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lunes, 27 de abril de 2020

Relato Erótico : Incesto entre madre e hijo

Yocasta en una turbia noche acaba haciéndole una mamada a su hijo y una cosa lleva a la otra. Un relato erótico de Incesto entre madre e hijo.

Relato Erótico : Incesto entre madre e hijo

Relato Erótico : Incesto entre madre e hijo

Quizás no debía haberlo hecho. A lo mejor fueron las noches de soledad masturbándome sola, delante de la tele, o puede que no haber tenido un buen hombre —o sea, polla— e incluso mujer, que a estas alturas de mi vida yo ya voy a lo que me apetece y más placer me da, ignorando las etiquetas y otras soplapolleces. Noches de soledad, o s decía, ginebra con lima y lecturas diversas hasta altas horas, encerrada en mi casa (trabajo en casa, sí. Debería buscarme un coworking o algo así pero para una escritora… ufff… qué pereza).

Vivo con mi hijo, Víctor, 23 lozanos años y acabando la universidad. Juega al baloncesto y es listo, muy listo. Está en programas de alto rendimiento. Es mi orgullo. Y… bueno, a él me refería con lo de “no debía”. No le conozco pareja, pero sé que tiene vida sexual, eso lo tengo más que claro. Alguna vez le he comprado condones.

Yo por mi parte tengo 46 muy bien puestos, lo tuve al final de mi carrera de Historia del Arte y su padre se desentendió y luego se mató en un accidente de coche. En este orden. A mis años estoy bastante bien. Soy rubia –teñida de mi castaño claro, seamos honestos–, pero no lo podréis comprobar porque me lo depilo. Tengo una boca bonita, los ojos verdes y grandes, mis tetas son mis dos maravillas que, aunque el tiempo les ha quitado la arrogancia antigravitatoria que tuve hasta el embarazo, siguen siendo bonitas, pesadas, de buen tamaño (no me caben en las manos pero sin exagerar) y aunque algo más caídas –sniff– siguen siendo dos beldades de pezón granate y areola ancha. Me mantengo en forma y me cuido mi piel clarita, mucho ejercicio de piernas que las mantienen tonificadas y el trasero duro, caderas anchas y pies pequeños de tobillos finos.

Era de noche, un fin de septiembre en el que el aire de la tramontana ya te hace cerrar la hoja de la terraza porque a eso de las dos de la mañana te da repelús. Me había quedado dormida en el sofá, debajo de mi manta favorita y tenía en la mano mi consolador favorito. Así de triste. Me dormí después de masturbarme viendo una mierda de serie victoriana, cayendo presa de mis fantasías, despatarrada en el sofá y con el coño hinchado y palpitante. Madre mía qué necesidad. Y eso fue parte del motivo de que ocurriera lo que ocurrió…

Arrastrando la manta me levanto, el consolador y las bragas en la mano derecha y con solo la camiseta de “Dueña de Gatos”, cuya cinturilla no me tocaba el ombligo por la tensión con mis tetas. Todo en mi vida es tensión. Se me endurecen los pezones cuando siento el aire frío que entra por la ventana del baño al que voy, limpio el cacharro, orino y me lavo el parrús desmochado. Me pongo las bragas de nuevo — ¡eh, que estaban limpias!—, y voy al cuarto de mi hijo, por donde entra corriente, ese helado viento nocturno. Así que entro, cierro la ventana y lo miro. Está dormido como un lirón. Es de sueño profundo así que no temo despertarlo. Estaría bien que me viera ahora, en bragas y con un consolador en forma de oruga simpática y gorda en la mano… lo que hay que ver. Sonrío. Voy a taparlo un poco con la arrugada sábana y al hacerlo la veo. La tremenda, gruesa y dura polla de mi hijo. Joder. No lo puedo evitar y la boca se me hace agua, y el coño, también. Se me encharca. Una buena, bonita y palpitante polla. Fijo que está teniendo sueños eróticos, solo hay que ver cómo estira el cuello… Pero no, agito la cabeza, Yoca, déjate de leches, que es tu hijo. Pero ¿tú has visto ese rabo? Me relamo. Esa malvada voz que tengo en el fondo de mi cabeza y de las que ha partido muchas veces algunas de mis peores ideas, (y también de las más divertidas) está trasteando otra vez.

¿Qué es eso? Veo que Víctor tiene algo en una mano, algo que agarra justo delante de su cara. Es un trozo de tela. Despacito, tiro de él. Al extraerlo, lo veo: son unas bragas. ¡Ay, pillín…! Durmiendo con unas bragas de… ¡Joder! ¡Son mías! ¡Son mis bragas! Las debe de haber sacado del cesto de la ropa sucia y… Son mis bragas negras… y además esas están… ejem… Digamos que me masturbé con ellas puestas así que tienen que oler… ¿Se ha estado… masturbando con mis bragas usadas?

Se me cae la manta del brazo y de pronto una mano ya se me ha metido en las bragas. Tengo el coño empapadísimo.

Voy hasta los pies de la cama con las bragas en la mano, dejo mi conciencia en la puerta, mirando al pasillo y me pongo de rodillas en un lado. Su polla está delante de mí, de mi boca, con una perlita transparente… Ufff… no… no debo… En la “d” del “debo”, y a tengo la boca abierta y la polla de mi hijo prácticamente entre mis labios. Es la polla más bonita que he tenido entre mis manos en mucho tiempo. Y no puedo, no quiero evitarlo. El puto demonio, la puta debilidad que me empuja a ello se hace fuerte, y mi mano derecha pasa a la izquierda el vibrador y agarra el falo de mi vástago. Lo muevo despacio, con firmeza, una, dos veces y se acaba de descapullar. Es un bonito y duro rabo que seguro que ya ha perforado a alguna incauta. O incauto. Creo que a mi hijo le van los dos bandos. Bien por él.

Dejo de pensar en el mismo momento en que me la meto entera en la boca. Escucho a Víctor gemir suavemente y me aplico, me aplico como si me fuera la vida en ello, sintiendo que la necesidad que tengo de hombre, de sexo, me incendia. Mi coño arde en flujo goteante, mi mano izquierda clava profundamente el consolador en él y lo pone a plena potencia, encabritándolo y haciendo que la segunda oruga gordota se afane en mi clítoris como una cabra en un buffet de ensalada. Dentro y fuera. Consolador y polla. Dos agujeros. La hostia qué guarra soy y cómo lo necesitaba.

La polla de Víctor es deliciosa, sabe divinamente, me hace gemir conforme se la chupo. Él se agita, en sueños, lo sé. Y colabora. Una mano suya va hasta mi cabeza y me empuja para que se la chupe más profundamente, cosa que hago con deleite. La saco y le como los huevos sin poder evitarlo, golosa, necesitada. Uno, luego el otro, adentro, cúbrelos de saliva, y de nuevo la polla, tras masturbarla varias veces con fuerza, a la boca. La he recorrido con la lengua y me la clavo más profundamente.

Me corro, joder, me corro… aaaah… hostias con el vibrador… lo apago, pero lo dejo ahí dentro, en mi coño palpitante mientras de rodillas acabo la faena. Voy más y más profundo y con una mano me ayudo a que Víctor termine. Su mano me empuja más profundamente y siento que se corre, palpita una, dos, tres veces y de pronto, mi boca se llena de semen. Lanza chorros como si le fuera la vida en ello. El último espasmo mueve las caderas y me la mete hasta la garganta, haciéndome tragar todo lo que ha soltado de un tirón. Joder. Mi hijo se va a deshidratar…

La saco de entre mis labios despacio, muy despacio, para limpiarla bien, absorbiendo hasta la última perla de semen. Ufff… Qué ha gusto me he quedado…

Y esto es solo el principio putilla me dice la voz malvada de mi cabeza, mi yo más pervertido. Y tiene razón.

Antes de irme me meto los dedos, bien hondo en el coño, que está encharcado y salen empapados y con mucho flujo, se los acerco a la nariz, probando, tentando. Abre la boca, se los mete, los chupa y relame lentamente como si no quisiera arrancarles todo el sabor. Gime. Voy a tener que masturbarme otra vez como una condenada antes de dormir…

Creía que esa noche no dormiría. Aun me sabía la boca a semen, y me tuve que cambiar de bragas. El orgasmo habías sido de los intensos, y me palpitaba el coño solo de acordarme. Pero dormí profundamente. Cuando me desperté, Víctor ya se había ido, su habitación estaba recogida y sus sábanas cambiadas.

No os voy a mentir: no me concentré mucho ese día. Cada dos o tres horas no podía evitarlo y me masturbaba. No estaba así de loca con mi coño desde la adolescencia en la que me masturbaba con botes de desodorante roll-on (cerrados, claro).

Al final me forcé a concentrarme, tengo un deadline que cumplir y me tuve que empeñar a fondo, ponerme música tronante en los auriculares e ignorar el canto de sirena de mi ardiente coño para poder centrarme en lo mío. Claro que no ayudó mucho el hecho de que tuviera que escribir escenas eróticas… Pero sobreviví. Sin deshidratarme ni nada.

Víctor llegó tarde ese día. Yo estaba acabando de hacer la cena, había hecho pizza casera y le había preguntado si iba a retrasarse más para dejar la suya en el horno justo cuando entró por la puerta. Me dio un beso en la mejilla, diciéndome que sacara su pizza mientras se daba una ducha rápida que el entrenamiento lo había dejado reventado. Temblé al sentir sus labios, lo confieso. Yo temblé. Mi coño iba a su bola y se puso a babear.

Cenamos en el salón, viendo un programa de cocineros, que nos encanta, y diciendo cómo mejoraríamos la receta.

—Oh, vamos, el otro día en casa de Carlos comí una merluza mucho mejor preparada que esa cosa —dijo, gritándole a la tele.

Yo me reí.

—¿Cocina bien Carlos?

—Ufff… Está en una escuela de cocina y es un hacha. Fue el finde pasado que lo pasé en su piso y joder, qué bien cocina.

—Y, ¿te gusta? —le pregunté, guiñándole un ojo y bebiendo un sorbo de vino blanco.

Víctor casi echa la Coca-Cola por la nariz, pero fue por la sorpresa.

—Bueno… sí. Él me gusta. Y… la cuestión mamá es que… Tere, su novia, también me gusta y yo… o sea, nosotros… que…

Vale, no hablábamos mucho pero éramos sinceros siempre y yo ya le había contado que había probado con hombres y con mujeres, y que me gustaban ambas cosas. Mira tú por dónde el nene también había salido…

—Bisexual, ¿eh? —le dije.

No me miró, pero asintió.

Yo dejé la bandeja en la mesilla, le quité la suya, y lo abracé. Después me retiré un poco, lo miré, le despeiné el flequillo y le dije que todo estaba bien. Que era perfecto. Él sonrió y asintió, como si se hubiera quitado un peso de encima.

—Mira lo que está haciendo ese con las costillas —le dije, cogiéndole una mano, que él me agarró con fuerza—. Si le echa tanto curry la va a destrozar…

—Je, je…

De pronto me desperté. Nos habíamos quedado dormidos en el sofá, yo echada en él y Víctor en la parte de chaise longe. Respiraba con calma, acompasado, pero vi que una de sus manos estaba dentro de su pantalón corto y, sorpresa: volvía a tenerla dura. Y mi sonrisa se acrecentó, mi coño rugió y me volvió a dar hambre…

Esta vez, no me preguntéis por qué, fui mucho menos sutil. Me puse delante de él, le bajé los pantalones y liberé su polla de su mano, sentándome a horcajadas en sus piernas para ser yo quien se ocupara de esa joya de miembro. De nuevo me supo a gloria, su polla, sus huevos, joder, me gustaba todo. Mis manos recorrieron sus fuertes piernas y las entreabrió un poco. Lo escuché murmurar… «Ufff… Tere… Sigue… Y Carlos… también… ahhhh». Me puse cachondísima. Mi coño abierto rezumaba y una de mis manos tuvo que ocuparse de aquello para darle lo que necesitaba. Mis dedos se metieron en mi interior con práctica urgencia y me masturbé, empapada. Saqué la mano, la cambié y pasé a chuparle la polla a mi hijo con una mezcla de mi sabor y el suyo. Su polla palpitaba, se iba a correr. Dios, sí, vacíate otra vez en mi boca, cariño… y lo hizo. Mi boca había estado subiendo y bajando por todo su miembro, recorriendo cada vena hinchada, su glande esplendoroso y bonito, entre blando y terso. Pasaba mi lengua por su frenillo viendo cómo eso le hacía tensarse más, y por último me la metí hasta el fondo para que se vaciara en mi garganta como un campeón, mi niño, su polla, su semen… Cuando sentí sus palpitaciones y el primer chorro estrellarse en mi interior me corrí. Mi coño apretó salvajemente mis dedos en su interior en rápidas sucesiones que me estremecieron enteras.

—Aaaaah… —Víctor gemía, estremeciéndose, clavado en mi boca.

Palpitó varias veces más, soltó varios chorros de su leche, mi leche, joder. Me ahogaba en ella y quería más… Cuando acabó, de nuevo lo limpié con la boca, y como no podía moverlo (mide 1,89 y pesa un montón), me quedé con él. Al poco yo estaba sentada, dormida en el sofá y me desperté al sentir algo.

Me estaba excitando, mucho. Había algo que me estaba haciendo trasponer el velo del sueño trayéndome de nuevo a la realidad. El salón solo estaba iluminado por la pantalla de la tele en la que Netflix preguntaba si queríamos seguir viendo el programa. O sea que habían pasado casi dos horas o tres programas. Como poco. De nuevo la sensación recorriéndome. Ufff… ¿Qué era aquello?

Víctor. Estaba tumbado ligeramente en mi regazo, y una de mis tetas estaba a la vista. La otra estaba siendo succionada por él. No sé si estaba dormido o qué, pero sus labios me estaban chupando el pezón, me lo mordían, me provocaban. Ufff… joder… Qué distinto era esto… Mordía, chupaba y estiraba mi pesado pecho. Su mano se estaba masturbando y la otra empezaba a pellizcarme el pezón derecho, a amasar mi teta libre… y me estaba encendiendo como un incendio australiano. Mi mano viajó hacia su entrepierna. Le acaricié los testículos, que se arrugaron al momento. Gimió, nuestros ojos se encontraron. Mi mano libre, la izquierda, lo apretó más y él entendió. Chupó con fuerza, y se cambió de pecho. Yo seguía masturbándolo…

—Mamá, yo… —dijo un momento al separarse para viajar de un pezón a otro.

—Shhh… disfruta —le dije.

Y le apreté la polla con fuerza. Otra vez dura, hinchada. Lo masturbé mientras él me comía las tetas con placer, ronroneando mientras mi mano subía y bajaba, haciéndole sentir cada ascenso y descenso, bien apretada y jugando con sus testículos suavemente.

Se tensa, yo estoy que me lo voy a comer, no quiero más que correrme como una loca, sentarme en su cara y que lama todo lo que hay ahí en el agujero por el que salió y en el que ahora quiero que entre pero con otra cosa…

—Joder, Víctor… ponte aquí y cómemelo.

Todo o nada. O se levanta o se va. O se tira por una ventana o yo qué sé.

Víctor se levanta, se pone de rodillas delante de mí. Sus manos pasan delicadamente por mis muslos. Veo su emoción, no se plantea nada, solo quiere eso, la fuente del olor con el que vete tú a saber cuánto tiempo lleva masturbándose.

Siento sus besos, los besos de mi hijo, pero ya carentes de toda inocencia. Van hasta mi coño y se acaba estrellando contra él casi con hambre. Me abro bien de piernas y mi coño se abre solo como una flor húmeda, mis labios hinchados, los interiores también, el clítoris, algo grueso, palpitando. Siento su lengua pasar desde casi mi ano hasta el clítoris. Se detiene y lo chupa con ansia, con fuerza. Lo hace bien. Le han enseñado a complacer… Baja y su lengua entra en mi coño y casi me corro del gusto y del vicio. Dios, ensancha la lengua una vez dentro y la saca para que vea cómo la mete en su boca y saborea. Vuelve y empieza a comerme el clítoris con ocasionales chupadas a la vagina, esa por la que él salió un día, y a la que ahora da placer. Me voy a correr.

—Me corro —digo en un suspiro; él redobla la velocidad de esa ardiente y cálida lengua—. Joder, Víctor me co… rroooooooooo —y allá va mi orgasmo, que me recorre entera, me hace perder la razón.

Me cojo los pechos y los estrujo, los pezones, al retorcerlos, me duplican el orgasmo y hace que arquee la espalda. Lo veo retirarse despacio secándose la boca con el dorso de la mano. Está bueno, está muy bueno, es todo fibra. No se le marcan los abdominales a lo exagerado, solo cuando respira. Veo que enristra su polla y en su mirada hay una pregunta. Una pregunta a la que mi cabeza responde asintiendo.

Se acerca.

—Voy a follarte, mamá —dice suavemente, con una sonrisa maligna.

—Joder, sí, Víctor, fóllame, fóllate a tu madre, que lo necesita…

Y sin mucha ceremonia me mete su tremenda polla. Lo hace despacio, casi gentilmente, pero sin pararse, como si lo hubiera estado planificando durante mucho tiempo.

—Ufff… es… es muy distinto… aaah…

—¿Distinto a qué? —le pregunto en un atisbo de lucidez, sintiendo toda esa polla ya encajada dentro de mí.

—Al coño de Tere… o… ufff… —la saca despacio y se escucha un sonido de succión pues mi flujo es muy espeso— o a su culo. O el de Carlos…

—Ya habrá tiempo para los culos… Y el mío, este coño que te follas, es el doble de veterano que el de tu Tere… Así que aprovecha y dale fuerte, joder, Víctor… Tu madre necesita que le rompas el coño con esa polla que te he dado…

—Aaaah —siento cómo se le endurece un poco más y le palpita dentro de mi coño.

Víctor me coge de las caderas, se retira y me embiste. Ese es exactamente el término. Me embiste una y otra vez como un martillo neumático, como un pistón, sin piedad y con fuerza. El salón se llena con el sonido de nuestra carne al estrellarse la una con la otra, el sonido de succión de mi coño empapado y nuestros jadeos, nuestros gemidos.

Víctor me tiene quince gloriosos minutos a buena velocidad, siento que me voy a correr otra vez, sus manos se cogen ahora a mis tetas.

—Más… másss…. —le urjo.

—Toma, toma, mamá, joder, qué puta eres… jodeeeeerrrr… Te estoy follandoooo…

Y duplica la velocidad hasta que un orgasmo tan potente me recorre, me estremece, casi me parte el espinazo. Lo veo arquear la espalda, agarrarme de los muslos para no caerse y de pronto siento su semen en mi coño como lava recorriéndome. Su polla palpita y mi coño también lo hace, llamando el orgasmo del uno al del otro con una desesperación que ninguno sabía que era correspondida.

Cuando él se deja caer al suelo, sentándose, de mi coño aún palpitante gotea un poco de su densa y húmeda lefa.

Hemos follado. Mi hijo y yo. Y no puede haber sido más maravilloso.

Víctor se acerca, se apoya en el sofá y me coge una pierna.

—Llevo mucho queriendo…

—Ssshhh… Habrá más. Prometido. Ya no podemos devolver los gusanos a la lata. Ahora, simplemente, será natural.

*

Llevo todo el día dando vueltas. Papeleo, entregar una galerada con correcciones a mi editora, charlar y comer con ella programando el lanzamiento del libro… Todas esas cosas. A la tarde me paso por una librería y me llevo un surtido de libros con el pedazo de adelanto que me acaba de cascar mi editora. Vuelvo a casa contenta, con mis libros, un par de los que sé que Víctor quería y paso a hacer la compra para la cena.

Cuando subo hasta el ático, donde vivimos, advierto que está acompañado y trato de ser discreta. Escucho sonidos inconfundibles de dos personas follando tratando de ser silenciosas pero que no les acaba de salir. Sobre todo a ella, que se emociona y gime más que una actriz porno, pero muy creíble todo. Se corre, cuento, desde la cocina donde estoy preparando unas patatas para hacerlas al horno, no menos de dos veces. Oigo ruidos, como si se hubieran caído de la cama o algo así, y les escucho reír. Me río yo también mientras sigo a lo mío. Me sirvo un vino blanco, un poco de lomo de caña y pan para picotear en la barra de la cocina, leyendo algo de lo que he comprado. Comienzo una de las novelas de misterio de Michael Collins y al poco estoy absorta.

Veo cómo una chica sale del baño en toalla y se le escapa un «Ups» al verme y haber contacto visual.

—Hola —saludo.

Ya me ha visto. No puede menos que saludarme. Y lo hace. Es alta, de piel morena y con el pelo mojado sobre los hombros. Tiene una sonrisa ancha y unos dientes muy muy blancos, puedo apreciar. Sus piernas eran fuertes, torneadas e igual de morenas, con los dedos de los pies algo separados y las uñas pintadas de blanco, lo que destacaba mucho con el moreno de la piel. Los ojazos verdes mostraban una mezcla de miedo, vergüenza y ganas de desaparecer.

—Ho… hola… eh… Señora… Esto yo soy… ehm Amanda.

—Hola Amanda. Encantada. Yo soy Yocasta. La madre de Víctor. ¿Quieres una copa de vino? —le ofrezco, alargando un poco el momento.

—Ajá… —me responde.

Se afianza un poco más la toalla y se acerca, haciendo acopio de desparpajo. Se acoda en la barra y coge un trozo de lomo. Bebe un poco del vino que le sirvo.

—Mmm… ¡qué bueno! ¿Verdejo?

—Vaya —me sorprendo—, tienes ojo, o más bien paladar, para esto.

—Jejeje… mi padre es enólogo —me comenta—. Llevo pudiendo distinguir un chardonnay de un cabernet desde los doce años, aunque esté mal que yo lo diga.

—Caray. Qué alegría. ¿Trabajas con tu padre?

—Sí, en la bodega familiar.

—Oh, siempre he querido ir a una bodega, fíjate.

Ella sonríe.

—Puede venir a la nuestra cuando quiera, desde luego —me invita.

—Tal vez la invitación fuera más seria si lo dices vestida, ¿no?

Ambas nos giramos para ver a Víctor que viene hacia nosotras, matador, poniéndose una camiseta sobre su bello pecho y con unos vaqueros ciñéndole la estrecha cintura.

Nos reímos.

Amanda va a cambiarse y vuelve al rato en vaqueros y una camiseta. Veo que debajo no lleva sujetador y se le marcan los pezones, muy apuntados. Se me hace la boca agua. Víctor me mira y lo percibe, le sonrío, con una mirada de «tienes buen gusto…». Pero no puede quedarse a cenar: ha quedado con la familia y mañana madruga para trabajar en la bodega. Le hago la oferta de que venga alguna que otra vez, que no me importa si es novia o no de Víctor, que no soy de esas. Ella sonríe con un gesto que lo dice todo.

Vic y yo cenamos.

—Vaya paliza le has dado, nene —le digo.

Él se azora un poco.

—Más bien ella a mí. Pero bueno…

—Mientras me hayas guardado algo.

—Ufff… para ti siempre hay, mamá —me dice.

Los ojos se le enturbian con sexo y su voz se vuelve más ronca.

—Pues ven —le insto.

Él se levanta, se acerca a mí y me da un beso profundo, con una lengua exigente, masculina, deseosa. Me estremezco. Le respondo con vehemencia. Lleva una de sus manos a mis tetas por las que tiene verdadera pasión. Las tengo más grandes que su amiga, observa la mujer celosona y tontorrona que todas llevamos dentro.

Consigue sacarla de la camiseta, sortea el sujetador y la aferra con ganas sin dejar de morrearme. Su dedo pulgar le exige a mi pezón, rozándolo como si quisiera que encendiera un mechero. Me encanta, y lo sabe.

—Ve a tu cuarto. Desnúdate para mí —le pido.

—Mamá, te necesito, quiero volver… —le pongo los dedos en los labios.

—Ve, cachorrito. Ve. Habrá de todo para los dos.

Lo hace, se va a la habitación, mirándome, la polla tirando de sus pantalones cruelmente. Vaya pollón se gasta mi niño… y bien rica que está.

Apuro la copa y me desnudo. Voy hasta la habitación. Lo encuentro tumbado, desnudo, meneándosela. Me quedo un rato mirando cómo se masturba. Me pone a mil. Yo, apoyada en la pared hago lo mismo, empiezo a tocarme y gimo, me estrujo los dos pechos y mi mano derecha se ha afincado en la laguna que es mi coño.

—Date la vuelta —le pido— y apoya las rodillas.

—Con… con el culo… ¿en pompa? —me pregunta, algo confuso.

—Ajá. Voy a ordeñar a mi hijo y a su tremenda polla.

De nuevo, cumple mi petición y lo veo ahí clavado, con la polla durísima y los huevos contraídos y su ano rosado a la vista.

Me acerco, me pongo de rodillas a su lado, y no puedo evitarlo, me asomo a su culo para besar sus nalgas, recorrerlas con los dedos y empezar a jugar con su ano. Lo hago con la mano derecha: la izquierda, tras echarme un poco de lubricante, ha pasado por sus huevos, haciendo que se estremezca y ahora está empapando su nutrida, venosa y gruesa polla. La muevo de arriba abajo. Cuando dije que lo iba a ordeñar no era por decir.

Mi lengua se asoma y empiezo a lamerle el ano, empujando solo muy despacito, sin llegar a penetrarle, pero ensalivándole todo el perineo y el esfínter, que pulsa alegremente conforme lo masturbo, con la mano bien aferrada a la polla recorriendo cada vena y frotando su frenillo y el glande con movimientos curvos, como si entizara un taco. Se empieza a mover, a tener espasmos. Mis lamidas en su ano hacen que le den escalofríos y me encanta. Lo masturbo más fuerte.

—Dáselo a mamá, dame tu semen… vamos… te estoy ordeñando para mí, para que me lo des…

—Ooooh…. Oh, dios, sí… sigue, sigue, me voy a correeeer… Mamá… mamá… pero… así no… Pon la cara, quiero correrme en tu cara…

Me ha puesto burrísima que me diga eso, así que me agacho, me apoyo en la cama y echo atrás la cabeza, apoyándome en la cama, sin dejar de masturbarle. Veo su glande delante de mi cara y es glorioso. El preseminal le gotea y es dulce. Abro la boca y saco la lengua y Víctor gime mientras aprieto más su polla para exprimirlo.

—Dale a mami toda tu leche…

Es decir la frase, y veo la palpitación de su perineo, sus huevos al contraerse, y su polla palpitar una furiosa vez y derramarse en mi cara, en mis mejillas, mis labios y mi lengua. La siguiente la apunto directamente en mi boca y dejo que el grueso de la eyaculación vaya ahí, guardando las últimas para el resto de mi cara, que me la acaba de cubrir, caliente y deliciosa.

Se deja caer a un lado respirando agitadamente, sudando. Me mira y ve su obra y sin dejar de mirarlo, con mi cara llena de su lefa, trago ruidosamente. Aprieta el edredón en dos puños y otro chorro se estrella en mis tetas.

—No será la primera vez que te ordeñe —le informo.

Él se ríe.

—Y te contaré un secreto: quiero que nos follemos a tu amiga —le confieso untándome su semen en las tetas, para que vea hasta qué punto soy suya y él mío.

Madre e hijo. Analmente juntos
Esta vez es mi ano lo que reclama mi hijo, y claro, no puedo, ni quiero decirle que no... Contiene: sexo anal, amor filial (madre-hijo), fingering anal, masturbación, irrumación, male buttplug.
Madre e hijo 2.

Víctor crece, cada vez es más hombre, más duro, más adorablemente sexual. Me pone y me enciende, tanto que casi no siento que otros hombres me atraigan tanto. Les falta algo, una conexión, quizás, más profunda e intensa.

Esta mañana escucho al niño salir de la ducha y no puedo evitarlo voy hacia él, lo intercepto en mitad del pasillo, lo miro, desnudo como está, mientras mis manos vuelan hasta su polla y la agarro. Suavemente al principio, y él me mira, ya desde arriba, alto, espigado, fibroso. Su polla crece y una sonrisa malvada aparece en su rostro. Mi mano lo empieza a masturbar pero él me mira fijamente, haciendo que me pierda en sus ojos.

—Usa la boca, mamá…

Y dice ese “mamá” con un tono que no puedo negarle nada. Me arrodillo delante suya, sacándome las tetas porque sé que le gusta verlas, hinchadas, con los pezones duros y algunas venas azuleando hacia el pezón, incluso una, pequeña, marcada dentro de la areola que sé que le encanta recorrer con la lengua.

Empuño bien la polla dura de mi hijo y me la meto en la boca, fresca, con algunas gotas de agua todavía. Le recorro los huevos con los labios y tiro de ellos sacándomelos, golosa, de la boca por su propio peso. Y estiro su piel hasta que descapulla totalmente (tiene un poquito, muy poco, de fimosis, pero no le molesta para nada; sin embargo sé que le enloquece sentir este tramo más estrecho de piel deslizarse por el glande hasta descaupllarlo), y me la meto en la boca. Saboreo su glande y me calzo toda la polla hasta que me choco con su pubis. Él me pone las manos en la cabeza, enreda los dedos en mi pelo.

—Ufff… sí, mamá… joder… cómete la polla de tu hijo… eso… entera…

Empiezo a hacerle una mamada en profundidad, lo llevo hasta el borde del orgasmo, me aferro a sus caderas con las manos mientras mis labios aprietan su polla con fuerza. La polla no tarda en palpitarle y querer inundarme la garganta de semen, su joven semen… pero no. Me aparto despacio.

—Si quieres correrte tendrás que ganártelo…

Me mira con los ojos borrachos de deseo y sexo. Lo llevo hasta su habitación y busco algo en un cajón que había dejado allí. Un pequeño plug. Hago que se ponga de rodillas en la cama y una vez más, como algunas mañanas, lo ordeño. Mi mano experta recorre su polla empapada de mi saliva mientras mi lengua le acaricia el ano, empuja, lo provoca hasta que percibo que está en su punto. Entonces uso el plug, pequeño pero justo lo que necesita ese culo. Se lo meto dentro despacio pero sin pausa y él gime, combinado con mi mano masturbándolo, recorriéndole el frenillo y el glande con el pulgar, acariciándole los huevos, recorriendo su perineo con mi lengua, sus huevos y bajando, ya penetrado, hasta su polla para volver a chupársela. Él toma el control, y me irruma, es decir, se folla mi boca. Empuja, la usa, otro orificio más para su placer. Es entonces cuando uso lo otro que he cogido. Un pequeño círculo de acero que se cierra con un pequeño candado. Se lo coloco en la base de la polla y en los huevos, lo que hace que su erección se duplique en dureza, congestionada, con las venas marcadas exageradamente y haciendo que casi me corra solo de sentirla entre mis labios.

—Dios, cómo me la has puesto, mamá…

—Pues no la soltaré hasta que cumplas —le digo, mirándolo del revés, con su polla zumbando y palpitando ante mi cara.

—Pues ponte a cuatro patas, que cumplir, cumpliré, pero te voy a destrozar el culo.

Mi vientre arde, me estaba tocando, clavándome los dedos todo lo profundo que puedo y haciendo rápidos círculos sobre mi clítoris erecto, pero cuando menciona mi culo me congelo. No tengo mucha experiencia anal y al volver a mirar esa polla palpitante, me inunda una sombra de duda.

—Víctor, yo…

Él se mueve y me coge del pelo, me chupa los dedos llenos de mis flujos, con sabor a mi coño, y me mira, con los ojos ardiendo.

—Me has metido un plug por el culo, me has puesto triplemente cachondo, tengo la polla congestionada por tu culpa… exijo tu culo en pago —se acerca, se coloca a dos centímetros de mi cara, me da un beso breve—. Te lo voy a destrozar. Es mío.

Me coge del cuello y me siento desfallecer, sintiendo cómo ha tomado el mando. Me coloco como me pide, después de pellizcarme los pezones. Escucho el clac del bote de lubricante abrirse. De pronto, sin previo aviso, su polla entra entera en mi coño y por la pura excitación me sobreviene un orgasmo rápido, breve e intenso. Y mientras lo hace, mientras Víctor me folla despacio y alevosamente, mientras se está follando a su madre, noto las gotas frías del lubricante en mi ano. Caen grumosas, suaves. Su dedo, mientras su polla dura e hipervenosa me penetra hasta el fondo sin perder el ritmo, penetra en mi esfínter con decisión. Noto cómo se abre, la sensación de urgencia de mi culo pero de pronto, mientras mi coño es machacado por su polla inclemente, la polla de mi hijo (siempre me deleito en ese pensamiento), otro dedo más entra y noto cómo se me dilata el culo con facilidad.

Siento la excitación de Víctor. El plug de su culo es como ponerle el “turbo”, y su polla sale de mi coño empapada en flujos arrastrándome hacia oleadas de orgasmos y se apontoca en la entrada de mi dilatado ano. Se enristra el aparato hinchado y venoso y entra decididamente sin pedir permiso. Me tira, me escuece, pincha, pero en dos movimientos, después de dejar que mi esfínter tiemble a su alrededor y se adapte, me empieza a sodomizar. “Sodomizada por mi hijo” pienso y el sentimiento es tan potente que me hace un nudo en el vientre. Su mano derecha me tira del pelo, me hace elevar la cabeza mientras me destroza el culo a su ritmo, buscando su placer, usando a su madre como depósito de su semen y su deseo de sexo, carne de mujer y sus más oscuras fantasías… y me corro. Mi culo se corre, más bien y tiembla y tiene espasmos alrededor de su rabo. Mientras tanto, él no pierde el ritmo, aguanta mucho más con el aro de acero pero llega un punto en que me agarra del cuello, hace que me incorpore, su mano se aferra a mi teta como una garra y lo dice entre dientes.

—Toma… mamá… todo el semen… de tu hijo… por el culo… aaaagggh… todo…

Se corre en cada palabra, me llena, me salpica, empuja su semen ardiendo dentro de mis intestinos mientras su excitación estalla y se pega más a mi cuerpo, unidos, su polla clavada en lo más profundo de mi culo a rebosar de esperma filial, chorreando por mi ano y cayendo al suelo. Es el único hombre en mi vida que me ha hecho eso, que me ha sodomizado y no ha podido gustarme más.

Nos vamos a la ducha tras descansar un poco. No puedo evitar tocarle incluso después de haberse corrido. Le suelto la anilla de acero y él suspira. Nos besamos despacio, sin prisa, lujuria y deseo nos rodean… En la ducha lavo a mi hombre. Le paso el agua y lo enjabono. Saco el plug, el gime mientras yo lo acaricio. Un poco de aceite en el ano para que no acuse su uso y la dilatación. Aprovecho y le meto un dedo entero y su polla vuelve a endurecerse.

—Hay que ver lo que te gusta esto —le digo mientras le beso el cuello mojado.

Él se limita a gemir y mi otra mano viaja hasta su polla, acariciándola despacio, está muy sensible y le cuesta empalmarse, pero unas caricias en los pezones, un dedo hábil acariciándole la próstata, dos dedos ahora, bien metidos en su culo, y mi mano de madre, amorosa y lujuriosa acariciando toda esa polla, los huevos, masturbándolo despacio, la polla bien llena de aceite, resbaladiza pero caliente, venosa como a mí me gusta.

—¿Te gusta follarte a mamá?

—Me encanta follarte, mamá… —me dice entre suspiros.

—Quieres más de esto…

—Quiero más de mucho —me dice llevando la mano atrás para atraer mi cabeza y hundir su lengua en mi boca.

Lo sigo masturbando, le prometo que haremos todo lo que él quiera y él me dice lo mismo, que siempre follaremos, que siempre estaremos para gozar de nuestros cuerpos únicos porque somos la misma sangre. Lo masturbo con fuerza y le digo que me cuente cómo se folló a la chica del otro día. Me lo cuenta. Me dice que ella le chupó la polla, despacio al principio y luego entera. Que le comió los huevos y que él se lo devolvió. Me cuenta que hicieron un 69 y que ella se corrió en su cara, cómo él la puso a cuatro patas y se la folló, con condón, y cómo se acabó corriendo en su cara, que ella limpió con la lengua y las manos.

Mis dedos, profundamente anclados en su ano empiezan a reclamarle un orgasmo más y mi mano le trasladó la exigencia a su preciosa polla y pronto su orgasmo lo sacudió entero y puse mi mano en su punta para recoger todo ese semen. Sin dejar de abrazarlo, se lo enseñé, todo blanco, delicioso, caliente, en mi mano, y luego, dándole la vuelta, sin dejar de mirarle, me lo bebí, lamí mi mano, bajé a limpiarle el sensible glande. Acabó él primero la ducha, saliéndose y yendo hasta el sofá, desnudo. Yo seguía cachonda. No sé cuántos orgasmos había tenido, pero desenrosqué la ducha y con la manguera aplicada en mi clítoris volvía correrme un par de veces antes de salir, borracha de hormonas hasta el salón. Me quedé dormida, recuerdo, en su regazo.

—Vamos a hacer muchas cosas, mamá —recuerdo que dijo mientras yo me dormía, poniendo la calefacción y tapándome con una manta mientras la tele hablaba de sus tonterías.

—Lo que desees —susurré mientras me dormía, oliéndolo
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Relato Erótico : Con la boca llena

Relato Erótico : Con la boca llena

¿Cómo llega a degradarse la decencia de una mujer criada en un colegio católico bajo estrictos códigos morales, y ahora casada con un buen hombre que hace todo por mantenerla feliz tanto económica como sentimentalmente, por un deseo profundo de convertirse en una puta? ¿Por qué una mujer arriesgaría todo cuanto tiene (un esposo comprensivo, estabilidad, trabajo y amor) por una aventura que la está llevando al precipicio de lo prohibido?

¿De verdad vale la pena perderlo todo por instantes de placer desbordado?

Yo no entiendo lo que me pasa; no tiendo cómo he perdido la cordura a extremo, ni cómo fue que caí en las redes de mi jefe, un hombre frívolo, intransigente, un caballero ante la sociedad; un filántropo y buen mozo que cuando se transforma en mi macho se convierte en mi perdición.

—Tú serás mi puta, Lydia, y lo serás por voluntad —me dijo el día que cambiaría el rumbo de mi vida. Llevaba tres meses trabajando para él, tres meses fantaseando con su cuerpo, con su voz, con sus enormes manos y con lo que sería ser atravesada por su falo—. Yo no te obligaré a nada ni te exigiré que te abandones a mí, pequeña Lydia. Tú solita lo harás porque así lo deseas. Aún cuando ahora me demuestras mesura, templanza y fineza en tus modales y tu andar, tú cederás. Me cederás tu cuerpo, tus pensamientos y tus deseos, y seré yo quien los administre desde entonces hasta que ya no seas nada salvo mía.

Me había tomado por sorpresa que me mandara llamar a su oficina justo a la hora de la salida, pues ese hombre se limitaba a darme órdenes por la mañana, y a dejar que el día trascurriera sin novedades, excepto cuando tenía que acompañarlo a alguna reunión de negocios, pues yo era su asistente personal. Después de un episodio donde lo descubrí cogiendo con la mujer del gerente de recursos humanos (episodio que ya relataré en otra ocasión), y que me obligara a decirle lo que yo había visto, Ivo se había mantenido distante ante mí, y yo temía que tal episodio lo llevaran a despedirme un día de estos. Por eso me asustó cuando me dijo que fuera a su oficina cuando se hubieran marchado todos los trabajadores de escritorio, pues tenía que hablar conmigo urgentemente.

Y solamente entrar, le vi sentado en el borde de su escritorio, tan machote y fibroso como un monumento forjado por Miguel Ángel. Sus manos apoyadas detrás de la superficie de cristal, y sus pies entrecruzados. Me miraba con suficiencia, como un amo que mira a su perra, y sonreía de una forma tan seductora y diabólica que estuve a punto de caer tirada en el suelo de la impresión.

—Sí, querida Lydia, después de todo lo que has visto y sabido de mí me queda claro que tú serás mi puta.

—¿Quéee? ¿Qué me está diciendo, Licenciado Mier? —le grité ese día con miedo; miedo a perder un trabajo que tanto me había costado tener, miedo a mis propios impulsos, que no dejaban de hacerme estremecer. Miedo a que en verdad se cumplieran sus amenazas y que yo cayera rendida a sus pies. Y debo confesar que lo que en realidad aterrorizaba era precisamente eso, inflarle aún más su ego si yo me dejaba embaucar por su dominio, su seducción y todo cuando él era.

—En determinado momento, pequeña Lydia, cada vez que entres a esta oficina, tus propios impulsos te llevarán a ponerte de rodillas, como una buena gatita que quiere lamer el calzado de su amo, y a gatear sumisamente hasta donde yo me encuentre, dispuesta a besar mis pies, para luego con tus pequeñas manitas buscar mi bragueta para sacar mi enorme polla y acariciarla con la lengua; chuparla solemne y devotamente como si fuera el santo de tu devoción. Le rendirás honor con tu hermosa boquita, y tus carnosos labios no atinarán a hacer otra cosa que no sea la de besarla, frotarla de arriba abajo hasta que el barniz rojo de tus labios quede impregnado en cada centímetro de mi falo.

—¡Está usted loco, licenciado Mier, completamente loco! —dije impresionada, petrificada y sin poder parpadear.

El corazón me latía violentamente y en mi vientre comenzaba a arder una especia de mariposa cosquillosa.

—En determinado momento, pequeña Lydia, querrás vestir como una puta para mí, por el simple hecho de satisfacer mis fantasías más profundas. Por el simple hecho de saber que verte así, sometida ante mí, me pondrá cachondo y con deseos de taladrarte. Por eso diario querrás traer puesta una diminuta tanga a juego con tus medias de red, liguero y tu sostén, que te pondrás a escondidas de tu marido. Te pondrás los zapatos de plataforma con el tacón más alto y delgado que encuentres, porque sabrás que mientras me estés chupando la polla, yo querré perforarte tu profundo y apretado ano con la punta de ese tacón, al que previamente le pondré un condón para que no te lastime.

—¡Está enfermo, licenciado Mier, loco y enfermo! ¡Es usted un pervertido! ¡Me causa repulsión!

—Y si te causo repulsión, querida mía, ¿por qué estás tan mojada? —me preguntó con una vil sonrisa—. ¿Por qué estás chorreando para mí? ¿De veras te causo repulsión, Lydia? ¿Logras ver el bulto que tengo entre las piernas, debajo de mi pantalón de raso? Lo estás provocando tú; me pone tu actitud tan inocente, que guarda falsamente esa personalidad de puta que quieres sacar conmigo, esa oscura personalidad que el soso de tu maridito nunca podrá sacar en ti. Soy muy perceptivo, Lydia, ¿lo sabes? Y por esa razón puedo oler tu aroma a sexo; tu aroma a hembra caliente que no se aguanta las ganas venir a mi polla para acariciarla con tu boca.

—¡Cállese y déjeme ir, degenerado!

—¿Dejarte ir? ¿A dónde? —me preguntó como si ignorara mi verdadero sentir—. Vamos, pequeña Lydia Riquel, pero si no te estoy deteniendo. La puerta no tiene seguro, y yo en ningún momento he evitado que te vayas. Eres tú la que ha decidido permanecer aquí, ¿y saber por qué? Porque en el fondo sabes que eres una linda zorrita; que detrás de esa fachada de santurrona hay una puta caliente queriendo salir. De hecho ya se está saliendo justo ahora, querida, por tus labios vaginales. Esos líquidos calientes que escurren entre tus piernas, mojando esas bonitas pantimedias transparentes que ocultan con maestría tus torneadas piernas, son los destellos de esa puta que está escapando de tu caparazón de santa. ¿A que nunca te habías corrido con tu marido sin siquiera tocarte? ¿A que nunca te habías corrido con las simples palabras que un macho te externa en voz alta?

—¡Es usted un ser perverso y despreciable…!

—Y tú eres una hermosa hembra insatisfecha, querida; reprimida y cohibida sexualmente, que lucha constantemente contra su propio cuerpo que no puede evitar reaccionar de forma lasciva a los estímulos de mis palabras. Pero llegará el momento, querida Lydia, en que solo querrás tener mi polla en tu boca —me sentenció—. Y entonces te diré, “¿cómo se ve más hermosa Lydia?!”. Y tú, con tu pequeña carita angelical y una mirada perversa me dirás; “Cuando Lydia tiene una polla en la boca” —Y su estridente carcajada chocó contra mis senos, contra mi vulva, contra mis piernas, contra mis labios.

Ahí, esa noche que terminaba mi jornada laboral, frente a Ivo Mier, me corrí como una maldita perra sin siquiera proponérmelo. Sin que él me tocara. Sin que yo misma me estimulara con los dedos. Pasó así, sin más, exploté a chorros, y caí de rodillas sobre la alfombra, sintiéndome humillada. Ivo lo había logrado, me hacía hecho venirme sin una sola caricia.

—¡Dios, Dios, Dios! —grité como una histérica, mientras mi vagina ardía y se estremecía como si estuviese recibiendo una corriente eléctrica—. ¡Ay, ayyyy! ¡Aahhhh!

Quise escapar de esa oficina arrastrándome hasta la puerta, pero cada una de las carcajadas de mi futuro macho parecían bofetadas que me impedían moverme hacia ningún lado. Me sentía sumida, desquiciada.

—¡Córrete más, perra, córrete más! —exclamaba Ivo mientras se masajeaba con ganas su polla sobre el pantalón—. ¡Quiero verte así, tirada, mojada para mí! ¿Ves que yo tenía razón? ¿Ves que en el fondo eres una perfecta zorra?

Y cuando menos acordé, me vi mojada de verdad. Parecía que me había orinado sobre mi falda negra de sastre. Mis pantimedias, mis zapatos de tacón cuadrado y mis dos piernas estaban bañadas de líquidos vaginales. ¡Dios mío! ¿Cómo iba a salirme de la oficina así? ¿Cómo iba a presentarme de esta manera ante mi marido?

Quise rogarle que me ayudara a levantar, pero sus burlas y humillaciones me impedían proferir palabra alguna. Entonces le vi la polla abultando su pantalón, le vi su enorme cuerpo. Sus facciones varoniles. Su barba finamente recortada. Sus gruesos labios, sus ojos verdes, y me perdí. Ahí supe que él había ganado la batalla, porque de pronto le comencé a rogar.

—¡Dame polla, por favor, dame tu polla, Ivo, te lo ruego!

Como respuesta recibí de Ivo una sonora carcajada de triunfo. Al final estaba como él quería, tirada en su alfombra, llorando, empapada de arriba abajo con mis propios fluidos vaginales a causa de un orgasmo que él mismo me había provocado.

—No te escucho, Lydia hermosa, ¿qué me estás diciendo?, ¿qué me estás suplicando?

—¡Que me des tu polla!

—Usa otro sinónimo para referirte a ella, querida, sé unn poquito más vulgar.

—¡Dame tu trozo!

—¡Otro!

—¡Dame tu pito!

—Otro

—¡Dame tu verga, quiero tu verga!

—¿Dónde la quieres?

—En mi boca, por favor, te lo suplico.

—¿Dónde quieres mi verga?

—¡En mi boca!

Y tras quince minutos de agonía, de súplica y de desesperación, Ivo terminó de reír y me respondió:

—No. No te daré mi polla.

—¿Qué? —lloré desesperada.

—Para que tu hermosa boquita de puta tenga derecho de chupar mi polla, primero me tendrás que demostrar con hechos que eres una vil puta.

—¿Cómo? ¿Cómooo? ¡Dígamelo por favor!

—Eso no te lo diré, querida mía. Las putas actúan por instinto. Por ahora levántate y vete a tu casa.

—¿Qué? ¡Pero cómo! ¿No ve cómo estoy de mojada y con mi ropa hecha un desastre?

—Yo no te pedí que te vinieras, pequeña Lydia. Yo no te pedí que te corrieras como una zorra barata.

—¡Tiene que ayudarme, por favor!

—No, no lo haré. Tendrás que arreglártelas sola como lo hacen las verdaderas putas. Háblale a tu marido y dile que venga por ti.

—¡Pero… !¿Qué le diré?

—Recuerda que eres mi empleada, Lydia, y que cuando te contraté te especifiqué claramente que una de tus funciones era la de resolver todos mis problemas. Si no puedes resolver un problema propio me cuestionaré si de verdad hice lo correcto a la hora de contratarte. Así que anda, pequeña gatita, ve a tu oficina y dile a tu marido que venga por ti. Ya sabrás cómo ingeniártelas.

Y sin más, con toda la frialdad del mundo me vio salir casi arrastras de su oficina escurriendo líquidos orgásmicos como una perfecta prostituta que es abandonada a su suerte.

Salir al parqueadero toda mojada, donde ya me esperaba Patricio, fue la peor experiencia que sufrí; aunque casi ya no había nadie en el edificio, sufrí la vergüenza de ser criticaba y burlada por los intendentes y guardias del lugar. Además, sabía que Ivo estaría destornillándose a carcajadas desde las cámaras de circuito cerrado que tenía en su oficina, viéndome salir hasta donde mi amado esposo. A él le tuve que decir que había explotado un tubo de agua en el baño y que había terminado empapada.

—¡Por Dios, mi amor! ¿Pero qué ese olor… que tienes encima? —me preguntó mientras conducía hasta nuestro apartamento—. ¿Por qué estás llorando, Lydia?

—Por nada… Pato, por nada. Simplemente… me siento frustrada porque todas las cosas malas me pasan a mí.

Esa noche me masturbé cinco veces, y en todas me corrí. Una fue mientras me duchaba, y las otras cuatro fueron en nuestra propia cama matrimonial, mientras mi Pato dormía. Esa noche, y después de ese episodio, perdí el apetito sexual con Patricio. Él lo adjudicaba a mi estrés laboral, y el pobre chico se tuvo que resignar.

El verdadero motivo era Ivo, que me había logrado cautivar. Que me había metido esa pequeña espinita de querer sacar lo más frívolo y ardiente que tenía en mí. De alguna manera yo ya me consideraba suya aún si ni siquiera me había fornicado ni prestado su polla como Dios manda. Pero le quería ser fiel. Fiel a su polla. Tuve deseos enfermizos de guardarme pura y casta para él, para cuando Ivo quisiera tomarme como cosa y posesión suya.

Sufrí la siguiente semana en el trabajo porque Ivo tuvo que hacer un viaje de negocios a Monterrey, y solo se comunicaba conmigo estrictamente por mensajes de texto a través del WhatsApp, ¡y con lo que añoraba escuchar su ronca voz!

Por eso, cuando me avisó que llegaría al día siguiente, mi vulva palpitó; mis redondos y puntiagudos pezones se endurecieron y mi vagina comenzó a chorrear.

Y recordé su sentencia “Para que tu hermosa boquita de puta tenga derecho de chupar mi polla, primero me tendrás que demostrar con hechos que eres una vil puta”.

Y así lo hice. Me aseguré de que cuando él entrara a su oficina esa mañana me encontrara de rodillas detrás de la puerta, vestida únicamente con unas medias de red rojas, una diminuta tanga que se enterraba entre mis nalgas y un sostén de encaje a juego con el color de mis medias; también tenía puestos unos zapatos de plataforma negros con tacones de 25 centímetros de largo, con una cola de zorra encajada en mi ano que compré por Amazon, unas orejas de zorra en forma de diadema sobre mi cabeza, y con mi lengua de zorra de fuera, dispuesta a recibir su polla dentro de mí cuando él me lo ordenara.

Ivo se sorprendió al verme. Luego sonrió victorioso, me acaricio mis orejitas de zorra, mis mejillas y mi boca pintada de rojo. Cerró la puerta con seguro y por fin me entregó ese premio que tanto había fantaseado tener entre mis labios.

—¿Cuándo se ve más hermosa Lydia? —me preguntó cuando encajó su verga en mi boca.

—Cuando Lydia tiene una polla en la boca —respondí atragantada con la boca llena.
Fin..
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Relato Erótico : Experiencia swinger

Relato Erótico : Experiencia swinger

Hace tiempo que tengo la certeza de que mi marido está enredado con una de las administrativas que trabaja en su oficina. A veces llega a deshoras y oliendo a perfume de mujer o simplemente llegan mensajes muy delatores a su móvil, En una ocasión en un evento que organizó la empresa coincidimos con la mujer acompañada de su marido, ella muy educada y cortés nos presentó, hice muy buena relación con el otro cuerneado y lo más natural del mundo fue sentarnos a charlar en una de las banquitas del parque, resultó ser un hombre de lo más divertido y con muchos gustos en común. Me pareció una pareja muy divertida, así es que les propuse venir una noche a cenar a casa.

Tanto a mi marido como a mí, nos gustan los juegos eróticos y esta podía ser una ocasión de compartir parejas si a ellos les gustara, esa idea ya la habíamos estado madurando desde hacía tiempo pues a nuestro matrimonio le faltaba un poco de picor, él era conocedor de mis más perversas fantasías y al momento se dio cuenta de que me sentí atraída por ese hombre. Fernando y Ana (así les llamaremos) tenían aproximadamente la edad de mi marido y físicamente son atractivos, Ana es morena, un poco bajita que yo y con un par de pechos exuberantes, y él es delgado con un pecho muy bien marcado por el Gym, o al menos eso fue lo que pude observar por la silueta que marcaba su chamarra deportiva.

Llegado el día preparé una cena ligera y compré varias varias botellas de vino, terminados los preparativos me metí a dar un baño con agua fría, el pensar en lo que podía suceder me ponía muy caliente, realmente tenía una semana completa con ese tremendo calentón, yo sabía que mi marido se cogía a la tal Ana pero el pensar que podía ser invitada a sus juegos me ponía frenética, imaginar que me vería ensartada por otra verga era una forma de venganza muy buena, sería la mejor puta para otro, le dejaría hacerme de todo, incluso cosas que con él me había negado en otras ocasiones, mientras mojaba mi cuerpo mis dedos ya estaban bien ensartados en mi rajita, que delicia!!!

Llegaron los invitados y pusimos música de fondo, mientras los hombres hacían los preparativos y sacaban la cena, nosotras charlábamos sobre ropa interior, a boca jarro como decimos vulgarmente le pregunté que si le gustaba coger con mi marido, su cara fue un poema, se puso lívida, le dije que se tranquilizara que yo ya lo sabía y que en realidad no me importaba, ya sabes a veces entre mujeres es más fácil hablar de esas cosas. Traté de desviar la conversación a lo erótico, como me gustaba que me lo hiciera, lo que yo le hacía a él y le comenté que en esta ocasión quería darle gusto con este jueguito sexual, agregué a mi dialogo que tenía muchas ganas de ver como se coge a otra, quería comprobar si podía complacer a otra mujer y es que mi marido tiene sus perversiones y su manera de coger es un poco diferente(más adelante te lo diré) en definitiva le dejé claro que si a ellos les gustaba el tema, podríamos hacer mucho más interesante esta noche. Su cara estaba roja, e intentó disculparse, pero la pare en seco diciéndole que de verdad me parecía buena idea que fuera ella quien se estuviera cogiendo a mi marido, al fin yo también ya tenía un buen amante con quien comparto unas cuantas fantasías.

Esta vez me aseguraría de grabar todo lo que pasara en casa, ese video sería oro, tenía la certeza de que a mí “amigo” le encantaría verme con mis orificios bien llenos de verga y mamando una rica panocha.

No me pareció que le entusiasmara el tema ni se insinuó sobre el asunto pero tampoco dijo que no le gustara o que no lo hubiesen hecho en alguna ocasión. Por lo que durante la cena se sintió una tensión tremenda, yo miraba provocativamente a Fer cuando me acercaba a servir mostraba mis pechos un poco más de la cuenta y me aseguraba de que su mirada se perdiera entre mi escote, esta situación no pasó desapercibida a mi marido, quien no desaprovechaba la oportunidad de darme una que otra nalgada cuando pasaba cerca de él o acariciaba mis piernas por debajo de mi falda.

Al terminar la cena el ambiente estaba un poco caldeado, mi esposo saco unas cuantas cervezas para “asentar” la comida y mientras ellos hablaban de fútbol y fumaban un cigarrito Ana y yo estábamos sentadas una junto a la otra en el sillón de la sala, nuestras rodillas se juntaban desnudas debido a que las dos llevábamos falda corta y nuestras piernas quedaban a la vista. Le dije a Ana que se descalzara si ya se sentía cansada, traía puestos unos zapatos de tacón alto, la zorra sabe que a mi esposo le gustan mucho, él es de la opinión de que una mujer se ve más sexi por que estilizan nuestras piernas haciéndolas muy bonitas, aunque nos cansan demasiado.

Aceptó descalzarse, lo que interpreté como que se encontraba cómoda ,me arrodillé a sus pies y comencé un suave masaje en los dedos y las plantas de sus pies,lo que habíamos estado bebiendo comenzaba a hacer efecto pues no pudo reprimir un largo suspiro, tuve la idea de traer un poco de aceite de mi recamara, para que el masaje surtiera más efecto, y reanude mis caricias en sus pies, mmm estas muy tensa, subiré un poco más para quitar la tensión de tus pantorrillas, subí mas mis manos, en realidad sí que tiene muy bonitas piernas, su piel se sentía taaan suave a mi tacto, ella reclino su cabeza y cerró los ojos, relájate, solo siente mis manos!! Masajeaba sus piernas y ella se dejaba hacer.

Ana, quieres que te de un masaje completo? Has estado muy estresada, por que no te quitas la falda? Se sentó y me miró como queriendo descifrar cual era mi verdadera intensión, al final desabotonó la falda y le indiqué que se recostara completamente. Acaricié sus muslos por la parte interna, rozando de vez en cuando su rajita, se estaba mojando podía oler sus fluidos, cambié mis manos por mis labios ahora besaba sus hermosas piernas, iniciaba en su entrepierna hasta llegar a sus deditos, ella gemía y se aferraba a los cojines al parecer si sería una muy buena noche, los hombres bebían afuera sin pensar siquiera en lo que pasaba en la sala, Ana, quítate la blusa!!! Le indiqué, aunque esto último sonó mas a una orden, traía puesta una blusa escotada de color azul celeste con tres botones, y un sujetador a juego que realzaba los senos que de por sí, eran bastante grandes, el canal de sus pechos era provocativo para cualquier hombre que se preciara de tener buen gusto. Se incorporó y humedeció sus carnosos labios con la punta de la lengua, un gesto por demás sensual, sus ojos tenían un extraño brillo de lujuria sin duda no nos habíamos equivocado, a esa mujer le gustaba coger casi tanto o más que a mí, adelantó su busto indicándome que realizara la maniobra, sus senos querían escapar de su prisión, fui quitando uno a uno los botones dejando besos por donde pasaban mis manos, hice a un lado las copas de su brasier y mordí sus grandes pezones, fui rodeándolos con mi lengua, sus manos tomaron mi cabeza para guiarla al otro pecho, para ese entonces yo ya estaba completamente recostada sobre ella y comenzamos a movernos restregando nuestros cuerpos.

Las estamos esperando, la cerveza se calienta!!! La frase se cortó al entrar Fer y encontrar a su mujercita semi desnuda y siendo comida por mí, dio media vuelta y salió de nuevo, estaba turbado, me levanté y le dije a Ana que estuviera tranquila, Salí detrás de él, estaba afuera sentado en los escalones de la entrada, me senté a su lado, Porque no entras y lo hablamos? Te pido una disculpa, sé que para ti debe de ser difícil asimilar lo que viste, pero entra y te cuento lo que pensé.

Entramos a la casa en la sala Ana se reacomodaba la ropa y mi marido estaba sentado frente a ella comiéndola con los ojos y no solo eso pues se les veía a ambos aun ruborizados, Siéntate Fer, quieres otra cerveza? Se la di y me senté a su lado, Ana comenzó a hablar acerca de las veces en que habían fantaseado con otras personas, que lo que acababa de pasar era solamente un juego y que en nada cambiaría su relación, mi mano derecha se recargaba sobre su muslo muy muy cerca de su paquete, se notaba nervioso como sopesando las palabras de su mujer, entonces para sorpresa nuestra, Fer quitándose la corbata y desabrochándose la camisa a la vez que se descalzaba, preguntó:

– ¿han jugado alguna vez al juego de las cartas en donde el que saque la de mayor valor elije lo que debe de hacer el otro jugador? –

Claro todos conocíamos el famoso juego, la mayoría lo ha jugado en los convivios de la preparatoria, en parejas cada participante saca una carta el que saque la de mayor valor, elige lo que debe hacer el otro jugador, sin poder negarse este a su petición. Si aceptas jugar debes aceptar que todo vale y no puedes negarte a las peticiones de los jugadores.

– Si, a mí me gustaría jugar – dije acercándome a la mesa de centro-Amor, busca la baraja

A continuación se sentaron Fer y Ana. Mi marido fue a buscar el juego de cartas con el que iniciaríamos el juego.

Comenzamos a jugar siendo Ana y mi esposo la primer tirada, perdió Ana mi esposo le pidió que se quitara el sostén, dejando al aire sus hermosos y grandes senos.

– Fer que se quite la camisa – pedí en mi turno, pues estaba deseosa de ver esos brazotes que se cargaba.

Él se quitó la camisa y la verdad, quedé impresionada, tenía un pecho muy amplio y bien marcado así como lo había imaginado. Mi vulva comenzaría a babear, estaba deseosa de tocarlo.

Cuando Fer hizo su turno pidió que me dejara los senos al descubierto pues a estas alturas del juego yo era la única que seguía completamente vestida.

Al calor del alcohol y del juego de irnos desnudando poco a poco Ana sugirió un ligero cambio, ahora el perdedor haría lo que el contrincante le ordenara y en esa primer ronda

Ana me hizo vendar los ojos para que no pudiera ver nada y Fer me recostó encima de la mesa boca arriba y con mis piernas bien abiertas, dejando ver mi panocha mojada e hinchada.

A partir de aquí cada uno pedía una cosa mientras Ana miraba y yo no veía nada, en un momento de silencio solamente sentía el aliento jadeante de un hombre en mi cuello, después me rozaron con los labios mi boca humedeciéndolos con una delicada lengua que me acariciaba de un lado a otro, ya no jugaban con las cartas, ahora era el momento de jugar conmigo y por supuesto encantada de sentir seis manos y tres bocas para mi solita.

Ana seguía de pie a un lado mío recorriendo con sus largas uñas mis sensibles senos; Yo estaba pendiente solo de la sensación, atenta a lo que podrían hacer conmigo.

Me estremecí cuando una voz me susurró al oído

– Te voy a partir el culo en dos, era la voz de Fer, seguida de una mordidita en mi cuello

Me gustó que me dijera eso. Noté como dos manos abrían más mis piernas, dejando la vagina depilada indefensa ante cualquier ataque sexual. Una lengua recorrió mi rajita muy lentamente rozándome los labios casi sin tocarlos. Un beso en la boca que bajó por mi mejilla lengüeteando por mi cuello hasta mis pechos. Todo eran roces, sensaciones sensuales desconociendo cual sería la próxima zona a explorar.

Uno de los dos se subió encima de la mesa en posición del 69 me agarró de las nalgas, abriéndome la panocha con sus dedos, automáticamente comencé a segregar fluidos que se mezclaban con la saliva de la lengua que me estaba comiendo el coño, restregándola a todo lo largo de la raja que forman los dos sobrecargados labios vaginales, La sensación de placer es indescriptible, no encuentro palabras para describir como sin saber lo que me van a hacer me encuentro esa calurosa lengua lamiéndome el coño, y es que al no ver nada los otros sentidos se magnifican, era un corrientazo por mi cuerpo, buscaba moviendo mi cabeza y abriendo la boca una deliciosa verga que seguro estaba muy cerca pero no doy con ella, quiero cogerla y metérmela en la boca, mi marido sabe que me enloquece mamar vergas y me castiga por eso

Noté que el otra mano toma la verga del primero y me pasea el capullo por mis labios, con ansiedad trataba de comérmelo y rápidamente lo apartó de mí, impidiéndolo. Escuché de nuevo un susurro en mi oído:

– Despacio, solamente saca la lengua y déjate hacer –ahora era la voz de Ana quien me hablaba pegando sus labios a mis oídos, le piel se me erizó toda, mis pezones se alzaban erectos y ansiosos, comenzaba a gemir ruidosamente

Obedecí la orden mientras quien estaba encima de mí, seguía comiéndome cada vez más rápido, necesitaba comerme una verga o que me taparan la boca con algo rico de lamer. Entonces la misma mano me ofreció el capullo duro y gordo de la verga que seguís paseándose por toda mi cara para que lo lamiera con ganas pero sin dejar que me la metiera toda a la boca. Me lo paseaba a lo largo de mi lengua al tiempo que me ordenaba que lo lamiera solamente, al intentar atraparla toda una fuerte cachetada me hizo desistir de la idea, ahora si iba en serio, era su juguete.

Con la punta de mi lengua lamía ese gran tronco de carne hacía que se iba poniendo más y más dura, esto para mi estaba siendo un sufrimiento tremendo, alguien me había tomado las manos y me las sujetaba por detrás de mi cabeza juntas, otra persona abría mis pernas y me impedía cerrarlas, no podía moverme ni hacer nada que no me ordenaran. La punta de la lengua del macho que tenía encima comenzó a tocar mi clítoris lo que hizo que soltara un gemido detrás de otro, me lo hacía de tal forma que comencé a llorar de impotencia, no podía hacer nada y estaba deseosa de comerme aquella enorme verga a la que estaba lamiendo el capullo, esto no era suficiente, deseaba comérmela y montarla, hasta que me dejara llenita de leche.

– Por favor, cógeme!!! Cógeme ya, dámela toda!!!

– Solamente saca la lengua, o no te dejo hacer ni eso –

Ana presenciaba todo desde su sitio, era la encargada de mantener mis manos atrapadas, si la hubiera podido ver sin duda me habría excitado mucho ya que estaba desnuda y con su mano libre se acariciaba el clítoris disfrutando mientras a mí me abofeteaban y torturaban. Había puesto una de sus piernas encima de una silla y con una mano se frotaba enérgicamente la rajita de pronto la presión en mis manos se aflojó, se subía uno de los pechos lamiéndose el pezón. Su coño estaba humedecido por los fluidos que desde hacía un rato segregaba su vagina. Ella si podía consolarse, mientras yo sufría con esa tremenda comida de panocha en la que subía y bajaba esa caliente lengua por toda la raja y al finalizar con la punta restregaba mi clítoris haciéndome gritar.

Ana se estaba corriendo de gusto queriendo ser ella quien la tuviera en su boca, yo estaba a punto de terminar, y la verga que ahora ocupaba todo el interior de mi caliente boca comenzaba a vibrar indicándome que terminaría pronto, sentí la tensión en las piernas de mi “amigo” y juntos tuvimos un gran orgasmo, yo gritaba como podía, ya que Ana me besaba profundamente y con su boca sofocaba mis gritos revueltos con llantos del placer que Fer fue capaz de proporcionarme.

Mi marido que hasta ese momento había permanecido de espectador dio la vuelta a la mesa, tiró de mis piernas y con un solo golpe de cadera la metió hasta dentro, entró sola, como cuchillo en mantequilla yo estaba ardiendo y mis piernas estaban empapadas de los líquidos vaginales de mi primer orgasmo, comenzó a penetrarme enloquecido por los orgasmos que habíamos tenido los tres y el solo se había informado con observar y mantenerme bien abierta. Me cogía a de manera bestial, sudaba y yo sentía que me estaba destrozando la panocha, mientras Ana y yo jugábamos en nuestras bocas con la leche de Fer, comiéndonos y besándonos, restregándonoslo por nuestras mejillas. Ana estaba de pie apoyada en la mesa por detrás de mi cabeza por lo que nuestras caras estaban contra puestas, Fer se había colocado detrás de ella y se masturbaba con la intención de volver a tener erección mientras la abrió de piernas, lubricó su culo con un escupitajo y lo masajeó con dos de sus dedos, le estaba cogiendo el culo con sus dedos y Ana gemía y se ondulaba de una manera muy excitante, su lengua se enroscaba con la mía y con la de mi marido, cuando Fer logró una erección aceptable le metió la verga en su agujero anal, penetrándola desesperadamente, cogiéndosela apasionadamente y al mismo tiempo de manera brutal, ahora era Ana la que gemía, gritaba y lloraba de placer mientras nos comíamos las bocas y masajeábamos nuestros senos . Ana sentía que la estaba rompiendo, notaba dentro esa dura barra que abría sus nalgas cada vez que la penetraba, la oía decir con voz sofocada por mi boca-que rico papi, me estas destrozando.

Mi marido sacó su verga de mi panocha cuando notó que me había venido mi segundo orgasmo y le propuso a Fer que cambiaran de agujero, jadeante y excitado la metió de golpe en el ya muy dilatado culo de su amante, fue todo un espectáculo verlos tan bien acoplados, se notaba la vasta experiencia que tenían cogiendo juntos, adoptando una postura para nada forzada su verga cubierta por los fluidos de mi orgasmo resbalaba fácilmente, Ana le pedía que le diera más fuerte y en el frenesí de su placer arañaba y pellizcaba mis senos los apretaba con todas sus fuerzas, mi marido la penetraba fuerte y la empujaba con todo, hasta que lo pararon sus huevos que se quedaban en la entrada de su abierto y desgarrado agujero.

Sentí celos de ver esa verga más dura de lo que era normalmente cuando estaba dentro de mí, agarré la cabeza de Ana y la apreté contra mi boca, le metí la lengua hasta la garganta y ella a mí la suya, Fer me cogía y hacia su mejor esfuerzo, pero no era tan gruesa como la de mi marido o así lo percibía en ese momento , que morbo verlo coger con otra de esa forma y deseaba que el momento durase toda la vida, quise demostrarle que también yo podía volver loco de placer a alguien por lo que me monte encima de Fer y con mi mano libre m acomode su verga en la entrada de mi culo me dolió un poco pero no me importó, el me tomo de la cadera y me obligaba a darme tremendos sentones, yo gemía como posesa, en esa posición me tenía dominada por completo y empalada, golpeaba mis senos y me abofeteaba cuando mi ritmo disminuía.

Ana me besaba y animaba a Fer a que me diera más duro, mi marido me decía que los destrozara a sentones esto me hacía enloquecer aún más, era insoportable, Ana y yo sudábamos y ahogábamos nuestros llantos con nuestras bocas, jadeábamos, las lágrimas saltaban en nuestros ojos, el sudor invadía nuestros cuerpos, gozábamos como jamás habíamos pensado que se podía disfrutar, estábamos enloquecidas y estos dos sementales no paraban de romper nuestros preciosos culitos.

Ana estaba a punto de terminar entonces mi marido se la saco de golpe y poniéndose bajo ella comenzó a lamer su rajita que ya chorreaba gruesos goterones de jugo, el olor característico de la vagina lo animaba a seguir apretando su boca contra la vagina de Ana, lamiendo y tragando a la vez que movía su cabeza y abría las nalgas de Ana para tener más espacio donde meterse. Subía con su lengua hasta meterla en el agujero abierto que había dejado su verga al salir de ese encantador culito.

Mientras mi esposo se relamía los labios de Ana se masturbaba con gusto y cuando no aguantó más, se levantó y tirando del pelo de Ana separó nuestras bocas para meter entre ellas ese trozo de carne palpitante soltando bestiales chorros de ardiente semen en nuestras bocas, que rebosaban y caían por mis mejillas hasta la mesa. Las dos se la chupábamos al mismo tiempo y nos comíamos las lenguas en un juego lésbico espectacular. Puedes imaginar la satisfacción, la sensación de saciedad al chupar y lamer y que al mismo tiempo me estén rompiendo el culo de forma bestial??’. No podría describírtelo con palabras, solo la sinfonía de gemidos y chillidos de placer podrían darte una idea aproximada de lo que sentía en ese momento

Y entonces llegó mi orgasmo, mis jugos chorrearon y chorrearon, mi vagina se contrajo , sentía espasmos en mis piernas, Fer siguió penetrándome hasta que el mismo terminó solo entonces salió de mi culo .No podíamos aguantar más, Ana cayó encima de mi sin fuerzas, Fer se sentó en el sofá como pudo a medio tumbar entre el suelo y los cojines y mi esposito cayó al suelo al flaquearle las piernas, quedándose ahí tumbado durante un buen rato…el sueño comenzó a invadirnos en verdad que había sido una noche intensa

En verdad que disfrutamos mucho de este intercambio de parejas que ninguno esperábamos que hubiese sido tan satisfactorio.

Al despertar seguimos bebiendo y discutiendo los pormenores de la experiencia vivida, surgieron nuevas sugerencias y alguna que otra nueva fantasía, era el inicio de una buena y fructífera amistad, mi esposo cogía con Ana sin problemas y yo podía comerme a Fer a mi libre antojo, hicimos algunas otras cosas interesantes que posteriormente te estaré contando.
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Relato erótico : Silvia prueba la doble penetración y le encanta

BANANAS

Me llamo Silvia tengo 25 años, soy una guarra Española pelirroja, tengo los ojos verdes, mido 1´70, peso 56 kg y mis medidas son 93-60-90; mi novio y mis amigos dicen que estoy muy buena. Me encanta el sexo y sobre todo sentirme dominada (uffff como me pone).

Os voy a contar como fue mi primer trio y de cómo mi chico me hizo ser la sumisa que soy hoy en día.

Cuando tenía 21 años comencé a vivir con mi novio; podéis imaginaros que lo hacíamos a todas horas, yo no le decía que no a nada, practicábamos sexo en todas las posturas y formas.

Una noche cuando estábamos en el salón viendo porno, vimos una escena en la que el marido de la chica la entregaba a sus tres amigos y estos le hicieron de todo; esta escena me puso super caliente así que me arrodillé delante de Marcos (mi novio) y le comí la polla y los huevos con ganas, me la metí hasta el fondo de la garganta mientras él me agarraba el pelo con fuerza a la vez que se corría en mi estómago. Mas tarde en la cama me preguntó que me había hecho ponerme así de cachonda tan de repente, le dije que la sumisión con que la chica había aceptado el ofrecimiento de su marido. El tema lo dejamos aparcado ahí y no me comento nada en los días siguientes.

Dos días después me llamo por teléfono a la casa:

Marcos: Silvia porque no te arreglas y bajas a la cafetería de la esquina, que estoy con un par de amigos.

Silvia: ¿Qué amigos?

Marcos: Ramón y Mario, anda ponte algo sexy y baja

Silvia: ¿algo sexy?

Marcos: Si ponte la mini falda escocesa, la camisa blanca y los pantys negros.

Silvia: Pero se me ve todo con eso.

Marcos: Te he dicho que te lo pongas y que bajes de una vez, ¡YA!

No me atreví a replicarle, así que le hice caso y me vestí como me había dicho. Bajé y los hombres se giraban para mirarme, cuando llegué a la cafetería (que por suerte está al lado de mi casa) vi que Marcos estaba en una mesa, en una esquina de la cafetería con dos chicos realmente guapos.

Marcos: Silvia estos son Ramón y Mario, dos amigos del curro.

Silvia: Hola (le di dos besos a cada uno y un morreo a Marcos)

Ramón: Joder Marcos no mentías, vaya pedazo de tía.

Mario: Que cabrón, vaya suerte tienes.

Marcos: Y eso nos es nada, además es una guarra de cuidado.

Yo en ese momento me puse toda colorada y no sabía que decir. Marcos me miro y me dijo:

Marcos: Coge a Ramón, vete al baño de hombres y le comes la polla como tú sabes.

Aun no sé muy bien porque, pero me levanté y cogí de la mano a Ramón yendo los dos hacía el baño de caballeros. Con cuidado entramos en el baño y sin mediar palabra me arrodille y le baje la cremallera, dejando salir una hermosa polla de unos 20 cm. Empecé a besar aquella hermosa polla y comerle los huevos, hasta que el no pudo aguantar más y me cogió del pelo fuertemente metiéndome su polla hasta el fondo de mi garganta, literalmente me follo la garganta sin miramientos, corriéndose abundantemente en mi estómago.

Ramón: Traga puta

Silvia: ghhghghhh( me lo trague todo)

Ramón: Zorra ahora límpiamela bien y quédate aquí.

Ramón salió y odio reconocer que me corrí por cómo me había tratado. Sin tiempo a recomponerme entro en el baño Mario y se me quedo mirando.

Mario: Dios que buena estas y que puta eres, ven aquí.

Me puso contra la pared del baño, me quito el tanga y me lo metió en la boca.

Mario: Y ahora calladita, a ver si eres tan buena como dice tu novio, puta.

Me volvió a poner contra la pared y empezó a comerme el culo e introducir dos y tres dedos.

Mario: Si que te han dado por el culo nena, ten entran hasta cuatro dedos, pedazo de puta te voy a reventar.

Silvia: ugggggghhhh.

De golpe me vi ensartada contra la pared por la enorme polla de Mario (tenía por lo menos 25cm)

Mientras, me agarraba de las tetas y tiraba de mis pezones como si quisiera quedárselos, y yo caliente como una perra y no sabía porqué; Mario se tiró por lo menos 10 minutos destrozándome el culo hasta que nos corrimos los dos a la vez, dejándome allí tirada y dolorida, pero muy satisfecha.

Mario: Tu novio tiene razón eres putita sumisa, nos lo vamos a pasar muy bien contigo puta.

Me recompuse como pude y salí de allí, yendo hacía la mesa en la que estaban los tres mirándome, cuando me senté todavía me chorreaba él semen de Mario por las piernas poniendo el asiento todo perdido.

Marcos: ¿Que tal putita mía?

Silvia: No sé, creo que me va a gustar ser vuestra puta.

Marcos: Esto solo acaba de empezar putita.

Luego de haberme entregado a sus amigos en el baño de una cafetería cerca de nuestra casa, permanecimos sentados allí, mientras los amigos le narraban con pelos y señales lo que me habían hecho cada uno en el baño.

Yo mientras notaba como me chorreaba el semen de Mario y cómo estaba poniendo de empapado mi tanga y el asiento.

Marcos, mientras, se mostraba orgulloso de cómo me había comportado con sus amigos.

Llamaron al camarero para pedir unos cafés y cuando me tocó pedir a mí.

-Y la señorita que va a querer?

-Un mitad (café con leche en Málaga)

-Si pero jefe tráeselo con café solo, que la leche ya se la he dado yo jajajajaja, dijo Ramón.

El camarero se me quedó mirando y yo no sabía dónde meterme. Cuando el camarero se fue con la comanda, Marcos me dijo:

-Silvia, parece ser que le has gustado al camarero

-Sí, que cabrón, no te quitaba ojo, dijo Mario.

-Vas a quitarte dos botones de la camisa, y le vas a enseñar esas maravillosas tetas que tienes, me ordenó Marcos.

-Pero…

-Ni pero ni nada; da gracias a que no te hago ir al baño a quitarte el sujetador, así que hazlo antes de que me arrepienta.

Así que discretamente me quite dos botones más de la camisa, dejando casi libres mis pechos.

Cuando el camarero volvió se quedó cortado. No sabía dónde mirar, pero por más que lo intentaba no paraba de mirarme.

Una vez nos dejó los cafés, observamos cómo empezó a comentarle algo a su compañero, mirando hacia mí.

-Parece que tienes dos nuevos fans, Silvia, me dijo Marcos.

-Pobres quizás otro día deberías dejar que se la follen bien follada, añadió Mario

Cuando terminamos de tomarnos el café me hicieron ir a pagar así.

Casi se me salían las tetas y los dos camareros que me cobraron no me quitaban ojo, mientras mi novio y sus amigos no paraban de murmurar.

Salimos de la cafetería y cuando creía que nos despediríamos de sus amigos, Marcos me sorprendió.

-Bueno, qué. ¿Os apetece seguir con la fiesta o es mucha hembra para vosotros?

Mario y Ramón se miraron entre ello y luego me miraron a mí.

-Joder pues claro que voy, me muero de ganas de jodérmela, dijo Mario.

-¿Estás de broma? estoy deseando follármela, añadió Ramón.

Yo no me lo podía creer, Marcos pensaba seguir ofreciéndome a sus amigos, pero eso me puso cachondísima.

-Pues vamos, que lo vamos a pasar de puta madre con mi zorrita.

Diciendo eso me dio un cachete en el culo para que fuera delante hacia nuestra casa.

Por el camino nos cruzamos con algunos chicos del barrio que nos conocen y vi como me miraban y hablaban entre ellos. Cuando llegamos al portal mi novio me paró y me llevo al juego de las escaleras.

-Silvia, quítate el sujetador y el tanga

-Estás de broma, ¿no?

Marcos ese momento me cogió del pelo.

-No me hagas repetírtelo o te desnudo aquí mismo y te follamos aquí.

-Vale Marcos, lo hago.

Así que allí mismo me bajé el tanga, que estaba chorreando semen, y me quité el sujetador.

-Buena chica, así me gusta. Que obedezcas sin rechistar. Ahora, tira para el ascensor.

Esperamos el ascensor y cuando se abrieron las puertas aparecieron mis dos vecinos de enfrenté, quedándose de piedra, ya que era evidente que no llevaba sujetador.

En el ascensor los tres empezaron a manosearme por todas partes.

-Zorrita, métete un dedo en el culo y saborea el semen de mi amigo

Yo me estaba poniendo tan caliente que lo hice sin rechistar. Me metí el dedo índice y recogí un poco del semen que todavía tenía, lo lamí y me chupé el dedo, con cara de viciosa. Eso los puso más frenéticos, tanto que pensé que me follarían allí mismo.

-La que te vamos a dar, dijo Ramón, mientras me mordía el cuello.

-Vas a ver lo que es bueno, remachó Mario, mientras me metía un dedo en el coño.

-Mira, Silvia. Te voy a convertir en una sumisa de mierda. Cuando acabé contigo, dejaré que tu padre te folle, ¡puta! Y mientras decía eso no dejaba de pellizcarme los pezones, lo que hizo que me calentase mucho más. Estaba salida, deseando follar.

Por fin llegamos a nuestra planta, salimos y entramos en nuestra casa.

Cuando yo estaba más caliente y su amigos prácticamente los tenía encima, Marcos dijo.

-Parad, que lo vamos hacer mejor.

-Joder tío, qué coño dices, mírala está caliente como una perra, vociferó Mario.

-Por eso, tengo que enseñarle quién manda

-Joder, tío, qué tienes en mente, preguntó Ramón.

-La quiero convertir en mi sumisa, y para eso tengo que enseñarle quién decide y como y cuando se folla y con quién.

-Enserio me vais a dejar así. Estoy cachonda perdida. Necesito, no una, sino un buen par de pollas, o tres, cuanto antes.

-Tu calla, que luego verás, dijo mi novio.

-Venga macho, pero más vale que merezca la pena esperar, soltó Mario.

-Ya te digo, remachó Ramón.

-Ven Silvia, vamos al cuarto que te voy a preparar, y vosotros coger lo que queráis.

Marcos me llevo al cuarto y me desnudoó, se puso a buscarme ropa mientras yo permanecía de pie sin decir nada.

Me saco un camisón de encaje blanco y unas ligas del mismo color. Me ordenó que me lo pusiera y mientras él empezó a sacar juguetes eróticos que habíamos comprado hacía tiempo.

-Así muy guapa, ahora ponte esto en tu culo (unas bolas chinas) y esto en el coño (un vibrador)

Me vendó los ojos, me ató las manos a la espalda y me puso un cinturón al cuello apretándome lo justo.

Me sentía completamente a su disposición, pero lejos de tener miedo, me puse aún más cachonda. Estaba impaciente por que me follaran Mario, Ramón y mi propio novio. Deseaba tener dentro de mí sus tres pollas. Y lo quería cuanto antes.

Acto seguido, tirando de la correa, me sacó hacia el salón donde estaban sus amigos.

-Vamos no jodas, exclamó Mario al verme llegar como si fuera un perrito.

-Dios, pero que zorra más sumisa, coño, dijo Ramón.

-Silvia, ponte de rodillas, que ahora los tres te vamos a follar la garganta

-Sí, cariño

En ese momento me tiró del pelo hacia atrás y me dijo

-De cariño nada: soy tu puto amo (y me escupió en la boca), ¿te enteras, puta?

-Sí, mi Amo. Lo que tú digas.

-Eso es.

Bueno, qué pasa ¿Necesitáis una invitación para follarle la garganta? Preguntó mi novio a sus amigos.

En ese momento, sin poder ver quién era quien, me pusieron las tres pollas en mi cara e intenté ir comiéndomelas.

-No zorrita ansiosa, tú solo abre la boca. He dicho que te vamos a follar la garganta

Así que le hice caso y abrí mi boca todo lo que pude, y empezaron a escupirme en la boca, entonces me cogió alguno fuerte del pelo y empezó a follarme literalmente la garganta.

Mario: ¡Come puta!

Silvia: ugggghha

Mario: ¡Traga! ¡cómo noto mi polla en su garganta!

Silvia: agggg (las babas me caían por las comisuras de los labios y a duras penas podía respirar)

Marcos: Para; puta; no te corras todavía

Entonces Marcos puso el vibrador en marcha, y yo creía que me moría de gusto, y cuando abrí mi boca para gemir de tanto placer, Mario volvió a la carga; enterró su polla en mi boca de un solo golpe y esta vez sí se corrió en mi estómago.

-Toma leche puta Cerdá ajjjjj

-uggghhgg, apenas pude balbucear, casi ahogada por tan fantástica corrida.

Cuando yo estaba a punto de correrme, Marcos paró el vibrador.

-No. No. todavía no, zorrita. Aún no permito que te corras. Lo harás cuando yo te lo ordené. ¿Entendido, puta?

Entonces Ramón me puso su culo en mi boca y me sujeto la cabeza

-Vamos ¡Cerdá!, límpiame el culo con tu lengua.

Yo empecé a lamer aquel culo peludo, que me daba arcadas.

-O si así, ooooh que gusto puta, ahora cómeme los huevos.

Sí. Dame tus huevos, soy una puta zorra hambrienta

-Eso es putita vaya lengua tienes, ahora traga hasta el fondo

-agghh, chillé, cuando con un brutal empujón, Ramón me metió su polla hasta la laringe.

-Marcos le voy a quitar la venda, quiero que me mire con esos ojazos mientras le follo a lo bestia la garganta.

-Lo que quieras amigo. Puedes hacer con esa puta zorra lo que se te antoje. Es tuya.

Así que me quitó la venda y me agarró con fuerza del cuello mientras me follaba la garganta

-Mírame puta, mírame a los ojos mientras te follo la garganta ¡joder! Noto mi polla en su garganta con mis manos

ufffff aagggg, era lo único que podía farfullar con esa enorme polla dentro de mi boca.

Me saco la polla de la garganta y se corrió en mi cara

-Toma puta; toma toda mi leche en toda tu cara.

Me chorreaba el semen por mi cara y caía hasta mis tetas. Tenía la garganta toda irritada, apenas podía hablar.

La follada que me regaló Ramón fue bárbara y despiadada. Casi me destroza, pero yo me quedé con ganas de más.

-Y ahora: córrete; puta.

Y Marcos encendió el vibrador al máximo. Yo, en la posición que estaba, caí hacia un lado y me corrí como una cerda.

- Y ahora a follar. Así que recupérate pronto.

-Sí, mi Amo.

Marcos se tumbó en el suelo, Mario y Ramón me cogieron en brazos, para ponerme encima de él.

-Ven que te folle ese coño de guarra que tienes, zorra.

-Por fin amo, estaba deseando tu polla.

Me la clavó hasta el útero de un solo golpe y mientras el semen de Ramón escurría desde mi cara

-ahhhhh sí. Me encanta tu polla amo, seré tu puta sumisa siempre, agggh

-Te gusta mi polla, guarra ,eh? Te gustaría que tú padre te follara, eh zorra? Te gustaría tener la polla de tu padre en tu culo verdad, eh?

-No amo, solo quiero tu polla, ahhhhhggg

-Vamos puta; dime la verdad.

En ese momento Mario saco las bolas chinas de mi culo y me ensartó con su polla hasta los huevos.

Sentía los dos pollas pelear por mi interior violentamente.

-Aggggggh si follarme cabrones, destrozadme el culo y el coño agggh

-Contesta o dejamos de follarte puta

-No agggh, seguid follándome. Si quiero follarme a mi padre y también al tuyo, ahhh quiero ser vuestra puta agghh

Mario tiraba de mis brazos y me embestía muy duro, para que pudiera tragarme la polla de Ramón hasta la campanilla, yo estaba fuera de mi.

Tenía una enorme polla en cada uno de mis agujeros.

En ese momento estaba tan cachonda que no me importaría que me estuviera follando un burro

-Pedazo de culo el que tienes puta, te lo voy a destrozar.

-Aggghhf era lo único que podía decir.

-Come polla ¡Puta! Traga, coño, traga, gritaba Ramón.

-Me corro ahhhhh, toma leche, toma hasta el útero puta, chilló Marcos

-ahhhhh si, traga, traga, ufffff que gustazo puta, bramaba Ramón.

-Yo también me corro, toma hasta el intestino, ¡zorraaaaaaaa!! Tomaaa! Aullaba Mario, mientras llenaba mi culo de semen.

-ahhhhhggg sí ahhh siiiiiiiiiiii dadme vuestro semen siiiiiiiiiiii por favor ahhh

Nos corrimos los cuatro casi a la vez.

Yo quedé derrengada y llena de leche por todos mis orificios, encima de Marcos.

Mario y Ramón se sentaron en el sillón

-Te ha gustado, putita.

-Sí, sí mi Amo.

-Muy bien así me gusta. Ahora límpianos las polla y te puedes ir a dormir

-Sí, mi Amo.

Cómo pude me incorporé (tenía las manos atadas a la espalda) y uno a uno les limpié sus pollas de semen y jugos míos con mi lengua, mientras les agradecía el haberme follado así.
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