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lunes, 27 de abril de 2020

Relato Erótico : Mujer infiel con su jefe

Mi jefe me anima a que seamos amantes y sellamos la idea mamándosela en su coche. Primera infidelidad (oral)... con mi jefecito.

Me llamo Ingrid, tengo 45 años, tengo un hijo (le llamaré Toño, no es su nombre real) y soy divorciada hace ya muchos años. Salgo con alguien hace poco más de cuatro meses y desde hace unas semanas mientras estábamos calentando motores con un rico faje, empezó a preguntarme sobre algunas experiencias mías; que si había cogido con algún compañero del trabajo, que si había cogido con algún jefe, que si las había dado para conseguir algún contrato –tengo un negocio de organización de eventos para empresas, aunque ocasionalmente doy servicio a particulares- que si era muy cogelona en la prepa o en la universidad, que si le fui infiel a mi ex esposo…en fin. A partir de esa ocasión casi siempre me hace preguntas o me dice que le cuente alguna experiencia –se caliente un chingo- así que decidí escribirlas y publicarlas; de hecho supe de la página por él. Espero se calienten, especialmente tú, mi cabroncito. Espero les gusten.

sexo oral en el carro

Relato Erótico : Mujer infiel con su jefe

Los últimos meses de mi matrimonio –ya habiendo decidido el divorcio- vivíamos en la misma casa, pero ya cada quien en su recámara; evidentemente eso nos dio mucha libertad a ambos para comenzar a salir con otras personas. Yo no quería una relación, de hecho tardé un par de años en tenerla, pero sí quería salir y pasarla rico; la verdad es que mi aún esposo tenía como dos años que no me tocaba, por eso y porque le descubrí una infidelidad, es que yo le fui infiel. Pero contaré eso en otra ocasión; por ahora les contaré la primera vez que fui infiel con mi jefe de aquel entonces. Trabajé en dos empresas que organizaban eventos, antes de independizarme y abrir mi propio negocio; esta experiencia es de cuando trabajé en la primera de ellas.

Por más que me esforcé para mantenerme atractiva después de haber sido mamá (a los 25 años), mi esposo (Carlos) nunca me hizo caso como cuando éramos novios y recién casados; después de nacer nuestro hijo, sólo ocasionalmente teníamos relaciones. Eso me deprimió y me descuidé mucho, subí muchísimo de peso, hasta que una amiga me convenció de empezar a cuidarme de nuevo, a quererme; y así, con dietas y mucho ejercicio, logré ser atractiva otra vez. Poco a poco, comencé a darme cuenta de que no le era indiferente a otros hombres, uno de ellos era mi nuevo jefe en la empresa. Como ya me sentía segura de mi y de mi cuerpo de nuevo, empecé a usar ropa que mostrara mis atributos; caderas un poco anchas, pompis paraditas y un buen par de bubis. Mi jefe (Raúl) comenzó a verme con mayor insistencia y a piropearme todo el tiempo; con cualquier pretexto me llamaba a su oficina, me decía que me quedara horas de más para revisar eventos, logística…y me llevaba constantemente a supervisarlos o a hacer visitas de inspección. Yo poco a poco llevaba ropa que mostrara un poquito más; falda corta o pegadita pero con abertura alta, blusitas pegaditas o con escote, blusas con un botón abierto de más, en fin, ya saben. Me encantaba provocarlo.

Un día decidí ir un poco más coqueta que de costumbre y me puse una falda larga blanca pegadita y medio transparente, obvio un calzoncito pequeño y una blusa blanca también, dejando algunos botones abiertos, dejando ver mis atributos. Ya que no tenía coche, me iba en taxi al trabajo y el chofer no dejaba de echarme ojo al escote por el retrovisor; yo disimuladamente abría más la blusa para deleitarlo. Eso empezó a calentarme y ponerme en el mood adecuado para provocar a mi jefecito en el trabajo.

En la oficina éramos dos chavas (Caro y Andy) que eran asistentes, tres gerentes (Jorge, Roberto y yo) y el director, Raúl, que lo había puesto la dueña. Todo el día sentí la mirada de los hombres y las chaves me decían: “Te pasas, Ingrid; se te ve todo!” “Se quedan todos pendejos viéndote jajaja” “Te co…men con la mirada!”. Yo me hacía la sorprendida, como que no me hubiera dado cuenta de que se me transparentaba la ropa, ni de las miradas de Jorge, Roberto y Raúl. En la tarde, casi para salir, mi jefe me llamó a su oficina para revisar la logística de un evento. Entré a su oficina y en la mesa de trabajo –a lado de su escritorio- estaban los planos del salón y el material para trabajar en la planeación de la logística, por la forma en que todo estaba acomodado enseguida entendí que lo que quería era que le diera la espalda a su escritorio, así que me incliné para revisar el material y dejar que disfrutara viéndome las nalgas, viendo cómo se transparentaba mi ropa interior. Sentí cómo su mirada se clavaba en mis nalgas y cuando vino a revisar conmigo el evento, sus ojos no se apartaban de mi escote.

Cuando acabamos de preparar el evento de ese fin de semana, me preguntó que si podía invitarme a cenar y luego me llevaría a casa; le respondí que sí, que sólo debía avisar a la niñera.

Raúl – No se enoja tu marido?

Yo – (Sonreí) No, no creo que le importe nada de lo que haga –casi pude sentir cómo se calentaba al ver lo disponible de su directora de logística-.

Raúl – Pues avisa y nos vamos.

Toda la cena fue puro coqueteo e insinuaciones cada vez más directas; desde un “hoy sí me dejaste sin aliento, buenos a todos en la oficina”, “cuando vayamos a ver clientes repite ese atuendo, o uno parecido, eh”, “cuándo nos damos una escapada para darnos una buena divertida”, “tú eres entrada, plato principal y postre, Ingrid”, “nada más te veo y palpito”, hasta llegar al “estás como para un affair”. Me dijo que cada vez le atraía más y que no sabía si se iba a aguantar mucho tiempo o cuando fuéramos de viaje a algún evento: “eres mucha tentación, Ingrid”. Cuando le dije que ya mi matrimonio estaba muy mal y que hacía meses que no tenía relaciones con mi esposo, incrementó su propuesta del affair y lo bien que la pasaríamos.

Raúl - Yo sí te voy a atender como se debe, Ingrid.

Yo – A poco tienes para las dos?

Raúl – Separadas y juntas.

Yo – Jajaja, ay, sí.

Raúl – Lo comprobamos?

Yo – Eres tremendo!

Raúl – Ya verás qué tan tremendo; no estás como para dejarte ir viva.

Yo – En serio? Y qué te gusta de mi?

Raúl – Todo.

Yo – Dime.

Raúl – Me la pones dura, Ingrid…está difícil escoger…tienes una mirada muy cachonda, tus labios se me antojan un chingo y ni qué decir de tu trasero, está bien rico…y tus -señaló mis tetas con su mirada- se ven deliciosas; siempre saltan a la vista.

Yo – Ah, sí?

Raúl – Sí sientes cómo te comen con los ojos, no?

Yo – Ay, en serio?

Raúl – Cuando vamos a eventos, te encueran con la mirada, sobre todo últimamente.

Yo – Por qué “últimamente”?

Raúl – Te has puesto mejor que antes.

Yo – Qué rico, no?

Raúl – Eres canija, Ingrid.

Yo – Ya que no la paso bien en mi matrimonio, me voy a divertir fuera de él, como yo quiera, cuando y con quien yo quiera.

Raúl – Eres cabrona, mis respetos.

Ya en el camino a mi casa, Raúl volvió al tema del affair.

Raúl – Entonces qué, nos lo aventamos, Ingrid?

Yo – Qué?

Raúl – No te hagas…a poco no se te antoja? –me agarró la pierna-.

Yo – Se me antojan muchas cosas, de cuál de ellas hablas?

Raúl – Vamos a divertirnos rico.

Yo – Amantes? O sólo me quieres llevar a la cama hoy?

Raúl – Amantes, cómo sólo hoy?

Yo – Y tu esposa?

Raúl – En casita, igual que tu marido –me acarició la pierna, subiendo un poco su mano; eso me calentó muchísimo-.

Yo – Entonces quieres cogerme muchas veces? –me desabotoné un poco más la blusa-.

Raúl – Un chingo, Ingrid.

Yo – Será? –le acaricié el paquete; estaba durísimo-. A ver si es cierto, eh.

Raúl – Cómo no? Si estás deliciosa! –empecé a jalársela sobre el pantalón-.

Yo – Ah, sí? A ver, cuéntame.

Raúl – Te digo por qué estás rica?

Yo – M-hm…quiero saber por qué me quieres llevar a la cama –su paquete se endurecía cada vez más-.

Raúl – Tienes una mirada muy sexy, cachonda…se ve que eres una fiera en la cama…tienes un culo delicioso, te ha caído muy bien el ejercicio…y unas tetas de campeonato…no sé cómo tu esposo no te coge todas las noches.

Yo – Tiene con quién quitarse las ganas…qué se te antoja ahorita, eh? –le pregunté mientras se la jalaba sobre el pantalón, yo moría por meterle la mano y tocársela, mamársela-.

Raúl – Tú qué crees? –entonces le abrí el pantalón, metí la mano y se la saqué-.

Yo – Uy, qué rica!! Quieres que te la mame?

Raúl – Muero porque lo hagas, Ingrid –me incliné y se la lamí, tenía líquido preseminal en la puntita…lo lamí también, después empecé a mamársela-.

Yo - Mmmmmmm…mmmmmm…mmmmmmmm…-él enseguida me acarició las nalgas, me desabotonó la falda, bajó el cierre y me las agarró delicioso; después de unos minutos metió la mano debajo de mi calzoncito-.

Raúl – Ay, no jodas, Ingrid…que rico me la mamas.

Yo – Mmmmmmm…mmmmmmmm…mmmmm…te gusta? Te gusta cómo te la mama tu directora de logística? Mmmmmmmm…mmmmmm…mmmmmm

Raúl – Uy, sí, y está re buena, la canija –me agarró fuerte las nalgas- que rico tener una directora así?

Yo – Así, cómo? Mmmmmmm…mmmmmm…mmmmmmmmmm…-sentí cómo el coche se detenía, supuse se había parado en alguna calle oscura en el camino-.

Raúl – Así de caliente como tú, Ingrid…vamos a un hotel, quiero cogerte ya.

Yo – No, hoy no…llévame después del evento –lo masturbaba- para que me cojas rico...mucho…

Raúl – Mmmm…sí, quiero metértela!

Yo – Quiero que me la metas bien rico…hace mucho que no me dan una buena cogida.

Raúl – Te la voy a dar, Ingrid! –su verga palpitaba ya-.

Yo – Se me antoja tenerla adentro…quiero que me cojas como una puta –le susurré-

Raúl – Ay, sí…ay, no mames… -se vino en mi mano aunque salpicó un poco su coche; le embarré la verga con su semen mientras se la jalaba otro poquito- puta madre, me calentaste un chingo.

Yo – Qué rico…así quiero que me calientas tú, eh –me incliné y le di un par de mamaditas más-.

Raúl – Déjame tu calzón, Ingrid –me dijo mientras se vestía-.

Yo – Qué??!! Por qué??!!

Raúl –Recuerdo…y para jalármela oliendo tu panochita.

Yo – Jajajaja...quieres que llegue sin ropa interior a mi casa?

Raúl – No creo que le importe a tu esposo, no?

Yo – Eres un cabrón pervertido –le dije mientras me quitaba mi panty, en ese momento me di cuenta de que estábamos a una cuadra de mi casa- no la friegues, Raúl, cómo te paras aquí???

Raúl – No te preocupes, no ha pasado nadie.

Yo – Hay que ser discretos, no la amueles! Por cierto, dos condiciones; que no se entere nadie de la oficina y nada de celos ni esas tonterías, eh. Cada quien hace de su vida un papalote; tú te coges a quien quieras y yo también. Estamos?

Raúl – Las cartas sobre la mesa…me parece muy bien. Entonces nos damos una escapada después del evento?

Yo – Claro. Aquí te dejo lo que me pediste.

Cuando entré a la casa mi esposo tenía unos minutos de haber llegado, estaba en la cocina tomando algo, lo saludé mientras me servía un vaso con agua y mientras salía de la cocina, me dijo:

Carlos - Así te fuiste a la oficina? Sin ropa interior?

Yo – Qué raro que lo hayas notado. Buenas noches.

Carlos – Te ves muy bien…se te ve muy bien…todo –sentí su mirada en mis nalgas-.

En cuanto llegué al cuarto le mandé un mensaje a Raúl:

Yo - “Estoy muy hot” –para mi sorpresa me respondió-.

Raúl – “Yo también; mientras te veía caminar a tu casa olí tu panty…se me volvió a poner dura”.

Yo – “En serio?”

Raúl – “Sí. Muero de ganas de probarte la panochita”.

Yo – “Qué rico!” –comencé a desvestirme-.

Raúl – “Así que estás hot?”

Yo – “Sí, me dejaste muy inquieta”.

Raúl – “Y qué vas a hacer para quitarte esa calentura?”

Yo – “Pues…solita.”

Raúl – “Por qué no te coges a tu marida; que vea lo que ya no se va a comer.”

Yo – “Qué cruel eres jajajaja.”

Raúl – “No se te antoja?”

Yo – “Hace mucho que no lo hacemos”.

Raúl – “Provócalo, no se va a resistir.”

Yo – “Ok…mañana te cuento.”
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Relato Erótico : Con la boca llena

Relato Erótico : Con la boca llena

¿Cómo llega a degradarse la decencia de una mujer criada en un colegio católico bajo estrictos códigos morales, y ahora casada con un buen hombre que hace todo por mantenerla feliz tanto económica como sentimentalmente, por un deseo profundo de convertirse en una puta? ¿Por qué una mujer arriesgaría todo cuanto tiene (un esposo comprensivo, estabilidad, trabajo y amor) por una aventura que la está llevando al precipicio de lo prohibido?

¿De verdad vale la pena perderlo todo por instantes de placer desbordado?

Yo no entiendo lo que me pasa; no tiendo cómo he perdido la cordura a extremo, ni cómo fue que caí en las redes de mi jefe, un hombre frívolo, intransigente, un caballero ante la sociedad; un filántropo y buen mozo que cuando se transforma en mi macho se convierte en mi perdición.

—Tú serás mi puta, Lydia, y lo serás por voluntad —me dijo el día que cambiaría el rumbo de mi vida. Llevaba tres meses trabajando para él, tres meses fantaseando con su cuerpo, con su voz, con sus enormes manos y con lo que sería ser atravesada por su falo—. Yo no te obligaré a nada ni te exigiré que te abandones a mí, pequeña Lydia. Tú solita lo harás porque así lo deseas. Aún cuando ahora me demuestras mesura, templanza y fineza en tus modales y tu andar, tú cederás. Me cederás tu cuerpo, tus pensamientos y tus deseos, y seré yo quien los administre desde entonces hasta que ya no seas nada salvo mía.

Me había tomado por sorpresa que me mandara llamar a su oficina justo a la hora de la salida, pues ese hombre se limitaba a darme órdenes por la mañana, y a dejar que el día trascurriera sin novedades, excepto cuando tenía que acompañarlo a alguna reunión de negocios, pues yo era su asistente personal. Después de un episodio donde lo descubrí cogiendo con la mujer del gerente de recursos humanos (episodio que ya relataré en otra ocasión), y que me obligara a decirle lo que yo había visto, Ivo se había mantenido distante ante mí, y yo temía que tal episodio lo llevaran a despedirme un día de estos. Por eso me asustó cuando me dijo que fuera a su oficina cuando se hubieran marchado todos los trabajadores de escritorio, pues tenía que hablar conmigo urgentemente.

Y solamente entrar, le vi sentado en el borde de su escritorio, tan machote y fibroso como un monumento forjado por Miguel Ángel. Sus manos apoyadas detrás de la superficie de cristal, y sus pies entrecruzados. Me miraba con suficiencia, como un amo que mira a su perra, y sonreía de una forma tan seductora y diabólica que estuve a punto de caer tirada en el suelo de la impresión.

—Sí, querida Lydia, después de todo lo que has visto y sabido de mí me queda claro que tú serás mi puta.

—¿Quéee? ¿Qué me está diciendo, Licenciado Mier? —le grité ese día con miedo; miedo a perder un trabajo que tanto me había costado tener, miedo a mis propios impulsos, que no dejaban de hacerme estremecer. Miedo a que en verdad se cumplieran sus amenazas y que yo cayera rendida a sus pies. Y debo confesar que lo que en realidad aterrorizaba era precisamente eso, inflarle aún más su ego si yo me dejaba embaucar por su dominio, su seducción y todo cuando él era.

—En determinado momento, pequeña Lydia, cada vez que entres a esta oficina, tus propios impulsos te llevarán a ponerte de rodillas, como una buena gatita que quiere lamer el calzado de su amo, y a gatear sumisamente hasta donde yo me encuentre, dispuesta a besar mis pies, para luego con tus pequeñas manitas buscar mi bragueta para sacar mi enorme polla y acariciarla con la lengua; chuparla solemne y devotamente como si fuera el santo de tu devoción. Le rendirás honor con tu hermosa boquita, y tus carnosos labios no atinarán a hacer otra cosa que no sea la de besarla, frotarla de arriba abajo hasta que el barniz rojo de tus labios quede impregnado en cada centímetro de mi falo.

—¡Está usted loco, licenciado Mier, completamente loco! —dije impresionada, petrificada y sin poder parpadear.

El corazón me latía violentamente y en mi vientre comenzaba a arder una especia de mariposa cosquillosa.

—En determinado momento, pequeña Lydia, querrás vestir como una puta para mí, por el simple hecho de satisfacer mis fantasías más profundas. Por el simple hecho de saber que verte así, sometida ante mí, me pondrá cachondo y con deseos de taladrarte. Por eso diario querrás traer puesta una diminuta tanga a juego con tus medias de red, liguero y tu sostén, que te pondrás a escondidas de tu marido. Te pondrás los zapatos de plataforma con el tacón más alto y delgado que encuentres, porque sabrás que mientras me estés chupando la polla, yo querré perforarte tu profundo y apretado ano con la punta de ese tacón, al que previamente le pondré un condón para que no te lastime.

—¡Está enfermo, licenciado Mier, loco y enfermo! ¡Es usted un pervertido! ¡Me causa repulsión!

—Y si te causo repulsión, querida mía, ¿por qué estás tan mojada? —me preguntó con una vil sonrisa—. ¿Por qué estás chorreando para mí? ¿De veras te causo repulsión, Lydia? ¿Logras ver el bulto que tengo entre las piernas, debajo de mi pantalón de raso? Lo estás provocando tú; me pone tu actitud tan inocente, que guarda falsamente esa personalidad de puta que quieres sacar conmigo, esa oscura personalidad que el soso de tu maridito nunca podrá sacar en ti. Soy muy perceptivo, Lydia, ¿lo sabes? Y por esa razón puedo oler tu aroma a sexo; tu aroma a hembra caliente que no se aguanta las ganas venir a mi polla para acariciarla con tu boca.

—¡Cállese y déjeme ir, degenerado!

—¿Dejarte ir? ¿A dónde? —me preguntó como si ignorara mi verdadero sentir—. Vamos, pequeña Lydia Riquel, pero si no te estoy deteniendo. La puerta no tiene seguro, y yo en ningún momento he evitado que te vayas. Eres tú la que ha decidido permanecer aquí, ¿y saber por qué? Porque en el fondo sabes que eres una linda zorrita; que detrás de esa fachada de santurrona hay una puta caliente queriendo salir. De hecho ya se está saliendo justo ahora, querida, por tus labios vaginales. Esos líquidos calientes que escurren entre tus piernas, mojando esas bonitas pantimedias transparentes que ocultan con maestría tus torneadas piernas, son los destellos de esa puta que está escapando de tu caparazón de santa. ¿A que nunca te habías corrido con tu marido sin siquiera tocarte? ¿A que nunca te habías corrido con las simples palabras que un macho te externa en voz alta?

—¡Es usted un ser perverso y despreciable…!

—Y tú eres una hermosa hembra insatisfecha, querida; reprimida y cohibida sexualmente, que lucha constantemente contra su propio cuerpo que no puede evitar reaccionar de forma lasciva a los estímulos de mis palabras. Pero llegará el momento, querida Lydia, en que solo querrás tener mi polla en tu boca —me sentenció—. Y entonces te diré, “¿cómo se ve más hermosa Lydia?!”. Y tú, con tu pequeña carita angelical y una mirada perversa me dirás; “Cuando Lydia tiene una polla en la boca” —Y su estridente carcajada chocó contra mis senos, contra mi vulva, contra mis piernas, contra mis labios.

Ahí, esa noche que terminaba mi jornada laboral, frente a Ivo Mier, me corrí como una maldita perra sin siquiera proponérmelo. Sin que él me tocara. Sin que yo misma me estimulara con los dedos. Pasó así, sin más, exploté a chorros, y caí de rodillas sobre la alfombra, sintiéndome humillada. Ivo lo había logrado, me hacía hecho venirme sin una sola caricia.

—¡Dios, Dios, Dios! —grité como una histérica, mientras mi vagina ardía y se estremecía como si estuviese recibiendo una corriente eléctrica—. ¡Ay, ayyyy! ¡Aahhhh!

Quise escapar de esa oficina arrastrándome hasta la puerta, pero cada una de las carcajadas de mi futuro macho parecían bofetadas que me impedían moverme hacia ningún lado. Me sentía sumida, desquiciada.

—¡Córrete más, perra, córrete más! —exclamaba Ivo mientras se masajeaba con ganas su polla sobre el pantalón—. ¡Quiero verte así, tirada, mojada para mí! ¿Ves que yo tenía razón? ¿Ves que en el fondo eres una perfecta zorra?

Y cuando menos acordé, me vi mojada de verdad. Parecía que me había orinado sobre mi falda negra de sastre. Mis pantimedias, mis zapatos de tacón cuadrado y mis dos piernas estaban bañadas de líquidos vaginales. ¡Dios mío! ¿Cómo iba a salirme de la oficina así? ¿Cómo iba a presentarme de esta manera ante mi marido?

Quise rogarle que me ayudara a levantar, pero sus burlas y humillaciones me impedían proferir palabra alguna. Entonces le vi la polla abultando su pantalón, le vi su enorme cuerpo. Sus facciones varoniles. Su barba finamente recortada. Sus gruesos labios, sus ojos verdes, y me perdí. Ahí supe que él había ganado la batalla, porque de pronto le comencé a rogar.

—¡Dame polla, por favor, dame tu polla, Ivo, te lo ruego!

Como respuesta recibí de Ivo una sonora carcajada de triunfo. Al final estaba como él quería, tirada en su alfombra, llorando, empapada de arriba abajo con mis propios fluidos vaginales a causa de un orgasmo que él mismo me había provocado.

—No te escucho, Lydia hermosa, ¿qué me estás diciendo?, ¿qué me estás suplicando?

—¡Que me des tu polla!

—Usa otro sinónimo para referirte a ella, querida, sé unn poquito más vulgar.

—¡Dame tu trozo!

—¡Otro!

—¡Dame tu pito!

—Otro

—¡Dame tu verga, quiero tu verga!

—¿Dónde la quieres?

—En mi boca, por favor, te lo suplico.

—¿Dónde quieres mi verga?

—¡En mi boca!

Y tras quince minutos de agonía, de súplica y de desesperación, Ivo terminó de reír y me respondió:

—No. No te daré mi polla.

—¿Qué? —lloré desesperada.

—Para que tu hermosa boquita de puta tenga derecho de chupar mi polla, primero me tendrás que demostrar con hechos que eres una vil puta.

—¿Cómo? ¿Cómooo? ¡Dígamelo por favor!

—Eso no te lo diré, querida mía. Las putas actúan por instinto. Por ahora levántate y vete a tu casa.

—¿Qué? ¡Pero cómo! ¿No ve cómo estoy de mojada y con mi ropa hecha un desastre?

—Yo no te pedí que te vinieras, pequeña Lydia. Yo no te pedí que te corrieras como una zorra barata.

—¡Tiene que ayudarme, por favor!

—No, no lo haré. Tendrás que arreglártelas sola como lo hacen las verdaderas putas. Háblale a tu marido y dile que venga por ti.

—¡Pero… !¿Qué le diré?

—Recuerda que eres mi empleada, Lydia, y que cuando te contraté te especifiqué claramente que una de tus funciones era la de resolver todos mis problemas. Si no puedes resolver un problema propio me cuestionaré si de verdad hice lo correcto a la hora de contratarte. Así que anda, pequeña gatita, ve a tu oficina y dile a tu marido que venga por ti. Ya sabrás cómo ingeniártelas.

Y sin más, con toda la frialdad del mundo me vio salir casi arrastras de su oficina escurriendo líquidos orgásmicos como una perfecta prostituta que es abandonada a su suerte.

Salir al parqueadero toda mojada, donde ya me esperaba Patricio, fue la peor experiencia que sufrí; aunque casi ya no había nadie en el edificio, sufrí la vergüenza de ser criticaba y burlada por los intendentes y guardias del lugar. Además, sabía que Ivo estaría destornillándose a carcajadas desde las cámaras de circuito cerrado que tenía en su oficina, viéndome salir hasta donde mi amado esposo. A él le tuve que decir que había explotado un tubo de agua en el baño y que había terminado empapada.

—¡Por Dios, mi amor! ¿Pero qué ese olor… que tienes encima? —me preguntó mientras conducía hasta nuestro apartamento—. ¿Por qué estás llorando, Lydia?

—Por nada… Pato, por nada. Simplemente… me siento frustrada porque todas las cosas malas me pasan a mí.

Esa noche me masturbé cinco veces, y en todas me corrí. Una fue mientras me duchaba, y las otras cuatro fueron en nuestra propia cama matrimonial, mientras mi Pato dormía. Esa noche, y después de ese episodio, perdí el apetito sexual con Patricio. Él lo adjudicaba a mi estrés laboral, y el pobre chico se tuvo que resignar.

El verdadero motivo era Ivo, que me había logrado cautivar. Que me había metido esa pequeña espinita de querer sacar lo más frívolo y ardiente que tenía en mí. De alguna manera yo ya me consideraba suya aún si ni siquiera me había fornicado ni prestado su polla como Dios manda. Pero le quería ser fiel. Fiel a su polla. Tuve deseos enfermizos de guardarme pura y casta para él, para cuando Ivo quisiera tomarme como cosa y posesión suya.

Sufrí la siguiente semana en el trabajo porque Ivo tuvo que hacer un viaje de negocios a Monterrey, y solo se comunicaba conmigo estrictamente por mensajes de texto a través del whatsapp, ¡y con lo que añoraba escuchar su ronca voz!

Por eso, cuando me avisó que llegaría al día siguiente, mi vulva palpitó; mis redondos y puntiagudos pezones se endurecieron y mi vagina comenzó a chorrear.

Y recordé su sentencia “Para que tu hermosa boquita de puta tenga derecho de chupar mi polla, primero me tendrás que demostrar con hechos que eres una vil puta”.

Y así lo hice. Me aseguré de que cuando él entrara a su oficina esa mañana me encontrara de rodillas detrás de la puerta, vestida únicamente con unas medias de red rojas, una diminuta tanga que se enterraba entre mis nalgas y un sostén de encaje a juego con el color de mis medias; también tenía puestos unos zapatos de plataforma negros con tacones de 25 centímetros de largo, con una cola de zorra encajada en mi ano que compré por amazon, unas orejas de zorra en forma de diadema sobre mi cabeza, y con mi lengua de zorra de fuera, dispuesta a recibir su polla dentro de mí cuando él me lo ordenara.

Ivo se sorprendió al verme. Luego sonrió victorioso, me acaricio mis orejitas de zorra, mis mejillas y mi boca pintada de rojo. Cerró la puerta con seguro y por fin me entregó ese premio que tanto había fantaseado tener entre mis labios.

—¿Cuándo se ve más hermosa Lydia? —me preguntó cuando encajó su verga en mi boca.

—Cuando Lydia tiene una polla en la boca —respondí atragantada con la boca llena.
Fin..
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viernes, 10 de mayo de 2019

Relato Erótico : Sexo oral en el carro

Relato Erótico : Sexo oral en el carro

Fue como de chiste!!! Me mandaron al pan!!!. En el camino un hombre paro su auto y me pregunto por la dirección de una calle, yo le explique, pero el parecía no entender de modo que me ofreció dinero si lo llevaba. El lugar estaba cerca y yo vi una oportunidad de hacerme de un poco de dinero, si lo necesitaba, para una excursión a la que iban mis compañeros y yo no completaba el dinero.
Que inocente era yo en ese entonces. Temerosa pero con desiciín, dije "si" y subí a su auto.

Mientras le decía por donde dar vuelta, el me empezó a preguntar sobre mi vida intima, todavía yo no adivinaba sus intenciones, hasta que me pregunto: ¿Que es lo que haces con tu novio en la cama? En cuanto supe que este señor iba a querer otra cosa muy distinta a una dirección. me puse muy nerviosa, la razón se me nubló, me quedé impresionada, preocupada, ahí si me empezó a dar miedo
El soltó su propuesta: "Vamos a ese hotel, me dejas que te coja por el ano y te pago mil pesos" Orale!!!!! Quede en shock. Estacionó el auto frente al hotel y estiro su mano, la puso en mi pubis, la movió y presionó firmemente, yo lo permití, No sabia como decir que no. Saco su pene que ya tenia en erección, tomó mi mano mas cercana y la llevo a el. Me dijo: -"Checalo bien. ¿Crees que te quepa en el culo?"

En ese tiempo ya había pasado lo de mis tres amigos en mi casa. Ya conocía varios penes, valla!!!, hasta los había mamado. Pero este señor era un desconocido, además era un señor, como de 50 años y yo tenia 15. Todavía era virgen de ano y vagina. Este señor no iba a ser mi primer amante!!! Pero... por otro lado, ¡¡¡Necesitaba el dinero!!! Tal vez me juzgues negativamente, pero en ese momento yo no lo veía como una putería.

Con la experiencia que viví con mis tres amigos de la escuela, que ya te platique, comprendí lo que tenia que hacer y le dije: Tengo que llegar pronto a mi casa y ya se me hizo muy tarde, mis papas me deben de estar buscando. ¿que le parece si se lo hago con la boca y me da la mitad, quinientos pesos? El viejo rabo verde, me miro, se acerco a mi me beso los labios y metió su lengua a mi boca tocandome el paladar. Con su mano dentro de mi blusa acaricio mis pequeños senos. Y me dijo reflexivamente: -"Eres joven y estas preciosa, lo ultimo que quiero es dejarte ir, pero por lo pronto me conformo con tu propuesta, pero, me das tus datos, otro día nos vemos y me das tu culito"
Mientras hablaba se saco completamente el pene con todo y bolas. Yo no era una experta, pero ya había mamado anteriormente tres penes al mismo tiempo, mas o menos sabia que hacer.

El señor no me gusto nada, pero hasta ahora no he conocido un pene que no me excite y el suyo era lindo, lo tenia muy limpio y sin vello, con la cabeza muy grande, mas grande que el tronco. Agradecí el no haber tenido que meterlo a mi ano, habría causado estragos.

Lo mame con placer. Mi boca en la gran cabeza -Que suave es-, mi mano derecha en el tronco y la izquierda en las bolas. Ahí descubrí que si meto todo el pene en mi boca, y relajo la garganta como si me fuera a pasar un bocado de comida, se crea una sensación agradable. Si, como en la película "Garganta profunda" La sensación del pene al tocar la campanilla de la garganta los enloquece.
El Sr. Se retorcía suavemente en su asiento, dejo caer su cabeza hacia atrás, jadeaba profundo. Con su mano mas cercana estrujaba mis senos y con la otra revolvía mi pelo y después fue acercándose a mis nalgas apretando fuerte mi culo ¡Que obsesión la de este hombre con el culo!. El estaba realmente caliente. Y yo empecé a sentir humedad en mi entrepierna, ¡Cuidado! ya estaba entrando en terreno peligroso.

Mientras yo dedicaba mi atención a su verga, el murmuraba las palabras que yo no había considerado hasta ese momento: "¡Puta!" Una y otra vez: -Eres una puta. -Eres una puta. ¡¡¡Calmese Sr!!! Yo casi estaba haciendo un servicio social, con un pequeño intercambio monetario. Pero... ¿Si? ¿Estaba puteando? ¡Caramba! Esa palabra es tan fuerte y tal estigmatizada. ¡Me aterre! Al menos de donde yo soy, una puta es lo peor, si quieres realmente ofender a una mujer le dices "Pura"

Después de un rato y con gruñidos profundos, se vino, dejo su semen caliente en mi boca, no sabia mal, pero yo lo escupí en el piso del carro. El respiro profundo y se relajo, devolvió su pene a su pantalón. Después de exigir cumplidos y halagos para su linda verga, me pago el dinero y anoto mis datos, Por supuesto -le di datos falsos- y me fui.

Me dejó bien lejos de mi casa, pero no me importo, yo me sentía super feliz con el dinero. Ya después fui recordando de nuevo sus palabras, me sentí como ¡¡una puta!!! Pero ¡que diablos!, esto se convirtio en un recuerdo prohibido y desde entonces jamas se lo había platicado a nadie, a veces ni a mi misma. Trataba de negarlo para olvidarlo
Caramba!!! y ahora lo confieso en público -Claro, anonimamente - Saben? Me siento bien, como si me quitara un peso de encima.

Fuente : Facebook
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