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domingo, 16 de abril de 2023

La leyenda de Ao-Ao

La leyenda de Ao-Ao

Este monstruo tenía cuerpo similar a la oveja, cabeza de oso y patas terminadas en grandes y potentes garras. su aspecto era terrorífico. Perseguía y devoraba a los cazadores y personas que se aventuraban en la selva. El único modo de salvarse de su acometida era trepando a un pindo, árbol sagrado, dado por Tupâ Rupa‚ para nutrición y auxilio de la gran familia Guaraní; (diluvio, por ejemplo).

De subirse a otra especie, los Ao-Ao los acorralaban y hacían caer el árbol excavando las raíces con sus potentes garras mientras emitían ladridos. Vivían en manadas en bosques y serranías de la región Oriental. La denominación de Ao-Ao es de origen onomatopéyico. La tendencia agudizante carga la emisión tónica en la partícula final. Trocándola logramos reconstruir el eco de un lejano ladrido, e1 que proferían estos seudo duendes según la versión del mitogénesis.

Pero también Ao-Ao refiere a un ser vestido, excesivamente cubierto. La relación dice parecer a una oveja. El nombre tanto acomoda a la onomatopeya como a la pelambre. El animal existe en la realidad zoológica, según afirman serios investigadores. En todo el país y los de habla Guaraní, este animal es conocido como ovecha-kaaguy. Aún debe procederse a su clasificación científica en la fauna de la América mesopotamica, especialmente en Paraguay.

Se han ocupado de este raro espécimen Moisés Bertoni y León Cadogan, diciendo este último que aún devora personas entre las piedras del Yvytyrusu. Es comprensible que aún no se haya logrado echar mano a este animal peregrino, la bestia ignota del solar Guaraní. Saben de ellos los Chulupi y los Mbya de las selvas del Monday y Mbaracaja con las referencias recogidas en el terreno, se ha logrado plasmar una aproximación mitozoomórfica. Su confomación se presta magníficamente a una tesitura legendaria, como la que acertadamente propusiera Rosicrán.

La leyenda de Ao-Ao

Fuente : Facebook

Figuras del Museo Mitológico de Ramón Elias

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La leyenda de Tupi y Guarani

La leyenda de Tupi y Guarani

En tiempos remotos el profeta Tamandaré‚ predijo el diluvio universal, que efectivamente se produjo, cubriendo totalmente el agua la faz de la tierra. Solamente se salvó de ese diluvio una familia caria, gracias a que pudo subir a un gran pindó (palmera), de cuyos frutos se mantuvieron estos únicos sobrevivientes, hasta que bajaron las aguas.

Los integrantes de esa familia, una vez pasado el peligro, se ubicaron a orillas del anchuroso río Araguay, cuya etimología: ára, cielo o arriba; gua, de o del; y, agua, indica que es agua caída del cielo o el río que se formó de las aguas del diluvio. Este caudaloso río se encuentra bordeado de exuberante vegetación y nace en el corazón de Mato Grosso, territorio brasileño y cruza monjes y valles para ir a desaguar en el Atlántico ecuatorial.

La leyenda recuerda solamente el nombre de los varones de esta familia escogida para repoblar la tierra. El Karai), que se llamaba àuar (para ser o para generar), con dos hijos: Tupi el mayor y Guarani el menor, cada uno con su “tembireko” (esposa).

Al morir los padres, ambos matrimonios siguieron habitando la casa paterna, en completa armonía, cultivando la tierra, pescando, cazando, criando a sus hijos y viviendo puros, sin egoísmo, sanos de cuerpo y alma. Era un verdadero paraíso terrenal. En ese estado los encontraron los conquistadores. Tupí y Guaraní, fueron dos hermanos muy unidos; mozos fornidos, veloces nadadores, habilidosos y temerarios en la caza.

Su piel bronceada, curtida por el sol tropical, guardaba una desarrollada musculatura; los ojos centelleantes delataban aguda inteligencia y bravura; los brazos torneados y firmes, terminaban en ágiles dedos, muy katupyry (diestros) en el manejo del “hu’y” (flecha) o para pulsar su nativo “mbaraka” (guitarra), instrumento autóctono hecho de calabaza.

Las mujeres eran hermosas, verdaderas palmeras andantes; sus cuerpos esbeltos y ondulantes se deslizaban, al igual que el de los hombres, en el agua le imitaban al “mbigua” (un palmípedo) en sus atrevidas zambullidas; sus lacias cabelleras, lustrosas y renegridas, hacían juego con los ojos vivaces, brillantes y de un negror embrujante.

Cada cual tenía su trabajo: los hombres pescaban, cazaban y cultivaban la tierra con experiencia innata y gran cariño; de ella sacaban el avati (maíz), de doradas espigas; los abultados y alimenticios tuberculos del jety (batata o boniato), mandl’o (mandioca) y el avakachl (ananá ) que saturaban de fragancia el ambiente del kokue (chacra), el lustroso tallo del pakova (banano), que se inclinaba bajo el peso de sus cachos recargados de banana de oro,. etc.

Las mujeres se dedicaban a los quehaceres domésticos; cocinaban en el japepo (olla de barro) y traían agua de los manantiales en bermejos kambuchi (cántaros) sobre sus cabezas, y finalmente el mandyju (algodón) que hilaban y tejían para ser utilizados en sus vestimentas. Completaba este hogar paradisíaco un multicolor araraka (papagayo) parlero, que constituía la distracción de la familia.

Un día, sin embargo, habló mas de la cuenta y sembró la cizaña en esa unida y feliz familia, siendo el promotor de la separación definitiva de los hermanos. Cuando Tupl regresaba de caza, el araraka le decía… “Guaraní olko ne rembirekondive” (Guaraní convive con tu mujer).

Y cuando Guaraní regresaba del monte trayendo miel de abejas, frutas, le repetía el cuento que Tupl lo traicionaba con su mujer. La duda sembrada por el chisme, dio paso a la desconfianza y esta desunió a la hasta entonces feliz familia. Para no pelear entre hermanos y en vista de que la situación se iba tornando insostenible, Guaraní resolvió alejarse hacia el Sur con su mujer y se ubicaron en el lugar que hoy se conoce como el Paraguay.

Tupl quedó establecido en la querencia paterna y su descendencia fue poblando lo que hoy es el Brasil, extendiéndose hasta el norte.

Este es el génesis de las dos grandes familias carias, que llegaron a constituir, con el correr del tiempo dos importantes razas de América: la Tupí y la Guaraní.

Tan emprendedores, activos e inteligentes fueron los fundadores y descendientes de estas razas, que a su llegada los españoles encontraron no sólo hombres libres, de independiente albedrío, sanos, felices y pacíficos, sino que también una extensa variedad en la línea de productos agrícolas.

Esta leyenda de Tupí y Guaraní se relata de generación en generación en el dulce idioma de la raza.

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viernes, 14 de abril de 2023

El hundimiento del Titanic

Un día como hoy, pero de 1912, el Titanic colisionaba contra un iceberg. En este post te contamos la historia del hundimiento del Titanic y aprovechamos a recomendarte leer la verdadera historia de Jack y Rose de Titanic que se viralizó en nuestro blog.

Además, pronto traeremos nuevas historias sobre personajes del Titanic que aparecieron en la película y que fueron personas de la vida real, que estuvieron en el fatídico momento en el que el barco gigante se hundió, causando una de las tragedias humanas más recordadas hasta la fecha.

El hundimiento del Titanic

El hundimiento del Titanic

El 14 de abril de 1912, tras infructuosas maniobras para evitarlo, el transatlántico británico RMS Titanic colisionó con un iceberg, durante su viaje inaugural, y horas más tarde naufragaba en el océano Atlántico.

Cuando terminó de construirse, el Titanic era el barco de pasajeros más grande y lujoso del mundo. Con 2.224 pasajeros a bordo, zarpó desde el puerto de Southampton, Inglaterra, para dirigirse a Nueva York, el 10 de abril de 1912.

Durante la gélida noche del 14 de abril, el Titanic navegaba en aguas tranquilas y sin oleaje, condiciones especialmente dificultosas para el avistamiento de icebergs. Cuando faltaban pocos minutos para la medianoche, los vigías dieron alarma de colisión.

Con un iceberg divisado a 600 metros de la proa, el primer oficial William Murdoch, de guardia en ese momento, tras la retirada del Capitán Smith a su camarote, intentó evitar la colisión con un giro de timón.

Aunque la maniobra se considera hoy correcta, no pudo evitar el contacto entre el casco y la parte sumergida del iceberg, lo que generó la apertura de seis brechas en las placas de estribor, que en conjunto sentenciaron el naufragio del Titanic.

El hundimiento se cobró la vida de aproximadamente 1.500 personas, sea ya por ahogamiento o por hipotermia. Según una investigación del senado de los Estados Unidos, el buque no llevaba botes salvavidas para todos los pasajeros. 

Fuente : History Latinoamérica

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miércoles, 5 de abril de 2023

Gabriel García Márquez - Un día de estos

Comparto uno de mis cuentos preferidos de Gabriel García Márquez - Un día de estos. Encontré el texto en Facebook, espero que también les guste.

Gabriel García Márquez - Un día de estos

Gabriel García Márquez - Un día de estos

El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.

Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.

Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.

-Papá.

-Qué.

-Dice el alcalde que si le sacas una muela.

-Dile que no estoy aquí.

Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.

-Dice que sí estás porque te está oyendo.

El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:

-Mejor.

Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.

-Papá.

-Qué.

Aún no había cambiado de expresión.

-Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.

Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.

-Bueno -dijo-. Dile que venga a pegármelo.

Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:

-Siéntese.

-Buenos días -dijo el alcalde.

-Buenos -dijo el dentista.

Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.

Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.

-Tiene que ser sin anestesia -dijo.

-¿Por qué?

-Porque tiene un absceso.

El alcalde lo miró en los ojos.

-Está bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.

Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:

-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.

El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.

-Séquese las lágrimas -dijo.

El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal.” El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.

-Me pasa la cuenta -dijo.

-¿A usted o al municipio?

El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica.

-Es la misma vaina.

FIN

Un día de estos - Gabriel García Márquez

Tomado de Facebook

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