirada sin bajar la vista o dirigirla a otro sitio.

Él nunca dejo que alguien se acercara a Edgar, ni siquiera que lo miraran muy de cerca y nunca nadie supo el porqué. Como era un espectáculo nuevo todos se quedaban asombrados ante lo real que se veía, como hacía el hombre para hacer hablar a un muñeco sin que se notaran sus labios moverse.

Muchas personas pensaban que era brujería (una creencia muy popular por esos tiempos) o algo por el estilo así que muchos padres de familia prohibieron a los niños ver el espectáculo y fue un hombre amado y odiado por muchos, sobre todo por otros artistas que sentían que sus obras corrían peligro por el éxito que este nuevo acto estaba teniendo.

Una noche fue encontrado en su camerino con el cuello destrozado, nunca se supo quién fue, pero no es difícil sospechar que fue alguien que lo veía como competencia ya que había recibido varias amenazas.

Fuente : Facebook

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