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lunes, 27 de abril de 2020

Relato Erótico : Cumple la fantasía de follar con su padre

Ella es Silvia, la misma del relato erótico del trío con doble penetración y esta vez quiso cumplir su fantasía de acostarme con su padre.

Relato Erótico : Cumple la fantasía de follar con su padre

Relato Erótico : Cumple la fantasía de follar con su padre

Para los que no me conozcan, diré que me llamó Silvia, tengo 25 años, soy pelirroja, peso 56 kg, mido 1,70 y mis medidas son 93-60-90; además trabajo de monitora de aerobic y fitness.

Después de esta descripción, os diré que siempre he deseado acostarme con mi padre; mi padre quedó viudo siendo yo muy joven, no le he conocido relación ninguna, es más solía decirme que era clavada a mi madre, y yo no sé si por pena o porque motivó, a mi me parecía un hombre muy atractivo. Cuándo empecé a salir con Marcos me fijé que mi padre comenzó a mirarme de otra manera, más como mujer que como hija y no perdía ocasión en piropearme cada vez que me veía. Así que en mi cabeza también comencé a verle más como un hombre maduro, que se conservaba muy bien, que como padre.

Marcos después de una de nuestras sesiones de sexo intenso, comenzamos hablar de mi padre.

Marcos: Nena sigues poniéndote cachonda con tu padre ¿Eh?

Silvia: Sinceramente……si, me encantaría que me follara, pero no me veo capaz.

Marcos: Nena tú puedes conseguir lo que quieras, seguro que el lo está deseando, no te has fijado como te mira últimamente.

Silvia: Ahora que lo dices si, parece que ha cambiado su forma de verme.

Marcos: He pensando cómo podrías conseguirlo.

Me contó cómo pensaba conseguir que mi padre tuviese sexo conmigo, y la semana antes de semana santa, pusimos en marcha el plan. Lo llamé por teléfono:

Silvia: Hola papá

Papá: Hola cariño, ¿que te cuentas?

Silvia: ¿Papá, te importa que pasemos una semana ahí? es que vamos hacer reforma del baño. ¿Claro sino te importa?

Papá: Cariño, por supuesto que podéis, además me tienes abandonado, hace tiempo que no veo a mi niña.

Así que Marcos y yo fuimos a pasar la semana en casa de mi padre, y decidimos darle un espectáculo, para que definitivamente me viera como una mujer y no como su hija.

El lunes, mientras Marcos aún dormía, me levanté de la cama para hacer el desayuno con camisón corto de encaje, y un tanga blanco.

Mientras hacia el desayuno apareció mi padre, se quedó cortado.

Papá: ¡Hija! ¿no vas un poco ligera de ropa?

Silvia: Perdona papá, ¿Te molesta?

Papá: Bueno…..no, pero ya no eres una niña.

Silvia: Jajajaja, ya papá, pero entiende que a Marcos si le gusta

Papá: Bueno y a quien no le gustaría una mujer como tú.

Dicho esto mi padre se marchó al salón, y yo continúe haciendo el desayuno, pero era evidente que mi padre ya no me veía como su niña sino como una mujer.

Después del desayuno, Marcos se marchó al baño y yo fui detrás de él, cosa que chocó a mi padre.

Papá: ¿A donde vas?

Silvia: Al baño

Papá: ¿Pero Marcos no está en el?

Silvia: Si, por eso voy.

Papá: ¿Cómo?

Silvia: Papi, entiendes que él tiene necesidades y aunque estemos en tu casa yo tengo que cumplir con sus necesidades ¿No?

Mi padre se quedó mudo y yo fui al baño, a cumplir con mi chico.

Marcos estaba esperándome con la polla fuera y dura, y yo como siempre hacia, me arrodillé delante de su polla; antes intenté cerrar la puerta del baño, pero Marcos no quiso.

Marcos: No la cierres, enséñale a tu padre lo zorra que eres.

Silvia: Pero….( No terminé de hablar, cuando Marcos ya me había metido su polla en mi boca)

El morbo de que mi padre pasará y nos viera, era demasiado, le comí la polla como nunca y el se dio cuenta.

Marcos: Dios nena, me la vas arrancar…. Aaaaah sigue así puta.

Me estaba poniendo muy cachonda, mi padre apenas a unos metros mientras se la comía a mi novio, era demasiado.

Marcos: Te encantaría que fuese la polla de tu padre ¿Eh zorrita?

Silvia: nnnngh si me encantaría aghh.

Marcos no pudo aguantar más y acabo corriéndose en mi boca, me lo tragué todo golosa, me encantaba su semen por la mañana.

Cuando salimos del baño, mi padre estaba todo cortado en el salón, y yo también, pero pude observar un bulto enorme en su pantalón que deseaba salir. Marcos todavía tensó más el ambiente al comentar.

Marcos: Ufffff vaya hija que tiene suegro.

Mi padre lo miró, pero no dijo nada, se quedó callado.

Nos fuimos todos a trabajar, pero yo no pude parar de pensar en mi padre y en lo que había visto en su pantalón, realmente se había puesto al saber lo que le hice a Marcos en el baño.

Esa noche cuando llegue, me encontré a mi padre en el salón ya que Marcos no había llegado todavía.

Silvia: Hola papá ¿me puedo duchar?.

Papá: Hola cariño, claro está también es tu casa.

Así que cogí y me metí en la ducha, por supuesto con la puerta abierta, y en un momento dado escuché que alguien estaba en el baño, me asomé pensando que era Marcos, pero era mi padre orinando, me quedé sin habla ¡vaya con papá! menuda polla gastaba. Mi padre me vio que lo estaba mirando.

Papá: Perdona hija no aguantaba más.

Silvia: Es tu casa papá.

Aproveché que estaba ahí, para salir de la ducha, quería ver cómo reaccionaba.

Papá: ¡qué haces!

Silvia: Pues salir de la ducha ¿me pasas la toalla?

Papá: Si, si tápate

Silvia: ¿Papá ocurre algo? ¿Tan fea soy que estás deseando que me tapé?

Papá: No no, claro que no, eres preciosa, pero tú ya eres toda una mujer y yo no soy de piedra.

Me pasó la toalla y salió del baño bastante alterado, pero no pensaba cejar en mi empeño, así que cogí una camiseta ancha de un equipo de baloncesto de mi chico, con unas bragas brasileñas de encaje de color amarillo y sin sujetador.

Mi padre estaba viendo una película en la TV, todavía podía observar que se encontraba incómodo ¡pero estaba tan cerca! que intenté forzar un poco más.

Silvia: ¿Papá me puedo sentar contigo o prefieres que no?

Papá: No cariño como quieras, si te quieres sentar conmigo, por mi no hay problema.

Así que me senté junto a él en el sillón, todavía era evidente la erección que tenía.

Silvia: ¿Papá te ocurre algo? Te noto alterado, déjame que te ayude.

Así que cogí y me pegue a el, poniendo mis manos sobre su pecho ¡su corazón iba a mil!

Silvia: Papá tu corazón va a mil, ponte de espaldas, que te voy a dar un masaje.

Mi padre se puso de espaldas, y yo pegué mis pechos a su espalda; esto hizo que todavía se le pusiera el corazón más revolucionado, y que ese bulto sospechoso se hiciera más evidente en la entrepierna. Puse mis manos en sus hombros, y empecé a masajear lo.

Silvia: Papá relájate y cierra los ojos (le susurré al oído).

Esta era mi oportunidad; mi padre me hizo caso y cerró los ojos. Yo le fui masajeando el pecho (es un hombre fornido para su edad), el se fue dejando hacer; hasta que bajé mi mano a su bulto, entonces pegó un respigo.

Papá: ¿Qué haces por dios?

Silvia: Papá relájate, déjame hacer, no me veas como tu hija, sino como una mujer que te quiere ayudar a soltar esa tensión (le volví a susurrar al oído)

Eso hizo que no saliera corriendo de allí.

Así que por fin tenía aquel paquete entre mis manos, el empezó a respirar cada vez más fuerte, mientras yo le acariciaba la polla por encima del pijama. Viendo que todo iba bien, me atreví a sacarse la (dios se me hizo la boca agua) que pedazo de polla dura como el mármol; estaba brillante debido a los fluidos pre seminales; comencé a pajearlo primero suavemente, (quería disfrutar de ese momento), debía llevar tiempo sin descargar porque me puso la mano chorreando de pre semen.

Silvia: Papá túmbate y relájate.

Papá: ¿Qué vas hacer?

Silvia: Shhhh relájate, hazme caso, porfa.

Así conseguí que se tumbase, me puse a sus pies y acerque mi boca aquella polla que palpitaba, abrí mi boca y dejé caer saliva sobre su capullo (por dios que sensación y que olor tan intenso), empecé a recoger con mi lengua mi saliva por el tronco.

Papá: ¡Joder me vas a matar hija!

Silvia: Shhhh, solo acabó de empezar, slurp slurp (Comencé a lamer desde sus huevos hasta la punta)

Yo estaba empapada, no podía aguantar más para tenerla en mi garganta, así que con mi mano izquierda empecé a masajear le los huevos, y con mi mano derecha le agarre fuerte el culo, para acto seguido tragarme la hasta la base.

Papá: aaaahh dios ¡siiiiii!

Mi padre ya no aguanto más, abrió los ojos; pero ya no me veía igual, porque me cogió de la cabeza con sus manos grandes y fuertes, y comenzó a follarme la garganta.

Papá: ¡Toma zorra! ¿No querías la polla de tu padre? ¡Pues toma! (Empujó hasta lo más profundo de mi garganta)

Silvia: ahgggg, sii (apenas pude articular, la tenía en mi laringe)

Estaba fuera de sí, me cogía con ambas manos mi cabeza, y el era el que llevaba el control de la mamada, cada vez más profunda e intensa, hasta que ya no aguanto más.

Papá: aaaaah siiii me corrooo, trágate la leche de tu padre pequeña zorra.

Silvia: aaahhgg

La leche de mi padre se me escapaba por las comisuras de mis labios (dios que caudal de leche) ,era muy amarga, espesa y se me pegaba a la garganta. Tuve que quitarle las manos de encima porque me asfixiaba.

Silvia: ufff casi me ahogas, papá.

Papá: Perdona, la falta de costumbre…… ¿Pero que hemos hecho? ( Reflexionó)

Silvia: Papá no te preocupes, está todo bien, no me veas como tu hija sino como vuestra mujer. No quiero que te arrepientas, lo he disfrutado mucho, lo deseaba hace mucho tiempo papá.

Y le di un beso; pero deseaba más….necesitaba más y quería conseguirlo.

Mi padre se fue a dormir (con cara de arrepentimiento), y yo esperé en el salón a Marcos. Llegó un rato después.

Marcos: Hola guapa, ¿Qué tal?

Silvia: Lo he conseguido. (Le dije sonriendo)

Acto seguido me abalancé sobre el y nos besamos, enrollando nuestras lenguas con desesperación (aún tenía el sabor del semen de mi padre en mi boca y mi garganta), pero yo necesitaba más y pensaba conseguirlo.

Cogí a Marcos y lo lleve a mi cuarto que está justo enfrente del de mi padre (necesitaba ser follada, estaba muy cachonda), prácticamente le arranque el uniforme, y lo tumbé en la cama con desesperación (Marcos estaba boquiabierto); comencé a comerme su polla para ponerla apuntó, pero no hizo falta mucho; rápido Marcos tomó el mando.

Marcos: ¿Quieres que te folle?

Silvia: Siiiiii claro follarme, follame. (Dije desesperada)

Me quitó las bragas, me puso de espaldas contra la pared y me cogió en brazos. Metiendo su polla en mi coño empapado, mientras nos comíamos la boca (todo esto con la puerta abierta y mi padre en el cuarto de enfrente, cosa que me ponía mucho más).

Mientras, Marcos me hacia saltar en sus brazos, y me golpeaba las paredes de mi útero.

Marcos: Joder como me pones, coño. ¡Toma polla! (Cada vez más profundo)

Silvia: Siiiiii dame más, destrozame…aaah aaahh

De repente mi padre apareció en la puerta.

Papá: Menudo escándalo estáis montando.

Nos quedamos parados, pero yo no pensaba desperdiciar la situación, ni Marcos tampoco.

Marcos: ¿Suegro le gusta el culo de su hija?

Dijo Marcos, mientras me abría el culo con las manos.

Marcos: Está deseando que se lo folle.

Mi padre dudo un poco, pero no lo dejé escapar, así que cogí y lo besé como si fuera mi novio. Acto seguido le bajé los pantalones y le cogí la polla para que me ensartada por mi culo.

Silvia: Papá porfa, follarme bien los dos, es lo que quiero.

Papá: Que zorra eres hija, pero soy un hombre y ese culo es irresistible.

Así que me puso contra la pared y se agachó para comerme mi culo, cuando ya lo tuve bien lubricado, me ensartó.

Papá: Dios como le entra, joder.

Silvia: Siiii papá, siii. ( Marcos mientras alentaba a mi padre)

Marcos: Dele fuerte suegro, que no se rompe, es una buena zorra.

Mi padre animado por mi novio, me cogió fuerte de la cintura con ambas manos, y aumentaba cada vez más la intensidad y la profundidad; hasta que note como sus huevos golpeaban mi coño.

Papá: Toma, toma, zorra.

Silvia: Siii seré vuestra zorrita particular, aaahh.

Cuando mi padre vio que Marcos se pajeaba viéndonos, me retiro de la pared y me agachó para que se la chupara a Marcos.

Papá: Vamos zorra, cómesela a tu novio. (Y con su mano me empujó la cabeza hacia su polla)

Silvia: uhhhg

Marcos me cogió del pelo y mi padre de las manos, tirando de mis muñecas hacia atrás, mientras me penetraba fuertemente por mi culo.

Yo estaba en la gloria, tenía a los dos hombres que más quiero follandome.

Marcos: Vamos nena traga. (Me decía, mientras tiraba de mi pelo)

Papá: Dios que puta eres, que ganas te tenía zorra. (Mi padre estaba fuera de sí, me estaba follando sin piedad)

Marcos no aguanto más y se corrió en mi boca, llegando hasta mi estómago.

Marcos: aaaaah siiii aaahh, que boca tienes puta.

Cuando termino de correrse, me cogió la cara y me obligó a abrir la boca.

Marcos: Abre la boca zorrita. (Y me escupió en mi boca)

Papá: Me corro, aaahh joder. (Tiró de mi con fuerza, hacia atrás y note como su leche caliente inundaba mis entrañas)

Silvia: aaaaah me corrooo siiiiii ahhh ahhh.

Caí destrozada al suelo, pero muy satisfecha.

Marcos: Nena recomponte, porque creo que tu padre no ha tenido suficiente.

Miré a mi padre y todavía estaba duro.

Papá: Cariño has despertado en mi algo que estaba muerto, así que no me puedes dejar así.

Marcos: Nena la noche va a ser larga..(se sonrieron)

Me convierto en adicta a la polla de mi padre.

Justo después de que mi padre me hubiese follado mi culo y mi chico mi garganta. Yo estaba destrozada en el suelo de mi cuarto. Aunque la noche parecía que solo hubiese comenzado.

Marcos: Nena recupérate, porque me parece que tu padre sigue con ganas de fiesta.

Miré a mi padre y todavía estaba duro.

Papá: Hija perdona, pero llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer y creo que me has dejado con ganas de más.

Silvia: Está bien, ya que he empezado provocando te yo, lo justo es que termine lo que hemos empezado.

Me incorpore, me quité la camiseta y quedé completamente desnuda delante de mi padre y mi chico; mientras el semen de mi padre chorreaba desde mi culo, por mis muslos y todavía tenía el sabor amargo del semen de Marcos en mi boca.

Me acerqué a mi padre y lo besé, mientras con la mano le agarré la polla que aún estaba dura y comencé a pajearlo; mi padre empezó a suspirar mientras me besaba cada vez con más ganas. Con sus manos comenzó a cogerme un pecho y con la otra fuertemente el culo, mi chico se sentó en la cama y nos observaba.

Papá: ¡Hija mía cómo estás!

Silvia: A partir de ahora no me veas como tu hija quiero ser también tu mujer, y como tal podrás hacerme lo que quieras cuando quieras.

Cogí y lo llevé a la cama, quería tenerlo de nuevo dentro de mí; pero esta vez manejaría yo la situación. Lo empujé a la cama para que se tumbase boca arriba, me puse con mis pechos a la altura de su polla, y comencé a pasarme su polla por mis pezones (dios era demasiado, mi padre excitado por tenerme y yo feliz de tenerle), su polla empezó a reaccionar, poniéndose más dura sentía sus venas palpitar en mis manos y comenzó a rezumar su líquido pre seminal, llenando mis pechos.

Marcos mientras nos observaba, comenzó a pajearse y mirar con detenimiento.

Tras un buen rato pajeando a mi padre con mis pechos, pase a cosas más serías; cogí su polla y comencé a encararla hacía la entrada de mi coño, ( yo a esas alturas, ya estaba empapada y deseosa de tenerle dentro). Por fin conseguí meterla en mi húmedo coño (dios que maravillosa sensación, tener a mi padre dentro de mí y mirarle a la cara).

Papá: aahhh joder Silvia…. que coño tienes hija, uufff.

Silvia : Si papá, ¡fóllame! Seré tuya.

Estaba a horcajadas sobre el, notando su polla entera dentro de mi; mi padre cerraba los ojos y no paraba de jugar con mis pechos, y yo comencé a gemir.

Marcos que por entonces, había estado apartado, no pudo aguantar más y se unió; poniéndose de pie en la cama y cogiéndome del pelo, para que se la chupará en la cara de mi padre, cosa que hice.

Marcos: Suegro abra los ojos y miré a su niña lo zorra que es.

Mi padre en ese momento abrió los ojos mientras me estaba follando, y se la estaba chupando a Marcos; en ese momento mi padre me agarró con fuerza del culo y como si fuese el dr jekill y mr hide cambio totalmente; comenzó a tirarme de los pechos y los pezones, mientras hacía comentarios que jamás me pude imaginar escuchar de mi padre.

Papá: ¿Para esto te he educado yo? Para que seas una zorra come pollas, a partir de ahora ya no eres mi hija, serás mi puta y como tal harás lo que te digamos.

Marcos: ¿Oyes a tu papi, zorrita?

Silvia: ahhh, sii aggh seré vuestra aaggh.

Mi padre me penetraba cada vez más profundo y más fuerte,(notaba su polla golpear mi útero); mientras Marcos apenas me dejaba respirar con su polla golpeando mi garganta ( mi coño a esas alturas eres una cascada)

Papá: Joder estás chorreando ¿Te gusta la polla de tu viejo, eh?

Silvia: si ahhh siiii aggh( Marcos no me dejaba hablar)

Marcos: Calla y traga puta!

Marcos: Suegro agarré la por el cuello, que le encanta.

Papá: Joder noto tu polla en su garganta, joder que guarra eres hija.

Aún no sé porque, pero me sentía orgullosa de los comentarios de mi padre, eso hacia que mis caderas se movieran mas y mas rápido, cuando estábamos a punto de corrernos Marcos paró en seco.

Marcos: Shhhh no no, ahora probemos algo nuevo, algo que nunca has hecho….te vamos a follar los dos por el coño.

Silvia: ¡No! me va a doler.

Papá: Eso se puede hacer, no le haremos daño.

Marcos: Tu cállate (me dijo cogiéndome de la cara) y no se preocupe que no se rompe (le dijo a mi padre)

Marcos: Así que más vale que nos lubriques bien con la lengua, si no quieres que te duela.

Se pusieron al borde de la cama y yo de rodillas en el suelo y comencé a comerles las pollas. Primero les escupía en el capullo, y luego con mi lengua recogía mi propia saliva desde sus huevos hasta su capullo, así varias veces hasta tenerlas bien lubricadas. Mi padre entonces hizo algo inesperado, me cogió en volandas, me tumbo en la cama y puso su cara entre mis muslos, comenzó a besarme los muslos por dentro y fue subiendo lentamente hasta llegar a mi coño, donde me lo empezó a comer con ansía, mientras no parábamos de mirarnos a los ojos ( el morbo era indescriptible ) le cogí la cabeza y le acariciaba el pelo mientras me hacía una de las mejores comidas de coño de mi vida, estaba extasiada casi a punto de correrme, cuando Marcos nos paró de nuevo.

Marcos: Ahora ya estás lista, vamos zorrita, demuestra de lo que eres capaz.

Mi padre se tumbó en la cama, yo me tumbé sobre el y le cogí la polla metiéndome la de nuevo, Marcos se situó justo detrás de mí y comenzó a empujar su polla contra mi coño, hasta que logró meterme la punta de su polla, momento en el que grité de dolor parecía que me iban a partir, pero él no se detuvo y continuó empujando su polla hasta tenerla prácticamente entera metida dentro de mí, sentía las dos pollas luchar por hacerse hueco dentro de mí, yo no paraba de morderme el labio para aguantar el dolor.

Cuando por fin consiguió meterla entera, aguanto un minuto sin moverse para que mi interior se acostumbrará, poco a poco comenzaron a moverse resoplando los dos como si fuesen animales, mientras yo seguía mordiendo me el labio, para poder aguantar, hasta que al poco comencé a notar que el dolor daba paso a el placer, notaba aquella lucha de sus pollas por mi interior y era increíble, en cuanto comencé a gemir, fue como el pistoletazo de salida. Ya no tuvieron miramientos, comenzaron a penetrarme sin piedad, sentía calambres desde mi útero hasta mi estómago; Marcos me cogió del pelo y comenzó a tirar fuerte de el mientras bufaba, mi padre estaba fuera de sí, me cogió fuerte de mis pechos.

Papá: toma puta, tenía que haberte follado hace mucho ¡guarra!

Marcos: Toma, te vamos a reventar. (Mientras tiraba de mi pelo)

Silvia: aaaaaahhh, me vais a partir ahh

Mi coño comenzó a hacer sonidos de chapoteo, mientras aquellas dos pollas no paraban de follarme. Mi padre ya no pudo aguantar más y se corrió dentro de mí, notaba su semen caliente dentro de mí, mientras Marcos al notar el semen de mi padre dentro de mí, tampoco pudo aguantar y nos corrimos los dos a la vez.

Marcos: aaggh siiii ahh Siii tomaaaa

Silvia: aaaaah me corrooo ahhh.

Cuando me sacaron sus pollas, note como de mí salía una cascada de semen y mi coño super abierto. Nos quedamos los tres tumbados en la cama, mientras el semen de mi padre y Marcos me chorreaba por mis muslos hasta la cama.

Marcos: Cariño te has portado, pero ahora límpianos las pollas.

Papá: joder hija, esto engancha, ahora voy a necesitar de tí más a menudo. (Me dijo sonriendo)

Silvia: Claro papá y yo. (Le contesté mientras les limpiaba las pollas de semen y de mis fluidos).

Después de limpiarselas, nos acostamos los tres desnudos en la cama de mi padre y aunque hasta la mañana siguiente no hicimos nada más, durante la noche si estuvieron sobándome, de vez en cuando al menos que yo notará.( Yo me dormí pronto, porque estaba reventada).

Después de dormir junto a los dos hombres de mi vida, y de haber pasado una fantástica noche de sexo y morbo juntos, llegó la mañana.

Me desperté la primera, quizá por lo dolorida y mojada que me encontraba de la noche anterior.

Aún sentía rezumar el semen en mis orificios. Tanta fue la cantidad que me echaron en ellos que no se habían terminado de vaciar.

Me levanté como pude y con cuidado, para no despertarles.

Me metí en la ducha. Estaba toda pegajosa y sentía todavía arder mi coñito.

La doble penetración vaginal que mis dos hombres me habían regalado esa noche lo había dejado muy irritado, debido al grosor de sus pollas. Especialmente la de mi padre: ¡Joder, qué gran pollón!

Así, con ese sentimiento, comencé a lavarme.

Primero, los pechos, en los que encontré marcas de dedos, que no recordaba; mis pezones estaban colorados e hinchados de la atención que les habían dado, especialmente mordiscos y pellizcos.

Seguí por mi cintura, mis caderas y bajé hasta mi coño y mi culo.

La vagina y el culo merecen una atención especial.

Mi vagina estaba dolorida, además de irritada. Mi culo, puesta en pie, dejaba escapar una apreciable cantidad de semen, y es que las corridas que se vertieron en él fueron muy abundantes.

Comencé a lavarme la vagina con mucho cuidado, y sentí que aún tenía semen dentro de mí.

Puse la alcachofa de la ducha en chorro fino y lo dirigí al interior del coño, que mantenía abierto con los dedos de la otra mano. Pretendía limpiarme de semen por dentro, pero el impacto del chorro en el interior de mi coño produjo en mí un efecto inesperado: me estaba poniendo cachonda.

Orienté el chorro y apunté a mi clítoris, mientras con la otra mano, comencé a meterme dedos en el culo; primero fue uno, y luego fueron dos.

Los metía, y al sacarlos me los pasaba por la lengua. Aún podía saborear el semen que quedaba en él: me supo a gloria.

Mis dedos entraban y salían cada vez de manera más frenética, pero no era suficiente. ¡Necesitaba algo más que mis dedos! Lo ideal sería una buena polla. Pero ellos dormían aún.

Miré fuera de la ducha y ahí estaba lo que necesitaba: encontré un roll-on y una escobilla de baño.

Los cogí sin pensar, me tumbé en el plato de ducha y metí todo el mango de la escobilla, hasta el final, en el interior de mi culo. Acto seguido enterré el roll-on en mi coño y comencé a frotarme el clítoris con los dedos, a una velocidad frenética.

Estaba cachonda pérdida. Añoraba una buena polla en mi boca. La necesitaba. Era mi agujero libre.

Pero no podía parar de frotar mi clítoris, e introducir cada vez más rápido el roll-on en mi coño.

Hasta que no pude más y me corrí como una cerda salida, en un maravilloso orgasmo.

Terminé de ducharme, me sequé y me arreglé el pelo, recogiéndolo en una coleta. Me puse un tanga blanco y una bata corta de raso, sin nada más y me fui a hacer el desayuno.

Estaba preparando todo en la cocina, cuando vi aparecer a mi padre. Venía completamente desnudo.

-Buenos días, hija.

-Hola papá, ¿Has dormido?

-Como nunca, respondió, con una sonrisa de oreja a oreja.

Yo seguí haciendo el café y las tostadas, cuando sentí que mi padre se situó justo detrás de mí.

-¿Qué haces, papá? –yo notaba su polla, tiesa y dura, pegada a mi culo-.

-¿No lo notas, hija?

-Sí que la noto, como para no hacerlo, contesté con una sonrisa cómplice, no menor que la suya.

Aún me duraba la calentura de la ducha, así que comencé a mover mi culo para restregárselo por su polla.

-¡Joder que culo más cojonudo! Exclamó mi padre.

Intentó quitarme el tanga para metérmela, pero lo paré.

-shhhhh, tranquilo papá. Pero a cambio comencé a comerle la boca, a lo que respondió de inmediato.

Nuestras lenguas se enrollaban y nos besamos con desesperación.

Mi padre parecía un pulpo; no paraba de tocarme por todo el cuerpo, mientras yo le cogía de su pelo y no dejaba de besarle.

Me separé un poco y abrí mi bata para que cayera hasta la cadera, mientras mi padre estaba tratando de contenerse para no abalanzarse sobre mí.

Como recompensa por ser tan paciente, me puse de rodillas, coloqué su polla chorreante entre mis tetas, y comencé a hacerle con ellas una buena paja.

Mi padre estaba con los ojos cerrados. Resoplaba como si fuese a darle un infarto y me estaba poniendo las tetas chorreando, de la cantidad de pre semen que salía por su glande.

De repente mi padre cambio totalmente de actitud. Abrió los ojos, me miro y me dijo insolentemente.

-Ahora trágatela hasta el fondo. ¡Puta!, ¡más que puta!, gritando, fuera de sí.

Pillándome por sorpresa, tiró de mi pelo y me metió la polla hasta mi laringe. Me hizo muchísimo daño.

Una vez me la hube tragado hasta los huevos, mi padre comenzó a moverse de manera brusca y salvaje, sin importarle nada lo que me estaba haciendo sufrir.

Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas, que me escurrían por las mejillas y caían sobre mis tetas, a la vez que mi rostro debía mostrar todo el terror que tenía. Creía que mi padre acabaría reventándome la boca, que empezaba a notar desencajada.

Mis mandíbulas se me empezaban a agarrotar y sentía que me faltaba el aire para respirar. En esos momentos fui consciente de que yo no le preocupaba a mi padre en absoluto.

Mi padre estaba desencajado, congestionado, completamente fuera de sí, y verle de esa forma me estaba dando mucho miedo. Llegué a temer por mi integridad.

Los permanentes movimientos dentro/fuera de la polla de mi padre en mi boca, generaron que mi producción de saliva se multiplicase. No era capaz de controlarla y mi saliva, salía a raudales de mi boca junto con su pre semen, chorreaba por mi barbilla y caía sobre mis tetas, empapándolas.

Con cada embestida brutal de su polla, los testículos de mi padre golpeaban mi barbilla, a la vez que su polla seguía creciendo, pareciendo que quería llegar con ella hasta alcanzar mi estómago.

-¡Toma! ¡Toma! Y ¡Toma!, seguía gritando. Trágate la polla de tu padre, pequeña zorra. ¡Grandísima puta!

-Saca tu sucia lengua, cerda asquerosa, y lame con ella mis cojones mientras te follo.

Obedecí sin rechistar, no solo por la forma en que me lo ordenó, totalmente enfurecido, sino porque yo me había puesto tan cachonda que solo deseaba que aquello no terminase nunca.

Estaba completamente ida.

Que mi padre me tratase de esa forma tan grosera, llamándome puta, me excitaba de tal manera que solo deseaba que me follase la garganta hasta que me tragase también los huevos.

Cuando estuvo a punto de correrse, me sacó la polla de la garganta y me levantó del suelo, tirando bruscamente de mi pelo.

Dios; ¡que dolor! Por un momento pensé que me arrancaría la cabellera.

Yo estaba mareada; el poco oxígeno que había podido tragar con su polla dentro de mi garganta me pasaba factura.

Abría la boca, desesperada, buscando aire con ansia.

Al abrirla un torrente de babas apenas contenidas en la boca cayó sobre mis tetas, se deslizó por mi vientre y fue a parar al puto suelo.

Estás más colorada que un tomate, puta, más que puta. Bramó mi padre.

¡Prepárate, puta zorra! Aún no he terminado contigo.

Sin soltarme el pelo, me obligó a poner las manos sobre la encimera, mientras con la otra mano me bajó me el tanga hasta los muslos.

-¡Perra! Estás salida. Mira esto; tienes el tanga chorreando. ¿Te pone cachonda, que tu padre te trate así? ¿Eh? Dilo, golfa, dilo. Quiero oír como me lo dices.

-Si papá; me pone muy cachonda que me trates como a una puta, dije sin vacilar.

-No te he oído, cerda. Vamos, pedazo de puta. Dilo bien alto. ¡Que lo oigan también los vecinos! ¡Que se enteren que mi hija es la más puta de todas las zorras!

¡¡¡Sííí, papa; me pone cachondísima que me trates como lo que soy!!! ¡¡Soy una puta zorra, cerda y guarra!! ¡¡¡Y me gusta serlo!!!

Me escupió entonces en el ano, y comenzó a meter primero un dedo, luego dos, tres, hasta cuatro dedos llegó a meter en mi culo, dilatado por el mango del cepillo con el que me acababa de correr en el baño.

Sentir sus dedos dentro me transportó otra vez al mundo del goce sexual más intenso.

Restregó su polla por mi culo, primero lentamente, como saboreando el momento. Yo estaba deseosa de que me destrozara, mi ano palpitaba y mi coño ardía de deseo.

Cogió su polla y empujó… metiendo primero el capullo, y luego centímetro a centímetro, hasta que sus huevos toparon con mi coño.

Volvió a sacarla, para meterla, esta vez sí, tal como yo la deseaba: de golpe hasta los huevos.

-Aaaaaaah. Exclamé de dolor.

-¡¡Otra vez!! ¡¡¡Métemela así otra vez!!! ¡¡¡Cabrón; quiero que me destroces el culo!!! ¡¡¡Así!!! ¡¡¡Así!!! ¡¡¡Asííííí!!! Grité una y otra vez, hasta casi enronquecer, con cada una de sus salvajes embestidas.

-Toma la polla de tu padre ¡Zorra! ¡¡Tómala!!

Continuó con un frenético ritmo, cogiéndome fuerte de mi cintura, de la forma más brutal que nunca nadie hasta entonces me la había metido por el culo. Y mira que mi culo conocía ya unas cuantas pollas.

Sentía cada embestida, cada centímetro dentro de mí, como si una barra al rojo me estuviera taladrando.

Mi culo debía estar ya irritadísimo y cada desplazamiento de su enorme polla en mi interior me hacía ver las estrellas.

Pero yo estaba poseída por un frenesí tal, que no cesaba de pedirle que siguiera con esa tortura.

-¡¡Me estás destrozando, papá!! ¡¡Pero no pares!! ¡¡¡Esto es la gloria!!! ¡¡¡¡Que placer!!! ¡¡¡Esto es la hostiiiiiiaaaaa!!!

Por parte de mi padre no había ya nada de cariño. Era puro sexo en su forma más salvaje. Hacía un buen rato que yo ya no era su hijita: era su jodida puta… y sentirme así, a mí me gustaba.

En un momento dado miré hacia la puerta, y vi a Marcos haciéndose una paja, mientras mi padre me follaba por el culo sin piedad.

Mi padre también lo vio, cosa que hizo que aumentara aún más el ritmo.

Yo estaba muy mojada. Tanto, que los flujos de mi coño me chorreaban a lo largo de las piernas de lo cachonda que estaba, llegando al suelo. Mi coño era una fuente que no cesaba de lanzar chorros y chorros de fluidos.

Porque no es que yo tuviera un orgasmo. Lo que tenía era una sucesión de ellos que se encadenaban unos a otros. Hacía un ratito que yo vivía en un orgasmo permanente.

-Me corro, aaaaah me corro. Dijo mi padre mientras lanzaba disparos de semen en lo más profundo de mis intestinos.

- ¡¡¡Ahhhh síííííííí!!! Me corrí yo también, en otro orgasmo que fue la culminación de todos los que había tenido antes.

Mi padre sacó su polla de mi culo, cayendo al suelo una gran cantidad de semen.

Yo caí de rodillas con mi tanga a media pierna y la bata enrollada en mis caderas, completamente desmadejada y convulsa.

Ahora, el Marcos más guarro que yo recordaba, me obligó a limpiar el suelo de la cocina del semen de mi padre.

-¡Puta! No te quedes así. Enséñale a tu padre lo buena sumisa que eres. Limpia el suelo y recoge con la lengua todo el semen de tu padre. Y sin que quede una sola gota. ¿Lo has oído bien, puta cerda?

-Sí, mi Amo. No quedará ni una sola gota. Su semen es un néctar para mí.

Acto seguido comencé a lamer el semen de mi padre, que había formado un pequeño charquito en el suelo.

-¡¡Cerda!! Rugió Marcos. También tus putos flujos. ¡Quiero el suelo de la cocina reluciente!

Arrodillada, a cuatro patas, seguí lamiendo el suelo hasta que no quedo sobre él una sola gota que procediera de nuestros órganos sexuales.

Entonces me di cuenta de que mi verdadera vocación eran dos:

Ser una completa y total sumisa a todo lo que mi Amo, Marcos, me quisiera ordenar;

Y una guarra y asquerosa puta que disfrutaba metiéndose las pollas en cualquiera de mis agujeros. Y cuantas más y más gordas, mejor.

Ser tratada así es lo que me pone tan cachonda, que cada vez quisiera que fueran más hombres y más pollas las que me regalaran su semen.

Marcos cogió una taza llena de café y me la dio, para que la sujetará enfrente de mi boca, mientras el terminaba de pajearse frente a mi cara.

-Abre bien la boca, jodida puta sumisa, que me voy a correr, exclamó.

Apenas unos segundos después se corrió sobre mí.

Me lleno la cara, la boca y el pelo de semen, y, por supuesto, la taza de café.

Después de esto, Marcos me obligó a tomarme ese mismo café, con su corrida.

Mi padre estaba extasiado, contemplando la degradación a que yo había llegado. Sonreía satisfecho.

-Vamos putita, tomate el café con leche, ordenó Marcos.

-Sí, mi Amo.

Así lo hice, de un solo trago y sin respirar.

En mi vida había probado un café tan amargo.

Me sentí humillada y eso, no sé porque, me gustó y me llenó de alegría.


Deseé que, a partir de entonces, tanto Marcos cómo mi padre, me trataran siempre así.

Sentirme mancillada, vejada, humillada, degradada por ellos me satisfacía. Yo era muy feliz.

PD: Espero continuar así mucho tiempo. No sé qué sorpresas me tienen preparadas, pero con la mente tan perversa que tienen, seguro que me gustarán.

Pero yo también diría que soy tan perversa como ellos. O quizá mucho más. Veremos.
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Relato Erótico : La putita del edificio

Relato Erótico : La putita del edificio

Cuando me acababa de divorciar, mi hijo y yo nos mudamos a un edificio en una zona no tan bonita de la ciudad, pero pues ni modo, para eso nos alcanzaba y eso encontramos. Al momento de mudarme yo salía con alguien, de hecho éramos amantes, pero poco después de haberme separado/divorciado, terminamos. Qué raro, verdad? Algunos de mis vecinos se dieron cuenta de que ya no recibía visitas de mi novio y entonces comenzaron a insinuárseme y pues ya que no era una zona muy bonita, sería muy útil tener amigos que me cuidaran. Aunque la verdad, como verán a continuación, mis travesuras empezaron un poquito antes.

A las pocas semanas de haberme mudado –y la verdad cuando aún tenía novio- era un fin de semana en que mi hijo se iría todo el fin con su papá, de hecho desde el viernes, así que yo aprovecharía para acabar de arreglar el departamento; ya ven que a veces una tarda en desempacar y arreglar todo. Bueno, total que dejé a mi hijo en la escuela y al regresar me encontré a uno de mis vecinos arreglando su coche; se llamaba José y por lo que sabía siempre estaba por el barrio y su esposa trabajaba todo el día.

Pepe – Hola, vecina, buenos días!

Yo – Hola, vecino! Qué madrugador!

Pepe – Pues es que llevé a mi esposa al trabajo y pues ya me quedé revisando unas cositas al carro. Cuando quiera le reviso su motor, soy bueno para meterles mano –la verdad en ese momento no sabía si me hablaba en doble sentido o qué-.

Yo – Ah, muchas gracias, qué amable, vecino.

Pepe – Oiga, y ya se instaló? Qué le parece el barrio?

Yo – Pues justo este fin acabo de instalarme, voy a aprovechar que mi hijo se va todo el fin con su papá para ya terminar. También quiero checar unas cosas de plomería, yo creo que lo voy a decir a unos de mis hermanos que venga o usted sabe de un plomero por aquí?

Pepe – No, pues yo; si quiere yo reviso su plomería, vecina.

Yo – A poco también le sabe?

Pepe – Claro! Para qué andar pagando esas pendejadas?!

Yo – Jajajaja o sea que no me va a cobrar?

Pepe – No, claro que no, bueno, ya si me quiere invitar un taco o unas cervezas, pues no me voy a negar.

Yo – No, pues me parece muy justo. A qué hora lo veo?

Pepe – Usted dígame, vecina.

Yo – Deme una hora, le parece?

Pepe – Como usted diga.

Al cabo de una hora o un poco más, llegó el vecino, yo estaba en pants y una playera delgadita, ya saben look para trabajar en casa. Le ofrecí algo de tomar, pero no aceptó y enseguida se puso a revisar el baño. Estuvo ahí un buen rato, entonces mientras yo estaba en la cocina él llegó a revisar el fregadero, para pasar al cuarto de lavado tenía que pasar casi encima de él, incluso al lavar unas cosas –cosa que él me pidió- estaba parada encima de él y sentí su mirada en mi, más cuando me puse a limpiar la barra que estaba frente al fregadero; sentía su mirada clavada en mis nalgas. Eso me inquietó un poco, debo confesar. Al terminar, después de la una de la tarde, me dijo que ya se retiraba, pero le dije que por qué no pedíamos unas tortas para comer, él me dijo que le encantaban las tortas y se ofreció a ir por ellas. Con mucha pena acepté y le di dinero. Al volver, además de las tortas había comprado unas cervezas, y pues no sentamos en la sala a comer y tomarnos las cervezas. Después de la segunda cerveza, me preguntó que, deberíamos tomarnos un tequila.

Yo – Y eso por qué, vecino?

Pepe – Pues para darle su bienvenida, vecina. Además hay que celebrar que llegó una vecina muy guapa, oiga.

Yo – Ay, gracias, qué amable.

Pepe – Deje voy por uno a mi casa.

Yo – Bueno, yo mientras recojo todo esto.

Pepe – Deje, vecina, ahorita le ayudo a recoger.

Yo – Bueno, aquí lo espero –en lo que iba por el tequila yo fui al baño y mientras orinaba comenzaba a excitarme pensando en la sugerente de la situación; Pepe no me atraía, era un tipo cercano a los 50 años, varios kilos de más, no muy alto, pero se veía que era un cabrón, y me calentaba que un tipo así, además sudoroso y todo, me cogiera, tenía como dos semanas sin sexo y me pongo muy hot cuando se acerca mi período y sin estoy con unas copas encima, pues mucho más, entonces simplemente decidí quitarme el brassiere para que se notaran más mis tetas-.

Pepe – Listo, vecina, tienes unos caballitos por ahí? –se le fueron los ojos al verme sin brassiere y ver cómo se notaban mis pezones-.

Yo – Claro –fui a la cocina a sacar unos caballitos de la alacena, enseguida sentí cómo su mirada se clavó en mis nalgas, yo me tardé un poquito más de lo normal para darle un taco de ojo y después llevé los caballitos a la sala- listo, vecino.

Pepe – Eso, vecina; buenas las tortas, verdad? –dijo mientras servía los tequilas-.

Yo – Sí, oiga; no me sirva mucho porque se me sube…de por sí ya como que se me subieron las chelas.

Pepe – Uno, nomás.

Brindamos y me convenció para tomarme otros dos tequilas y otra cerveza; aunque ya no me terminé el tercer tequila. Estuvimos platicando de tontería y media y me estuvo chismoseando de cosas del edificio: peleas, divorcios, infidelidades…en fin. Durante la plática me di cuenta cómo se asomaba para poder ver mis tetas debajo de mi holgada playera o me veía las nalgas o la entrepierna, para ver si se me marcaba la conchita. Cuando estaba ya en el tercer tequila, fui al baño a orinar por enésima vez, cuando estaba por salir, estaba lavándome las manos –algo mareada, la verdad- cuando Pepe entró al baño.

Yo – Ya voy a…-no me dejó terminar de hablar, mi vecino se me embarró por atrás, enseguida sentí su bulto duro en mis nalgas- que hace, vecino?

Pepe – No te hagas, vecinita, que andas igual de caliente que yo –me besaba los hombros, trataba de bajarme la blusa, me agarraba de la cintura y subió a mis tetas, agarrándomelas bruscamente-.

Yo – No, espere… -yo falsamente trataba de zafarme-.

Pepe – Bien que andas con ganas de una buena cogida, vecina…se me hace que desde la mañana andas ganosa…como sabes que los dos tenemos todo el día…querías que alguien viniera a darte, verdad?

Yo – No, vecino…espere…por favor…

Pepe – Ah, no? Entonces por qué esa playerita que se transparenta todo, vecinita? Y ese pants con que se te nota tu calzoncito? Además te quitaste el brassiere hace rato. Me has puesto las nalgas todo el tiempo, vecinita…andas cachonda, quieres verga –en ese momento sentí cómo se verga palpitó en mis nalgas- no digas que no se te antoja una buena cogida –la verdad estaba súper hot- ya sentiste cómo me tienes, vecinita? Te va a gustar, además tenemos tiempo, mami.

Yo – Y si viene mi novio?

Pepe – Ese güey viene hasta la noche…además ya casi ni viene…-me embarraba rítmicamente su verga en mis nalgas; yo ya no aguantaba la calentura, además tenía razón, mi novia estaba dejando de venir, así que sin más decidí coger con mi vecino. Me había puesto súper hot lo que me dijo y más al sentir su dura verga en mis nalgas, entonces me di la vuelta, me hinqué, le abrí el pantalón, se lo bajé, también sus calzones y le agarré la verga, olía a sudor, a sexo, entonces empecé a mamársela a ese gordo sudoroso de mi vecino; me hubiera encantado tener una cámara para ver una y otra vez lo puta que me puse con ese gordo sudoroso.

Yo – Mmmmmmmmmm…mmmmmmmmmmmm…-sabía amarga su verga, pero no me importó eso ni el sabor saladito del sudor, igual me puse a mamársela hincada en mi baño- mmmmmmmmmmm…qué rica vergota, vecino…mmmmmmmm…

Pepe – Ya ve cómo si andaba caliente, vecina…eso, mámeme la verga, vecinita…ay, qué rico, pinche vecina…se la devora.

Yo – Mmmmmmmmm…mmmmmmmmmm…mmmmmmmmm –volteaba a verlo mientras le mamaba su verga venosa y peluda, a mi me gusta que se recorten el vello también, pero no me importaba nada, sólo quería mamársela- mmmmmmm…-él se sentó en el wc y me dijo que se la siguiera mamando-.

Pepe – Inclínate, mami, quiero verte las nalgas mientras me la mamas.

Yo – Mmmmmm…-se la agarré, la lamí todita, desde abajo hasta la puntita, le lamí y le chupé lo güevos, luego se la volví a mamar- mmmmmmmmmm…mmmmmmmmm…

Pepe – Ay, no mames…usted sí sabe, vecina…eres una golosa, mami…-después de unos minutos me puse de pie quitándome mis pants, me paré frente a él sólo con mi playerita y mis calzoncitos-.

Yo – Te gusta?

Pepe – Me encanta…está re buena, vecina –me dijo acariciándome las piernas y la cadera, entonces me agarró de la cadera tocándome las nalgas con sus gordos dedos y me volteó contra la pared, me subió la playera para ver mejor mi nalgas y me dio una nalgada con su mano pesada, me dolió, pero me gustó-.

Yo – Ay! –entonces se inclinó y empezó a comerme mi colita, me lamió las nalgas, las mordisqueó, las babeó y escupió en mi culito y mi conchita- mmm…qué rico…

Pepe – Vente, mami…siéntate en mi verga, entiérratela –me jaló hacia él, que seguía sentado en el wc y me senté en su verga dándole la espalda-.

Yo – Ay, papi, qué rica la tienes! –me abrazó agarrándome las tetas-.

Pepe – Estás re buena, cabrona! –me inclinó hacia delante para verme mejor las nalgas y cómo me estaba ensartando, yo me movía en círculos y de atrás hacia delante para calentarlo más- así muévete, mami…uy, qué culo!

Yo – Te gusta, papi? Te gusta mi culo?

Pepe – Está riquísimo, vecinita…no mames, así me lo imaginé.

Yo – Y te gusta cómo cojo?

Pepe – Un chingo…se ve que es bien güila, vecina –después de unos minutos así, me di la vuelta para montarlo de frente, me quité mi calzoncito; me senté sobre su verga de nuevo, me entró delicioso, yo estaba empapada; él me quitó la playera y mis tetas estaban frente a su cara- qué ricas tetas tiene, vecina.

Yo – Cómemelas…son suyas, vecino –le agarré la cabeza y lo llevé a mis tetas, empezó a lamerlas y chuparme los pezones- mmm…qué rico…eso me prende un chingo -la verdad es que a los pocos minutos me vine- ay, papi…así, así, síguele…me voy a venir…chúpame las tetas…mmmmmmmmm…cógeme, métemela…ay, así…-él me agarraba de las nalgas y me jalaba hacia él para que entrara más su verga en mi conchita- así, así…mmmmmm…mmmmmmmm…

Pepe – Mmmmmm..vente, mami…vente, putita…ándale…mmmmmmmmm…

Yo – Aaaaaahhhhhh…mmmmmmmm…sí, sí…ay, qué rico…-entonces, sin sacármela me cargó y empezó a caminar hacia fuera del baño-.

Pepe – Ahora vamos a donde te coge tu novio, putita…te voy a dar verga en la cama en donde se las das a tu noviecito…ese que va a venir al rato a cogerte.

Yo – Me vas a seguir cogiendo, papi?

Pepe – A güevo, vecinita…ya vi lo puta que eres…-me puso en la cama y se acostó sobre mi de misionero y empezó a bombearme-.

Yo – Espérate…ay, cabrón! –fue brusca la embestida de su verga- me entró hasta el fondo…ay, no mames –se incorporó para verme mientras me cogía-.

Pepe – Así te gusta, verdad cabrona? Que te cojan duro, que te la metan hasta adentro, verdad? –sus embestidas eran duras y ricas, nunca me habían cogido así-.

Yo – Ay! Sí, papi…así…así me gusta que me cojan –mis tetas se bamboleaban-.

Pepe – Te gusta andar de puta, verdad, vecinita…que te anden cogiendo, golfa.

Yo – Sí, papi…me gusta andar de puta…ay, qué rico me coges, cabrón, no mames!

Pepe – Cogías con puro riquillo pendejo, ahora vas a ver lo que es bueno, putita.

Yo – Ay, sí, papi…cógeme rico…dame más…métemela toda….-entonces me puso de perrito viendo hacia el espejo de mi cuarto, me golpeteó las nalgas con su verga, luego me metió la puntita y la sacó un par de veces, entonces me la metió de un empujón- ay, cabrón! Puta, no mames, qué rica la tienes!

Pepe – Te encanta la verga, verdad, perrita?

Yo – Sí, papi, me encanta la verga…ay, qué rico! –me bombeaba delicioso-.

Pepe – Mira la cara de puta que pones mientras te la meto –en efecto, al verme al espejo vi la carita de putita viciosa de verga que tenía en ese momento; me calentó mucho ver mi cara y cómo se movían ms tetas mientras me embestía mi vecino, eso hizo que tuviera mi segundo orgasmo en poco minutos- te veniste otra vez, verdad putita?

Yo – Sí, papi…

Pepe – Ahora voy yo, cabrona –aceleró sus embestidas, me dijo que me inclinara un poco- qué pinche culote tan rico tienes, puta…mira nada más…-sentí cómo su verga se hinchaba adentro de mi, palpitaba, entonces empecé a apretársela con mi conchita- ay, qué rico aprietas, cabrona.

Yo – Te gusta, papi? Así te la ordeño?

Pepe – Así, puta, sácame los mecos…sácamelos, ándale.

Yo – Sí, papi, échamelos…dámelos…

Pepe – Los quieres, vecinita puta?

Yo – Sí, papi…vente…vente…

Pepe – En dónde los quieres, cerda?

Yo – En mis nalgas, papi…en mi culito…échamelos en mi culo.

Pepe – Ahí te van, putita…ay, ahí van –entonces me la sacó y sentí cómo me echaba chorros de semen en mis nalgas y en la entrada de mi culito, sentí riquísimo cómo me llenaba de su caliente semen…y fue mucho lo que me echó- aaaaaaaahhhhhhh.

Yo – Ay, qué rico, papi, qué rico…sí, vente, vente, échamelos, échamelos…mmmmm…

Pepe – Ay, no mames, qué rico….aaaaahhhhh…qué rico llenarte el culo de leche.

Yo – Ay, sí, qué rico!! –después me la metió un par de veces más- embárramelos –entonces me los embarró con su verga en todas mis nalgas-.

Nos quedamos acostados un buen rato, incluso dormimos un poquito, pero antes de que se fuera, le regalé una mamadita en mi cama. Así empecé a ser la putita del edificio.
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Relato Erótico : Ahijada puta

Relato Erótico : Ahijada puta

No podía seguir conduciendo, paré en aquel hotel a relajarme antes de llegar a casa y mi relax se convirtió en algo increíble.
Después de un viaje de trabajo bastante duro y tormentoso decidí parar en un hotel de carretera, muy cercano a mi destino, pero la verdad es que estaba realmente cansado, tanto a nivel físico como mental y a pesar de estar tan solo a cien kilómetros de casa, no me veía con fuerzas de seguir conduciendo.

Reservé una habitación en ese hotelito y tras una relajante ducha, me dispuse a ojear el periódico que me habían prestado en recepción. Después de ver los resultados deportivos, cosa que suelo mirar principalmente, llegué a las páginas de contactos. La verdad es que siempre me han resultado graciosos esos anuncios de la sección de relax del periódico, algunos me resultan cómicos, otros raros, algunos efectivamente seductores. Precisamente me detuve en uno que me atrajo más de lo normal.

La foto de una chica rubia con la cara pixelada, pero con un endiablado cuerpo, que cubría con un minibikini y unas botas altas de tacón. La foto impactaba desde luego, pero el texto también.

“Joven rubita, ojos verdes, de 18, la que siempre has estado buscando. Ahora tienes la oportunidad de probarme y a cambio recibirás todo el placer que no has conocido nunca. Te lo prometo. Comprúebalo y verás. No te arrepentirás”

Debajo aparecía su número de teléfono. Me sonreí a mí mismo al ver ese anuncio que parecía dirigido exclusivamente a mí. Lo cierto es que con esa foto y ese mensaje la polla se me puso dura bajo la toalla que llevaba sobre mi cuerpo recién duchado. Me puse a jugar con el móvil en la mano como si marcase realmente el número que aparecía en el anuncio, pero cuando quise darme cuenta apareció el símbolo de llamada y a los pocos segundos una voz que contestaba al otro lado de la línea. ¡Joder, le dí sin querer al botón!

¿Hola? ¿Necesitas compañía? - se oía en el teléfono un susurro de voz juvenil seductora.
Me quedé bastante bloqueado, pues fue algo que salió accidentalmente, no pretendía marcar nada, tan solo estaba jugando a hacerlo y estuve a punto de colgar a la chica que me hablaba al otro lado, sin embargo su voz tan sugerente me cautivaba y no pude evitar seguir la conversación para oirla de nuevo.

No, creo que no, solo marqué, perdona. - dije algo nervioso.
Me parece que estas solo y que necesitas unos mimitos - añadió la chica con esa voz que arrullaba.
No, yo no… - contestaba yo en voz baja también.
Scchhhhsss… Soy tu chica.
De verdad, ha sido un accidente con el teléfono, no quise marcar.
Creo que el destino nos ha unido y tu mano ha hecho el resto. - añadió.
No, perdona, yo normalmente no…
¿No quieres probar a una rubia cachonda de 18?
Es que yo… estoy casado…
Será un secreto entre tú y yo. Soy una nena muy buena. Mira, creo que estás solo y necesitas un poco de compañía después de un día duro. ¿No es verdad?
Sí… pero no...pues es que yo nunca…
Nunca has estado con una putita.
No.
Entonces yo soy tu nena, no vas a encontrar otra como yo, te lo prometo. - aseguraba la chica con el susurro atrayente de su voz.
No creo que sea buena idea - esto último lo dije apretando mi polla que no paraba de endurecerse bajo la toalla hasta casi querer reventar. Mi mente no dirigía la operación, sino mi verga que estaba encantada con la suave voz encandiladora que me hablaba desde el otro lado de la línea.
Sé que te gustan las chicas jovencitas y yo lo soy. Podríamos pasar un rato inolvidable. Soy rubia, con dos tetas bien puestas y redondas, una cinturita estrecha, unas caderas que se mueven de alucinar y un chochito estrecho y caliente dispuesto a engullir esa polla que crece por ahí abajo.
Joder, la chavala parecía estar viéndome y yo estaba muy cachondo con su provocadora voz y sus más que atrayentes palabras.

¿Te gustaría correrte en mis tetas? ¿En mi cara? ¿Que te haga una mamada única?
Sí, pero no creo que…
Ssschhhhsss…. y follando te juro que soy una de las mejores. Todos dicen que soy única follando.
¿Cuantos años tienes?
Dieciocho recién cumplidos. Con un chochito rico. No veas como lo muevo. Atraparía tu polla hasta vaciarte.
Ufff, yo… - casi no podía contestar, entre nervioso, aturdido y excitado.
Vamos amorcito, rompe con todo y echa esa canita al aire que siempre has soñado, verás como nadie se entera y vivirás algo increíble con la chica de tus sueños.
¿Y cuanto me costaría? - dije de pronto.
¿Ves? Ya estamos entendiéndonos y predestinados a estar juntos, lo sabía. Mi tarifa depende de lo que tú quieras hacer y del tiempo que necesites estar a mi lado. Te advierto que es fácil enamorarse de mí. - añadió.
Joder la chavala no tenía abuela, pero el caso es que con esa voz y sí realmente era la chica de la foto que tenía ante mis ojos, no debía mentir precisamente.

Estoy de paso… en un hotel. ¿Una hora cuanto me costaría? - dije sin pensarlo dos veces.
Lo cierto es que ni yo mismo me creía estar diciendo eso con una prostituta que se me estaba vendiendo de forma magistral.

Por una hora te puedo hacer un precio especial. ¿Te gustaría un completo?
¿En qué consiste?
Pues una buena mamada hasta el final y luego un polvete. Si sigues con fuerzas, te dejaría usar mi culito. Todo 300.
¿300? Ufff, es un poco elevado para mí.
Te aseguro que es barato y te prometo que disfrutarás muchísimo.
Es que son 300 por una hora. Creo que no...
Está incluído el desplazamiento hasta tu hotel. No tendrás que salir de ahí.
No sé.
Mira, hacemos una cosa. Yo me presento ante tí, me apruebas… me pruebas y decides qué cosas quieres que te haga. Por ejemplo: una mamada 100. Luego tu decides si quieres más. ¿Qué te parece?
Aquella dulce voz de la chica me tenía torturado y muy excitado, para entonces mi polla estaba en toda su plenitud y tampoco parecía querer rendirse.

¿Cómo te llamas? - le pregunté.
Rebeca.
Esta bien Rebeca. ¿Puedes venir a mi hotel entonces? Pero resulta que aquí no tengo dinero.
Tranquilo, ¿Tienes tarjeta?
Sí.
Sin problema, entonces. Dame tu dirección.
Hotel Miramar. Habitación 312
Perfecto. Ahora mismo te veo
Nada más colgar me quedé bastante angustiado. Por un lado me parecía raro hacer algo así, pues nunca había acudido a los servicios de una profesional y ahora había cerrado un trato con una puta en apenas dos minutos. ¿Cómo había logrado convencerme?

La espera se me hizo larga, joder, me estaba poniendo nervioso, como un chiquillo en su primera cita. Hacía casi diez minutos que había hablado con Rebeca, pero me parecía una eternidad y todavía no daba señales de vida. Por un momento me sentí aliviado, pues casi era mejor no seguir con esto y olvidarlo como una anécdota antes de tener que arrepentirme y tener que dar excusas y explicaciones por un tonto desliz.

En ese momento sonó la puerta de la habitación, alguien llamaba con sus nudillos. Tragué saliva y no me había dado cuenta que todavía tenía la toalla por mi cintura. Pensé en vestirme a toda prisa, pero luego pensé en lo absurdo en que me comportaba. Ella era una puta dispuesta a hacer su trabajo y seguramente la ropa volaría en menos de lo que canta un gallo. Me acerqué a la puerta.

¿Quién es? - pregunté lo obvio esperando respuesta al otro lado de la puerta.
Soy Rebeca.
Miré por la mirilla y la tenue luz no me dejaba mucho que ver, pero sí que era una chica rubia ataviada con una gabardina cubriendo algo que debajo seguramente me maravillaría. La chavala había sido discreta para venir al hotel, como tiene que ser…. ¡toda una profesional!

Al abrir la puerta, lo hice lentamente dispuesto a saber de una vez por todas si me iba a sorprender su visión tanto como lo hizo su voz, pero cuando ambos cruzamos nuestras miradas nos quedamos petrificados. El tiempo se detuvo y creo que todo dio vueltas, porque sentí cierto mareo. Mis músculos no respondían, tan solo mi voz en casi un grito:

¡Laura!
¡Ramón! - contestó ella con la misma cara de sorpresa,
Intenté convencerme a mí mismo de que no era ella, que era tan solo una alucinación o algo parecido, pero la chica volvió a mirarme con sus ojazos verdes:

¿Ramón? ¿Qué haces aquí?
Miré de arriba a abajo y salí de dudas con espejismos y alucinaciones. Se trataba de Laura, mi ahijada, la hija de Fernando, uno de mis mejores amigos, bueno, para ser exactos: ¡mi mejor amigo!

Y estaba allí cubriéndose con sus manos sobre su gabardina como si quisiera desaparecer en ese preciso momento.

¡Laura! ¿Que haces tú aquíi? - fui yo el que inquirió su presencia con un tono de enfado.
Ella miró mi pecho desnudo y mi toalla que cubría desde mi cintura hasta por encima de mis rodillas.

Soy tu chica… soy Rebeca. - añadió.
¡Joder! ¿Cómo? ¡No puede ser! - contesté medio gritando.
Ella no contestó, permanecimos quietos, observándonos mutuamente y sin pronunciar ni una palabra más, intentando asimilar ese encuentro entre ambos tan extraño.

Mejor paso, ¿vale? - dijo ella de pronto apartando mi mano del quicio de la puerta, sin derecho a réplica, colándose a continuación dentro de mi habitación.
Se sentó en la cama y bajó su cabeza avergonzada, sin duda los dos estábamos bastante impactados o más bien desconcertados.

Pero Laura, hija… ¿Tú eres Rebeca?, No puede ser. - intentaba poner cordura yo en todo aquello.
Sí… - contestó sin dejar de mirar al suelo.
No reconocí tu voz al teléfono.
Yo tampoco la tuya, aunque me sonaba algo. ¿Por qué estás aquí? - preguntó mirándome con sus ojazos verdes.
Estoy de viaje de negocios y paré a descansar.
Estoy flipada.
Pero Laura, ¿Tú?
¿Yo qué?
¿Eres…?
¿Una puta? - Lo dijo levantando una de sus cejas esperando mi reprobación.
Sí, eso… ¿Lo eres realmente, hija?
Sí, pero yo prefiero decir que soy una simpática acompañante…
No me lo podía creer, estaba alucinado, mi pequeña Laura, la que vi crecer, aquella que cuidé como una hija era ahora, una mujer, pero además de muy mujer, resultaba ser una puta, por mucho que ella intentase cambiarle el nombre, algo que yo no podía ni quería encajar.

Esto no puede ser Laura. Tu padre te mata.
¿Mi padre?, ¿Qué tiene que ver ahora mi padre? - preguntó.
Joder, sí, cuando se entere, ¿No te das cuenta?
¿Enterarse?, ¿De qué? - decía ella sin dejar de mirarme con sus ojos abiertos como platos.
Joder Laura, eres una... ¡puta!. No sé si te mata él a tí o le matas tú a él de un infarto cuando lo sepa.
Ella tardó en contestar, aun mantenía sus manos en su regazo y estaba muy apurada por la situación.

¿Y por qué tiene que enterarse?, dime. - preguntó de nuevo más seria.
¡Joder Laura!
No, en serio, Ramón, ¿Por qué se va a enterar?. - dijo ella poniéndose de pie frente a mí.
Hasta entonces no me había dado cuenta de que debía llevar unos largos tacones pues era casi de mi altura. Nuestros ojos estaban al mismo nivel. Qué guapa estaba, con aquel cabello rubio medio ondulado, sus ojos verdes muy resaltados con el rimel, esa nariz tan divina y sus labios rojos perfilados en una boca perfecta. Laura siempre me atrajo, pero esa noche me estaba volviendo loco, no podía evitar desearla como un animal.

¿No pensarás que me calle esto, Laura? - dije de pronto observando detenidamente esa preciosa cara que me atraía poderosamente.
Te digo que no tiene por qué saberlo. - comentó ella apoyando al mismo tiempo la palma de su mano sobre mi pecho desnudo.
No sé lo que sentí en ese momento, pero la ternura de su voz, el roce de su piel sobre mi cuerpo y mi cabeza dando vueltas no me permitían pensar con claridad y mucho menos con racionalidad.

Hagamos un trato. - añadió ella viendo mi turbación.
¿Un trato? - contesté confundido sin dejar de observar su mano contra mi pecho.
Sí... tú no le dices nada a papá y yo tampoco le diré que has llamado a una puta.
Su sonrisa sonaba a victoria, sabiendo que ese trato era más bien un chantaje de tomo y lomo.

No puede ser, Laura, hija - dije soltando su mano y sosteniéndola entre las mías intentando poner un tono paternalista.
¿Por qué no?
Yo no puedo callarme esto. Soy tu padrino…
Pero entonces, Ramón… los dos saldremos perdiendo. - dijo ella con cierto nerviosismo en su voz, en una señal que me parecía cercana al llanto.
Esto que haces no es normal, hija. Estoy alucinado.
¿Y tú?
Yo no he hecho nada, Laura.
¿No has llamado a una puta para follártela?
Joder Laura, basta ya. No podía imaginar que fueras tú y esto aunque me cueste el mayor de los disgustos, no podré callármelo, eres como mi hija.
No lo soy, padrino. - contestó ella acariciando con su pulgar el dorso de mi mano.
Como si lo fueras, eres de la edad de mi hija, sois grandes amigas desde niñas, casi como hermanas. Yo te vi nacer, te vi crecer, para mí has sido eso, una hija más.
Y también me has visto como una mujer… - dijo con una leve sonrisa acercando su cara a pocos centímetros de la mía.
Claro y muy guapa, siempre me lo has parecido… pero esa admiración es...
Siempre te he gustado. Lo sé.- me cortó ella.
Laura Por Dios…
¿Acaso no es verdad? Sé como me has mirado siempre, más aún desde que me crecieron las tetas, y sé que mis piernas y mi culo te vuelven loco… Te gusto, lo sé.
Laura…no. ¡Para!
Y tú a mí. - dijo de pronto mordiéndose el labio inferior.
Aunque yo intentase ponerme en el papel de padre, que a todas luces no era, sí que había cierta verdad en lo que ella decía, o mejor dicho, toda la verdad, ya que esa chiquilla siempre fue una preciosidad y a medida que fue creciendo se fue convirtiendo en una mujer de impresión, todo un bombón deseable, pero yo siempre intenté mantener la distancia que la amistad entre su padre y yo nos marcaba, sin embargo resultaba fácil sentirse muy atraído por ella.

Laura, siempre te he admirado, no lo niego, pero no puedes atraerme como mujer. Eres mi ahijada y la hija de mi mejor amigo, pareces no darte cuenta de esta tremenda situación.
Las cosas son como son, por mucho que tú las intentes cambiar. - dijo ella volviendo a acariciar mi pecho desnudo con su mano.
La sostuve y la aparté porque sabía que era el diablo convertido en Laura el que me hablaba con dulces palabras.

No me líes, Laura. Siéntate.
Lo dije muy serio y casi bajando su mano de golpe sintiéndome muy incómodo y enfadado con la situación. Me senté a su lado.

Me has dejado bloqueado. No puedo creer que te dediques a esto. ¿Desde cuando…?
Desde hace mucho, padrino.
¿Mucho?
¡Qué más te da!
Por favor...
Más de un año. - contestó mirándome fíjamente esperando mi reacción.
¡Pero Laura!
Sí y no lo gano mal.
Pero es una locura, eres una chiquilla todavía.
Tengo dieciocho, casi diecinueve.
No encajaba ver la cara de ángel que tenía Laura y que se hubiera dedicado a la prostitución durante ese tiempo, era algo impensable, si no la tendría delante nunca la hubiera creído.

¿Y con cuantos hombres te has acostado? - pregunté intrigado
¿Importa mucho? - dijo ella sonriendo.
Sí. Quiero saberlo.
No sé, no llevo la cuenta… pero más de cien.
¡Joder, más de cien hombres!
Sí, más o menos, ya te dije que no llevo la cuenta. Pero tú serás el número uno. ¿Te apetece? - dijo sonriendo y acariciando suavemente mi pezón.
¡Cállate por Dios!
En ese momento cogí el móvil que estaba sobre la cama y me dispuse a marcar el teléfono de mi gran amigo, Fernando, su padre, que seguramente nos mataría a ambos, pero yo no podía callarme algo así. Me sentía en la obligación de hacerle saber la locura de todo aquello, a lo que se dedicaba su dulce hija aunque eso me costase la amistad y una paliza.

¿Qué haces Ramón?
Llamar a tu padre.
No, por favor… - suplicaba ella sosteniendo mi muñeca
Empezamos a forcejear con el móvil como si se tratara de una pistola cargada, hasta que ella hábilmente logró arrebatármelo. Se puso en pie y estiró su brazo por encima de la cabeza, jugando a ser la ganadora del trofeo. Al hacerlo, el botón de su gabardina se abrió mostrando una buena porción de su seno izquierdo. Ella se dió cuenta porque su sonrisa se amplió exhibiendo su perfecta dentadura.

Yo permanecía sentado en la cama sin saber que hacer y ella se separó de mí unos pasos sabiendo que me atraía más de lo que yo hubiera querido en ese momento. Se desabrochó todos los botones de su larga gabardina y la dejó caer a sus pies.

Aquella visión casi me deja helado, aunque mi polla no pensaba lo mismo bajo la toalla que cubría mi cintura. Laura llevaba una pequeña blusa blanca en forma de top con dos botones delante que realzaba sus pechos de forma que estos parecían querer salirse por encima de su ceñida prenda. Su vientre quedaba al aire mostrando una buena porción de su cuerpo, con una estrecha cintura, vientre plano y un piercing juguetón en forma de flor sobre su ombligo. Abajo una faldita de colegiala de cuadros que apenas cubría sus muslos dejando ver la curva de estos metiéndose hacia sus ingles. Sus largas piernas acababan en unos zapatos de tacón de plataforma adornados con unos calcetines blancos con borlitas bordadas. Las pintas eran de puta, desde luego, pero a mi me pareció ver a una diosa, un ángel extremadamente deseable. Estaba preciosa.

¿No quieres que hagamos el trato? - dijo ella desafiante con mi móvil todavía en su mano, dispuesta a lanzarlo.
No, Laura, dame el teléfono. Esto no es un juego. - intenté yo poniendo algo de juicio, pero ella lo escondió a su espalda.
A Laura siempre le gustó jugar conmigo, como cuando era una adolescente y me escondía la cartera, las llaves o las gafas de sol, siempre tan bromista y traviesa. Ahora no sabía cual era su papel, pero yo no podía quitar los ojos de aquel cuerpo tan adorable, el de una diosa con minifalda que me estaba torturando en todos los sentidos .

Voy a llamar a tu padre, Laura. Si no es con ese móvil lo haré llamando a recepción o a la policía si es necesario.
Su cara sonriente cambió por momentos hasta ponerse muy seria, no sé muy bien si al nombrar a su padre o a la policía, pero sin duda no le gustó lo que oyó.

¿Y te quedarás sin probar esto? - dijo entonces acariciando sus tetas sobre su top y estirando su mano que lentamente bajaba por su vientre hasta colarse dentro de la faldita de cuadros rojos y negros metiéndose hasta llegar a su entrepierna.
Laura… - mi voz se notaba entrecortada sin dejar de observar su fina mano dentro de su minifalda.
Podemos llegar a un acuerdo muy divertido para ambos y ¿te lo vas a perder?
No podía creer que mi ahijada, esa preciosa chiquilla convertida en mujer me estuviera chantajeando vendiéndose impúdicamente ante mí.

Naturalmente, gratis - añadió sacando el dedo de su sexo para llevarlo a su boca y chuparlo lascivamente sin dejar de mirarme.
Laura… yo no… - contesté sentándome de nuevo en la cama totalmente contrariado.
Se acercó hasta mí y se sentó sobre mis rodillas como hiciera en otras tantas ocasiones bajo otras bien distintas situaciones. Me miró fijamente y besó mi nariz con sus labios rojos.

Ramón, mira, puedes hacer dos cosas: Llamar a papá y decirle que soy una zorra, que tú has contratado mis servicios para que se arme la marimorena, con él, con mamá, con tu mujer, con tu hija… o podemos pasar un rato divertido e inolvidable, que quedará sellado en esta noche, un secreto entre tú y yo. Lo pasaremos genial, podrás follarme por fin...
Ella estaba muy segura de sí misma. Siempre había sido muy madura, pero su experiencia profesional denotaba que sabía salir de situaciones realmente complicadas como lo era esta. Por mi cabeza pasaron las imágenes y las caras de todas esas personas que nombraba y no me gustaba nada.

Laura tú y yo no podemos… - sentencié.
¿Follar? - dijo ella agarrándose a mi cuello con sus brazos y acariciando suavemente mi nuca.
Evidentemente no. - dije intentando mostrar serenidad y una erección descomunal bajo mi toalla.
¿Por qué no? Es algo ambos estamos deseando.
¡Laura! - me quejé yo, aunque era cierto lo que ella decía, al menos por mi parte.
Mira, hazte a la idea de que soy Rebeca, la chica que contrataste, que soy esa jovencita que siempre has querido follarte y tienes la oportunidad de tu vida en este preciso momento y además podrás hacerme lo que quieras y... ¡no te costará nada!
¡Joder, Laura!
Se que te gusta la idea, por mucho que intentes forzar lo contrario, solo es la estúpida moral, prejuicios anticuados.. que de saberse, nos llevaría a un disgusto familiar. Ahora en cambio, puedes tenerme para tí solo y nadie se enterará.
Y ¿cómo crees que me sentiría yo después si lo hiciéramos?
Satisfecho, te lo aseguro. Soy una experta mamadora y te comería la polla con todas las ganas, podrías correrte sobre mis tetas, en mi cara, me lo podía tragar todo sin pestañear…
De un empujón separé a esa víbora de mi regazo haciendo que ella se tambalease sobre sus finos tacones.

No puede ser Laura. Esto es inconcebible. - sentencié poniéndome de pie frente a ella, en un claro síntoma de marcar el dominio sobre esa mujer que se estaba convirtiendo en el mismísimo diablo.
¿Acaso no te gustaría que te comiera la polla? - dijo ella estirando la mano ya acariciando mi miembro sobre la toalla.
No, Laura… - grité separando su mano de un manotazo.
Pues ella no piensa igual, jajaja… ¡está durísima! - apuntó ella con su blanca sonrisa.
Logré arrebatarle el móvil y comencé a buscar el número de su padre en el display, mientras ella permanecía en pie, borrando su sonrisa de un plumazo. Aquello parecía un combate difícil de dominar por ambos. Llegué hasta el contacto deseado en mi teléfono y me dispuse a marcarlo.

Ramón, podrás follarme por fin, después de tanto tiempo. Dejaré que lo hagas como quieras y por supuesto sin condón, podrás follarme a pelo y correrte dentro. - sentenció ella, intentando parar lo que parecía inevitable.
No contesté si no que pulsé el botón de llamada de Fernando, su padre. Me senté en la cama pues las palabras de Laura me aturdían, me volvían loco. Ella se soltó los dos botones de su top y sus preciosas y redondas tetas aparecieron ante mis ojos. No llevaba sostén. Sonreía aunque se la veía igualmente nerviosa. Me quedé flipado al ver sus tetas al natural, ni grandes ni pequeñas, en su sitio, redondas ligeramente caídas, perfectas… Sin perder tiempo soltó los corchetes laterales de su pequeña faldita y la dejó caer al suelo quedándose con un fino y semitransparente tanga de color negro.

El móvil, tembloroso en mi mano comenzó a sonar en señal de llamada, mientras Laura avanzaba semi desnuda con sus largos tacones hacia mí. Tres tonos y el teléfono de destino descolgó.

¡Cóño, Ramón!, ¡Cuanto tiempo! - dijo mi amigo al otro lado de la línea.
Sí… - contesté con esfuerzo, pues casi ni me salía un hilo de voz, ante aquella complicada situación.
Laura se había detenido y estaba en pie mirándome con ojos desafiantes, esperando oir mis palabras, aquellas que seguramente serían nuestra sentencia de muerte.

Tengo que contarte algo, Fernando.- dije de pronto, mirando fijamente a su hija a los ojos, pero sin poder evitar recorrer todo su cuerpo, sus tetas, su cintura, sus muslos...
Joder, Ramón, se te ve angustiado, ¿qué te ha pasado?, no me asustes… - decía Fernando preocupado.
En ese momento Laura echó el órdago a esa complicada situación, poniéndose de rodillas delante de mí. De pronto tiró hacia un lado de la toalla que cubría mis vergüenzas, quedándome allí sentado, despelotado ante esa maravillosa criatura arrodillada entre mis piernas. Cuando mi polla hizo acto de presencia mi ahijada sonrió victoriosa al verla en toda su plenitud. Comenzó a pajearme lentamente con su pequeña mano sin dejar de mirárme fijamente a los ojos. Yo tampoco dejaba de observarla y admirarla a pesar de estar hablando con su padre por el móvil. Aquelas tetas se movían al compás de su meneo sobre mi polla y sus caderas hacían un movimiento muy sensual.

Pero dime, ¿qué ha pasado? Me tienes en ascuas. ¿Te encuentras bien? - preguntaba nerviosamente mi amigo al teléfono.
Pues… no sé por dónde empezar - dije sin dejar de observar la cara de su hija que no dejaba de pajearme lentamente y mirándome fijamente, desafiante.
Laura se acercó aun más apoyando sus tetas sobre mis muslos. Se ubicó entre mis muslos y se metió mi glande en la boca sin apartar la vista de mis ojos. Esa mirada irradiaba sensualidad, pecado, morbo y yo que sé cuantas cosas más. Podía haberla apartado, pero fui incapaz.

Mmmm - intenté aguantar cuando percibí los labios de la chica rodeando mi glande.
¿Estás bien? - se oyó la voz de Fernando.
Si… es que es…
Mi ahijada se metió de pronto una buena porción de mi polla en su boca, apretando fuertemente los labios, notando claramente su lengua por debajo. Cerré los ojos y suspiré ahogadamente. A continuación la sacó haciendo el ruido de una buena succión para volver a tragársela de nuevo, esta vez hasta los huevos, de una sola tacada. ¡Joder!

Otro largo suspiro salió de mi boca y aunque sujeté la cabeza de ella, no la aparté como realmente debiera, sino que dejé que continuara con su mamada, que hacía de forma magistral. Subiendo hasta el glande, bajando después hasta los huevos, sacando su boca y haciendo un chupón en la punta, algo que me hacía tambalear. Tuve que apoyar mis codos sobre la cama, pues nunca antes había sentido nada igual. La chica no mentía al decir que era una experta mamadora. Lo hacía como los ángeles.

Su lengua salió a hacer un recorrido por toda mi verga y llegó hasta mis huevos, metiéndose el izquierdo en la boca y el derecho después. Los mordió ligeramente, subió con su lengua hasta la punta de una polla que parecía querer reventar y tras besar la punta con sus gordezuelos labios, se tragó de nuevo toda su longitud hasta hacerla desaparecer en el interior de su boca. Era increíble como se metía toda su largura hasta su garganta y ella lo hacía sin ningún problema.

¡Ramón! ¿Te encuentras bien? - preguntaba mi amigo preocupado.
Sí, no es nada… luego te lo cuento. - dije colgando el teléfono pues ya no podía articular ni una sola palabra más. Tiré el móvil sobre la cama de nuevo y cerré los ojos dejándome llevar al paraíso del placer.
La mano derecha de Laura acariciaba mis muslo y la otra mi pecho, mientras su boca hacía todo el trabajo y se tragaba sin cesar mi polla enhiesta. Sin duda, Laura demostraba una gran habilidad. En un momento dado separó su boca de mi polla. Abrí los ojos para observarla una vez más y verla sonreír, sabiendo que ella había ganado la primera batalla en esa guerra cruzada entre la moralidad y la tentación.

Una vez más, esa linda boquita se aferró a mi verga y acaparando toda su longitud, se la engulló hasta que los pelos de mi pubis rozaron su nariz. Qué manera de tragar y todo sin ningún tipo de freno, hasta la campanilla como suele decirse. Después sacó toda su longitud y besó la punta. Sostuvo mi verga con la punta de sus dedos y sabiendo que nada más nos podía molestar me sonrió mirándome juguetona. Se mordió el labio y acarició mi polla pajeándome con una maravillosa maestría.

¡MMMmmmmm, Laura…. Diossss !
La chica dominaba la situación y yo no sabía ni donde estaba. Volvió a tragarse una buena porción de carne apretando sus labios contra todo el tronco, haciéndome estremecer. Volvió a sacarla, a sonreirme de nuevo y a hacerme una pregunta que se respondía sola.

¿Te gusta, padrino?
Se incorporó ligeramente, acercó su boca a la mía y me besó, primero con un suave roce de nuestros labios y después al contacto directo de nuestras lenguas. Noté el sabor caliente de su boca y mis propios fluidos mientras su mano no dejaba de masturbarme lentamente.

¿Quieres que me la coma otra vez? - preguntó mimosona a escasos milímetros de mi cara..
No recuerdo si respondí pero ella bajó con su lengua por mi pecho, mi ombligo hasta alcanzar de nuevo mi miembro enhiesto. Después de otra de sus sonrisas y sus miradas lascivas comenzó a chuparla con total entrega, a morderme, chuparme y besarme la polla por todas partes al tiempo que sus dedos jugaban con mis huevos.

Ocurrió de pronto, pero me corrí dentro de su boca sin tan siquiera poder avisar, solo agarrarme a su cabeza y sentir los espasmos que daba mi polla dentro de su garganta, mientras ella seguía chupando y chupando…. tragando y tragando sin cesar. Era más que una experta mamadora que hizo correrme en menos de dos minutos.

Cuando se separó del todo un hilo formado por la mezcla de todos nuestros fluidos nos mantenía unidos. Ella me dió una última lamida a la punta para limpiar los restos, para terminar con unos besitos tiernos en un glande relucientemente brillante.

¿Qué te ha parecido? - me preguntó orgullosa sin dejar de sonreír y volviendo a menear mi polla suavemente con sus dedos.
Laura, esto no puede ser. -dije yo sin convicción.
¿No te gustó?
Sí, pero es una barbaridad, esto no tenía que haber pasado. Tú y yo...
Pues esto es solo el principio.- me interrumpió.
¡No!, ¡Ya basta! - grité yo levantándome de la cama y tirando de ella para que se incorporara también.
Cuando quedamos ambos de frente nos mantuvimos quietos esperando nuestras respectivas reacciones, hasta que ella dio el primer paso y se abrazó a mí. Esa sensación de percibir todo su cuerpo contra el mío fue algo que realmente me desarmó. Sus tetas blanditas quedaban a la altura de mi pecho y mi polla descansaba tras la extraordinaria mamada, sobre la suave piel de su vientre.

Mordió mi cuello ligeramente y después el lóbulo de mi oreja. Se la oía ronronear.

Me tienes a mil - dijo en un suave susurro en mi oído - siempre había soñado con este momento. Tengo ganas de sentir esa polla dentro de mí.
Laura, no. - le dije en su propio oído pero sin fuerzas para separarme de ese cuerpazo y sin atender a esas palabras que me parecían malignas.
¿Acaso tú no soñaste con esto? no me mientas… - insistía en susurros.
Eres una chica alucinante Laura, pero eres mi ahijada… - dije sosteniendo su cintura.
Soy Rebeca y esta noche soy tuya, intenta olvidar lo demás.
Tendré que olvidarlo aunque no sé cómo.
Ella soltó una pequeña risa con mi comentario, señal de que se veía victoriosa. Sin duda la chavala sabía cómo dominar a un hombre atormentado, excitado y desconcertado como yo.

¿Quieres ver mi chochito? - dijo otra vez con su boca pegada a mi oído.
No.
¿Seguro? Lo llevo totalmente depilado, como a ti te gusta.
¿Cómo sabes eso? - pregunté sorprendido.
Os oí una vez a papá y a tí, lo que os gustaba ver un coño bien depilado, con la piel suave, sin nada de vello, principalmente el de chicas jóvenes.
Me separé de ella aún más desconcertado, pues recordaba vagamente ese momento en una tarde que su padre y yo compartimos ciertas confidencias pero desconocía que ella nos hubiera escuchado.

Pues ahora tienes este coño depilado sólo para tí. El coño de la joven Rebeca. - anunció separándose y señalando su entrepierna que cubría un semitransparante tanga negro.
Mi polla estaba creciendo de nuevo y ella se percató al instante, agarrándola con su mano y apretándola fuertemente.

Ahora, bájame las braguitas. - ordenó.
No.
Ella apretó más su mano contra mi polla y mordió ligeramente mi mentón.

Lo estás deseando. Hazlo. No tendrás otra oportunidad como esta.
No, no puedo hacerlo, Laura…
Las manos de Laura agarraron fuertemente mi cara por mis mejillas y abriendo su boca comenzó a besarme apasionadamente juntando su cuerpo aun más al mío. Nuestras lenguas parecían querer atraparse una a la otra en un juego prohibido y mágico a la vez. no era dueño de mis actos. El diablo que invadía mi interior era el que dominaba toda la situación.

Laura empujó mi pecho y caí sentado sobre la cama. Me sentí totalmente dominado por ella, pero tampoco tenía fuerzas morales de ningún tipo, la tentación invadía cada rincón de aquella habitación de hotel.

Se situó entre mis piernas y agarrando mis muñecas las puso en sus caderas para que comenzase a bajar la única prenda que tenía sobre ese divino cuerpo. Confieso que volví a dudar pero ya con poco ímpetu, más aún cuando mi preciosa ahijada se pasó la lengua entre sus labios de forma muy sensual invitándome a desnudarla del todo.

Deslizar ese tanga por sus muslos era sin duda el sueño de cualquier mortal, pero en ese momento era yo el que se daba cuenta de cuánto la deseaba y cuánto disfrutaba de algo que parecía predestinado. La prenda bajó por sus muslos hasta llegar a sus pies y mi mirada se perdíó en el paraíso que era un sexo juvenil en una rajita divina, invitadora a la tentación.

Laura se quedó completamente desnuda, tan solo con sus zapatos de tacón y esos pequeños calcetines bordados. Ese sexo soñado se mostraba resplandeciente y totalmente depilado como ella me había anunciado, su pubis ligeramente hinchado y su rajita brillante y estrecha. Era el demonio convertido en ángel.

Levantó una pierna colocando su zapato de tacón sobre mi rodilla izquierda. De esa forma quedó aún más expuesta a mi libidinosa mirada.

¿Te gusta? - dijo separando sus labios y enseñando la rosácea y brillante piel del interior de aquel juvenil coño.
Mi ahijada se acercó más a mi, me agarró la cabeza y la hundió su sexo contra mi cara, haciendo que mi lengua lo atrapase como si fuera un manantial en medio de un desierto. Allí me entregué con todo mi afán, chupando aquellos suaves labios, las tiernas ingles, el abultado pubis y el dulce sabor de una rajita que emanaba flujos calientes que se mezclaban con mi saliva. Chupé con más ganas agarrándome a su culo que aproveché para amasar mientras ella retorcía algunos pelos de mi cabeza en señal del placer que le estaba proporcionando mi lengua sobre su coño.

¡Síii, padrino, que bien…! - gemía ella.
Comenzó a jadear más y más fuerte, hasta que todos sus músculos se tensaron, sus pezones se erizaron, al igual que el resto de su piel, para acabar en un largo gemido que marcaba el comienzo de su orgasmo.

En ese preciso momento sonó mi móvil que estaba sobre la cama. Lo cogí y era mi amigo Fernando que llamaba. Ella aún estaba temblando sujetándose a mis hombros.

Sí, Fernando…
Joder Ramón, me has dejado mal con tu llamada. ¿hay algún problema?
Estoy confundido.
¿Pero qué te pasa? Cuéntamelo hombre… - insistía mi amigo.
Laura permanecía entre mis piernas a unos centímetros de mí, aún podía sentir su olor y disfrutar de la increíble imagen de su cuerpo desnudo. Me miró con esos ojitos de niña mala que siempre había tenido y abierta de piernas se fue sentando lentamente sobre mi regazo. En ese movimiento mi polla fue acariciada por los labios dilatados de su vagina, algo que a ambos nos hizo estremecer. Cerramos los ojos disfrutando ese instante.

Ramón, dime… - insistía Fernando notando los silencios que había en nuestra conversación.
Es una historia larga. - contesté yo teniendo las tetas de Laura a la altura de mi cara.
Di un chupón a uno de sus pezones y mi cabeza no paraba de dar vueltas entre el bien y el mal, entre la decencia y la depravación, entre la sensatez o la lujuria. Mi preciosa ahijada, se incorporó levemente sosteniendo mi glande con la punta de sus dedos y orientándolo a la entrada de su ansiada cueva. El contacto de nuestros sexos fue maravilloso y ambos gemimos ligeramente.

¿Ramón?, ¿Estás bien? Pues cuéntame todo. ¿Quieres que nos veamos? - continuaba mi amigo al otro lado de la línea.
Sí, mejor es decírtelo en persona. - colgué el móvil incapaz de articular palabras sensatas ya que mi respiración era entrecortada y lo volví a tirar sobre la cama.
La cara de Laura era una mezcla de enfado y desafío. Con sus finos dedos jugaba con mi polla acercándola a su sexo y separándola después levantando su culo. Lo último fue dejar mi glande apoyado justo a la entrada de esa caverna prohibida quedando suavemente apoyado. Con que solo se dejase caer sobre mí, la penetraría. Notaba el calor que emaba de su coño sobre mi glande.

¿Se lo vas a contar a papá? - dijo apoyando sus antebrazos en mis hombros y su frente en la mía mirándome fijamente, moviendo al mismo tiempo sus caderas en círculos
¡Laura!
Vamos Ramón. Quiero que me digas si le vas a contar todo a papá.
Lo tengo que hacer.
¿Y nuestro trato? - decía ella al tiempo que daba una lamida con su lengua en mis labios.
Laura, no podemos hacer tratos.
Puedo dejarme caer sobre tí y que me folles. ¿Acaso no quieres eso?
Sí… - respondía yo terriblemente excitado sin saber muy bien lo que decía al tiempo que me agarraba a su redondo culo y lo acariciaba.
Entonces tendrá que quedar como nuestro secreto. - repetía ella.
Por un momento mi glande pareció desaparecer entre los labios tibios de su vagina. Me agarré a su cintura y quise bajar a mi ahijada hacía mí, no podía aguantar más. Ella se separó ligeramente de mí.

¡No!...Tenemos que firmar el trato, padrino.
¡Laura, por Dios!
¡Métemela y no diremos nada! - insistía ella excitada.
No puedo Laura.
Seré tuya… ¿No quieres follarme?
Miré a sus ojazos verdes, nuestras lenguas se entrecruzaron fuera de nuestras bocas y esperaba mi respuesta.

Sí, Laura.
¿Prometido? - me preguntó entre susurros.
¡Prometido! - dije yo empujando con fuerza de sus caderas hacia abajo.
De un golpe se dejó caer sobre mi verga que se abrió paso en su estrecho coño.

¡Ahhhh, uffff…. !
Nuestros gemidos eran profundos y sentidos. A partir de ese instante ella comenzó a subir lentamente y mi polla era acariciado por las paredes de aquel delicioso coño. Se dejó caer de nuevo para comenzar con un vaivén alucinante. Estaba follando a mi ahijada con todas mis ganas y ella se entregaba por entero. Notaba perceptiblemente todo el calor que emanaba su sexo, que más bien parecía arder. No dejábamos de jadear y nuestros cuerpos desnudos estaban entrelazados, apresados en la lujuria. El movimiento de su pelvis sobre mí era como estar en el mismísimo cielo y por un momento se me olvidaron todos los formalismos, moralidades y demás zarandajas, tan solo quería seguir follando a mi ahijada sin dejar de disfrutar de su cuerpo sobre el mío, de su coño aprisionando en mi endurecida polla y de besar sus tetas, su cuello, morder sus labios...

Me corrí en su interior sin poder detenerme, sin querer salir de aquel estrecho agujero y ella siguió gimiendo hasta alcanzar su segundo orgasmo en aquella locura de noche. Así nos quedamos unidos, con nuestros cuerpos sudorosos y pegados. Notaba la respiración de su boca sobre mi cuello, pero para entonces ya no me hacía más preguntas, me rendí sabiendo que había caído en las garras del diablo adueñándose de mi cuerpo y de mi mente y llevándome al mismísimo infierno, pero ¡bendito infierno!

Nos tumbamos en la cama abrazados y no sé en qué momento, pero ambos nos quedamos dormidos.

No sé el tiempo que transcurrió después pero cuando desperté aún seguíamos abrazados desnudos sobre las sábanos. Mi mano acariciaba la suave piel de su brazo y ella me sonreía.

¿Qué le vas a contar a papá ahora después de todo el lío? - Me preguntó al tiempo que mordía uno de mis pezones.
La verdad, no lo sé. Estoy hecho un lío con todo esto, Laura. - contesté observando su lindo cuerpo abrazado al mío y el sinfín de curvas que poseía aquel ángel y demonio a la vez.
Es una locura…
Y tanto, la mayor locura que jamás hubiera imaginado. - dije mirando sus ojazos.
¿Te arrepientes?
No lo sé.
Laura me miró con su ceño fruncido y después sonrió cuando yo besé su frente.

Ya sé lo que puedes decirle a papá, sin que sospeche nada.
¿La verdad? - pregunté alarmado.
Bueno, no, a medias…
No te entiendo.
Dile que te has enamorado de una putita y que es tu amante. Que a partir de hoy no podrás estar sin ella, que querrás vivir otras noches como la de hoy. Yo seré tu putita cómplice.
Ambos reímos a carcajadas por esa ocurrencia y en ese momento sentí que había perdido mi sentido del deber frente al sentido del placer y es que con Laura uno no se podía resistir. Nos besamos otra vez en aquella noche maravillosa.
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Relato Erótico : Incesto entre madre e hijo

Yocasta en una turbia noche acaba haciéndole una mamada a su hijo y una cosa lleva a la otra. Un relato erótico de Incesto entre madre e hijo.

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Quizás no debía haberlo hecho. A lo mejor fueron las noches de soledad masturbándome sola, delante de la tele, o puede que no haber tenido un buen hombre —o sea, polla— e incluso mujer, que a estas alturas de mi vida yo ya voy a lo que me apetece y más placer me da, ignorando las etiquetas y otras soplapolleces. Noches de soledad, o s decía, ginebra con lima y lecturas diversas hasta altas horas, encerrada en mi casa (trabajo en casa, sí. Debería buscarme un coworking o algo así pero para una escritora… ufff… qué pereza).

Vivo con mi hijo, Víctor, 23 lozanos años y acabando la universidad. Juega al baloncesto y es listo, muy listo. Está en programas de alto rendimiento. Es mi orgullo. Y… bueno, a él me refería con lo de “no debía”. No le conozco pareja, pero sé que tiene vida sexual, eso lo tengo más que claro. Alguna vez le he comprado condones.

Yo por mi parte tengo 46 muy bien puestos, lo tuve al final de mi carrera de Historia del Arte y su padre se desentendió y luego se mató en un accidente de coche. En este orden. A mis años estoy bastante bien. Soy rubia –teñida de mi castaño claro, seamos honestos–, pero no lo podréis comprobar porque me lo depilo. Tengo una boca bonita, los ojos verdes y grandes, mis tetas son mis dos maravillas que, aunque el tiempo les ha quitado la arrogancia antigravitatoria que tuve hasta el embarazo, siguen siendo bonitas, pesadas, de buen tamaño (no me caben en las manos pero sin exagerar) y aunque algo más caídas –sniff– siguen siendo dos beldades de pezón granate y areola ancha. Me mantengo en forma y me cuido mi piel clarita, mucho ejercicio de piernas que las mantienen tonificadas y el trasero duro, caderas anchas y pies pequeños de tobillos finos.

Era de noche, un fin de septiembre en el que el aire de la tramontana ya te hace cerrar la hoja de la terraza porque a eso de las dos de la mañana te da repelús. Me había quedado dormida en el sofá, debajo de mi manta favorita y tenía en la mano mi consolador favorito. Así de triste. Me dormí después de masturbarme viendo una mierda de serie victoriana, cayendo presa de mis fantasías, despatarrada en el sofá y con el coño hinchado y palpitante. Madre mía qué necesidad. Y eso fue parte del motivo de que ocurriera lo que ocurrió…

Arrastrando la manta me levanto, el consolador y las bragas en la mano derecha y con solo la camiseta de “Dueña de Gatos”, cuya cinturilla no me tocaba el ombligo por la tensión con mis tetas. Todo en mi vida es tensión. Se me endurecen los pezones cuando siento el aire frío que entra por la ventana del baño al que voy, limpio el cacharro, orino y me lavo el parrús desmochado. Me pongo las bragas de nuevo — ¡eh, que estaban limpias!—, y voy al cuarto de mi hijo, por donde entra corriente, ese helado viento nocturno. Así que entro, cierro la ventana y lo miro. Está dormido como un lirón. Es de sueño profundo así que no temo despertarlo. Estaría bien que me viera ahora, en bragas y con un consolador en forma de oruga simpática y gorda en la mano… lo que hay que ver. Sonrío. Voy a taparlo un poco con la arrugada sábana y al hacerlo la veo. La tremenda, gruesa y dura polla de mi hijo. Joder. No lo puedo evitar y la boca se me hace agua, y el coño, también. Se me encharca. Una buena, bonita y palpitante polla. Fijo que está teniendo sueños eróticos, solo hay que ver cómo estira el cuello… Pero no, agito la cabeza, Yoca, déjate de leches, que es tu hijo. Pero ¿tú has visto ese rabo? Me relamo. Esa malvada voz que tengo en el fondo de mi cabeza y de las que ha partido muchas veces algunas de mis peores ideas, (y también de las más divertidas) está trasteando otra vez.

¿Qué es eso? Veo que Víctor tiene algo en una mano, algo que agarra justo delante de su cara. Es un trozo de tela. Despacito, tiro de él. Al extraerlo, lo veo: son unas bragas. ¡Ay, pillín…! Durmiendo con unas bragas de… ¡Joder! ¡Son mías! ¡Son mis bragas! Las debe de haber sacado del cesto de la ropa sucia y… Son mis bragas negras… y además esas están… ejem… Digamos que me masturbé con ellas puestas así que tienen que oler… ¿Se ha estado… masturbando con mis bragas usadas?

Se me cae la manta del brazo y de pronto una mano ya se me ha metido en las bragas. Tengo el coño empapadísimo.

Voy hasta los pies de la cama con las bragas en la mano, dejo mi conciencia en la puerta, mirando al pasillo y me pongo de rodillas en un lado. Su polla está delante de mí, de mi boca, con una perlita transparente… Ufff… no… no debo… En la “d” del “debo”, y a tengo la boca abierta y la polla de mi hijo prácticamente entre mis labios. Es la polla más bonita que he tenido entre mis manos en mucho tiempo. Y no puedo, no quiero evitarlo. El puto demonio, la puta debilidad que me empuja a ello se hace fuerte, y mi mano derecha pasa a la izquierda el vibrador y agarra el falo de mi vástago. Lo muevo despacio, con firmeza, una, dos veces y se acaba de descapullar. Es un bonito y duro rabo que seguro que ya ha perforado a alguna incauta. O incauto. Creo que a mi hijo le van los dos bandos. Bien por él.

Dejo de pensar en el mismo momento en que me la meto entera en la boca. Escucho a Víctor gemir suavemente y me aplico, me aplico como si me fuera la vida en ello, sintiendo que la necesidad que tengo de hombre, de sexo, me incendia. Mi coño arde en flujo goteante, mi mano izquierda clava profundamente el consolador en él y lo pone a plena potencia, encabritándolo y haciendo que la segunda oruga gordota se afane en mi clítoris como una cabra en un buffet de ensalada. Dentro y fuera. Consolador y polla. Dos agujeros. La hostia qué guarra soy y cómo lo necesitaba.

La polla de Víctor es deliciosa, sabe divinamente, me hace gemir conforme se la chupo. Él se agita, en sueños, lo sé. Y colabora. Una mano suya va hasta mi cabeza y me empuja para que se la chupe más profundamente, cosa que hago con deleite. La saco y le como los huevos sin poder evitarlo, golosa, necesitada. Uno, luego el otro, adentro, cúbrelos de saliva, y de nuevo la polla, tras masturbarla varias veces con fuerza, a la boca. La he recorrido con la lengua y me la clavo más profundamente.

Me corro, joder, me corro… aaaah… hostias con el vibrador… lo apago, pero lo dejo ahí dentro, en mi coño palpitante mientras de rodillas acabo la faena. Voy más y más profundo y con una mano me ayudo a que Víctor termine. Su mano me empuja más profundamente y siento que se corre, palpita una, dos, tres veces y de pronto, mi boca se llena de semen. Lanza chorros como si le fuera la vida en ello. El último espasmo mueve las caderas y me la mete hasta la garganta, haciéndome tragar todo lo que ha soltado de un tirón. Joder. Mi hijo se va a deshidratar…

La saco de entre mis labios despacio, muy despacio, para limpiarla bien, absorbiendo hasta la última perla de semen. Ufff… Qué ha gusto me he quedado…

Y esto es solo el principio putilla me dice la voz malvada de mi cabeza, mi yo más pervertido. Y tiene razón.

Antes de irme me meto los dedos, bien hondo en el coño, que está encharcado y salen empapados y con mucho flujo, se los acerco a la nariz, probando, tentando. Abre la boca, se los mete, los chupa y relame lentamente como si no quisiera arrancarles todo el sabor. Gime. Voy a tener que masturbarme otra vez como una condenada antes de dormir…

Creía que esa noche no dormiría. Aun me sabía la boca a semen, y me tuve que cambiar de bragas. El orgasmo habías sido de los intensos, y me palpitaba el coño solo de acordarme. Pero dormí profundamente. Cuando me desperté, Víctor ya se había ido, su habitación estaba recogida y sus sábanas cambiadas.

No os voy a mentir: no me concentré mucho ese día. Cada dos o tres horas no podía evitarlo y me masturbaba. No estaba así de loca con mi coño desde la adolescencia en la que me masturbaba con botes de desodorante roll-on (cerrados, claro).

Al final me forcé a concentrarme, tengo un deadline que cumplir y me tuve que empeñar a fondo, ponerme música tronante en los auriculares e ignorar el canto de sirena de mi ardiente coño para poder centrarme en lo mío. Claro que no ayudó mucho el hecho de que tuviera que escribir escenas eróticas… Pero sobreviví. Sin deshidratarme ni nada.

Víctor llegó tarde ese día. Yo estaba acabando de hacer la cena, había hecho pizza casera y le había preguntado si iba a retrasarse más para dejar la suya en el horno justo cuando entró por la puerta. Me dio un beso en la mejilla, diciéndome que sacara su pizza mientras se daba una ducha rápida que el entrenamiento lo había dejado reventado. Temblé al sentir sus labios, lo confieso. Yo temblé. Mi coño iba a su bola y se puso a babear.

Cenamos en el salón, viendo un programa de cocineros, que nos encanta, y diciendo cómo mejoraríamos la receta.

—Oh, vamos, el otro día en casa de Carlos comí una merluza mucho mejor preparada que esa cosa —dijo, gritándole a la tele.

Yo me reí.

—¿Cocina bien Carlos?

—Ufff… Está en una escuela de cocina y es un hacha. Fue el finde pasado que lo pasé en su piso y joder, qué bien cocina.

—Y, ¿te gusta? —le pregunté, guiñándole un ojo y bebiendo un sorbo de vino blanco.

Víctor casi echa la Coca-Cola por la nariz, pero fue por la sorpresa.

—Bueno… sí. Él me gusta. Y… la cuestión mamá es que… Tere, su novia, también me gusta y yo… o sea, nosotros… que…

Vale, no hablábamos mucho pero éramos sinceros siempre y yo ya le había contado que había probado con hombres y con mujeres, y que me gustaban ambas cosas. Mira tú por dónde el nene también había salido…

—Bisexual, ¿eh? —le dije.

No me miró, pero asintió.

Yo dejé la bandeja en la mesilla, le quité la suya, y lo abracé. Después me retiré un poco, lo miré, le despeiné el flequillo y le dije que todo estaba bien. Que era perfecto. Él sonrió y asintió, como si se hubiera quitado un peso de encima.

—Mira lo que está haciendo ese con las costillas —le dije, cogiéndole una mano, que él me agarró con fuerza—. Si le echa tanto curry la va a destrozar…

—Je, je…

De pronto me desperté. Nos habíamos quedado dormidos en el sofá, yo echada en él y Víctor en la parte de chaise longe. Respiraba con calma, acompasado, pero vi que una de sus manos estaba dentro de su pantalón corto y, sorpresa: volvía a tenerla dura. Y mi sonrisa se acrecentó, mi coño rugió y me volvió a dar hambre…

Esta vez, no me preguntéis por qué, fui mucho menos sutil. Me puse delante de él, le bajé los pantalones y liberé su polla de su mano, sentándome a horcajadas en sus piernas para ser yo quien se ocupara de esa joya de miembro. De nuevo me supo a gloria, su polla, sus huevos, joder, me gustaba todo. Mis manos recorrieron sus fuertes piernas y las entreabrió un poco. Lo escuché murmurar… «Ufff… Tere… Sigue… Y Carlos… también… ahhhh». Me puse cachondísima. Mi coño abierto rezumaba y una de mis manos tuvo que ocuparse de aquello para darle lo que necesitaba. Mis dedos se metieron en mi interior con práctica urgencia y me masturbé, empapada. Saqué la mano, la cambié y pasé a chuparle la polla a mi hijo con una mezcla de mi sabor y el suyo. Su polla palpitaba, se iba a correr. Dios, sí, vacíate otra vez en mi boca, cariño… y lo hizo. Mi boca había estado subiendo y bajando por todo su miembro, recorriendo cada vena hinchada, su glande esplendoroso y bonito, entre blando y terso. Pasaba mi lengua por su frenillo viendo cómo eso le hacía tensarse más, y por último me la metí hasta el fondo para que se vaciara en mi garganta como un campeón, mi niño, su polla, su semen… Cuando sentí sus palpitaciones y el primer chorro estrellarse en mi interior me corrí. Mi coño apretó salvajemente mis dedos en su interior en rápidas sucesiones que me estremecieron enteras.

—Aaaaah… —Víctor gemía, estremeciéndose, clavado en mi boca.

Palpitó varias veces más, soltó varios chorros de su leche, mi leche, joder. Me ahogaba en ella y quería más… Cuando acabó, de nuevo lo limpié con la boca, y como no podía moverlo (mide 1,89 y pesa un montón), me quedé con él. Al poco yo estaba sentada, dormida en el sofá y me desperté al sentir algo.

Me estaba excitando, mucho. Había algo que me estaba haciendo trasponer el velo del sueño trayéndome de nuevo a la realidad. El salón solo estaba iluminado por la pantalla de la tele en la que Netflix preguntaba si queríamos seguir viendo el programa. O sea que habían pasado casi dos horas o tres programas. Como poco. De nuevo la sensación recorriéndome. Ufff… ¿Qué era aquello?

Víctor. Estaba tumbado ligeramente en mi regazo, y una de mis tetas estaba a la vista. La otra estaba siendo succionada por él. No sé si estaba dormido o qué, pero sus labios me estaban chupando el pezón, me lo mordían, me provocaban. Ufff… joder… Qué distinto era esto… Mordía, chupaba y estiraba mi pesado pecho. Su mano se estaba masturbando y la otra empezaba a pellizcarme el pezón derecho, a amasar mi teta libre… y me estaba encendiendo como un incendio australiano. Mi mano viajó hacia su entrepierna. Le acaricié los testículos, que se arrugaron al momento. Gimió, nuestros ojos se encontraron. Mi mano libre, la izquierda, lo apretó más y él entendió. Chupó con fuerza, y se cambió de pecho. Yo seguía masturbándolo…

—Mamá, yo… —dijo un momento al separarse para viajar de un pezón a otro.

—Shhh… disfruta —le dije.

Y le apreté la polla con fuerza. Otra vez dura, hinchada. Lo masturbé mientras él me comía las tetas con placer, ronroneando mientras mi mano subía y bajaba, haciéndole sentir cada ascenso y descenso, bien apretada y jugando con sus testículos suavemente.

Se tensa, yo estoy que me lo voy a comer, no quiero más que correrme como una loca, sentarme en su cara y que lama todo lo que hay ahí en el agujero por el que salió y en el que ahora quiero que entre pero con otra cosa…

—Joder, Víctor… ponte aquí y cómemelo.

Todo o nada. O se levanta o se va. O se tira por una ventana o yo qué sé.

Víctor se levanta, se pone de rodillas delante de mí. Sus manos pasan delicadamente por mis muslos. Veo su emoción, no se plantea nada, solo quiere eso, la fuente del olor con el que vete tú a saber cuánto tiempo lleva masturbándose.

Siento sus besos, los besos de mi hijo, pero ya carentes de toda inocencia. Van hasta mi coño y se acaba estrellando contra él casi con hambre. Me abro bien de piernas y mi coño se abre solo como una flor húmeda, mis labios hinchados, los interiores también, el clítoris, algo grueso, palpitando. Siento su lengua pasar desde casi mi ano hasta el clítoris. Se detiene y lo chupa con ansia, con fuerza. Lo hace bien. Le han enseñado a complacer… Baja y su lengua entra en mi coño y casi me corro del gusto y del vicio. Dios, ensancha la lengua una vez dentro y la saca para que vea cómo la mete en su boca y saborea. Vuelve y empieza a comerme el clítoris con ocasionales chupadas a la vagina, esa por la que él salió un día, y a la que ahora da placer. Me voy a correr.

—Me corro —digo en un suspiro; él redobla la velocidad de esa ardiente y cálida lengua—. Joder, Víctor me co… rroooooooooo —y allá va mi orgasmo, que me recorre entera, me hace perder la razón.

Me cojo los pechos y los estrujo, los pezones, al retorcerlos, me duplican el orgasmo y hace que arquee la espalda. Lo veo retirarse despacio secándose la boca con el dorso de la mano. Está bueno, está muy bueno, es todo fibra. No se le marcan los abdominales a lo exagerado, solo cuando respira. Veo que enristra su polla y en su mirada hay una pregunta. Una pregunta a la que mi cabeza responde asintiendo.

Se acerca.

—Voy a follarte, mamá —dice suavemente, con una sonrisa maligna.

—Joder, sí, Víctor, fóllame, fóllate a tu madre, que lo necesita…

Y sin mucha ceremonia me mete su tremenda polla. Lo hace despacio, casi gentilmente, pero sin pararse, como si lo hubiera estado planificando durante mucho tiempo.

—Ufff… es… es muy distinto… aaah…

—¿Distinto a qué? —le pregunto en un atisbo de lucidez, sintiendo toda esa polla ya encajada dentro de mí.

—Al coño de Tere… o… ufff… —la saca despacio y se escucha un sonido de succión pues mi flujo es muy espeso— o a su culo. O el de Carlos…

—Ya habrá tiempo para los culos… Y el mío, este coño que te follas, es el doble de veterano que el de tu Tere… Así que aprovecha y dale fuerte, joder, Víctor… Tu madre necesita que le rompas el coño con esa polla que te he dado…

—Aaaah —siento cómo se le endurece un poco más y le palpita dentro de mi coño.

Víctor me coge de las caderas, se retira y me embiste. Ese es exactamente el término. Me embiste una y otra vez como un martillo neumático, como un pistón, sin piedad y con fuerza. El salón se llena con el sonido de nuestra carne al estrellarse la una con la otra, el sonido de succión de mi coño empapado y nuestros jadeos, nuestros gemidos.

Víctor me tiene quince gloriosos minutos a buena velocidad, siento que me voy a correr otra vez, sus manos se cogen ahora a mis tetas.

—Más… másss…. —le urjo.

—Toma, toma, mamá, joder, qué puta eres… jodeeeeerrrr… Te estoy follandoooo…

Y duplica la velocidad hasta que un orgasmo tan potente me recorre, me estremece, casi me parte el espinazo. Lo veo arquear la espalda, agarrarme de los muslos para no caerse y de pronto siento su semen en mi coño como lava recorriéndome. Su polla palpita y mi coño también lo hace, llamando el orgasmo del uno al del otro con una desesperación que ninguno sabía que era correspondida.

Cuando él se deja caer al suelo, sentándose, de mi coño aún palpitante gotea un poco de su densa y húmeda lefa.

Hemos follado. Mi hijo y yo. Y no puede haber sido más maravilloso.

Víctor se acerca, se apoya en el sofá y me coge una pierna.

—Llevo mucho queriendo…

—Ssshhh… Habrá más. Prometido. Ya no podemos devolver los gusanos a la lata. Ahora, simplemente, será natural.

*

Llevo todo el día dando vueltas. Papeleo, entregar una galerada con correcciones a mi editora, charlar y comer con ella programando el lanzamiento del libro… Todas esas cosas. A la tarde me paso por una librería y me llevo un surtido de libros con el pedazo de adelanto que me acaba de cascar mi editora. Vuelvo a casa contenta, con mis libros, un par de los que sé que Víctor quería y paso a hacer la compra para la cena.

Cuando subo hasta el ático, donde vivimos, advierto que está acompañado y trato de ser discreta. Escucho sonidos inconfundibles de dos personas follando tratando de ser silenciosas pero que no les acaba de salir. Sobre todo a ella, que se emociona y gime más que una actriz porno, pero muy creíble todo. Se corre, cuento, desde la cocina donde estoy preparando unas patatas para hacerlas al horno, no menos de dos veces. Oigo ruidos, como si se hubieran caído de la cama o algo así, y les escucho reír. Me río yo también mientras sigo a lo mío. Me sirvo un vino blanco, un poco de lomo de caña y pan para picotear en la barra de la cocina, leyendo algo de lo que he comprado. Comienzo una de las novelas de misterio de Michael Collins y al poco estoy absorta.

Veo cómo una chica sale del baño en toalla y se le escapa un «Ups» al verme y haber contacto visual.

—Hola —saludo.

Ya me ha visto. No puede menos que saludarme. Y lo hace. Es alta, de piel morena y con el pelo mojado sobre los hombros. Tiene una sonrisa ancha y unos dientes muy muy blancos, puedo apreciar. Sus piernas eran fuertes, torneadas e igual de morenas, con los dedos de los pies algo separados y las uñas pintadas de blanco, lo que destacaba mucho con el moreno de la piel. Los ojazos verdes mostraban una mezcla de miedo, vergüenza y ganas de desaparecer.

—Ho… hola… eh… Señora… Esto yo soy… ehm Amanda.

—Hola Amanda. Encantada. Yo soy Yocasta. La madre de Víctor. ¿Quieres una copa de vino? —le ofrezco, alargando un poco el momento.

—Ajá… —me responde.

Se afianza un poco más la toalla y se acerca, haciendo acopio de desparpajo. Se acoda en la barra y coge un trozo de lomo. Bebe un poco del vino que le sirvo.

—Mmm… ¡qué bueno! ¿Verdejo?

—Vaya —me sorprendo—, tienes ojo, o más bien paladar, para esto.

—Jejeje… mi padre es enólogo —me comenta—. Llevo pudiendo distinguir un chardonnay de un cabernet desde los doce años, aunque esté mal que yo lo diga.

—Caray. Qué alegría. ¿Trabajas con tu padre?

—Sí, en la bodega familiar.

—Oh, siempre he querido ir a una bodega, fíjate.

Ella sonríe.

—Puede venir a la nuestra cuando quiera, desde luego —me invita.

—Tal vez la invitación fuera más seria si lo dices vestida, ¿no?

Ambas nos giramos para ver a Víctor que viene hacia nosotras, matador, poniéndose una camiseta sobre su bello pecho y con unos vaqueros ciñéndole la estrecha cintura.

Nos reímos.

Amanda va a cambiarse y vuelve al rato en vaqueros y una camiseta. Veo que debajo no lleva sujetador y se le marcan los pezones, muy apuntados. Se me hace la boca agua. Víctor me mira y lo percibe, le sonrío, con una mirada de «tienes buen gusto…». Pero no puede quedarse a cenar: ha quedado con la familia y mañana madruga para trabajar en la bodega. Le hago la oferta de que venga alguna que otra vez, que no me importa si es novia o no de Víctor, que no soy de esas. Ella sonríe con un gesto que lo dice todo.

Vic y yo cenamos.

—Vaya paliza le has dado, nene —le digo.

Él se azora un poco.

—Más bien ella a mí. Pero bueno…

—Mientras me hayas guardado algo.

—Ufff… para ti siempre hay, mamá —me dice.

Los ojos se le enturbian con sexo y su voz se vuelve más ronca.

—Pues ven —le insto.

Él se levanta, se acerca a mí y me da un beso profundo, con una lengua exigente, masculina, deseosa. Me estremezco. Le respondo con vehemencia. Lleva una de sus manos a mis tetas por las que tiene verdadera pasión. Las tengo más grandes que su amiga, observa la mujer celosona y tontorrona que todas llevamos dentro.

Consigue sacarla de la camiseta, sortea el sujetador y la aferra con ganas sin dejar de morrearme. Su dedo pulgar le exige a mi pezón, rozándolo como si quisiera que encendiera un mechero. Me encanta, y lo sabe.

—Ve a tu cuarto. Desnúdate para mí —le pido.

—Mamá, te necesito, quiero volver… —le pongo los dedos en los labios.

—Ve, cachorrito. Ve. Habrá de todo para los dos.

Lo hace, se va a la habitación, mirándome, la polla tirando de sus pantalones cruelmente. Vaya pollón se gasta mi niño… y bien rica que está.

Apuro la copa y me desnudo. Voy hasta la habitación. Lo encuentro tumbado, desnudo, meneándosela. Me quedo un rato mirando cómo se masturba. Me pone a mil. Yo, apoyada en la pared hago lo mismo, empiezo a tocarme y gimo, me estrujo los dos pechos y mi mano derecha se ha afincado en la laguna que es mi coño.

—Date la vuelta —le pido— y apoya las rodillas.

—Con… con el culo… ¿en pompa? —me pregunta, algo confuso.

—Ajá. Voy a ordeñar a mi hijo y a su tremenda polla.

De nuevo, cumple mi petición y lo veo ahí clavado, con la polla durísima y los huevos contraídos y su ano rosado a la vista.

Me acerco, me pongo de rodillas a su lado, y no puedo evitarlo, me asomo a su culo para besar sus nalgas, recorrerlas con los dedos y empezar a jugar con su ano. Lo hago con la mano derecha: la izquierda, tras echarme un poco de lubricante, ha pasado por sus huevos, haciendo que se estremezca y ahora está empapando su nutrida, venosa y gruesa polla. La muevo de arriba abajo. Cuando dije que lo iba a ordeñar no era por decir.

Mi lengua se asoma y empiezo a lamerle el ano, empujando solo muy despacito, sin llegar a penetrarle, pero ensalivándole todo el perineo y el esfínter, que pulsa alegremente conforme lo masturbo, con la mano bien aferrada a la polla recorriendo cada vena y frotando su frenillo y el glande con movimientos curvos, como si entizara un taco. Se empieza a mover, a tener espasmos. Mis lamidas en su ano hacen que le den escalofríos y me encanta. Lo masturbo más fuerte.

—Dáselo a mamá, dame tu semen… vamos… te estoy ordeñando para mí, para que me lo des…

—Ooooh…. Oh, dios, sí… sigue, sigue, me voy a correeeer… Mamá… mamá… pero… así no… Pon la cara, quiero correrme en tu cara…

Me ha puesto burrísima que me diga eso, así que me agacho, me apoyo en la cama y echo atrás la cabeza, apoyándome en la cama, sin dejar de masturbarle. Veo su glande delante de mi cara y es glorioso. El preseminal le gotea y es dulce. Abro la boca y saco la lengua y Víctor gime mientras aprieto más su polla para exprimirlo.

—Dale a mami toda tu leche…

Es decir la frase, y veo la palpitación de su perineo, sus huevos al contraerse, y su polla palpitar una furiosa vez y derramarse en mi cara, en mis mejillas, mis labios y mi lengua. La siguiente la apunto directamente en mi boca y dejo que el grueso de la eyaculación vaya ahí, guardando las últimas para el resto de mi cara, que me la acaba de cubrir, caliente y deliciosa.

Se deja caer a un lado respirando agitadamente, sudando. Me mira y ve su obra y sin dejar de mirarlo, con mi cara llena de su lefa, trago ruidosamente. Aprieta el edredón en dos puños y otro chorro se estrella en mis tetas.

—No será la primera vez que te ordeñe —le informo.

Él se ríe.

—Y te contaré un secreto: quiero que nos follemos a tu amiga —le confieso untándome su semen en las tetas, para que vea hasta qué punto soy suya y él mío.

Madre e hijo. Analmente juntos
Esta vez es mi ano lo que reclama mi hijo, y claro, no puedo, ni quiero decirle que no... Contiene: sexo anal, amor filial (madre-hijo), fingering anal, masturbación, irrumación, male buttplug.
Madre e hijo 2.

Víctor crece, cada vez es más hombre, más duro, más adorablemente sexual. Me pone y me enciende, tanto que casi no siento que otros hombres me atraigan tanto. Les falta algo, una conexión, quizás, más profunda e intensa.

Esta mañana escucho al niño salir de la ducha y no puedo evitarlo voy hacia él, lo intercepto en mitad del pasillo, lo miro, desnudo como está, mientras mis manos vuelan hasta su polla y la agarro. Suavemente al principio, y él me mira, ya desde arriba, alto, espigado, fibroso. Su polla crece y una sonrisa malvada aparece en su rostro. Mi mano lo empieza a masturbar pero él me mira fijamente, haciendo que me pierda en sus ojos.

—Usa la boca, mamá…

Y dice ese “mamá” con un tono que no puedo negarle nada. Me arrodillo delante suya, sacándome las tetas porque sé que le gusta verlas, hinchadas, con los pezones duros y algunas venas azuleando hacia el pezón, incluso una, pequeña, marcada dentro de la areola que sé que le encanta recorrer con la lengua.

Empuño bien la polla dura de mi hijo y me la meto en la boca, fresca, con algunas gotas de agua todavía. Le recorro los huevos con los labios y tiro de ellos sacándomelos, golosa, de la boca por su propio peso. Y estiro su piel hasta que descapulla totalmente (tiene un poquito, muy poco, de fimosis, pero no le molesta para nada; sin embargo sé que le enloquece sentir este tramo más estrecho de piel deslizarse por el glande hasta descaupllarlo), y me la meto en la boca. Saboreo su glande y me calzo toda la polla hasta que me choco con su pubis. Él me pone las manos en la cabeza, enreda los dedos en mi pelo.

—Ufff… sí, mamá… joder… cómete la polla de tu hijo… eso… entera…

Empiezo a hacerle una mamada en profundidad, lo llevo hasta el borde del orgasmo, me aferro a sus caderas con las manos mientras mis labios aprietan su polla con fuerza. La polla no tarda en palpitarle y querer inundarme la garganta de semen, su joven semen… pero no. Me aparto despacio.

—Si quieres correrte tendrás que ganártelo…

Me mira con los ojos borrachos de deseo y sexo. Lo llevo hasta su habitación y busco algo en un cajón que había dejado allí. Un pequeño plug. Hago que se ponga de rodillas en la cama y una vez más, como algunas mañanas, lo ordeño. Mi mano experta recorre su polla empapada de mi saliva mientras mi lengua le acaricia el ano, empuja, lo provoca hasta que percibo que está en su punto. Entonces uso el plug, pequeño pero justo lo que necesita ese culo. Se lo meto dentro despacio pero sin pausa y él gime, combinado con mi mano masturbándolo, recorriéndole el frenillo y el glande con el pulgar, acariciándole los huevos, recorriendo su perineo con mi lengua, sus huevos y bajando, ya penetrado, hasta su polla para volver a chupársela. Él toma el control, y me irruma, es decir, se folla mi boca. Empuja, la usa, otro orificio más para su placer. Es entonces cuando uso lo otro que he cogido. Un pequeño círculo de acero que se cierra con un pequeño candado. Se lo coloco en la base de la polla y en los huevos, lo que hace que su erección se duplique en dureza, congestionada, con las venas marcadas exageradamente y haciendo que casi me corra solo de sentirla entre mis labios.

—Dios, cómo me la has puesto, mamá…

—Pues no la soltaré hasta que cumplas —le digo, mirándolo del revés, con su polla zumbando y palpitando ante mi cara.

—Pues ponte a cuatro patas, que cumplir, cumpliré, pero te voy a destrozar el culo.

Mi vientre arde, me estaba tocando, clavándome los dedos todo lo profundo que puedo y haciendo rápidos círculos sobre mi clítoris erecto, pero cuando menciona mi culo me congelo. No tengo mucha experiencia anal y al volver a mirar esa polla palpitante, me inunda una sombra de duda.

—Víctor, yo…

Él se mueve y me coge del pelo, me chupa los dedos llenos de mis flujos, con sabor a mi coño, y me mira, con los ojos ardiendo.

—Me has metido un plug por el culo, me has puesto triplemente cachondo, tengo la polla congestionada por tu culpa… exijo tu culo en pago —se acerca, se coloca a dos centímetros de mi cara, me da un beso breve—. Te lo voy a destrozar. Es mío.

Me coge del cuello y me siento desfallecer, sintiendo cómo ha tomado el mando. Me coloco como me pide, después de pellizcarme los pezones. Escucho el clac del bote de lubricante abrirse. De pronto, sin previo aviso, su polla entra entera en mi coño y por la pura excitación me sobreviene un orgasmo rápido, breve e intenso. Y mientras lo hace, mientras Víctor me folla despacio y alevosamente, mientras se está follando a su madre, noto las gotas frías del lubricante en mi ano. Caen grumosas, suaves. Su dedo, mientras su polla dura e hipervenosa me penetra hasta el fondo sin perder el ritmo, penetra en mi esfínter con decisión. Noto cómo se abre, la sensación de urgencia de mi culo pero de pronto, mientras mi coño es machacado por su polla inclemente, la polla de mi hijo (siempre me deleito en ese pensamiento), otro dedo más entra y noto cómo se me dilata el culo con facilidad.

Siento la excitación de Víctor. El plug de su culo es como ponerle el “turbo”, y su polla sale de mi coño empapada en flujos arrastrándome hacia oleadas de orgasmos y se apontoca en la entrada de mi dilatado ano. Se enristra el aparato hinchado y venoso y entra decididamente sin pedir permiso. Me tira, me escuece, pincha, pero en dos movimientos, después de dejar que mi esfínter tiemble a su alrededor y se adapte, me empieza a sodomizar. “Sodomizada por mi hijo” pienso y el sentimiento es tan potente que me hace un nudo en el vientre. Su mano derecha me tira del pelo, me hace elevar la cabeza mientras me destroza el culo a su ritmo, buscando su placer, usando a su madre como depósito de su semen y su deseo de sexo, carne de mujer y sus más oscuras fantasías… y me corro. Mi culo se corre, más bien y tiembla y tiene espasmos alrededor de su rabo. Mientras tanto, él no pierde el ritmo, aguanta mucho más con el aro de acero pero llega un punto en que me agarra del cuello, hace que me incorpore, su mano se aferra a mi teta como una garra y lo dice entre dientes.

—Toma… mamá… todo el semen… de tu hijo… por el culo… aaaagggh… todo…

Se corre en cada palabra, me llena, me salpica, empuja su semen ardiendo dentro de mis intestinos mientras su excitación estalla y se pega más a mi cuerpo, unidos, su polla clavada en lo más profundo de mi culo a rebosar de esperma filial, chorreando por mi ano y cayendo al suelo. Es el único hombre en mi vida que me ha hecho eso, que me ha sodomizado y no ha podido gustarme más.

Nos vamos a la ducha tras descansar un poco. No puedo evitar tocarle incluso después de haberse corrido. Le suelto la anilla de acero y él suspira. Nos besamos despacio, sin prisa, lujuria y deseo nos rodean… En la ducha lavo a mi hombre. Le paso el agua y lo enjabono. Saco el plug, el gime mientras yo lo acaricio. Un poco de aceite en el ano para que no acuse su uso y la dilatación. Aprovecho y le meto un dedo entero y su polla vuelve a endurecerse.

—Hay que ver lo que te gusta esto —le digo mientras le beso el cuello mojado.

Él se limita a gemir y mi otra mano viaja hasta su polla, acariciándola despacio, está muy sensible y le cuesta empalmarse, pero unas caricias en los pezones, un dedo hábil acariciándole la próstata, dos dedos ahora, bien metidos en su culo, y mi mano de madre, amorosa y lujuriosa acariciando toda esa polla, los huevos, masturbándolo despacio, la polla bien llena de aceite, resbaladiza pero caliente, venosa como a mí me gusta.

—¿Te gusta follarte a mamá?

—Me encanta follarte, mamá… —me dice entre suspiros.

—Quieres más de esto…

—Quiero más de mucho —me dice llevando la mano atrás para atraer mi cabeza y hundir su lengua en mi boca.

Lo sigo masturbando, le prometo que haremos todo lo que él quiera y él me dice lo mismo, que siempre follaremos, que siempre estaremos para gozar de nuestros cuerpos únicos porque somos la misma sangre. Lo masturbo con fuerza y le digo que me cuente cómo se folló a la chica del otro día. Me lo cuenta. Me dice que ella le chupó la polla, despacio al principio y luego entera. Que le comió los huevos y que él se lo devolvió. Me cuenta que hicieron un 69 y que ella se corrió en su cara, cómo él la puso a cuatro patas y se la folló, con condón, y cómo se acabó corriendo en su cara, que ella limpió con la lengua y las manos.

Mis dedos, profundamente anclados en su ano empiezan a reclamarle un orgasmo más y mi mano le trasladó la exigencia a su preciosa polla y pronto su orgasmo lo sacudió entero y puse mi mano en su punta para recoger todo ese semen. Sin dejar de abrazarlo, se lo enseñé, todo blanco, delicioso, caliente, en mi mano, y luego, dándole la vuelta, sin dejar de mirarle, me lo bebí, lamí mi mano, bajé a limpiarle el sensible glande. Acabó él primero la ducha, saliéndose y yendo hasta el sofá, desnudo. Yo seguía cachonda. No sé cuántos orgasmos había tenido, pero desenrosqué la ducha y con la manguera aplicada en mi clítoris volvía correrme un par de veces antes de salir, borracha de hormonas hasta el salón. Me quedé dormida, recuerdo, en su regazo.

—Vamos a hacer muchas cosas, mamá —recuerdo que dijo mientras yo me dormía, poniendo la calefacción y tapándome con una manta mientras la tele hablaba de sus tonterías.

—Lo que desees —susurré mientras me dormía, oliéndolo
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