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miércoles, 16 de febrero de 2022

Julio Cortázar - La caricia más profunda

Julio Cortázar - La caricia más profunda

En su casa no le decían nada, pero cada vez le extrañaba más que no se hubiesen dado cuenta. Al principio podía pasar inadvertido y él mismo pensaba que la alucinación o lo que fuera no iba a durar mucho; pero ahora que ya caminaba metido en la tierra hasta los codos no podía ser que sus padres y sus hermanas no lo vieran y tomaran alguna decisión. Cierto que hasta entonces no había tenido la menor dificultad para moverse, y aunque eso parecía lo más extraño de todo, en el fondo lo que a él lo dejaba pensativo era que sus padres y sus hermanas no se dieran cuenta de que andaba por todos lados metido hasta los codos en la tierra.

Monótono que, como casi siempre, las cosas sucedieran progresivamente, de menos a más. Un día había tenido la impresión de que al cruzar el patio iba llevándose algo por delante, como quien empuja unos algodones. Al mirar con atención descubrió que los cordones de los zapatos sobresalían apenas del nivel de las baldosas. Se quedó tan asombrado que no pudo ni hablar ni decírselo a nadie, temeroso de hundirse bruscamente del todo, preguntándose si a lo mejor el patio se habría ablandado a fuerza de lavarlo, porque su madre lo lavaba todas las mañanas y a veces hasta por la tarde. Después se animó a sacar un pie y a dar cautelosamente un paso; todo anduvo bien, salvo que el zapato volvió a meterse en las baldosas hasta el moño de los cordones. Dio varios pasos más y al final se encogió de hombros y fue hasta la esquina a comprar La Razón porque quería leer la crónica de una película.

En general, evitaba la exageración, y quizás al final hubiera podido acostumbrarse a caminar así, pero unos días después dejó de ver los cordones de los zapatos, y un domingo ni siquiera descubrió la bocamanga de los pantalones. A partir de entonces, la única manera de cambiarse de zapatos y de medias consistió en sentarse en una silla y levantar la pierna hasta apoyar el pie en otra silla o en el borde de la cama. Así conseguía lavarse y cambiarse, pero apenas se ponía de pie volvía a enterrarse hasta los tobillos y de esa manera andaba por todas partes, incluso en las escaleras de la oficina y los andenes de la estación Retiro. Ya en esos primeros tiempos no se animaba a preguntarle a su familia, y ni siquiera a un desconocido de la calle, si le notaban alguna cosa rara; a nadie le gusta que lo miren furtivamente y después piensen que está loco. Parecía obvio que sólo él notaba cómo se iba hundiendo cada vez más, pero lo insoportable (y por eso mismo lo más difícil de decirle a otro) era admitir que hubiera más testigos de esa lenta sumersión. Las primeras horas en que había podido analizar despacio lo que le estaba sucediendo, a salvo en su cama, las dedicó a asombrarse de esa inconcebible alienación frente a su madre, su novia y sus hermanas. Su novia, por ejemplo, ¿cómo no se daba cuenta por la presión de su mano en el codo que él tenía varios centímetros menos de estatura? Ahora estaba obligado a empinarse para besarla cuando se despedían en una esquina, y en ese momento en que sus pies se enderezaban sentía palpablemente que se hundía un poco más, que resbalaba más fácilmente hacia lo hondo, y por eso la besaba lo menos posible y se despedía con una frase amable y liviana que la desconcertaba un poco; acabó por admitir que su novia debía ser muy tonta para no quedarse de una pieza y protestar por ese frívolo tratamiento. En cuanto a sus hermanas, que nunca lo habían querido, tenían una oportunidad única para humillarlo ahora que apenas les llegaba al hombro, y sin embargo seguían tratándolo con esa irónica amabilidad que siempre habían creído tan espiritual. Nunca pensó demasiado en la ceguera de sus padres porque de alguna manera siempre habían estado ciegos para con sus hijos, pero el resto de la familia, los colegas, Buenos Aires, seguían ahí y lo veían. Pensó lógicamente que todo era ilógico, y la consecuencia rigurosa fue una chapa de bronce en la calle Serrano y un médico que le examinó las piernas y la lengua, lo xilofonó con su martillito de goma y le hizo una broma sobre unos pelos que tenía en la espalda. En la camilla todo era normal, pero el problema recomenzaba al bajarse; se lo dijo, se lo repitió. Como si condescendiera, el médico se agachó para palparle los tobillos bajo tierra; el piso de parquet debía ser transparente e intangible para él porque no sólo le exploró los tendones y las articulaciones sino que hasta le hizo cosquillas en el empeine. Le pidió que se acostara otra vez en la camilla y le auscultó el corazón y los pulmones; era un médico caro y desde luego empleó concienzudamente una buena media hora antes de darle una receta con calmantes y el consabido consejo de cambiar de aire por un tiempo. También le cambió un billete de diez mil pesos por seis de mil.

Después de cosas así no le quedaba otro camino que seguir aguantándose, ir al trabajo todas las mañanas y empinarse desesperadamente para alcanzar los labios de su novia y el sombrero en la percha de la oficina. Dos semanas más tarde ya estaba metido en la tierra hasta las rodillas, y una mañana, al bajarse de la cama, sintió de nuevo como si estuviera empujando suavemente unos algodones, pero ahora los empujaba con las manos y se dio cuenta de que la tierra le llegaba hasta la mitad de los muslos. Ni siquiera entonces pudo notar nada raro en la cara de sus padres o de sus hermanas, aunque hacía tiempo que los observaba para sorprenderles en plena hipocresía. Una vez le había parecido que una de sus hermanas se agachaba un poco para devolverle el frío beso en la mejilla que cambiaban al levantarse, y sospechó que habían descubierto la verdad y que disimulaban. No era así; tuvo que seguir empinándose cada vez más hasta el día en que la tierra le llegó a las rodillas, y entonces dijo algo sobre la tontería de esos saludos bucales que no pasaban de reminiscencias de salvajes, y se limitó a los buenos días acompañados de una sonrisa. Con su novia hizo algo peor, consiguió arrastrarla a un hotel y allí, después de ganar en veinte minutos una batalla contra dos mil años de virtud, la besó interminablemente hasta el momento de volver a vestirse; la fórmula era perfecta y ella no pareció reparar en que él se mantenía distante en los intervalos. Renunció al sombrero para no tener que colgarlo en la percha de la oficina; fue hallando una solución para cada problema, modificándolas a medida que seguía hundiéndose en la tierra, pero cuando le llegó a los codos sintió que había agotado sus recursos y que de alguna manera sería necesario pedir auxilio a alguien.

Llevaba ya una semana en cama fingiendo una gripe; había conseguido que su madre se ocupara todo el tiempo de él y que sus hermanas le instalaran el televisor a los pies de la cama. El cuarto de baño estaba al lado, pero por las dudas sólo se levantaba cuando no había nadie cerca; después de esos días en que la cama, balsa de náufragos, lo mantenía enteramente a flote, le hubiera resultado más inconcebible que nunca ver entrar a su padre y que no se diera cuenta de que apenas le asomaba el tronco del piso y que para llegar al vaso donde se ponían los cepillos de los dientes tenía que encaramarse al bidé o al inodoro. Por eso se quedaba en cama cuando sabía que iba a entrar alguien, y desde ahí telefoneaba a su novia para tranquilizarla. Imaginaba de a ratos, como en una ilusión infantil, un sistema de camas comunicantes que le permitieran pasar de la suya a esa otra donde lo esperaría su novia y de ahí a una cama en la oficina y otra en el cine y en el café, un puente de camas por encima de la tierra de Buenos Aires. Nunca se hundiría del todo en esa tierra mientras con ayuda de las manos pudiera treparse a una cama y simular una bronquitis.

Esa noche tuvo una pesadilla y se despertó gritando con la boca llena de tierra; no era tierra, apenas saliva y mal gusto y espanto. En la oscuridad pensó que si se quedaba en la cama podría seguir creyendo que eso no había sido más que una pesadilla, pero que bastaría ceder por un solo segundo a la sospecha de que en plena noche se había levantado para ir al baño y se había hundido hasta el cuello en el piso, para que ni siquiera la cama pudiera protegerlo de lo que iba a venir. Se convenció poco a poco de que había soñado porque en realidad era así, había soñado que se levantaba en la oscuridad, y sin embargo cuando tuvo que ir al baño esperó a estar solo y se pasó a una silla, de la silla a un taburete, desde el taburete adelantó la silla, y así alternando llegó al baño y se volvió a la cama; daba por supuesto que cuando se olvidara de la pesadilla podría levantarse otra vez, y que hundirse tan sólo hasta la cintura sería casi agradable por comparación con lo que acababa de soñar.

Al día siguiente se vio obligado a hacer la prueba porque no podía seguir faltando a la oficina. Desde luego el sueño había sido una exageración puesto que en ningún momento le entró tierra en la boca, el contacto no pasaba de la misma sensación algodonosa del comienzo y el único cambio importante lo percibían sus ojos casi al nivel del piso: descubrió a muy corta distancia una escupidera, sus zapatillas rojas y una pequeña cucaracha que lo observaba con una atención que jamás le habían dedicado sus hermanas o su novia. Lavarse los dientes, afeitarse, fueron operaciones arduas porque el solo hecho de alcanzar el borde del bidé y trepar a fuerza de brazos lo dejó extenuado. En su casa el desayuno se tomaba colectivamente, pero por suerte su silla tenía dos barrotes que le sirvieron de apoyo para encaramarse lo más rápidamente posible. Sus hermanas leían Clarín con la atención propia de todo lector de tan patriótico matutino, pero su madre lo miró un momento y lo encontró un poco pálido por los días de cama y la falta de aire puro. Su padre le dijo que era la misma de siempre y que lo echaba a perder con sus mimos; todo el mundo estaba de buen humor porque el nuevo gobierno que tenían ese mes había anunciado aumentos de sueldos y reajustes de las jubilaciones. “Cómprate un traje nuevo —le aconsejó la madre—, total podés renovar el crédito ahora que van a aumentar los sueldos.” Sus hermanas ya habían decidido cambiar la heladera y el televisor; se fijó en que había dos mermeladas diferentes en la mesa. Se iba distrayendo con esas noticias y esas observaciones, y cuando todos se levantaron para ir a sus empleos él estaba todavía en la etapa anterior a la pesadilla, acostumbrado a hundirse solamente hasta la cintura; de golpe vio muy de cerca los zapatos de su padre que pasaban rozándole la cabeza y salían al patio. Se refugió debajo de la mesa para evitar las sandalias de una de sus hermanas que levantaba el mantel, y trató de serenarse. “¿Se te cayó algo?”, le preguntó su madre. “Los cigarrillos”, dijo él, alejándose lo más posible de las sandalias y las zapatillas que seguían dando vueltas alrededor de la mesa. En el patio había hormigas, hojas de malvón y un pedazo de vidrio que estuvo a punto de cortarle la mejilla; se volvió rápidamente a su cuarto y se trepó a la cama justo cuando sonaba el teléfono. Era su novia que preguntaba si seguía bien y si se encontrarían esa tarde. Estaba tan perturbado que no pudo ordenar sus ideas a tiempo y cuando acordó ya la había citado a las seis en la esquina de siempre, para ir al cine o al hotel según les pareciera en el momento. Se tapó la cabeza con la almohada y se durmió; ni siquiera él se escuchó llorar en sueños.

A las seis menos cuarto se vistió sentado al borde de la cama, y aprovechando que no había nadie a la vista cruzó el patio lo más lejos posible de donde dormía el gato. Cuando estuvo en la calle le costó hacerse a la idea de que los innumerables pares de zapatos que le pasaban a la altura de los ojos no iban a golpearlo y a pisotearlo, puesto que para los dueños de esos zapatos él no parecía estar allí donde estaba; por eso las primeras cuadras fueron un zigzag permanente, un esquive de zapatos de mujer, los más peligrosos por las puntas y los tacos; después se dio cuenta de que podía caminar sin preocuparse tanto, y llegó a la esquina antes que su novia. Le dolía el cuello de tanto alzar la cabeza para distinguir algo más que los zapatos de los transeúntes, y al final el dolor se convirtió en un calambre tan agudo que tuvo que renunciar. Por suerte conocía bien los diferentes zapatos y sandalias de su novia, porque entre otras cosas la había ayudado muchas veces a quitárselos, de modo que cuando vio venir los zapatos verdes no tuvo más que sonreír y escuchar atentamente lo que fuera ella a decirle para responder a su vez con la mayor naturalidad posible. Pero su novia no decía nada esa tarde, cosa bien extraña en ella; los zapatos verdes se habían inmovilizado a medio metro de sus ojos y aunque no sabía por qué tuvo la impresión de que su novia estaba como esperando; en todo caso el zapato derecho se había movido un poco hacia adentro mientras el otro sostenía el peso del cuerpo; después hubo un cambio, el zapato derecho se abrió hacia afuera mientras el izquierdo se afirmaba en el suelo. “Qué calor ha hecho todo el día”, dijo él para abrir la conversación. Su novia no le contestó, y quizá por eso sólo en ese momento, mientras esperaba una respuesta trivial como su frase, se dio cuenta del silencio. Todo el bullicio de la calle, de los tacos golpeando en las baldosas hasta un segundo antes: de golpe nada. Se quedó esperando un poco y los zapatos verdes avanzaron levemente y volvieron a inmovilizarse; las suelas estaban ligeramente gastadas, su pobre novia tenía un empleo mal remunerado. Enternecido, queriendo hacer algo que le probaba su cariño, rascó con dos dedos la suela más estropeada, la del zapato izquierdo; su novia no se movió, como si siguiera esperando absurdamente su llegada. Debía ser el silencio que le daba la impresión de estirar el tiempo, de volverlo interminable, y a la vez el cansancio de sus ojos tan pegados a las cosas iba como alejando las imágenes. Con un dolor insoportable pudo todavía alzar la cabeza para buscar el rostro de su novia, pero sólo vio las suelas de los zapatos a tal distancia que ya ni siquiera se notaban las imperfecciones. Estiró un brazo y luego el otro, tratando de acariciar esas suelas que tanto decían de la existencia de su pobre novia; con la mano izquierda alcanzó a rozarlas; pero ya la derecha no llegaba, y después ninguna de las dos. Y ella, por supuesto, seguía esperando.

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¿Quién fue Mr Crowley?

Mr Crowley fue uno de los más famosos ocultistas de época contemporánea. Recibió apodos como “La Bestia” o “el Hombre más malvado del mundo” al escandalizar con sus obras y actuaciones a la rígida sociedad victoriana del Reino Unido donde se crió. Hoy en día para muchos es un genial mago, para otros un monstruo abominable que invocaba al diablo y cometía actos terribles. En mi opinión es el creador del ocultismo moderno, un ocultismo que amalgama cultos antiguos, sociedades secretas y satanismo, el “ocultismo-espectáculo” en definitiva. Crowley es además una referencia e inspiración para muchos grupos de música como Led Zeppelín y Black Sabatth, incluso sale en la portada del “Sgt. Peppers” de The Beatles, grupo al que también influirá su obra.

Edward Alexander Crowley nació el 12 de Octubre de 1875 en Leamington, Spa, Warwickshire, Inglaterra. Su padre era un empresario cervecero que un buen día vendió su cervecería e ingresó junto a su mujer en la estricta secta puritana de los Hermanos Elegidos de Plymouth, donó todo su dinero a la secta y se convirtió en predicador. Así pues el joven Edward se crió en un ambiente tremendamente estricto y represivo, el “hijo del predicador” apenas veía a su padre y su madre lo desatendía frecuentemente, más preocupada de los asuntos de la fe que de su hijo, al que ella apodaba “la bestia” porque pensaba que su hijo estaba marcado con la marca del diablo, el famoso “666”. Está educación hizo que el joven Edward, muy inteligente y curioso, se rebelara contra cualquier clase de religión o culto y tratará de llamar la atención cometiendo terribles travesuras como quemar un gato en el horno o crucificar una rana.

La vida de Crowley cambiará tras la muerte de su padre en 1886. Su tío le asignará un tutor para su educación, su tutor; Archibal Douglas, era todo un vividor tras su apariencia de hombre serio y formal y realmente fue decisivo en la educación de Crowley, el cual pasó de una vida regida por la religión a una vida dedicada al vicio y al desenfreno, con sexo, drogas, apuestas en carreras de caballo…y todo lo que el dinero pudiera comprar. A los dieciséis años estuvo de vacaciones en Escocia y se aficionó al montañismo, afición que le acompañará desde entonces y a la que sumarán otras como el ajedrez y la poesía. En 1894 se inscribió en Cambridge para estudiar filosofía ética. Su contacto con la poesía fructificará y publicará su primer libro de poesía en 1898, titulado “Aceldama”. Crowley escribirá una poesía oscura, descarnada, que intenta provocar la repulsa de la sociedad de la época. Crowley intentará escandalizar con su obra y ser expulsado de Cambridge, como otros grandes poetas de la época, pero al no lograrlo decidirá irse él por su cuenta.

Después de acabar sus estudios universitarios, Crowley tuvo una crisis espiritual, no creía en nada y necesitaba darle un sentido a la vida, algo que respondiese a sus preguntas. Crowley cambió su nombre por el de Aleister, para que sumara 666 según la numerología hebrea y además se hizo pasar por hacendado escocés, ya que el nombre de Aleister es escocés. Su constante búsqueda de un sentido de la vida cambió un noche en que según él descubrió que tenia “poderes mágicos”, este descubrimiento le llevó a leer libros como “Invocaciones y magia negra”, y “La Cábala” para buscar la ciencia detrás de la magia, hasta finalmente ingresar en 1898 en la orden ocultista-masónica del Golden Dawn o “Atardecer Dorado”, una orden dedicada a estudiar la Cábala judía para comunicarse con “el ser supremo” y en la que habían militado algunos escritores de prestigio. Crowley ascendió rápidamente en la orden, pero no contento con el pensamiento de la orden desarrolló el suyo propio y trató de atraer a él a los otros miembros. Pero el apartarse de la ortodoxia de la orden provocó la escisión de la misma ente partidarios y detractores de Crowley.

Tras sus andanzas en la Golden Dawn, Crowley decidió en 1902 partir junto a la expedición de su amigo Oscar Eckenstein hacia el K-2, buscando escalar el pico y hacer historia. Aunque no llegaron a la cima, culminaron 6600 metros, todo un record que no fue superado hasta 1938.

Pero el hecho fundamental en la vida de Crowley será su viaje de novios a Francia, Ceilán y Egipto, tras casarse con la joven viuda Rose en agosto de 1903, hermana de un amigo suyo y compañeros de estudios llamado Gerald Kelly. En Egipto su mujer, que no creía en el ocultismo ni en la magia, tuvo un ataque y entró en trance y mientras visitaban el museo del Cairo llevó a Crowley hasta una exposición que mostraba una rara estela egipcia, la estela de un sacerdote egipcio llamado Ankh-af-na-Khonsu, que en la numeración de la exposición tenía el número 666. Durante los primeros días de la semana su esposa entró en trance y un demonio habló a Crowley a través de ella (según lo cuenta Crowley). Este demonio dictó a Crowley el “Liber Al Vel Legis” o “Libro de la Ley”, un libro que recoge la doctrina revelada por el demonio. Crowley llegó a creerse la reencarnación del sacerdote egipcio Ankh-af-na-Khonsu y que el “libro de la Ley” era la nueva Biblia de la nueva era de la historia humana que había empezado con el siglo XX. Creía que la era de Jesús al que identifica con Osiris; el dios muerto y resucitado había terminado y que un nuevo dios, el “niño conquistador y coronado” le había sustituido. El nuevo dios se manifestaba de dos formas, una buena y una malvada, que Crowley identifica con Horus y Set. El libro de Crowley es un libro breve, la haber sido escrito en tres días, y además es muy sencillo, solo tiene una ley “la ley de Thelema” que significa haz lo que quieras, es decir cumple tu propia voluntad, somete el amor a tu voluntad. La doctrina de Crowley concibe a los seres humanos como pequeñas estrellas, cada una con su orbita y sometidas a las mismas leyes y ecuaciones de movimiento, su concepto del bien y del mal se basa en que “ningún acto es virtuoso en si mismo, si no hace referencia a la voluntad verdadera de la persona que se propone desarrollarlo. Esta es la doctrina de la Relatividad aplicada a la esfera de la moral”, según su palabras. Toda la doctrina de Crowley estará influida por los antiguos cultos africanos y egipcios, Crowley reivindica una vuelta del ser humano a sus origines animales, entendiendo estos orígenes como divinos, siendo las formas mas puras y primitivas de energías cósmicas o “dioses” de procedencia “extraterrestre”. También considera que para equilibrarse y conocerse de verdad el hombre debe invocar a su contrario, la Bestia, el mal en estado puro.

Tras todo esto Crowley se dedicará a fundar su propia religión, y a escribir sus teorías en numerosas revistas y publicaciones como “The Equinox” para dar a conocer su religión de Thelema. En lo personal tuvo una hija que por desgracia falleció a los dos años. Tras esta desgracia se separó de Rose para dedicarse a una vida macada por las drogas y el desenfreno sexual. También fundará su propia orden, la “A.A”

En 1913 enfermará de Bronquitis y empezará a consumir opio y hachis, al año siguiente estallará la Primera Guerra Mundial, y Crowley se dedicará a hacer propaganda pro-alemana contratado por los alemanes. También se hará pasar por independentista irlandés y organizará actos de protesta contra el gobierno. Además entrará en contacto con un grupo ocultista llamado “Ordo Templis Orientis”, liderado por Theodor Reuss, para el cual escribió un ritual llamado la “Misa Gnóstica”. Los constantes juegos de rol de Crowley durante la guerra, en los que encarnaba a un agente alemán, un independista irlandés o un agente doble británico pudieron haberle costado la vida al finalizar la contienda, ya habían sido fusilados por traidores algunos civiles que habían hecho menos meritos que Crowley. No obstante su amigo Gerald Kelly, miembro de la inteligencia naval británica le pudo salvar la piel. En 1920, Crowley cambió el opio por la heroína para combatir su enfermedad, la heroína estaba prohibida en numerosos países, así que Crowley tuvo que hacer las maletas y mudarse a otro país, donde pretendía fundar de paso una sociedad utópica basadas en sus enseñanzas y en el “libro de la ley”.Crowley se trasladará a Italia de y se establecerá en el norte de Sicilia, donde fundará la “Abadía de Thelema”.Crowley como líder de su comunidad usaría el pseudónimo de “Master Therion”. Pronto la abadía se haría famosa por sus orgías continuas de sexo y drogas, incluso se acusó a Crowley de realizar sacrificios humanos, tras la misteriosa desaparición de uno de los visitantes de la abadía. Todas las andanzas de Crowley en su abadía generaran ríos de tinta por parte de los diarios sensacionalistas británicos, los cuales generarán calificativos para Crowley como:”La Bestia”, “El hombre mas malvado del mundo” y otros muchos del mismo tipo. Pero finalmente Crowley fue expulsado de la isla por el régimen de Mussolini, decidió a acabar con las sociedades ocultistas y con la mafia de sicilia.

Y aunque intentó repetir el experimento de la abadía en otras partes del mundo como Túnez, ya no pudo lograr gran cosa, su estrella estaba en declive. Durante la guerra civil española y fiel a su forma de ser contradictoria, Crowley apoyó al bando republicano. Curiosamente al mismo tiempo apoyaba la ascensión de Hitler y el partido nazi, Crowley pensaba que Hitler era el “señor de la guerra” de la década de los 40 que le había sido revelado en “El libro de la Ley”. Curiosamente acertó, pues en 1939 estallaba la Segunda Guerra Mundial.

Crowley pasaría sus últimos años viviendo junto a un cementerio en Inglaterra, totalmente enganchado a la heroína. Tras las numerosas relaciones que mantuvo con mujeres y hombres, pues era de marcado carácter bisexual, morirá solo, el 1de Diciembre de 1947.Sus últimas palabras serán según la enfermera que le acompaño: “a veces me odio a mi mismo”. Tras su muerte su entierro causó un revuelo en la prensa británica, que lo calificó de autentica misa negra.

Para muchos Crowley fue un genial mago y hoy en día existen numerosas sociedades dedicadas al ocultismo y al satanismo que siguen sus enseñanzas. Para otros era un farsante tremendo y un loco malvado. A mi simplemente me parece un hombre inteligente que no creía en nada, que siempre buscaba una respuesta a la vida y al no encontrarla se refugiaba en el sexo desenfrenado y las drogas. Un hombre al que le gustaba interpretar cualquier papel que escandalizara a la sociedad, el problema es que le tomaban en serio, cuando él se tomaba todo a broma. El único demonio que conoció Crowley fue el demonio de la droga, que le poseyó la mayor parte de su vida y acabó con él. Seguramente Crowley hubiera escogido pasar a la posteridad como poeta y escritor en vez de cómo mago, pues de los muchos papeles que encarnó en su vida el que más en serio se tomó fue el de escritor. Su obra y su persona fueron una constante fuente de influencia para grandes músicos y artistas, que quizás vieron en él a un autentico filosofo detrás de la mascara de payaso. Quizás el mejor resumen de su vida sea la canción “Mr Crowley” de Ozzy Osbourne.

¿Quién fue Mr Crowley?

Aleister Crowley, 1875-1947

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lunes, 7 de febrero de 2022

Cazador de esclavistas

Conoce a Benedito Meia-Légua, quien persiguió a los esclavistas años antes de la abolición.

Su nombre original era Benedito Caravelas y vivió hasta 1885, líder nato y muy viajado, sabía mucho del noreste de su país natal Brasil, Sus andanzas le habían valido el apodo de "Media Legua". Siempre llevaba consigo una pequeña imagen de San Benito, que más tarde adquirió un significado "mágico". 

Reunió grupos de insurgentes negros y aterrorizó a los granjeros de la región, invadiendo los barrios de esclavos, liberando a otros negros, saqueando y causando daños reales.

Se dice que era un estratega atrevido y creativo, creando pequeños grupos para evitar grandes capturas y atacando diferentes fincas simultáneamente. La genialidad del plan era que el líder de cada grupo se vistiera exactamente igual que él.

Siempre que uno tenía la desgracia de ser apresado, Benedito reaparecía en otras rebeliones. Los granjeros llegaron a creer que era Inmortal. Y siempre que había noticias de rebelión de esclavos, se hacía la pregunta "¿Pero es Benedito?"

El mito ganó fuerza después de una captura dramática. Benedito llegó a São Mateus Provincia de El estado de El Salvador, en el mismo Brasil, fue atado por el cuello y arrastrado por la selva, por un capitán del ejército, quien montaba a caballo. Fue dado por muerto y llevado al cementerio de los esclavos, en la iglesia de San Benito. 

Al otro día, cuando fueron a cuidar el cuerpo, ya no estaba y solo había huellas ensangrentadas en el piso. Surgió la leyenda de que estaba protegido por el mismo San Benito. Durante más de 40 años él y su grupo, más que resistir, derribaron el sistema esclavista.

Benedito solo fue asesinado en su vejez, cojo y enfermo. Dormía en el tronco de un árbol hueco. Escondite que fue denunciado por un cazador. Sus perseguidores estaban al acecho, esperando a que Benedito se retirara. Taparon el tronco y le prendieron fuego, la leyenda dice que ahí murió. 

Su legado es una estela de valentía, fe, audacia y fuerza de lucha por su pueblo, que aún se representa en las puestas en escena de Congada y Ticumbi en todo Brasil. En medio de las cenizas encontraron su pequeña imagen de San Benito.

Cada 1 de enero, la procesión de Ticumbi recoge la pequeña imagen de San Benito de Córrego das Piabas y la lleva a la iglesia en una escenificación dramática para celebrar la memoria de Meia-Légua.

Cazador de esclavistas

Fuente: Facebook
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8 sorprendentes beneficios de la lectura

Para algunos, la oportunidad de "acurrucarse con un buen libro" es lo más destacado de todas las vacaciones. Para otros, las animaciones y videos llamativos de la era moderna han hecho que la lectura parezca una tarea sin sentido. Pero, ¿sabías que leer regularmente puede ayudarte a lidiar con el estrés, combatir la depresión e incluso hacer que vivas más y duermas mejor? Sigue leyendo –ejem– para descubrir más de los asombrosos ysorprendentes beneficios de esta simple actividad.

8 sorprendentes beneficios de la lectura

8 sorprendentes beneficios de la lectura

Leer reduce el riesgo de desarrollar Alzheimer y demencia

Incluso si estás genéticamente predispuesto a enfermedades como el Alzheimer y sabes que existen en tu familia, la lectura puede ayudarte a superar las probabilidades. Investigadores del Centro Médico de la Universidad Rush en Chicago encontraron que las personas que leen y participan en actividades mentalmente desafiantes con mayor frecuencia, tanto al principio como al final de la vida, muestran una disminución de la memoria más lenta que las que no lo hacen, incluso si tenían evidencia física de la enfermedad en sus cerebros. Se cree que esto se debe a que la lectura puede ayudar a construir conexiones entre las células del cerebro, lo que hace que el sistema en general sea más resistente. 

Leer te ayuda a conciliar el sueño más rápido y a dormir mejor

Este es especialmente importante si eres es una de las muchas personas a las que les resulta difícil "apagar" tu cerebro una vez que tu cabeza toca la almohada por la noche. Usar un libro para escapar a una realidad diferente puede ayudar a preparar tu cerebro para dormir y soñar. Otra gran ventaja es que evita que mires fijamente las pantallas brillantes y retroiluminadas, lo que puede interferir con el reloj interno natural de tu cuerpo y hacerte creer que todavía es de día.

¿Y un beneficio adicional de dormir mejor? Hace que sea más fácil perder peso. Cualquier lector entusiasta dará fe del poder de un buen libro antes de acostarse, así que asegúrese de tener uno en la mesita de noche. 

Leer con tus hijos puede ayudarlos a conseguir un mejor trabajo cuando sean mayores

Si eres padre, es hora de que empieces a leer por el bien de tus hijos. Los estudios han demostrado que los niños de hasta seis meses que leen regularmente con sus padres obtienen mejores resultados en las pruebas de inteligencia, muestran habilidades de alfabetización más sólidas que sus compañeros e incluso pueden conseguir mejores trabajos cuando sean mayores.

Leer puede ayudarte a vivir más

Un famoso estudio de la Universidad de Yale de 2016 encontró que, lo adivinaste, aquellos que leen regularmente viven más tiempo que sus contrapartes que no leen. Y no estamos hablando de un porcentaje apenas estadísticamente significativo aquí: en promedio, aquellos que leen viven 23 meses más.

La lectura mejora el conocimiento general y el vocabulario

Incluso en el material de lectura más liviano, es probable que te topes con un concepto, palabra, giro de frase o dato que nunca antes habías encontrado. Y debido a que los libros brindan al lector mucho más contexto y contexto que un escrito breve, probablemente captará lo que significa esa palabra o frase incluso sin tener que buscarla. Esto significa que amplías tu conocimiento y vocabulario sin siquiera darte cuenta.

La lectura puede aumentar tu CI

Por su propia naturaleza, los libros le piden al lector que se ponga en el lugar de otra persona, y esto puede ser extremadamente esclarecedor si el personaje en cuestión vive una vida muy diferente y quizás tenga creencias muy diferentes a las tuyas. Barack Obama tal vez explique cómo la lectura puede ser buena para desarrollar empatía:

“Cuando pienso en cómo entiendo mi papel como ciudadano… las cosas más importantes que he aprendido creo que las he aprendido de las novelas”.

Personas como Elon Musk, Bill Gates y Warren Buffett están de acuerdo.

La lectura puede aliviar la depresión y la ansiedad

La idea de la 'biblioterapia' puede haber existido desde 1916, pero los médicos se la están tomando un poco más en serio en estos días, pidiendo a los pacientes con depresión leve a moderada que pasen por la biblioteca y no solo por la farmacia. Además de dejar en claro a los pacientes que su situación no es única y que no están solos en su sufrimiento, pueden encontrar extremadamente catártico leer sobre el proceso de curación y recuperación de un personaje.

La lectura puede… convertirte en un mejor lector

Si bien todo lo anterior es una gran noticia para aquellos que ya son lectores ávidos, no todos encuentran el acto de leer fácil o natural. La buena noticia es que la práctica realmente hace al maestro, alterando la estructura física del cerebro. Un estudio de la Universidad Carnegie Mellon demostró que los niños que participaron en 100 horas de entrenamiento de lectura de recuperación en realidad mejoraron la integridad de la materia blanca en sus cerebros, lo que les permitió convertirse en mejores y mejores lectores. La clave, sin importar la edad que tengas, es no rendirte y seguir desarrollando tus habilidades todos los días.

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