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domingo, 16 de abril de 2023

La leyenda del lago Ypacaraí

Continúo compartiendo algunas de las más fascinantes leyendas guaraní, ya que están siendo muy buscadas en el blog. Esta vez comparto la leyenda del lago Ypacaraí, un hermoso lugar para conocer en Paraguay, con una historia mística asombrosa.

La leyenda del lago Ypacaraí

La leyenda del lago Ypacaraí

La narración fantástica del Ypacaraí palabra que significa agua bendecida o lago bendecido

En un valle del arroyo Pirayú, al pie del cerro Yvytypané hoy cerro Patiño había una fuente de pozo llamado Tapaikua. En cercanías de la fuente tenía su choza un cacique guaraní, del mismo nombre que su táva. Los poblares de la zona utilizaban el ykua para surtirse del vital líquido, pero un día se vieron sorprendidos por un fenómeno natural-religioso. El motivo: habían pecado y caído en corrupción. Otra de las versiones es que uno de los indígenas negó el agua a otro.

Lo cierto es que uno de estos hechos desató la ira de los dioses. Se sacudió la tierra en toda la extensión del valle y de los cerros vecinos, y de la fuente brotó el agua de una manera impresionante. Rápidamente fue cubriendo la zona, en especial las aldeas Tapaikua y Arekaja.

Alarmados por la situación y viendo que el agua no se detenía, los desesperados pobladores buscaron ayuda religiosa. Llamaron en forma urgente al apóstol evangelizador franciscano Fray Luis Bolaños, que en ese entonces se encontraba en una población cercana, aparentemente en Yaguarón. Inmediatamente se trasladó hasta el lugar. La leyenda señala que el mencionado representante de Dios fue a una altura (podría ser la de Areguá), invocó a Dios y con una cruz y un libro en las manos (sería la Biblia) bendijo las aguas, que inmediatamente se calmaron y retrocedieron en parte. Desde aquel entonces el lago formado lleva por nombre Ypacarai, al tiempo de indicar que esos sucesos se habían registrado en 1603.

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La leyenda guaraní del picaflor

La leyenda guaraní del picaflor

Comparto con ustedes la leyenda guaraní de Mainumby o Picaflor!

Cuentan los ancianos que el gran Tupâ es justo y bueno cuando justa y buena es la intención de los hombres. Y la intención de Potí (poty) y Guanumby (mainumby) fue la más noble que existe en este mundo: amarse siempre y mucho, más allá del cielo y de la tierra, del tiempo y de la muerte, de la vida y de la humanidad.

Eran sus familias de tribus enemigas y hacía tanto tiempo que se odiaban que ya nadie conocía la razón. Cuentan que Potí era bella. Bella como el alba en primavera. Bella como el viento del atardecer que arrastra las hojas en otoño y alivia a los hombres del verano. Bella como el sol que acaricia los rostros y alumbra la sombra del invierno. A Guanumby no le costó enamorarse, y muy pronto Potí también lo amó.

Una y diez mil veces se encontraron más allá del monte blanco, bajo el sauce criollo, sin que nadie los viera. Pero un día la hermana de Potí sospechó. Sigilosa, la siguió hasta el monte y descubrió el secreto. Y enseguida se lo confió a su padre.

Al día siguiente, como siempre, Guanumby cruzó el monte blanco y esperó bajo el sauce. Pero Potí no llegó. Desesperado, se acercó a la aldea, a riesgo de que lo mataran.

Y encontró a Potí discutiendo fervorosamente con el cacique de su tribu:

─¡Jamás lo permitiré! ─le gritaba él.

─¡Estoy enamorada de Guanumby! ¡Debes entenderlo, padre!

─¡Nunca! Por la mañana te casarás con uno de los nuestros, y esa es mi última palabra.

Entonces Guanumby salió de su escondite. Como si hubieran podido ensayarlo una y diez mil veces gritaron al unísono, ante el horror del cacique:

─¡Oh, gran Tupâ, no lo permitas!

Cuentan los ancianos que jamás se vio en la tierra otro prodigio igual. De pronto Potí y Guanumby vieron sus propios cuerpos, extrañados, como si ya no les pertenecieran. Potí se deshizo en un tallo pequeño pero firme y su piel se fue volviendo suave como un terciopelo: era una flor, una flor bellísima como ella misma lo había sido antes de que el gran Tupá la transformara.

Guanumby, al mismo tiempo, se volvió ligero como el aire: dos alas diminutas, casi transparentes y veloces lo mantuvieron en vuelo y, desesperado por encontrar a Potí, se alejó torpemente del lugar. Desde entonces la busca. Huele cada flor de cada monte de cada de cada aldea. Besa con su pico las corolas más bellas con la secreta esperanza de encontrarla. Cuentan que unos hombres lo vieron y quedaron extasiados por el color de sus plumas y la rapidez de sus movimientos.

─Picaflor ─lo nombraron, porque una y diez mil veces lo vieron escarbando con su pico el interior de las flores, ignorantes de que Guanumby solo busca los besos de su amada

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La Leyenda del Ñandú

La Leyenda del Ñandú

Hace muchos, muchísimos años, habitaba en tierras mendocinas una gran tribu de indígenas muy buenos, hospitalarios y trabajadores.

Ellos vivían en paz, pero un buen día se enteraron que del otro lado de la cordillera y desde el norte de la región se acercaban aborígenes feroces, guerreros, muy malos.

Pronto, los invasores rodearon la tribu de los indios buenos, quienes decidieron pedir ayuda a un pueblo amigo que vivía en el este.

Pero para llevar la noticia, era necesario pasar a través del cerco de los invasores, y ninguno se animaba a hacerlo.

Por fin, un muchacho como de veinte años, fuerte y ágil, que se había casado con una joven de su tribu no hacía más de un mes, se presentó ante su jefe, resuelto a todo, se ofreció a intentar la aventura, y después de recibir una cariñosa despedida de toda la tribu, muy de madrugada, partió en compañía de su esposa.

Marchando con el incansable trotecito indígena, marido y mujer no encontraron sino hasta el segundo día, las avanzadas enemigas.

Sin separarse ni por un momento y confiados en sus ágiles piernas, corrían, saltaban, evitaban los lazos y boleadoras que los invasores les lanzaban.

Perseguidos cada vez de más cerca por los feroces guerreros, siguieron corriendo siempre, aunque muy cansados, hacia el naciente.

Y cuando parecía que ya iban a ser atrapados, comenzaron a sentirse más livianos; de pronto se transformaban.

Las piernas se hacían más delgadas, los brazos se convertían en alas, el cuerpo se les cubría de plumas. Los rasgos humanos de los dos jóvenes desaparecieron, para dar lugar a las esbeltas formas de dos aves de gran tamaño: quedaron convertidos en lo que, con el tiempo. se llamó ñandú.

A toda velocidad, dejando muy atrás a sus perseguidores, llegaron a la tribu de sus amigos.

Éstos, alertados, tomaron sus armas y se pusieron en marcha rápidamente.

Sorprendieron a los invasores por delante y por detrás. y los derrotaron, obligándolos a regresar a sus tierras.

Y así cuenta la leyenda que fue como apareció el ñandú sobre la Tierra.

La Leyenda del Ñandú

Fuente : Facebook

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La leyenda del benteveo

La leyenda del benteveo

Leyenda del Pitogüé (Benteveo)

Cuando Akitá y Mondorí se casaron, ocuparon una cabaña construida con varios horcones clavados en la tierra y cubiertos con ramas y con hojas de palmera. La nueva oga mí estaba en plena selva misionera.

Cerca, el gran Paraná pasaba impetuoso formando pequeños saltos en las piedras que encontraba al paso.

Al morir la madre de Akitá, su padre, que quedara solo, les pidió albergue en su cabaña y, como buenos hijos, recibieron con cariño al pobre tuyá a quien la edad y las enfermedades habían restado energías y capacidad para trabajar. A pesar de ello él trataba de no ser una carga para sus hijos, a los que ayudaba en lo que le era posible.

Para entonces ya había nacido Sagua-á, que al presente contaba ocho años.

Una de las tareas del abuelo, y que por cierto cumplía con sumo agrado, era atender al pequeño mientras sus padres, por su trabajo, se veían obligados a alejarse de la cabaña.

Grandes compañeros eran el abuelo y el nieto. Jugando, aquél le enseñaba a manejar el arco y la flecha y nada había que distrajera más al niño que ir con él a pescar a la costa del río.

Cuando sus padres volvían, era su mayor orgullo mostrarles el surubí, el pirayú, el pacú o el patí que habían conseguido y que muchas veces ya se estaba asando en un asador de madera dura.

Otras veces, era una vasija repleta de miel de lechiguana que lograran en el bosque no sin grandes esfuerzos.

Para el pobre Tuyá no había más deseos que los de su nieto y, aunque a costa de grandes sacrificios, muchas veces, su mayor felicidad era complacerlo.

Valido de tanta condescendencia, el niño era un pequeño tirano que no admitía peros ni réplicas a sus exigencias.

Sólo en presencia de sus padres que, compadecidos de la incapacidad del abuelo, restringían sus pretensiones, Sagua-á se reprimía.

A medida que el tiempo transcurría, las fuerzas fueron abandonando al pobre viejo que ya no podía llegar hasta la orilla acompañando a pescar a su nieto, ni hasta el bosque a recoger dulces frutos o miel silvestre.

Pasaba la mayor parte de su tiempo sentado junto a la cabaña, haciendo algún trabajo que su poca vista le permitía: tejiendo cestos de fibras vegetales o puliendo madera dura que transformaba en flechas o en anzuelos para su nieto.

Sagua-á correteaba sin cesar, alejándose de la oga mí con cualquier pretexto y dejando solo y librado a sus pocas fuerzas al abuelo, que nada decía por no contrariar al niño ni privarlo de sus diversiones.

Cuando los padres regresaban, encontraban siempre a su hijo junto al abuelo, de modo que, confiados en que el niño no se movía de su lado, dejaban tranquilos la cabaña para cumplir su trabajo en el algodonal.

El anciano, por su parte, jamás había dicho una palabra que pudiera delatar al cuminí, ni intranquilizar a sus hijos.

Pero sucedió que un día, Sagua-á se detuvo más que de costumbre en sus correrías por el bosque con otros niños de su edad y al llegar Akitá y su tembirecó Mondorí a la cabaña, hallaron al abuelo que no había probado alimento por no haber tenido quien se lo alcanzara.

Sus piernas ya no le respondían y era incapaz de moverse sin la ayuda de otra persona.

Indignado Akitá quiso conocer el comportamiento de su hijo en días anteriores, haciendo preguntas al abuelo; pero éste, pensando siempre en el nieto con benevolencia y cariño, contestó con evasivas, evitando acusarlo y encontrando en cambio disculpas que justificaron su alejamiento.

Cuando Sagua-á llegó corriendo y sofocado, tratando de adelantarse al arribo de sus padres, Akitá lo reprendió duramente, enrostrándole su mal proceder, su falta de piedad y de agradecimiento hacia el pobre abuelo que tanto le quería y que no había hecho otra cosa que complacerlo siempre.

Sagua-á nada respondió. Bajó la cabeza y su rostro adquirió una expresión de ira contenida. En su interior no daba la razón a su padre sino que, por el contrario, juzgaba injusto su proceder. ¿Por qué él, sano y fuerte, que podía correr por el bosque, trepar a los árboles, recoger frutos y miel silvestre, o llegar a la costa, echar el anzuelo y pescar apetitosos peces, debía quedarse allí, quieto, junto a una persona inmóvil? ¿Acaso al abuelo, cuando podía caminar, no le gustaba acompañarlo en sus excursiones? ¿Qué culpa tenía él, ahora, de que no pudiera hacerlo? Y en último caso, si no podía caminar, que se quedara el abuelo en la cabaña, que él, por su parte, nada podía remediar quedándose también.

El tirano egoísta había aparecido en estas reflexiones, que si bien no exteriorizó con palabras, lo decían bien a las claras su ceño fruncido y su expresión airada que en ningún momento trató de disimular.

Desde entonces, varios días se quedó la madre en la cabaña. El padre iba solo a trabajar.

El abuelo se había agravado y ya no podía abandonar el lecho de ramas y de hojas de palma.

Era necesario atenderlo y alcanzarle los alimentos, pues él era incapaz de moverse por su voluntad.

Ese día muy temprano, cuando las estrellas aun brillaban en el cielo, Akitá salió a trabajar. Su tembirecó iría algo más tarde pues era imprescindible su ayuda ese día. Sagua-á quedaría cuidando al abuelo.

Cuando despuntaba la aurora, Mondorí consideró que era hora de salir. Antes de hacerlo, despertó a su hijo que dormía profundamente.

El niño se despertó de mala gana, refregándose los ojos con el dorso de sus manos. Malhumorado al tener que dejar el lecho tan temprano, respondió irritado al llamado de la madre:

-¡Qué quieres! ¿No puedes dejarme dormir?

-No seas egoísta, Sagua-á. Tu abuelo no puede quedar solo y además es necesario atenderlo. Su enfermedad le impide moverse por su voluntad y es justo que se lo cuide. Tu padre y yo debemos trabajar y tú tienes la obligación de dedicarte al pobre abuelo enfermo.

-¿Por qué tengo que atenderlo? -insistió iracundo-. ¡Yo había decidido ir al río a pescar y por culpa de él debo quedarme acá como si estuviera prisionero! ¡Ya he preparado la igá y yo iré a pescar! ¡El abuelo no necesita nada!

-¡No seas malo, Sagua-á! Recuerda que tu abuelo fue siempre muy bueno contigo y que sólo bondades y mimos has recibido de él. Ahora te necesita, ¡es justo que le dediques tu atención! ¡Te prohíbo que te muevas de casa! ¡Ya irás a pescar cuando hayamos vuelto tu padre y yo!

-¿Exiges que me quede? Muy bien... ¡me quedaré! ¡Pero te aseguro que no me obligarán a hacerlo otra vez! -concluyó amenazante el desesperado Sagua-á.

Triste se fue Mondorí al reconocer los sentimientos mezquinos que dominaban a su hijo. Mientras iba caminando, pensó en Sagua-á cuando era pequeñito y recordó la bondad que albergaba entonces su corazón...

Con su manecita tierna acariciaba a los animalitos que se acercaban a la cabaña en busca de alimento y a los que era capaz de dar lo que él estaba comiendo... Y no olvidaba el día cuando, entre dos de sus deditos traía una florecilla silvestre cortada por él mismo que le entregó mirándola con expresión tan alegre y orgullosa como si le hubiera dado un tesoro...

¡Cómo había cambiado su hijo! ¡Qué malos sentimientos se habían apoderado de su alma! ¿Cuál sería la causa de este cambio?

Temió la madre por él. Tupá, el Dios que premiaba a los buenos, no dejaba sin castigo a los malos. ¿Qué tendría reservado para Sagua-á?

Dominada por tan tristes pensamientos hizo el camino hasta la plantación de algodón, donde su marido ya estaba trabajando desde tan temprano, y lamentó que la inminencia de la recolección no le hubiera permitido quedarse junto al abuelo enfermo. No tenía confianza en que Sagua-á le prestara la atención necesaria.

Mientras tanto, allá, en la cabaña de la selva misionera, su triste presentimiento se cumplía.

Sagua-á obedeció a su madre: no se movió de la casa; pero se dedicó a arreglar sus útiles de pesca y a preparar los elementos que utilizaría al día siguiente cuando pudiera ir al río como él deseaba.

Del pobre abuelo ni se acordó siquiera. En cierto momento oyó que lo llamaba con voz débil y entrecortada:

-¡Sagua-á...! ¡Sa... gua...á...!

Malhumorado el niño al verse molestado e interrumpido en su ocupación de mala gana respondió:

-¿Qué quieres? ¡Ya voy!

Pero ni se movió.

El anciano, mientras tanto, se debatía en su lecho con un desasosiego que crecía por momentos.

Sagua-á oyó que lo volvía a llamar:

-¡Ven... Sa...gua...á...! ¡Ven... por... favor...!

Acudió por fin el niño de mala gana. Cuando estuvo junto al inimbé donde yacía el enfermo, airado volvió a preguntar:

-¿Qué quieres?

-¡Alcánzame un poco de agua...!

-¿Tu vida se apaga? ¿Se apaga como un cachimbo? -y continuó riendo divertido por la gracia que le habían hecho sus propias palabras.

-Sí... mi vida se apaga... como un pito güé... Alcánzame un poco de agua... Hazme ese favor...

Pero el desalmado, sólo pensaba en reír y repetía sin cesar:

-Pito güé... Pito güé...

El viejo, mientras tanto, llegados sus últimos momentos, con los labios resecos, vencido por una sed abrasadora, expiró.

Al mismo tiempo el niño, que asistía impasible a la escena, continuaba repitiendo las palabras que le habían hecho tanta gracia:

-Pito güé... Pito güé...

Nada le hizo pensar en la transformación que se producía en esos momentos en él.

Su cuerpo se achicaba, se achicaba más y más, cubriéndose de plumas de color pardo. Su cabeza, ya pequeñita, se alargaba y su boca se transformaba en un pico con el que hallaba cierta dificultad para seguir gritando:

-Pito güé... Pito güé...

Momentos después, en la cabaña, sobre su lecho de palma yacía exánime el anciano, mientras en un rincón, junto a la ventana, un pájaro de lomo pardo y pecho amarillo, que tenía una mancha blanca en la cabeza, no cesaba de repetir:

-Pito güé... Pito güé...

Era Sagua-á, que, castigado por su egoísmo y su mal proceder, fue transformado en ave por uno de los genios buenos que enviaba Tupá a la tierra. Ellos eran los encargados de premiar a los buenos y dar, a los malos, su merecido.

Cuando Akitá y Mondoví volvieron, encontraron al anciano muerto en su inimbé.

En el momento de entrar, un pájaro de plumaje pardo y amarillo voló pesadamente, saliendo de la habitación por la abertura de la puerta.

Una vez en el exterior, parado en una rama del jacarandá que crecía junto a la cabaña, no dejaba de gritar con tono lastimero:

-Pi...to güé... Pi...to güé... Pi...to güé...

Este, decían los guaraníes, había sido el origen de nuestro benteveo, al que ellos llamaban pito güé, imitando su grito, en el que creían ver reproducidas las palabras que causaran tanta gracia al pequeño egoísta cuando las oyó de labios del abuelo moribundo.

Vocabulario:

  • Akitá: Terrón.
  • Mondorí: Cierta clase de abeja.
  • Tuyá: Anciano, viejo.
  • Pirayú: Dorado (pez).
  • Pacú: Pez grande de agua dulce.
  • Patí: Pez grande sin escamas.
  • Surubí: Especie de bagre grande.
  • Sagua-á: Arisco.
  • Cuminí: Niño.
  • Tembirecó: Esposa.
En algunos lugares se tiene la creencia que cuando el bentoveo grita al mediodía, junto a una casa, avisa la llegada de gente inesperada: parientes, amigos o personas extrañas.

En otras partes atribuyen su grito cerca de una casa a un anuncio de nacimiento.

También se suele considerar su grito sobre una vivienda como presagio funesto y se lo ahuyenta inmediatamente.

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Leyenda del Huguay-Yetapá (Tijereta)

Leyenda del Huguay-Yetapá (Tijereta)

Esta es la Leyenda del Huguay-Yetapá, más conocido como Tijereta. Sucedió hace muchísimos años.

Tupá había decidido que las almas de los que morían y que debían llegar al cielo, lo hicieran volando con unas alitas que Él enviaba a la tierra por medio de sus emisarios. Claro que para los mortales esas alitas eran invisibles.

Una vez que el alma llegaba al ibaga, Tupá destinaba esa alma a un ave que Él creaba con tal objeto, de acuerdo a las características que hubiera tenido en vida la persona a quien pertenecía.

En un pueblito guaraní vivía Eíra con su madre. Ésta, que había quedado imposibilitada, dependía para todo de su hija, que a su vez se dedicaba a atenderla y cuidarla, ganándose la vida con su trabajo.

Eíra era costurera, y para tener a mano la yetapá que tantas veces necesitaba, la llevaba colgada a la cintura, sobre su blanco delantal, por medio de un cordón oscuro.

Muy trabajadora y diligente, a Eíra nunca le faltaban vestidos para confeccionar, de manera que era muy común verla con tela y tijera, cortando nuevos trabajos.

Se hubiera dicho que la tijera formaba parte de ella misma. Por la mañana, al levantarse y luego de haberse vestido, lo primero que hacía era atarla a su cintura teniéndola pronta para usarla en cualquier momento.

Viejecita y enferma como estaba, y a pesar de los cuidados que le prodigara, la madre de la laboriosa Eíra murió una noche de invierno, cuando el frío era muy intenso y el viento soplaba con fuerza.

Grande fue la pena de esta hija buena, dedicada siempre y únicamente a su madre y a su trabajo.

Desde ese momento quedó sólo con su tarea, a la que se entregó con más ahínco que nunca tratando de distraerse, porque su pena era muy intensa y la desgracia sufrida la había abatido de tal forma que perdió el deseo de vivir.

La tijera así suspendida acompañaba el ritmo de su paso y brillaba el reflejo de la luz, cuando la costurera se movía de un lugar a otro.

No mucho tiempo después de la muerte de su madre, la dulce y sufrida costurera enfermó de tristeza y de dolor, tan gravemente que no fue posible salvarla.

Eíra había sido siempre buena, excelente hija y laboriosa y diligente en sus tareas, por lo que Tupá llevó su anga al cielo.

Allí creó para albergarla un pájaro de plumaje negro, con la garganta, el pecho y el vientre blancos. Omitió los matices alegres y brillantes considerando que su vida había sido humilde, opaca y oscura, aunque llena de bondad y sacrificio.

Cuando Tupá hubo terminado su obra, Eíra se miró y miró a Tupá como intentando pedirle algo.

El Dios bueno, que conoció su intención, dijo para animarla:

-¿Qué deseas, Eíra? ¿Qué quieres pedirme?

Conociendo la amplia bondad de Tupá, comenzó humilde y avergonzada a pedir... ¡ella que jamás había pedido nada!

-Tupá... Dios bueno que complaces a los que te aman y respetan... yo desearía...

-¿Qué es lo que quisieras, Eíra?

-Tú sabes que durante toda mi vida sólo al trabajo me dediqué y quisiera tener un recuerdo de lo que me ayudó a vivir...

-Dime, entonces... ¿qué es lo que deseas?

-Yo desearía tener una tijerita que me recordara la que tanto usé en mi vida en la tierra y que contribuyó a que sostuviera a mi madre...

Encontró Tupá muy de su agrado el pedido de la muchacha, por la intención que lo inspiraba, y tomando las plumas laterales de la cola las estiró hasta dar a la misma la apariencia de una yetapá, como lo deseara la costurera, otorgándole, además, la propiedad de abrirla y cerrarla a su voluntad, tal como hiciera durante tanto tiempo con la de metal con que cortara las telas.

Vocabulario:

  • Tupá: Dios bueno.
  • Ivaga: Cielo.
  • Eíra: Miel.
  • Yetapá: Tijera.
  • Anga: Alma.
  • Jhuguay: Cola.

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Leyenda del Yrupe

Leyenda del Yrupe

Yasy había nacido con un pequeño mal incurable; amaba los astros.

Desde pequeña quería la Luna y vivía para ella. Cuando ésta no aparecía en el cielo, Yasí lloraba insomne las noches enteras.

Y cuando el pálido satélite surcaba raudo la inmensidad cubierta de estrellas, la enamorada se vestía con las mejores galas, y pasaba la noche entera en celeste idilio con el astro. Entonces era hermosísima y la Luna le daba a su rostro un halo sobrenatural.

Así los dos se amaron mucho tiempo. Hasta que un día Yasy desesperada de vivir tan lejos de su celestial amante, decidió ir en su busca.

Subió a uno de los árboles más altos y desde él tendió los brazos para que el astro la recogiera. Pero fue inútil. Entonces bajó y trepó a la cima más alta de la montaña y allí esperó el paso de la Luna, pero también fue en vano.

Descorazonada y vencida volvió al valle y allí camino largo tiempo, sus pies desgarrados por las piedras y las espinas, manaban abundante sangre.

En su marcha llegó a un lago de aguas límpidas. Se miró en ellas y vio su imagen reflejada al lado de la Luna. ¡Era el milagro!. Sin vacilar se arrojó a sus brazos, pero la imagen se desvaneció y las aguas se cerraron sobre ella cubriendo para siempre su imposible sueño.

Tupá, compadecido de aquel gran amor, la transformó en Yrupé con hojas de forma de un disco lunar y que mira hacia lo alto en procura de su amado ideal. De noche cierra sus pétalos cubriendo las manchas de sangre de sus heridas, pero cuando la Luna aparece, las abre, y todavía platica con ella.

La Leyenda del Yrupe

Fuente : Facebook

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Leyenda del Ypa Ka´a

Leyenda del Ypa Ka´a

Seres humanos que se transforman en aves, peces u otros tipos de animales terrestres, son personajes de cientos de leyendas paraguayas, las cuales encierran una enorme riqueza de fantasía.

El escritor y folklorólogo Paulo de Carvalho Neto afirma que se conocen dos versiones muy literarias sobre esta: la de Juan R. Dalquist y la de María Concepción Leyes de Chávez.

La primera de las versiones relata la historia de Julia, ”la criatura más bella de su valle”. Ella parecía indiferente a las conquistas –relata la leyenda-, pero repentinamente, Julia quedó impresionada por un apuesto mancebo.

Meditando un día sobre cómo podría ser correspondida, no advirtió la presencia de una anciana que se encontraba rogando a su lado. La anciana iba ya en su décimo ”Ave María”, cuando Julia despertó. La anciana le pidió que hable sobre lo que deseaba, pero insistió en vano.

Entonces la vieja, que resultó ser el ”hada de aquellas comarcas”, se levantó alterada y profetizó con una voz profunda: ”Desde hoy, en justo castigo a tu soberbia, de tu mezquindad de alma, de la ruindad de tu corazón, de tu falaz mentira, abandonarás tus formas humanas para convertirte en ave que de un modo constante irá pregonando, por valles y collados, que se acabó la yerba”. La última frase se traduce al guaraní: opá kaá. De allí el nombre de Jhypa kaá.

”Y así fue. Y desde entonces –concluye Dalquist-, por valles y collados, se escucha, particularmente en la hora vesperal, el canto monótono y alborotado Jhypá kaá”.

Segunda versión de la  Leyenda del Ypa Ka´a

La versión de María Concepción Leyes de Chávez, también cuenta la historia de una bella mujer: Kaá, quien vivía en la ribera del Apa, en compañia de un pájaro.

Descansando un día Kaá, escuchó al pájaro tratando de avisarle que alguien la estaba observando. Ella no pudo descubrir quien era, pero al regresar a casa se cruzó con un hermoso joven. El pájaro graznó nuevamente para avisar que fue él quien la había estado mirando. Kaá no pudo dormir bien esa noche y despertó a la mañana escuchando a quel joven conversando con su padre.

El joven era un sacedote mbyá, que andaba buscando piedras preciosas. El corazón de Kaá se oprimió, ya que ella sabía que los sacerdotes mbyá no se casaban fuera de su grupo. Pero igual lo persiguió y le confesó su pasión. ”Cantó y danzó para él”. El joven sacerdote vaciló ante sus principios y corrió hacia los brazos de ella, y Kaá lo tentó aún más.

En medio de esa lucha íntima, él empuñó el ”ita marã” que tenía en la cintura y la mató. El pájaro que acompañaba a Kaá lo embistió, reptiendo: Jhypá Kaá!. Años después, el sacerdote volvió al lugar y fue embestido nuevamente por el pájaro.

En el mismo sitio descubrió una planta nueva, de un fuerte aroma y flores rojas. La masticó y luego empezó a tener visiones, le brotó sangre de la boca y, finalmente murió

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Leyenda del Chogui

Leyenda del Chogui

Una joven india guaraní tenía un hijo, el cual no tenía con quién jugar, su única diversión era mirar como volaban los pájaros tan libres y tan dueños del cielo.

Al indiecito le gustaba mucho encaramarse, subirse a los naranjos a comer las ricas naranjas. Su madre cada vez que salía a trabajar le encargaba que no saliera de la casa, ya que podía venir un animal salvaje y hacerle daño.

Siempre prometía hacer caso, pero la mayor parte de las veces llegaba la mamá y no encontraba a su hijo, que atraído por el bosque andaba deambulando por él.

Un día lo castigó fuertemente con una rama y le hizo prometer no ir más al bosque. Durante mucho tiempo cuando la madre volvía él ya estaba en casa. Pero un día estaba en lo alto de un naranjo mirando el camino para ver venir a su madre para bajar corriendo, pero no la vio llegar.

Cuando la madre llegó a su rancho y no lo encontró, lo llamó fuerte y el niño la escuchó, queriendo bajar tan rápido, sus pequeños pies se resbalaron y cayó al suelo. La madre no escuchó cuando el niño cayó y en el mismo momento que cerró sus ojos para siempre, su cuerpo sufrió una transformación tal, que se convirtió en un pájaro chogüi, como aquellos a los que había admirado tanto.

Sobre la cabeza de la india que esperaba a su hijo, pasó volando y cantando y se fue con toda la bandada de chogüies.

Según cuenta la leyenda el indiecito convertido en chogüi, viene todos los días a su casa, acompaña a su madre al trabajo y va a los naranjales a picotear las naranjas que son su fruta preferida.

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Leyenda del Mburucuja

Leyenda del Mburucuja

Leyenda del Mburucuja (Pasionaria)

Hace mucho tiempo, había venido de España, con sus padres, una joven blanca como la leche y muy linda.

Se dice que vivía feliz con sus familiares hasta que vio a uno de nuestros antepasados, un joven fuerte del que se enamoró.

A su padre no le gustaba el muchacho que amaba su hija y le dijo que no lo vea ni en secreto. La chica, a pesar de eso, quedaba calladita cuando él se le acercaba fuera de la vista de sus padres y se encontraba secretamente con su amado.

Así estuvieron ellos, durante muchos días, con un amor bueno y limpio. Después llegó a oídos del padre de la joven que su hija se encontraba con el muchacho a quien él no quería. Furioso mandó a matar a su hija y la hizo enterrar bajo un árbol. Allí brotó una planta en forma de enredadera, se encaramó poco a poco en las ramas y tuvo unas flores de color morado. Desde ese día se le llamó mburucuyá (pasionaria) a esa planta y a su hermosísima flor.

Leyenda del Mburucuja (En guaraní)

Oñemombe'úvante niko ymaite guivéma, aipo Espáñagui ou raka'e, itúva kuéra ndive, peteĩ kuñataĩ morotĩ kamby ryjúi, rasa iporãva.

Vy'ápe ndajeko oiko hogaygua kuéra ndive ohecha peve peteĩ ñande ypykue, karia'y mbarete omoakãvaíva chupe. Itúva ndija'éi karia'y itajyra ohayhúvare ha he'i chupe anive haguá ni òemihápe ohecha chupe. Kuñataĩ katu oikónte kirirĩháme ha ijami vove chupénte, itúva kuéra resa'ãme, ojojuhu ñemimby imborayhu ndive.

Péicha oiko hikuái heta ára joayhu pórã, joayhu potĩme.

Upéinte oguahẽ kuñataĩ ru apysápe itajýra ojehechaha karia'y ha'e ija'e'ỹha ndive. Pochyete reheve ojukauka itajýrape ha oñotỹuka peteĩ yvyra guýpe. Upépe heñói peteĩ ka'avo ysypo joguaha, ojupi mbegue katu yvyráre ha oñepyrũ ipoty pytãũ asy. Upe guive oñembohéra mburukuja upe ka'avo ipoty porã iterei rasávape. - F.A.A.

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Leyenda del Ñanduti

Leyenda del Ñanduti

Sapurú, una linda chica que vivía en un poblado, se dice que hizo correr la voz de que se casaría con el hombre que le ofrezca el mejor regalo.

Eso llegó a oídos de Ñanduguasú cuyo corazón desde hacía tiempo que se había inflamado de amor por ella. Empezó a buscar en medio del bosque para ver si encontraba algo lindo y novedoso que a Sapurú le pudiera encantar. Estando en eso, de súbito, cayeron sus ojos sobre una telaraña que brillaba húmeda por el rocío.

Se puso muy contento, se acercó despacito y al tocarla emocionado, se deshizo en sus manos. Con mucho pesar volvió a su casa a contarle a su madre su mala suerte.

Ella le dijo:

-No te preocupes, mi hijo. Hay muchas de esas en el bosque. Vamos a buscarlas.

Entraron en el monte y en ninguna parte encontraron nada. Entonces le preguntó su mamá a Ñanduguasú cómo era eso que él había visto y, después de escucharlo bien, empezó a sacar cabellos blancos de su cabeza y tejió con ellos algo que se parecía mucho a una tela de araña.

Ñanduguasú le regaló a Sapurú la obra de su madre y los jóvenes unieron sus vidas. Desde aquel entonces ese hermoso trabajo que nació del amor de una madre, se llama ñandutí.

Ñanduti

Sapurũ, kuñataĩ porã peteĩ, oikóvante oikoha rupi omoherakuã ndaje omendáne haguã kuimba'e ogueropojáiva chupe jopói iporãvévare.

Ñanduguasu apysápe oguahẽ upéva. Ymaite guivéma niko omyendy ikorasõme ra'e hese imborayhu. Ñanduguasu oñemoĩ omboguyguy ka'aguy ryepy, jahechápa ndojuhúi peteĩ mba'e iporã ambuéva ha ikatúneva Sapurũ ohecharamo. Upéicha oiko kuévo hesaho sapy'a peteĩ ñandu renimbo rehe, ysapýpe iñakỹ ha ojajaipáva hína.

Ombopy'aroryete chupe, oñemboja mbegue katuete ha py'a tytýipe ojapyhývo, ikusugue ipópe. Ñembyasy asýpe ojere hógape omombe'u ipýpe ipo'a'ỹ.

Isy he'i chupe:

-Ani rejepy'apy che memby. Heta upeichagua oĩ ka'aguýre, jaha jaheka ndéve.

Oike ka'aguýre hikuái ha márõ ndojuhúi mba'eve.

Upémarõ oporandu isy Ñanduguasúpe mba'eichaguápa pe mba'e ohecha va'ekue, ha ohendupa porã rire, oñemoĩ ohekýi iñakãrague morotĩrotĩmava ohóvo ha oipyaha ipype peteĩ ñandu renimbo joguahaite.

Ñanduguasu ome'ẽ Sapurũme isy rembiapokue ha ombojoaju hikuái hekove kuéra. Upe guive ko tembiapokue porãite, sy mborayhúgui heñói va'ekue, héra ñanduti. - F.A.A.

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La leyenda de la flor del ceibo

 La leyenda de la flor del ceibo

Anahí o la leyenda de la flor del ceibo.

Es tradicional la fiereza de la tribu "Guayaquí", de la familia de los guaraníes. Sus hombres y sus mujeres eran belicosos y celosos defensores del lar nativo.

Los Españoles los creían muchas veces verdaderos brujos, y los castigaban como a tales, es decir, con la hoguera. Las luchas entre indios y españoles dio lugar a una de las más bellas leyendas de las tierras que bañan el Paraná y el Uruguay.

Había en la tribu Guayaquí una indiecita que amaba su tierra natal al extremo de recorrer sola los bosques conversando con las aves, con las flores, con los animales que poblaban el bosque. Era conocida por la dulzura de su voz que de continuo entonaba los cánticos propios de su raza. Cuando ella cantaba, hasta el río rumoroso parecía callar para escucharla.

Un día, un gran pájaro de blanquísimas alas llegó navegando por el río; de él bajaron hombres barbudos cubiertos por metales relucientes que parecían dueños del rayom

transformándose por momentos en monstruos de cuatro patas y dos cabezas que atropellaban todo lo que encontraban en su camino.

La tribu de Anahí decidió defender la tierra nativa superando el terror que los embargaba ante aquellos monstruos desconocidos que más que hombres parecían creación del mismo Añangá.

Pelearon, pelearon días y días, semanas enteras. Pero iban siendo echados poco a poco de sus bosques, de sus ríos, de sus sierras. Anahí, pese a su juventud luchaba como los más valientes.

Su voz ya no cantaba más, gritaba la venganza y la guerra y animaba a los hombres y mujeres de la tribu. Pero un día aciago cayó prisionera. Llevada al campamento español, logró en la noche zafar sus ligaduras y golpeando malamente a un centinela ganó nuevamente el bosque, con tan poco fortuna que volvió a caer en manos de sus captores.

El soldado herido por Anahí murió. Sospechada de bruja, porque nadie podía admitir que con aquel cuerpo esmirriado y con su juventud pudiera haber dado muerte de un golpe al soldado, y atribuyéndole ayuda diabólica, fue condenada a morir en la hoguera.

Atada al palo de la ejecución y prendido el fuego de los leños, las llamas comenzaron a abrazarla. Pero Anahí, en medio de las llamas, en vez de gemir comenzó a cantar una canción en la que pedía a Tupá por su tierra, por su tribu, por sus bosques, por sus ríos.

Su voz se elevó al cielo, y al nacer el día, el cuerpo carbonizado de Anahí se había convertido en un robusto tronco de un árbol hermoso del que pendían racimos de rojas flores. Esa es la leyenda del ceibo.

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La leyenda de Luisõ (Monstruo de la Mitología Guarani)

La leyenda de Luisõ (Monstruo de la Mitología Guarani)

Luisõ - Monstruo de la Mitología Guarani.

En otras regiones sudamericanas es lobisón, lubisonte, lobizón. (un equivalente al hombre lobo europeo) Es el séptimo y último hijo varón de Taú y Keraná.

Quizas la historia vino con la colonización, una degeneración del relato folklórico europeo, pero los aborígenes autóctonos ya contaban historias de hombres - bestias; el hombre-tigre, hombre-puma, etc., siendo muy temidos por la zona.

La leyenda dice que el lobizón en las noches de luna llena de los Viernes; y/o Martes se transforma en un "animal" que mezcla las características de un perro muy grande y un hombre (otras veces, también, mezcla las características de un cerdo).

Para la transformación, el maldecido, comienza sintiéndose un poco mal; por ejemplo comienza sintiendo dolores y malestares, luego , presintiendo lo que va a venir, busca la soledad de un lugar apartado, como la partes frondosas del monte, se tira al suelo y rueda tres veces de izquierda a derecha, diciendo un credo al revés.

El lobisón se levanta con la forma de un perro inmenso, de color oscuro que va del negro al marrón bayo (dependiendo del color de piel del hombre portador de "la maldición"), ojos rojos refulgentes como dos brasas encendidas, patas muy grandes que son una mezcla de manos humanas y patas de perro, aunque otras veces, también tienen forma de pezuñas y que despide un olor fétido, como a podrido.

Vaga hasta que llega el día. Cuando los perros notan su presencia le siguen aullando y ladrando, pero sin atacarlo. Se alimenta de las de heces de gallinas (por eso se dice que cuando el granjero ve que el gallinero limpio, es porque el lobizón acecha por el lugar), cadáveres desenterrados de tumbas y de vez en cuando come algún bebé recién nacido que no haya sido bautizado.

El lobizón es reconocido porque:

Es hombre flaco, enfermizo, solitario y poco sociable.

Cae siempre en cama enfermo del estómago los días después de su transformación.

El hechizado vuelve a su forma de hombre al estar en presencia de su misma sangre, así, al ser cortado, recuperará su verdadera forma. Pero se vuelve enemigo a muerte de quien descubre su sagrado secreto y no se detendrá hasta verlo muerto.

Para matar a un lobizón se tiene que hacer con un arma blanca o con una bala bendecida.

Para alejarlo, ante su presencia, se debe arrodillar y rezar un padre nuestro, realizar la señal de la cruz, arrojarle agua bendita o un tizón al rojo vivo y/o también botellas rotas. El hombre-bestia puede volver a pasar su maldición, pasando por debajo de las piernas de otra persona, así el queda curado y el otro hombre queda maldecido. Al matarlo el se transformara en humano nuevamente y así podrá ser liberado del mal que lo acosa.

Las diferentes historias, por lo general, no muestran al ya nombrado lobisón como una bestia agresiva con los humanos, si no que más bien pacífica aunque hay que estar siempre alerta ante un posible ataque, ya que no es una bestia amigable.

Dice la mitoreferencia que al nacer Luison brilla en los cielos la conformación de estrellas conocidas como "Las Siete Cabrillas" en señal de que la maldición que afIigia a Tau y Kerana había cesado.

Según la Mitología Guaraní este monstruo y sus seis hermanos deambulan sobre la tierra.

Figuras del Museo Mitológico de Ramón Elias 

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La leyenda del Pombero

El Pombero, Karai Pyhare (señor de la Noche) o Pyragué (pies peludos)

La leyenda del Pombero

Es de baja estatura, fornido, moreno y retacón, con abundante vellosidad y brazos tan largos que los arrastra. Es el personaje mas comentado y temido. Su vigencia es permanente en todo el Paraguay, muchos afirman, aun hoy que lo han visto.

Se lo describe con boca grande y alargada, dientes muy blancos; ojos chatos, como los del sapo, una mirada fija, como la lechuza; y las cejas de pelo largo.

Usa un enorme sombrero de paja y luce andrajoso, con una bolsa al hombro.

Su función primordial es la de cuidar del monte y los animales salvajes. Se enoja muchísimo si algún cazador mata más presas de las que consumirá. Si eso ocurre se transforma en cualquier animal o planta y con argucias induce al infractor a internarse a lo profundo de la selva donde se pierde.

Lo mismo sucede con el pescador, o aquel que corta árboles que no utilizará. Su presencia no siempre puede ser advertida, porque la capacidad de metamorfosearse, hace que vigile subrepticiamente la conducta de los hombres.

Nunca debe pronunciarse su nombre en voz alta, hablar mal de él o silbar en horas de la noche, porque se enoja y puede vengarse molestando o ensañándose con esa persona.

Un mero roce con sus manos peludas puede producir que la persona se torne zonza, muda o experimente temblores. Se dice que si se le imita el grito, el Pombero puede contestar de manera enloquecedora. Por eso, y para no ofenderle, la gente se guarda de pronunciar su nombre en las reuniones nocturnas.

Puede ser amigo o enemigo. El que quiera tener a este duende de aliado puede dejarle ofrendas por la noche, como tabaco, miel o "Kaña". Los campesinos suelen pedirle favores sobre sus cultivos, y animales, pero no deben olvidar jamás de hacer su ofrenda cada noche por 30 días porque si lo olvidan, despiertan su furia y reciben innumerables maldades.

Puede molestar a sus enemigos tirándoles piedras o haciéndose invisible para luego mover las ramas de los árboles o imitar voces de animales salvajes o aparecercse como un asno sin cabeza y cosas por el estilo.

Abre puertas y ventanas con violencia. Anuncia su presencia por un silbido agudo en medio de la callada noche. Busca asustar a la gente piando como ciertas aves cuando cae el sol, es otra forma de saber que el Pombero está muy cerca.

Es un personaje travieso que desordena la casa, extravía los objetos, rompe o descompone los aparatos, dispersa a los animales, roba tabaco, miel, huevos o gallinas, desparrama el maíz, espanta a las aves de corral y abre las tranqueras dejando escapar al ganado, tira al jinete de su montura y asusta a la cabalgadura.

El tatakua (horno campesino) suele ser su refugio predilecto. Desde allí espía todo lo que ocurre en el hogar elegido. En las noches de "amenazo" (amenaza de lluvia), suele ser mas persistente en sus andanzas.

Es muy atrevido ya que en sus andanzas nocturnas gusta de despertar a las mujeres con el suave y escalofriante roce de sus manos. A veces las secuestra y las posee, y después de saciarse las deja ir, generalmente embarazadas, en cuyo caso el hijo nacerá muy parecido a él (se dice que con sólo tocarles el vientre las puede dejar embarazadas).

Como es muy lascivo, acecha a las mujeres, especialmente a las que no han sido bautizadas para poseerlas, y viola a aquella esposa que públicamente pone en tela de juicio la virilidad de su marido.

Algunos investigadores han recopilado la creencia de que el Pombero puede preñar a las mujeres, solo apoyando el dedo en su vientre. Esto ocurriría si la dama solitaria, sin bautismo, al ser visitada en la noche por él, no le invita tabaco, miel o cigarrillos. Quizá, de esta manera inocente e ingenua, la cultura guaranítica explica los nacimientos extramatrimoniales, hecho muy repudiado en estos núcleos sociales.

Si el Pombero es enemigo, se está expuesto a innumerables peligros dentro del bosque, porque siempre con engaños intentará perderlo en la espesura. Algunas veces provoca extraños accidentes dentro de los ranchos, como por ejemplo que se cierren solas las puertas, o caigan utensilios de la cocina, misteriosamente.

En cambio si es amigo, pueden obtenerse grandes ventajas, puesto que él, de manera invisible guiará al cazador hasta el lugar donde se hallan las presas más grandes y gordas, la buena pesca o los mejores frutos silvestres.

Sus pisadas no se sienten. Sus pies se pueden dar la vuelta, de manera que confunde a aquellos que quieren seguirlo, (ésta era una característica de unos indígenas del Chaco denominados pyta jovái (Talones Dobles), porque al usar unas zapatillas rectangulares era imposible descubrir hacia donde se dirigía un caminante en el polvoriento suelo chaqueño)

Figuras del Museo Mitológico de Ramón Elias 

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La leyenda de Ao-Ao

La leyenda de Ao-Ao

Este monstruo tenía cuerpo similar a la oveja, cabeza de oso y patas terminadas en grandes y potentes garras. su aspecto era terrorífico. Perseguía y devoraba a los cazadores y personas que se aventuraban en la selva. El único modo de salvarse de su acometida era trepando a un pindo, árbol sagrado, dado por Tupâ Rupa‚ para nutrición y auxilio de la gran familia Guaraní; (diluvio, por ejemplo).

De subirse a otra especie, los Ao-Ao los acorralaban y hacían caer el árbol excavando las raíces con sus potentes garras mientras emitían ladridos. Vivían en manadas en bosques y serranías de la región Oriental. La denominación de Ao-Ao es de origen onomatopéyico. La tendencia agudizante carga la emisión tónica en la partícula final. Trocándola logramos reconstruir el eco de un lejano ladrido, e1 que proferían estos seudo duendes según la versión del mitogénesis.

Pero también Ao-Ao refiere a un ser vestido, excesivamente cubierto. La relación dice parecer a una oveja. El nombre tanto acomoda a la onomatopeya como a la pelambre. El animal existe en la realidad zoológica, según afirman serios investigadores. En todo el país y los de habla Guaraní, este animal es conocido como ovecha-kaaguy. Aún debe procederse a su clasificación científica en la fauna de la América mesopotamica, especialmente en Paraguay.

Se han ocupado de este raro espécimen Moisés Bertoni y León Cadogan, diciendo este último que aún devora personas entre las piedras del Yvytyrusu. Es comprensible que aún no se haya logrado echar mano a este animal peregrino, la bestia ignota del solar Guaraní. Saben de ellos los Chulupi y los Mbya de las selvas del Monday y Mbaracaja con las referencias recogidas en el terreno, se ha logrado plasmar una aproximación mitozoomórfica. Su confomación se presta magníficamente a una tesitura legendaria, como la que acertadamente propusiera Rosicrán.

La leyenda de Ao-Ao

Fuente : Facebook

Figuras del Museo Mitológico de Ramón Elias

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La leyenda de Tupi y Guarani

La leyenda de Tupi y Guarani

En tiempos remotos el profeta Tamandaré‚ predijo el diluvio universal, que efectivamente se produjo, cubriendo totalmente el agua la faz de la tierra. Solamente se salvó de ese diluvio una familia caria, gracias a que pudo subir a un gran pindó (palmera), de cuyos frutos se mantuvieron estos únicos sobrevivientes, hasta que bajaron las aguas.

Los integrantes de esa familia, una vez pasado el peligro, se ubicaron a orillas del anchuroso río Araguay, cuya etimología: ára, cielo o arriba; gua, de o del; y, agua, indica que es agua caída del cielo o el río que se formó de las aguas del diluvio. Este caudaloso río se encuentra bordeado de exuberante vegetación y nace en el corazón de Mato Grosso, territorio brasileño y cruza monjes y valles para ir a desaguar en el Atlántico ecuatorial.

La leyenda recuerda solamente el nombre de los varones de esta familia escogida para repoblar la tierra. El Karai), que se llamaba àuar (para ser o para generar), con dos hijos: Tupi el mayor y Guarani el menor, cada uno con su “tembireko” (esposa).

Al morir los padres, ambos matrimonios siguieron habitando la casa paterna, en completa armonía, cultivando la tierra, pescando, cazando, criando a sus hijos y viviendo puros, sin egoísmo, sanos de cuerpo y alma. Era un verdadero paraíso terrenal. En ese estado los encontraron los conquistadores. Tupí y Guaraní, fueron dos hermanos muy unidos; mozos fornidos, veloces nadadores, habilidosos y temerarios en la caza.

Su piel bronceada, curtida por el sol tropical, guardaba una desarrollada musculatura; los ojos centelleantes delataban aguda inteligencia y bravura; los brazos torneados y firmes, terminaban en ágiles dedos, muy katupyry (diestros) en el manejo del “hu’y” (flecha) o para pulsar su nativo “mbaraka” (guitarra), instrumento autóctono hecho de calabaza.

Las mujeres eran hermosas, verdaderas palmeras andantes; sus cuerpos esbeltos y ondulantes se deslizaban, al igual que el de los hombres, en el agua le imitaban al “mbigua” (un palmípedo) en sus atrevidas zambullidas; sus lacias cabelleras, lustrosas y renegridas, hacían juego con los ojos vivaces, brillantes y de un negror embrujante.

Cada cual tenía su trabajo: los hombres pescaban, cazaban y cultivaban la tierra con experiencia innata y gran cariño; de ella sacaban el avati (maíz), de doradas espigas; los abultados y alimenticios tuberculos del jety (batata o boniato), mandl’o (mandioca) y el avakachl (ananá ) que saturaban de fragancia el ambiente del kokue (chacra), el lustroso tallo del pakova (banano), que se inclinaba bajo el peso de sus cachos recargados de banana de oro,. etc.

Las mujeres se dedicaban a los quehaceres domésticos; cocinaban en el japepo (olla de barro) y traían agua de los manantiales en bermejos kambuchi (cántaros) sobre sus cabezas, y finalmente el mandyju (algodón) que hilaban y tejían para ser utilizados en sus vestimentas. Completaba este hogar paradisíaco un multicolor araraka (papagayo) parlero, que constituía la distracción de la familia.

Un día, sin embargo, habló mas de la cuenta y sembró la cizaña en esa unida y feliz familia, siendo el promotor de la separación definitiva de los hermanos. Cuando Tupl regresaba de caza, el araraka le decía… “Guaraní olko ne rembirekondive” (Guaraní convive con tu mujer).

Y cuando Guaraní regresaba del monte trayendo miel de abejas, frutas, le repetía el cuento que Tupl lo traicionaba con su mujer. La duda sembrada por el chisme, dio paso a la desconfianza y esta desunió a la hasta entonces feliz familia. Para no pelear entre hermanos y en vista de que la situación se iba tornando insostenible, Guaraní resolvió alejarse hacia el Sur con su mujer y se ubicaron en el lugar que hoy se conoce como el Paraguay.

Tupl quedó establecido en la querencia paterna y su descendencia fue poblando lo que hoy es el Brasil, extendiéndose hasta el norte.

Este es el génesis de las dos grandes familias carias, que llegaron a constituir, con el correr del tiempo dos importantes razas de América: la Tupí y la Guaraní.

Tan emprendedores, activos e inteligentes fueron los fundadores y descendientes de estas razas, que a su llegada los españoles encontraron no sólo hombres libres, de independiente albedrío, sanos, felices y pacíficos, sino que también una extensa variedad en la línea de productos agrícolas.

Esta leyenda de Tupí y Guaraní se relata de generación en generación en el dulce idioma de la raza.

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jueves, 16 de marzo de 2023

La leyenda del delfín rosado Amazónico

Cuando el sol se esconde, la selva empieza a verse en contraluz y es difícil divisar con claridad cualquier cosa, en el agua del río algo empieza a moverse. Emerge y se sumerge.

LA LEYENDA DEL DELFIN ROSADO AMAZONICO

 LA LEYENDA DEL DELFIN ROSADO AMAZONICO

En el río Amazonas que pasa por la selva colombiana vamos a encontrar a su habitante más característico denominado por los indígenas bote o el delfín rosado. Este es el delfín de agua dulce más grande del mundo. Alcanza longitudes de hasta 2.80 m y pesos de 180 kg. Su color rosado está determinado genéticamente, pero su intensidad depende de la actividad física del animal. De acuerdo con la leyenda, el delfín rosado fue un joven guerrero indígena. Pero uno de los dioses le envidió sus atributos masculinos y decidió transformarlo el delfín y con esto condenarlo a vivir en los ríos y lagos de la Amazonia. En junio, mes de fiestas, danzas, fuegos y música, cuando los indígenas celebran los natalicios de sus santos y los hombres están ocupados divirtiéndose, los delfines rosados salen del río para seducir a las mujeres jóvenes. Los indígenas cuentan que esto ocurrió ya varias veces. El delfín rosado convertido en un hombre atractivo y un amante insaciable se acerca a la orilla. Está vestido de blanco y la cabeza la tiene cubierta por un sombrero de paja. Bajo el sombrero esconde la única característica que le quedó del delfín, el orificio en la cabeza por donde respira. Es por eso que cuando algún hombre de sombrero se presenta durante el mes de junio, los habitantes de la selva amazónica piden que se quite el sombrero para asegurarse de que no sea un delfín.

El atractivo delfín baila perfectamente y ninguna mujer puede huir ante sus encantos. Él escoge a la muchacha más bonita, le dice piropos, baila con ella y al final le propone un paseo al borde del río. Al día siguiente, la mujer no recuerda nada de lo que había pasado en la noche. Al rato se da cuenta de que está embarazada. Este estado de cosas no provoca ninguna sensación entre los indígenas que saben que el único culpable es el delfín rosado y la pobre e inocente mujer se dejó llevar por las bellas palabras y el físico atractivo. Las mujeres indígenas y los delfines de Amazonia prefieren no acercarse mucho. En la cuenca del Amazonas, los nativos son muy supersticiosos y llaman a los niños que nacen con espina bífida botos. Creen también que si le hacen daño a los delfines rosados, sus hijos nacerían con la enfermedad. De acuerdo con la leyenda local, las mujeres jóvenes en los días de su menstruación y en las noches de luna llena que entren a las aguas del río Amazonas o anden por el río en una canoa, pueden contar con la visita del delfín que irá a embarazarlas. Por esta causa se les acredita a los delfines rosados la paternidad de todos los niños sin padre de la región. Hasta se han encontrado casos de niños registrados en las notarías como hijos del delfín. Por esto, los hombres indígenas de la región intentan a veces a acabar con la vida de estos animales, pues no quieren que ellos embazaren a sus mujeres.

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sábado, 4 de febrero de 2023

Leyenda Mexicana : La venganza del encadenado

 La venganza del encadenado (Sucedió en la calle del Empedradillo, hoy Monte de Piedad), historia tomada de Tradiciones y Leyendas de la colonia.

Leyenda Mexicana : La venganza del encadenado

 Leyenda Mexicana : La venganza del encadenado

 El Empedradillo fue el nombre que recibió esta calle por haber una de las primeras que se empedraron en la capital de la Nueva España, muchas eran residencias de nobles y cortesanos que se levantaban a lo largo de aquella calle, pero destacaba sobre todo la de Don Sebastián Medina del Campo, descendiente de un grande de España; fue en los alrededores de esta mansión, que a fines de 1681 empezaron a suceder ciertos acontecimientos que sobrecogieron de temor a los vecinos del Empedradillo; mucho sorprendía a quienes habían sido testigos de aquellas apariciones y que éstas ocurrieran precisamente en las cercanías de la casa de Don Sebastián; en una ocasión dos caballeros se encontraban cerca la casona de aquel noble, pero se vio interrumpida por un espectro, el cuál se dice, que la persona que se atreva a verlo, incluso el más valiente termina loco; aquellos hombres se esbozaron en sus capas, caminaron calle abajo mientras el espectro misterioso se detenía a las puertas del señor Medina del Campo. Don Sebastián, era en efecto hombre de gran estimación en la corte del virrey Tomás de la Cerda y Aragón, Conde de Paredes, que había subido al poder el 30 de noviembre de 1680. Por esas fechas Don Sebastián le pidió la mano a una hermosa y noble muchacha llamada Doña Soledad de Sarmiento y Osorio, sumamente agradado recibió Don Íñigo de Sarmiento aquella noticia.

La dama no se sentía menos halagada, puesto que Don Sebastián, además de ser uno de los caballeros más ricos de la colonia, era también muy apuesto; y como le había prometido el virrey, se efectuó un sarao anunciando el compromiso, evento al que concurrió lo más granado de la nobleza virreinal, fue en esa ocasión también que Doña Soledad y Don Sebastián se dieron cuenta de que serían muy felices, puesto que se amaban y no solo se casarían por las conveniencias de la corte, saboreando aquellos momentos pasados al lado de su amada regresaba más tarde el caballero a su casa del Empedradillo; pero de repente el cochero detuvo el carruaje a las puertas de la mansión, donde un mendigo cerraba el paso, acto seguido Don Sebastián se dirigió al pordiosero, y con gran asombro se dio cuenta de que era su hermano Felipe pidiéndole limosna; entonces Don Sebastián y su infinita bondad que lo caracterizaba insistió hasta que hizo subir a aquel pordiosero a su carruaje, que al fin pudo entrar en la mansión. Felipe había perdido sus propiedades en juegos de apuestas y de puro milagro había podido escapar de las galeras y se conmovió profundamente por la bondad de su hermano, que lo había recibido tan bien.

Mientras Felipe saciaba su apetito, Don Sebastián le habló de lo feliz que era por su próximo enlace con la señorita de Sarmiento y Osorio, su hermano le dijo que no quería causarle momentos vergonzosos debido a su aspecto y se negó a ser presentado a otras personas, pero el otro de ninguna manera se avergonzaba de el, y tuvo que aceptar lo que le pedía, sin embargo no permitió que se marchara de ahí.

Don Felipe se desempeñó muy bien y Don Sebastián estaba seguro de que su hermano estaba realmente arrepentido por su azarosa existencia pasada, lejos estaba de imaginarse que el joven, siendo como era de mala índole, empezaba a maquinar un diabólico plan: tomar el lugar de su hermano; la confianza de Don Sebastián le había permitido inspeccionar la casa de lado a lado, conocía perfectamente el acceso a las bodegas, y en una ocasión hizo cierto descubrimiento; una puerta secreta que conducía a una oscura galería abovedada a cuyos lados se abrían tétricas mazmorras, Don Felipe recorrió aquel corredor hasta llegar a donde terminaba en una puerta condenada, en ese momento una diabólica sonrisa se dibujó en su rostro y cuando salió de ahí llevaba ya formulado cierto plan.

La boda de Don Sebastián se aproximaba y eso lo tenía distraído y ocupado en otras cosas, casi no se fijaba en los informes que su hermano le daba de sus negocios, y cierta noche decidió llevar a cabo su maquiavélico plan y le dio de beber, con el pretexto de que había que tratar un asunto muy importante; Don Sebastián accedió y a poco los dos hermanos se encontraban libando en abundancia, y Don Felipe acuciaba a su hermano a seguir bebiendo mientras le hablaba de su prometida; absorto en hablar de su dama no advertía que su hermano no bebía tanto como el, así sucedió, Don Sebastián acabó durmiéndose sobre la mesa y Don Felipe se apresuró a levantarlo de ahí; tan bebido estaba Don Sebastián que no se dio cuenta del sitio a que su hermano lo conducía, Don Felipe abrió la puerta que conducía al subterráneo y dejó caer el cuerpo de su hermano en una de las mazmorras, procedió luego a encadenarlo, y sin que Don Sebastián hubiera recobrado el sentido salió de ahí; los criados no se dieron cuenta de la desaparición de su amo, pues Don Felipe tomó su lugar desde esa noche ocupando su propia habitación y ese mismo día fue a conocer a Doña Soledad, los criados obedecieron y a poco se encontraba el señor de Medina del Campo en compañía de la muchacha, sin embrago ella notó algo diferente en su futuro esposo, su comportamiento ya era el de un educado y galante caballero, sino el de alguien vulgar y poco galante y eso lo demuestra, que el joven le dijo que toda duda se le quitaría cuando la tuviera en sus brazos la noche de bodas; aquellas palabras ofendieron el pudor de la dama y ofendida le ordeno la llevara a su casa.

Como los criados seguían intrigados por la ausencia de el que ellos creían Don Felipe, el nuevo amo les dio una explicación aceptable, argumentando que se aburría en la casa y se había ido a recorrer mundo.

Aquella noche, cuando los criados se hubieron retirado, Don Felipe bajó a las mazmorras del subterráneo, Don Sebastián había llegado a un grado de desesperación tal que no le importaba actuar como loco maldiciendo y jurando venganza ante el regocijo de su malvado hermano, aún oyendo los gritos de Don Sebastián, Don Felipe salió de ahí, porque a partir de ese día se dedicó a atormentar despiadadamente a su hermano, llevándoles comida para cerdos, burlándose de el y hablándole de Doña Soledad. Después Don Sebastián ya no protestaba, sufría aquellas humillaciones en silencio, sus ojos brillaban con fulgor extraño al oír todo lo que le decía su hermano, pero ni eso lo hacía pronunciar palabra.

Así llegó el día de la boda de Don Felipe y Doña Soledad, fue una suntuosa ceremonia, se ofreció después un banquete en la misma casa del señor de Medina; la joven miraba a su esposo sintiendo una extraña congoja en el pecho, Don Felipe bebía sin parar y en un momento pidió que se le disculpara un instante; mientras la dama obedecía la indicación de su marido, el se dirigía a la bodega, tambaleándose llegó Don Felipe a la mazmorra en que su hermano estaba prisionero agonizando, pidiendo un sacerdote para ser confesado; pero sin hacer caso de las súplicas de su hermano, Don Felipe dio la vuelta para dejarlo solo de nuevo, la voz de su hermano fue haciéndose más débil hasta que no pudo hablar más y se desplomó sin vida; en ese momento entraba Don Felipe al salón del banquete, donde todos se divertían regocijados, las copas se levantaron y fue cuando sucedió algo espantoso: las puertas se abrieron violentamente y un hombre barbudo y andrajoso apareció en el umbral, Don Felipe retrocedió asustado, reconociendo en aquel hombre a su hermano; el extraño intruso avanzó hacia Don Felipe señalándolo con dedo de fuego, todos se asombraron de su extraña palidez y el sudor sanguíneo que perlaba su frente, algunas damas se desmayaron y mientras los caballeros sentían que los cabellos se les erizaban, aquella horrible aparición lanzando una furiosa mirada a Don Felipe, se desvaneció en el aire. EL perverso hermano no aceptó responder ninguna de las preguntas que le llovieron a continuación.

Aún temblando por el susto Don Felipe llegó a la alcoba donde esperaba Doña Soledad, el acercó su boca a la de ella, pero entonces se empezaron a escuchar unos quejidos lastimeros, Doña Soledad volvió de pronto el rostro a sus espaldas y dejó escapar una alarido al ver aquella aparición horrible, gritando maldiciones a Don Felipe y jurando venganza. Doña Soledad no pudo soportar la impresión y se desplomó desmayada mientras el espectro de Don Sebastián acosaba a su hermano, y exhalando un angustioso, aquella espantable figura desapareció; y a partir de aquel día empezaron las apariciones en la calle del Empedradillo, los que habían tenido la mala suerte de toparse con el lo veían surgir de entre las baldosas de la calle unas cuadras más adelante.

Tras de recorrer las cuadras que separaban el lugar en que se aparecía de la casa de Don Sebastián, aquel espectro se detenía ante las puertas de la mansión, y todos lo veían traspasar la pesada puerta al tiempo que lanzaba un pavoroso alarido. Dentro de la casa nadie tenía ya tranquilidad; Doña Soledad rechazaba la compañía de su marido porque siempre que estaban juntos, aquel horrible fantasma se hacía presente; los sirvientes empezaron a abandonar la casa y llegó el día en que la propia Doña Soledad lo hizo también.

Don Felipe vio desesperado como se quedaba solo y trató de irse también, pero estaba a punto de salir, cuando el fantasma se lo impidió; solo se podría ir cuando fuera al templo de Santo Domingo a pedir la sepultura de su hermano y la absolución de sus pecados. Don Felipe, con tal de irse de ahí juró a su hermano en falso, que iba a cumplir aquella petición; los huecos ojos del espectro brillaron extrañamente y luego su esquelética mano la clavó en el cuello de su hermano, el dolor hizo a Don Felipe perder el sentido, mientras la horrenda aparición se alejaba gimiendo dolorosamente.

Los religiosos de Santo Domingo empezaron a intrigarse por aquellas apariciones que ocurrían muy cerca de donde estaba su convento, entonces, dos de ellos decidieron esperar esa noche a que el prodigio ocurriese; una vez que se tornó todo oscuro, en escalofriante gemido surcó los aires en ese momento, del suelo surgía en ese momento el horrible espectro de Don Sebastián y sin hacer caso de las palabras de los religiosos, que rezaban con febril ansiedad, el espectro prosiguió su camino.

Al día siguiente los frailes comunicaron lo sucedido a su superior, y en aquella época no había porque dudar de la palabra de dos religiosos y menos si eran de la orden de Santo Domingo, y se ordeno una investigación; así se hizo, y fue grande la sorpresa de todos al dar con la galería subterránea donde había muerto Sebastián Medina, bajaron a continuación y vieron al infeliz encadenado en aquella espantosa mazmorra, al final había una puerta, entonces clérigos y civiles avanzaron a lo largo de la galería hasta llegar a la puerta que conducía a la bodega de la mansión de Don Sebastián, todos traspusieron el umbral y subieron por la escalera que daba a la casa; Don Felipe apareció en ese momento, presentaba un extraño aspecto, no soportó tantas emociones y cayó de rodillas ante los clérigos, confesó todo, causando gran asombro en los presentes; de repente Don Felipe abrió mucho los ojos clavándolos en un rincón de la habitación, gritando de horror; pero aquellas fueron sus últimas palabras, pues el infeliz se desplomó agonizante, con la frente perlada por el mismo sanguíneo que se aprecia en el espectro de su hermano.

La casa fue bendecida y el cadáver de los hermanos gemelos sepultados en tumbas contiguas, pero aunque se creyó que con aquello cesarían las apariciones, días después se supo que había sido así. ¿Don Felipe ó Don Sebastián?, uno de ellos debió seguir penando hasta expiar todas sus culpas; se dijeron misas y se rezaron novenarios, y aunque la crónica en que se consigna esta historia es muy precisa para dar datos y fechas, no habla de cuando cesaron las apariciones.

Todo es posible en ésta vida y quizá aún por lo que antes era el Empedradillo, se oigan en ciertas noches las lamentaciones del encadenado ¿Quién sabe?

 Fuente: Revista "Leyendas y tradiciones de la leyenda"

 Año 1969.

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domingo, 29 de enero de 2023

La leyenda de Kurupi, el Monstruo legendario, quinto hijo de Taú y Kerana

La leyenda de Kurupi, el Monstruo legendario, quinto hijo de Taú y Kerana

Duende mitológico: Símbolo de la fertilidad y gran conocedor de ungüentos medicinales. De baja estatura, cobrizo, siniestro y muy velludo. Posee un gran miembro viril que lo lleva enroscado en la cintura, con lo que embaraza a las niñas que salen solas y en horas de descanso. Sus pies están invertidos por lo que es muy difícil seguir sus huellas. Ante un inminente encuentro hay que atravesar un arroyo o treparse a un árbol ya que él no lo puede hacer por esta característica grotesca. Se alimenta de carne de niños y mujeres.

El Kurupí es un hombre de pequeña estatura que vive escondido en la selva, acechando a las jóvenes que salen fuera de hora de sus casas.

Por si acaso se encuentra una señora o señorita con el Kurupí, el susto ha de ser muy grande al ver a un hombre petiso, robusto, cubierto de pelo, la piel áspera y con su miembro viril enroscado a la cintura; al encontrarse en semejante situación no hay mujer que se resista.

La mujer emocionada es enlazada con una liana y conducida hasta un lugar de la selva con pasto verde y flores perfumadas. La desesperación de placer provocado por el Kurupí lleva a la muerte a la doncella

Tiene la apariencia de un hombre más bien bajo, fornido, muy moreno retacón y extremadamente feo con manos y pies velludos. No posee coyunturas, por lo que su cuerpo es de una sola pieza[cita requerida]. En algunas versiones tiene los pies hacia atrás por lo que es muy difícil seguirlo. Sin embargo su principal característica es su enorme y larguísimo pene que lleva enrollado a la cintura, el cual usa para atrapar a sus víctimas.

Sus ataques a las mujeres solas que se aventuran por la selva por leña son mucho más agresivos y crueles que los de su hermano Yasy Yateré.

El Kurupí viola y mata a sus víctimas. Sin embargo, su mayor diversión es raptar a las vírgenes, quienes desaparecen misteriosamente para regresar encintas y listas para parir a los siete meses. Los hijos de Kurupí mueren al séptimo día por un extraño mal. También se dice que con sólo verlo, las mujeres se vuelven locas.

Kurupí es el genio de los animales silvestres, especialmente de los sementales. No abandona nunca la selva donde reina con el poder de su sensualidad, excepto para raptar a sus víctimas.

Una forma de huir de este engendro es cortándole el pene, con lo cual se vuelve inofensivo. Otra opción es treparse a un árbol, ya que al carecer de articulaciones no podrá subir

Aparece:

- Para castigar a todo aquel que daña inútilmente los arboles; desorientándolo para dejarlo sin posibilidad de volver a su casa.

- Persigue a las mujeres que van al bosque en busca de leña. Las mujeres sólo a su vista pierden la razón para el resto de sus días.

- Persigue niños y mayores

En la actualidad:

Se lo conoce al Kurupí como un niño moreno de rostro diabólico que al caer la tarde llora a orillas de los montes, y para evitar las molestias que le pueda acarrear este duende, los lugareños dan un corte al tronco del árbol lado "Kurupí Kahí", para que el pequeño Kurupí acuda a beber el líquido lechoso que segrega y calmar de esa manera el molesto e interminable llanto.

Foto : Figuras del Museo Mitológico de Ramón Elias, Capiatá, Paraguay 

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sábado, 23 de julio de 2022

El cuento de la salamanca

La salamanca es la residencia del tío (el diablo, mandinga, el malo, zupay, son algunas de sus denominaciones en la Argentina). Allí, acuden además las brujas como doncellas de hermosos cuerpos, lujosamente vestidas o semidesnudas (a veces solo tienen un pañuelo para bailar); los brujos, los aparecidos, las almas condenadas y los hombres y las mujeres que desean realizar un contrato. 

Todas las noches hacen una gran fiesta y la música se oye a un quilómetro a la redonda: el golpe de las cajas, las guitarras, los cantos y las voces de la gente que habla. 

Se sirven los más deliciosos manjares, vinos de todas las clases en copas de oro. Pero lo más maravilloso de todo es la música que atrae a. quienes andan cerca, especialmente a los borrachos, que sin darse cuenta, se mezclan con los que se divierten en la salamanca. 

Algunos describen las salamancas como escuelas donde los profesores son diablos. 

Existen numerosas salamancas en nuestro país, las más famosas aparecen en el mapa quereproducimos. 

En la provincia de Jujuy, la más importante y antigua es la de un cerro de arenas finas en Abra Pampa, llamado Huancar o Guancar. Se dice que allí nace el viento y la leyenda cuenta que, de la laguna de Santa Catalina, un día salieron dos víboras voladoras con cabeza de gato. Una cayo en el Huancar y otra en el cerro de Catar y así se formaron ambos cerros. De vez en cuando todavía aparece por ahí alguna de esas víboras raras. 

El Huancar es el varón; Catar, la mujer y los otros cerritos, los huancarcitos. En el verano,o cuando sopla viento, se levantan y sale toda la familia a festejar el carnaval. 

En el Huancar crecen plantas medicinales para hacer té como el paico, la saldia, la muña. En la cima existe una vertiente de agua muy pequeña que ocasionalmente se muestra a los enamorados como una mujer rubia muy bella. 

Los pobladores de Abra Pampa aseguran que antes de que sople viento o caiga una fuerte lluvia oyen las Cajas que suenan en el Huancar y los cantos. 

En la misma provincia existe otra salamanca en el Cerro de La Peña Colorada, en la ciudad de San Salvador de Jujuy. Esta salamanca es la casa de los duendes, los cuales se han adueñado de las riquezas que los padres jesuitas abandonaron en la mina. Cualquiera que se atreva a entrar es atacado por los guardianes. 

Pueden oírse voces, cantos e instrumentos y suelen observarse luces y reflejos de colores. Son luces malas y es preferible no mirarlas. Allí vive Mandinga de un solo ojo enorme que lo ve todo con sus diablos. 

Al anochecer se ve salir a la puerta de la salamanca, un sacerdote vestido de negro que se golpea la boca y vuelve a ingresar. Se ríe de todos los cobardes que no son capaces de entrar a buscar el tapado.

En San Luis, se cuenta de un hombre llamado Paulo Miranda que había sido contratado para arrear hacienda. Estaba de guardia durante la noche con un mozo que trabajaba de guía, quien lo invitó a ir a un baile. Al llegar, escucharon las guitarras y las hermosas tonadas. El mozo le indicó que se desnudara para entrar. Miranda obedeció y vio de pronto un salón iluminado como de día. San Antonio apareció de cuerpo entero y Paulo, siguiendo las instrucciones que le dio su compañero, tuvo que escupirlo tres veces. Luego un viboron se envolvió en su cuerpo y metió la cabeza en su boca. Con temor y asco, Miranda soportó todo, y vio salir un chivato que echaba fuego por la nariz y la boca. Instruido por su amigo supero todas las pruebas y llego así al baile. Había hermosas muchachas de largos cabellos que caían sueltos sobre sus caras. Todas eran jóvenes y estaban desnudas. Bailó y cantó toda la noche. La música y los cantos eran bellísimos. 

Pronto se le acercó un hombre y le preguntó qué deseaba saber, a lo que Miranda respondi6 que quería aprender a domar como nadie. Entonces fue Llevado a Otro salóndetrás del primero, en donde hacía mucho Calor y había varias calderas llenas de agua hirviendo y varillas derechas en el medio. El hombre hizo que Miranda Subiera a una de las varillas, la cual comenz6 a corcovear entre las calderas de agua. Pese al gran temor, Miranda logré sostenerse firmemente. 

Termino la noche y en cuanto cantaron los gallos, los dos amigos salieron y todo desapareció. 

Llegaron a la finca donde trabajaban y vieron que elpatrónhabíatraído un animal muy bravo. Miranda montó en él y lo domó en poco tiempo ante el asombro de todos. Desde entonces se lo recuerda como el mejor amansador de la zona. 

Miranda asistió otras veces a los bailes de la Salamanca. Una noche sustrajo de la fiesta una fuente de plata; pero a la mañana Siguiente Cuando despertó, se había convertido en un montón de excremento vacuno. 

Esto lo asustó y tomo una decisión. Ese sábado, antes de entrar, escondió en su cuerpo un crucifijo. En lo mejor del baile, mientras el diablo hablaba, lo saco y explotó todo. El salón con su gente quedo convertido en una montaña con árboles de espino. 

Paulo Miranda sufrió varias heridas. Jamás Supo nada de su compañero. Desde entonces no volvi6 a salamanquear.

Berta Vidal de Battini dice que estas fiestas se originan en la famosa Cueva de Salamanca, donde los estudiantes dela-Universidad se reunían para celebrar ritos de las Ciencias ocultas, comunes en la Edad Media. Asimismo, se dice que acudían a la salamanca del Rio Uruguay los estudiantes de la Fraternidad que faltaban a clase. Pasaban allí el día y parte de la noche cantando y bailando; realizaban fiestas y ceremonias secretas de las cuales no sabemos nada, pues no contaban sus ritos ni siquiera a los hijos. Actualmente aún pueden verse estudiantes dirigirse a esos lugares. Todo hecho misterioso o trágico, toda muerte, asesinato o suicidio, se atribuye a la salamanca. Otros autores? anotan etimologias diversas como "salamandra", animal desde muy _ antiguo relacionado con el fuego y los espíritus del mal, o la voz quechua "sall-manca" (olla maligna).

No todas funcionan los mismos días. La mayoría realiza fiestas todas las noches hasta el primer canto del gallo al amanecer, sonido que deshace todo aquelarre. Sin embargo existen algunas que abren sus puertas solo los martes y los sábados desde el atardecer y muchos afirman que hay salamanca de 12hs. a 13hs., por la tarde al oscurecer y de 24hs. a ths. 

Quienes han ido a buscar de día la entrada no la encuentran. Lo más apropiado para los que deseen entrar será intentarlo los sábados a la medianoche, pues no existe ninguna en todo el país que no esté abierta esos días, 

Si algún viajero debe pasar cerca de una salamanca, pero no desea  tener contacto alguno con el diablo, deberá llevar rosarios y medallas de santos para protegerse. 

E! diablo puede aparecer de diversas maneras al forastero que atraviesa su territorio o que se atreve a buscarlo; pero lo frecuente es que llegue montado en un caballo blanco o en una mula negra; vestido de gaucho con botas y bombacha. Su vestimenta revela granelegancia y riqueza; pero la cara no se logra distinguir. El ensillado lleva todas las prendas de plata y las riendas, las espuelas y los enchapados producen al andar el ruido del metal. El diablo brilla en la noche de luna e invita a pasar a la fiesta. Otras veces es un niño desnudo que llora de frio, pero que cuando ríe, muestra agudos dientes y echa fuego por la boca. Sin embargo hay quienes lo han encontrado en actitud más cotidiana cebando.

Habla a los hombres de la forma de conseguir grandes y fabulosas riquezas y los invita a-firmar un contrato. Convida licor y toma junta a los infortunados.

Quienes acamparon cerca de alguna salamanca porque iban viajando y fueron invitados por el diablo y las brujas a la fiesta, cuentan que han pasado la noche alii; pero al alborear, sin saber cómo ni por qué se han encontrado en el mismo lugar donde habían acampado, en la cama que habían tendido en el suelo. 

Todos los paisanos saben que es muy difícil embromar al diablo y a los brujos y brujas; pero hay algunos como el viejo Miranda que lo han logrado. 

Aquellos que, tratando de burlar los preceptos, intentaron Llevarsealgún alimento u objeto de oro del salón, al amanecer encontraron el excremento de un animal en su lugar; y si se durmieron junto a alguna bella muchacha, despiertan abrazados a un espinillo o a un peñón.

SOBRE LOS CONTRATOS

Se puede elegir una profesión o dinero a cambio del alma; el diablo otorga el pedido y aclara cuantos años le quedan de vida a la persona, que deberá dar su alma a cambio. Unos van a aprender a cantar, otros a ejecutar con gran maestría la guitarra, el acordeón, la quena u otro instrumento, (el encantamiento es tan poderoso que aunque una persona haya tomado demasiado vino no pierde nunca la capacidad de tocar bien). También aprenden a ser buenos reparadores de cajas.: estos instrumentos deben ser dejados una noche en los cerros donde haya salamanca para que los toque el tío, de ese modo al día siguiente sonara bien. Otros desean ser jugadores de gran suerte para que nadie pueda ganarles; o valientes peleadores y cuchilleros hábiles. Pueden aprender a curar, a cuidar bien los animales, a manejar camiones, a ser buenos domadores y amansar potros, a ser buenos mineros, a enamorar (para que los quieran las mujeres o los hombres), a hacer dinero. A cambio de una de estas virtudes deberán firmar un contrato con su propia Sangre  y al morir se irán en cuerpo y alma con el demonio). Cuando el desdichado es sepultado, al otro día aparece un agujero en la tierra por donde el tío se lo ha llevado. Ha habido casos en los que la prenda del contrato fue entregar un gallo blanco dos veces por semana.

Los hombres que han ido a ver al diablo y han realizado tratos con él cambian de carácter, se hacen más taciturnos y reservados como si anduvieran pensando en el convenio hecho. Los de caráctermas débil llegan a enloquecer. Quienes no quieren hacer trato con él, pelean. A estos hombres les sale sangre por la nariz varios días. 

Veamos, según sus informaciones cómo es una salamanca por dentro y qué se hace en ella: 

Todos coinciden en que una vez adentro se debe tener mucho coraje pues hay que pasar por determinadas pruebas (que varían según el lugar). Por lo general aparecen animales peligrosos (tigres, leones) o ponzoñosos (serpientes, arañas) en diversas entradas sucesivas; hay que estar tranquilo, como si nada, pues de hecho se trata de pura apariencia (si el aspirante tiene miedo o se asusta, puede volverse loco). Luego hay que escupir o pisotear imágenes religiosas de santos o del mismo Jesucristo y debe renunciarse a la propia religión; si alguien pronuncia el nombre de El Salvador, desaparece todo. 

Sólo quienes logran pasar estas pruebas acceden a los salones. Algunos describen el interior como un museo. Hay habitaciones con muebles de oro. Un salón lujosamente alumbrado, donde en vajillas y copas de oro se sirven los manjares más exquisitos, los vinos y las bebidas más variadas y deliciosas. 

En carnaval, ocurre que los integrantes de algunas salamancas salen a festejar yendo de un lado a otro. No se los puede ver pero se oye la música, las risas y los cantos. Entonces, la gente se persigna.

El cuento de la salamanca

Bibliografía: “Seres Mágicos” de la autora Elena Bossi

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lunes, 7 de febrero de 2022

Cazador de esclavistas

Conoce a Benedito Meia-Légua, quien persiguió a los esclavistas años antes de la abolición.

Su nombre original era Benedito Caravelas y vivió hasta 1885, líder nato y muy viajado, sabía mucho del noreste de su país natal Brasil, Sus andanzas le habían valido el apodo de "Media Legua". Siempre llevaba consigo una pequeña imagen de San Benito, que más tarde adquirió un significado "mágico". 

Reunió grupos de insurgentes negros y aterrorizó a los granjeros de la región, invadiendo los barrios de esclavos, liberando a otros negros, saqueando y causando daños reales.

Se dice que era un estratega atrevido y creativo, creando pequeños grupos para evitar grandes capturas y atacando diferentes fincas simultáneamente. La genialidad del plan era que el líder de cada grupo se vistiera exactamente igual que él.

Siempre que uno tenía la desgracia de ser apresado, Benedito reaparecía en otras rebeliones. Los granjeros llegaron a creer que era Inmortal. Y siempre que había noticias de rebelión de esclavos, se hacía la pregunta "¿Pero es Benedito?"

El mito ganó fuerza después de una captura dramática. Benedito llegó a São Mateus Provincia de El estado de El Salvador, en el mismo Brasil, fue atado por el cuello y arrastrado por la selva, por un capitán del ejército, quien montaba a caballo. Fue dado por muerto y llevado al cementerio de los esclavos, en la iglesia de San Benito. 

Al otro día, cuando fueron a cuidar el cuerpo, ya no estaba y solo había huellas ensangrentadas en el piso. Surgió la leyenda de que estaba protegido por el mismo San Benito. Durante más de 40 años él y su grupo, más que resistir, derribaron el sistema esclavista.

Benedito solo fue asesinado en su vejez, cojo y enfermo. Dormía en el tronco de un árbol hueco. Escondite que fue denunciado por un cazador. Sus perseguidores estaban al acecho, esperando a que Benedito se retirara. Taparon el tronco y le prendieron fuego, la leyenda dice que ahí murió. 

Su legado es una estela de valentía, fe, audacia y fuerza de lucha por su pueblo, que aún se representa en las puestas en escena de Congada y Ticumbi en todo Brasil. En medio de las cenizas encontraron su pequeña imagen de San Benito.

Cada 1 de enero, la procesión de Ticumbi recoge la pequeña imagen de San Benito de Córrego das Piabas y la lleva a la iglesia en una escenificación dramática para celebrar la memoria de Meia-Légua.

Cazador de esclavistas

Fuente: Facebook
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